jueves, 13 de octubre de 2022

YA ESTAMOS DE VUELTA

 

Bueno, bueno, bueno. Ya estamos de vuelta. Mi blog y yo.

A mí no me metas en tus mierdas.

¿Y porqué no? Estamos juntos en esto.

De juntos nada. A ver si la gente se va a pensar lo que no es.

¿Tienes miedo de que se cuestione tu sexualidad?

No sé cómo funciona el tema de los chismes en el mundo del género humano, pero en el mundo de los blogs la reputación lo es todo.

¿Acaso insinúas que el hecho de que alguien piense que eres gay afectaría a tu reputación?

Por supuesto que sí.

¿Y en qué te afectaría exactamente?

En mi vida sexual, por ejemplo.

Ah, pero, ¿tú tienes vida sexual?

¡Por supuesto que la tengo! No soy un monje tibetano, ni un censor jurado de cuentas.

Por curiosidad, ¿cómo?

¿Cómo qué?

¿Cómo practicas sexo? ¿Y con quién, si puede saberse?

Con otros blogs, sitios webs, bancos de imágenes o vídeos gratis...

¿Y cómo os lo montáis?

Supongo que en tu limitada concepción del mundo que habitas habrás escuchado alguna vez el término “cibersexo”.

Eso ha sonado excesivamente ofensivo.

¿Consideras el sexo algo ofensivo?

No me refería al sexo, sino a la actitud displicente y condescendiente que has demostrado al presuponer que mi concepción del mundo es limitada.

¿Y no lo es?

Pues no. Y aunque lo fuese, que no es el caso, seguiría sin ser asunto tuyo.

Ah, pero mi vida sexual sí que es tema de debate. ¿Quién es el displicente ahora?

Era simple curiosidad. Los escritores somos curiosos por naturaleza. Precisamente nuestra curiosidad es la responsable de ensanchar los límites de nuestra concepción del mundo y quienes lo habitan.

Muy bueno.

¿El qué?

La manera que has tenido para volver al punto de partida y justificar tus limitaciones. Vas aprendiendo, muchacho.

¿Muchacho? ¿Es que ahora eres un clon de Humphrey Bogart en Sueños de un seductor o qué?

Buena película, por cierto.

Maravillosa.

Y no. No soy un clon de Bogart. Que yo sepa, Bogart no tiene la patente del término “muchacho” para referirse a alguien de manera cercana o afectiva.

Bueno, vale, de acuerdo. No me apetece seguir discutiendo contigo. ¿Me dejas que siga con lo mío?

Por supuesto.

Gracias.

Pues eso, que hemos vuelto. O quizás he vuelto yo solo, ya que mi blog no parece estar muy por la labor. Es igual. Lo importante es que he vuelto de mi paréntesis vacacional. ¿Y sabéis qué? Pues que, echando un vistazo a la situación actual del mundo, es como si nunca me hubiese ido.

Me fui hace dos meses y pico, y hoy, dos meses y pico más tarde, los mismos problemas siguen ahí: la guerra de Ucrania promovida por ese matón con ínfulas de zar que amenaza día sí y día también con apretar el botón nuclear y mandarlo todo al carajo —lo cual, teniendo muy presente la programación de Telecinco, la perspectiva de irnos todos a la mierda igual no se me antoja como algo tan terrible, la verdad—, la escalada de precios imposibles que ha hecho que vivir, no sobrevivir sino simplemente vivir, se haya convertido en un deporte de riesgo, el precio de la electricidad por las nubes, el peligroso resurgimiento de la ultraderecha en la vieja Europa, el empecinamiento de los talibanes por retroceder a los tiempos de las cavernas, etc.

Sí, yo también leo la prensa y veo los informativos, y me cabreo, me indigno y me asusto al ver hacia donde vamos. Me asusto por lo que está por venir, y me cabreo y me indigno porque por mal que nos vaya a la mayoría siempre habrá una minoría que se beneficie de ello.

Hace poco conversaba precisamente de esto con una buena amiga. Ambos nos desahogábamos hablando de lo mal que anda el mundo, y de cómo siempre ganan y pierden los mismos. Entonces llegó un punto en que ella me preguntó:

¿Y tú? ¿Cómo haces para sobreponerte a tanta desgracia?

A pesar de la complejidad que pudiese sugerir una pregunta como aquella, de difícil respuesta, yo lo tuve bastante claro.

El arte —dije yo.

¿A qué te refieres?

Me refugio en el arte. Si no existiese el arte, todo sería igual de deprimente y absurdo, pero sin esperanza.

El mundo, a pesar de nuestra incesante evolución como especie, sigue siendo un lugar donde la estupidez y el desvarío siguen campando a sus anchas. No descubro ningún secreto si digo que la mayoría de los que nos dedicamos a esto del arte lo hacemos principalmente motivados por un rasgo común: detestamos la realidad, nos agobia y nos supera su fealdad y su grisura. De ahí que hallemos refugio en el acto de crear un espacio y un lugar donde somos dueños y señores, y podemos hacer que las cosas funcionen de una manera satisfactoria a nuestros intereses o aspiraciones.

Gracias a nuestra poderosa imaginación, somos capaces de crear una realidad alternativa mucho más atractiva que la realidad que nos vemos obligados a afrontar en nuestro día a día. En el arte también hay fealdad, y gente horrible, y malas acciones que carecen de castigo; claro que sí. Pero, a diferencia de la realidad, en el arte podemos elegir en qué escenario movernos. Y si, como yo, eres fan de la comedia y el absurdo, hasta conseguirás echarte unas risas ante nuestra incompetencia y nuestra estupidez como raza.

El arte hace que me autoengañe pensando que otro mundo es posible. Mejor eso que asumir la certeza de que, por más que luchemos por cambiar las cosas, las cosas nunca van a cambiar. Ya saben, el famoso efecto Gatopardo, “cambiar todo para que nada cambie”.

Jooooder, pues sí que estás de buen ánimo tú. ¿Y para esto has vuelto? Casi mejor haber seguido de vacaciones.

Cierra el pico.

Vale. Ya me callo.



2 comentarios:

  1. Bienvenido de nuevo, amigo. Os echaba de menos, a tí y a tu blog, je, je.
    A veces pienso que ojalá fuera posible someterme a una hibernación y pasar una o dos décadas congelado y saltarme así toda esta mierda, pero luego pienso que al volver a la vida bien podria ocurrir que no hubiera nadie con quien compartir mis quejas, ya que una guerra nuclear habría dejado sin vida a todo el planeta.
    Vivimos malos momentos, Pedro y, como ben dices, nuestro único refugio para ir soportando lo que ocurre a nuestro alrededor es el arte, en cualquiera de sus expresiones. Claro que la evasión es como esconder la cabeza bajo el ala, pero por lo menos no sufrimos tanto.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Bienhallado, amigo Josep.
      Sé que evadirse de los problemas puede sonar a cobardía, pero a estas alturas de mi vida, con tantas decepciones acumuladas a mi espalda, casi estoy por asegurar que la mejor manera de afrontar los problemas que no podemos controlar es adoptar una actitud lo más cínica posible. Las revoluciones han demostrado ser un "más de lo mismo", un "quítate tú para ponerme yo" que no sólo no ha solucionado el problema en sí, sino que lo ha agravado -ahí tenemos la revolución cubana, la revolución chavista en Venezuela, lo de Nicaragua, y lo que ha pasado en Rusia desde principios del siglo pasado, toda una vuelta de 360 grados en ciento y pico de años para volver a la época de los zares-. En España hemos tardado cuarenta años de democracia y relativa convivencia pacífica para volver a la greña con los nacionalismos y los enfrentamientos ideológicos, y cada cuatro años cambia todo para que todo siga exactamente igual, o peor, y en Telecinco llevamos cuarenta años debatiendo entre si Ana María Aldón deja a su marido o no -igual no son cuarenta años, pero a mi, por lo cansino de la situación y que hasta ese tipo de noticias inanes aparecen en las portadas de mis periódicos de referencia, así me lo parece, y eso que desde el minuto uno mi interés por ese asunto ha sido cero patatero-.
      En fin, ante ese panorama tan deprimente, mejor un libro, una peli o serie o pasarme un buen rato escuchando mi colección de discos y dejándome llevar. El mundo seguirá igual de jodido, pero lo que es yo: ¡que me quiten lo bailao!
      Gracias por el recibimiento, Josep. Un abrazo.

      Eliminar