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Hace poco respondía a un comentario que mi buen amigo Josep MªPanadés, autor de Irreal como la vida misma, había dejado en mi blog a propósito del talento. En mi respuesta le comentaba que hace tiempo leí que el talento en cualquier disciplina artística es un 10%, y que el 90% restante es trabajo duro.
Lo
creo. No sé si en esos porcentajes —supongo que dependerá de cada
artista—, pero sí en el planteamiento general. Y lo creo porque
soy de los que piensan que el talento si no se trabaja no sirve de
nada.
El
talento, tal y como yo lo veo, es como un montón de arcilla
dispuesto sobre una mesa. El artista verá en ese montón deforme una
futura obra, pero para ello deberá moldear la arcilla, trabajarla,
darle forma.
Esto
me trae a la memoria la célebre frase de Miguel Ángel (Michelangelo
Buonarroti, 1475-1564), el famoso arquitecto, escultor y pintor
italiano renacentista. En cierta ocasión le preguntaron cómo podía
hacer aquellas esculturas tan bellas de un simple trozo de mármol, a
lo que él respondió: «Simplemente retirando lo que sobra».
Exactamente
así se construyen las obras literarias: escribiendo mucho para
acabar «retirando lo que sobra».
En
cuanto a la pregunta de si uno nace con talento o si el talento se
adquiere con el tiempo, aún no lo tengo claro. Pero, por mi
experiencia, sí que puedo decir que...
—¡Jo,
qué plasta!
¿Perdona?
—Digo
que eres un plasta, Pedrín.
¿Y
eso? ¿A qué viene?
—Pues
viene a que llevas dos semanas dando la barrila con lo bien que
escribes; que si eso es porque empezaste hace la tira de años, que
si dibujas guay, que si eres un tío estupendo y maravilloso...
Un
momento. En ningún momento he dicho que soy un tío estupendo y
maravilloso.
—Pues
leyéndote es lo que das a entender.
¿Y
no crees que soy un buen tío?
—Psé.
Normal. Ni bueno ni malo. Aunque eres un poco plasta, la verdad.
¿Plasta?
Porque tú lo digas.
—Yo
soy la voz de los sin voz.
Adiós,
Che Guevara.
—Pues
mira, sí. Soy el Che Guevara de los blogs.
¿En
serio?
—Totalmente.
Y
dime, Che Guevara de los blogs. ¿También quieres acabar como él?
—¿Te
refieres con mi cara estampada en un montón de posters y camisetas
molonas?
Pero
mira que eres burro. ¿A eso reduces el movimiento revolucionario? ¿A
un montón de posters y camisetas molonas?
—Ya
lo dijo Zappa: «El comunismo no funciona porque a la gente le
encanta poseer porquerías».
¡Lavate
la boca cuando hables de Zappa, maldito blog del demonio!
—¡Eh,
tío, no te equivoques! Que yo también admiro a Frank, ¿ok? Zappa
sí que era un revolucionario, y un genio, y no como esos fatigas que se pasan todo el santo día dando lecciones de todo tipo e intentando
convencernos de que ellos son la solución a los problemas que
aquejan a la sociedad y tal y cual y Pascual.
Da
la sensación de que no te van mucho los líderes revolucionarios.
—Son
más falsos que una moneda de chocolate. O un bitcoin.
A
ver si al final vas a ser más inteligente de lo que creía...
—¡Pues
claro que soy más inteligente de lo que crees! ¡Y mucho más culto
de lo que me presupones, cabeza de melón! Aunque no te lo creas yo
leo mucho. De hecho, me paso la mitad del tiempo leyendo.
¿Y
qué haces con la otra mitad?
—Ver
webs de tías en pelotas.
La
culpa es mía por preguntar...
—Hablando
de lecturas, ¿qué tal va tu novela?
La
acabé.
—¡Venga
ya! ¿En serio?
Sí.
Hace un par de días coloqué el FIN, al fin, valga la redundancia.
Ahora quiero dejar pasar un tiempo para leerla con otros ojos y hacer
las últimas correcciones, si fuese necesario. Llevo prácticamente
un año trabajando en ella a destajo, y necesito distanciarme para
verla en perspectiva. Es mi procedimiento habitual.
—¿Puedo
leer algo?
Aún
no. Hasta que no la considere definitiva no pienso mostrar nada a
nadie.
—¿Y
qué más proyectos tienes entre manos?
Llevo
un tiempo trabajando en algo especial.
—¿Para
el blog?
Sí.
—Huy,
¡qué bien! ¿Y de qué se trata?
Quiero
que sea una sorpresa. Confío en tenerlo listo en estos días, para
subirlo el día 25.
—Vaya,
parece que no paras de crear.
Son
rachas. Todo el que escribe sabe de qué va esto. Unas veces no se te
ocurre nada y otras no paran de venirte ideas. Lo importante es no
desesperar y confiar en tu instinto.
—Pues,
¿sabes qué? Me alegro de tu buena racha. Eres buen escritor. En
serio.
¡Pero
mira que eres falso! ¿No decías al inicio de esta conversación que
estabas harto de mi supuesto «autobombo»?
—Parece
mentira que aún no me conozcas. Eso era para picarte, bobo. ¿No ves
que me aburro como una ostra en el tiempo que no publicas? Por eso te
pico un poco, para que escribas más material con el que nutrirme y
hacer que la gente nos visite. Me encanta cuando la gente nos visita,
y nos lee. Y no te digo nada cuándo nos dejan algún comentario. Ahí
entro en éxtasis.
No
sé yo si creerte...
—Que
sí, tío. Que no soy tan mal blog después de todo.
Te
concederé el beneficio de la duda.
—¡Menudo
beneficio! ¿Y porqué no te enrollas y me ingresas algo de pasta en
mi cuenta corriente?
No
te pases.
—Era
broma, tío. Venga, no te mosquees. Ains.