jueves, 2 de febrero de 2017

TE LO PROMETI




Owen entró en la casa. El reloj de la entrada marcaba las once de la noche. En las paredes del pasillo rebotaban los azulados destellos del televisor escupiendo imágenes insulsas.
Hasta eso echaba de menos: aburrirse como una ostra frente al televisor, dejando pasar estúpidamente las horas. Como si a todos nos sobrase el tiempo.
Sonrió con melancólica tristeza.
Avanzó sigilosamente, atraído por la luz del televisor como una polilla atraída por la luz de una lámpara.
Rodeó el sofá y la vio allí recostada, medio dormida. Se recreó un buen rato contemplándola. Para él no había criatura más hermosa. En su mente resonó el eco distante de su propia voz llamándola por su nombre: Zora.
Owen se acercó y se arrodilló ante ella. Acercó sus labios lo más que pudo a su oído y, procurando no asustarla, le susurró:
Mi vida, mi amor, mi tesoro.
Sin abrir los ojos, los labios de ella dibujaron una leve sonrisa.
Has vuelto —dijo Zora.

(El resto de la entrada estará próximamente disponible en alguno de mis libros).