jueves, 20 de noviembre de 2025

UNAS LECTURAS FRANCAMENTE DELICIOSAS

 

Detalle de la portada de "La librería ambulante"

De vez en cuando uno se topa con lecturas que consiguen alentarle el espíritu. Eso mismo me ocurrió hace un tiempo cuando, de manera harto sorpresiva, me topé con dos libros de un autor del que no sabía absolutamente nada hasta entonces.

El autor del que os hablo es Christopher Morley (1890-1957), un escritor y poeta estadounidense que, tras su muerte, dejó tras de sí un vasto legado de más de cien obras, entre novelas, ensayos, poesías y obras de teatro.

Las dos obras suyas que leí, una detrás de otra, fueron La librería ambulante, publicada en 1917, y La librería encantada, publicada en 1919, es decir, dos años más tarde que la primera.


Cabe señalar que, dado que no conocía de nada al autor, ni sabía de la existencia de una segunda novela que seguía la historia del encantador matrimonio Mifflin, yo me las leí en orden inverso, es decir, primero me leí la segunda parte (La librería encantada), y posteriormente me leí la primera (La librería ambulante). Afortunadamente para mí, este hecho no me impidió disfrutar de la apasionante historia protagonizada por tan singular pareja.

A través de estas dos novelas conoceremos a Roger Mifflin, apasionado librero que se dedica a recorrer los Estados Unidos de lado a lado a bordo de su carromato repleto de libros, a fin de llevar la literatura a los lugares más recónditos de la vasta geografía norteamericana. El señor Mifflin disfruta tanto de su trabajo que consigue trasmitir esa pasión que siente por los libros a todos aquellos a quienes se va encontrando por el camino.

En una de éstas, el señor Mifflin, cansado de deambular de un lado para otro, decide vender su librería ambulante y con el dinero que obtenga adquirir un local en su amada Brooklyn, hogar de su infancia, y establecerse allí definitivamente abriendo una librería. Pero como Roger Mifflin ama tanto los libros, no está dispuesto a venderle su librería ambulante a cualquiera. Decidido a entregarle aquello que tanto ama a alguien que lo ame tanto como él, pone rumbo a la granja de un joven escritor cuyos libros ha devorado y disfrutado, creyendo ver en aquel a un alma afín. Pero resulta que al llegar a la granja, se encuentra con que aquel a quien busca ha emprendido un largo viaje que lo mantendrá lejos por un tiempo. En su lugar, en la granja encuentra a la hermana mayor del joven escritor, la señorita Helen McGill, una mujerona soltera de edad madura que vive por y para su hermano, haciéndole de granjera, agricultora, cocinera y ama de llaves.

Cuando Roger Mifflin le traslada a la señorita McGill su intención de traspasar el negocio a su hermano Andrew, Helen McGill ve en ello una excelente oportunidad para dejar atrás su hogar, su rutinaria vida y subirse al carro y recorrer el país de lado a lado como propietaria de una librería ambulante. Así que reune todo el dinero que posee y le compra el negocio al señor Mifflin.

Como condición indispensable, además del precio estipulado, Roger Mifflin le pide a la señorita McGill que lo lleve en el carro hasta donde pueda tomar un tren con destino a Brooklyn y, en contrapartida, durante el trayecto se ofrece a ir instruyendo a la señorita McGill en los entresijos del negocio. Ella acepta, deja una nota a su hermano Andrew avisándole de sus intenciones, cierra con llave la granja y se sube al carro dispuesta a emprender una nueva vida repleta de algo que no había tenido hasta entonces: emoción y aventuras.


Honestamente, la lectura de estas dos novelas son de esas maravillosas experiencias que un amante de los libros no puede perderse por nada del mundo. A través de una escritura aparentemente sencilla, Morley nos presenta unos personajes a los que, a medida que vamos conociendo, más nos van ganando. Además de las muchas peripecias que van sorteando en su particular odisea, gracias a los largos parlamentos de Roger Mifflin iremos descubriendo su amor por la literatura, enumerando aquellos libros que, a su juicio, merecen ser leídos antes de irnos de este mundo.

Resulta innegable que Christopher Morlay ama los libros, y con su hermosa prosa y sus entrañables personajes consigue contagiarnos ese amor. La lectura de estos libros ha supuesto para mí una más que enriquecedora experiencia, un banquete exquisito para mente y espíritu. Son de esas lecturas que deseas que no acaben nunca, del placer que proporcionan.

Pero como todo llega, al final los acabé. Y la lectura me dejó un poso de felicidad y plenitud tal que me dije a mí mismo: “¡Qué gran aventura, llena de pasión y emoción! Algún día regresaré a estos libros para volver a perderme en ellos y olvidar, o aparcar momentáneamente, los problemas y vicisitudes del día a día”. Cualquier libro que consiga eso, merece mi admiración y agradecimiento.

Si no has leído ninguno de estos dos libros, te recomiendo que te hagas con un ejemplar y disfrutes de las deliciosas aventuras de esa singular pareja formada por el señor Mifflin y la señorita McGill.



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