jueves, 19 de septiembre de 2019

GRACIAS, KIRKE. GRACIAS, PALOMA.

Imagen del lugar de trabajo de la Diosa Kirke


Como ya sabéis los habituales, disfruto mucho escribiendo este tipo de post de agradecimiento. En ellos hago pública mi gratitud a aquellos lectores y compradores de mis libros que, además, tienen blog propio.
Me enorgullece tener una lista bastante amplia de colegas blogueros que, movidos por el apasionamiento, han decidido adquirir alguno de mis libros para añadirlos a su colección. Incluso me consta que algunos, yendo más allá en ese apasionamiento, hasta se los han leído. Y los han disfrutado, oiga. ¿No es maravilloso? Pues sí, lo es.
Y ese precisamente es el caso de la protagonista de mi post de hoy: Kirke Buscapina.
Pero, antes de continuar, me vais a permitir que haga una matización: el nombre de Kirke Buscapina es un seudónimo. Ella misma lo explica en una de las entradas de su blog: Leer, el remedio del alma.
Kirke es la transliteración —el reflejo exacto en que una determinada palabra se representa en la lengua original (Gracias, Wikipedia, ¡qué haríamos sin ti!)—, del nombre griego de la diosa Circe.
Circe era una diosa y hechicera que tenía conocimientos de herbología y medicina, algo que tiene mucho en común con Paloma, que es quien se esconde tras el citado seudónimo. Cuando digo que Paloma tiene mucho en común con Circe no me refiero a que Paloma sea una diosa y hechicera —aunque igual sí; así que, por si acaso, ¡ave, Paloma, permite que este humilde servidor se postre a tus pies cual miserable gusano y alabe tu buen gusto a la hora de combinar la ropa y tu infinita sapiencia!—.
Kirke llegó a mi blog de la mano de otro buen amigo: Josep Mª Panadés. Se ve que lo que leyó en aquella primera visita le gustó, pues desde ese día sus visitas y comentarios han sido una constante, lo cual le agradezco enormemente. No todos los días me visita una diosa griega, caramba. Así que permitidme que presuma de ello un poco.
Un día, en un acto de fe de esos que provocan las lágrimas en este humilde servidor, esta buena mujer —o diosa; y no, no es que la odie. Al contrario: la tengo en alta consideración— se pilló mis tres libros de una tacada. Sin anestesia. Y sin haberse leído los adelantos gratuitos que tengo a disposición del respetable público en uno de los apartados de mi blog (si te interesa acceder a ellos y leerlos, los tienes en la sección MIS LIBROS, justo debajo de la cabecera de mi blog. Son gratis, y no te costará ni un céntimo leer lo suficiente como para hacerte una idea de qué va la cosa. Por cierto, para los despistados: va de humor. Absurdo, para más señas).

Un día, Kirke, la diosa Kirke, me escribió un correo en los siguientes términos: “Eh, tú, miserable gusano, que sepas que acabo de hacer una reseña de tu primer libro de relatos. Y si prometes levantar un altar en mi honor junto a tu mesa de trabajo y encender unas velas junto a un cuenco de frutas frescas, te haré las reseñas de tus otros dos libros”.
Así que, temiendo la ira de los dioses —bastante tengo con la ira de la Agencia Tributaria—, accedí a construir el altar solicitado, comprar unas velas en los chinos y colocar un cuenco con un yogur de frutas del bosque —lo siento, Kirke, pero mi presupuesto no da para mucho más. Cada vez se venden menos libros y la cosa no está para grandes dispendios—.
Y la diosa Kirke cumplió. Y aquí tenéis las reseñas que hizo y publicó en su blog de cada uno de mis libros:



Desde luego, una cosa está clara: esta diosa cumple lo que promete. No como algunos políticos.
Así que, por cumplir con tus promesas, por comprar mis tres libros de relatos, por leerlos y comentarlos, y por no enviarme a casa una plaga de langostas cabreadas: “Ave, Kirke, yo te saludo y te doy las gracias”.

A Kirke podéis leerla en su blog: Leer, el remedio del alma.


martes, 3 de septiembre de 2019

VOLVEMOS (OTRA VEZ) (Y YA VAN UNAS CUANTAS)

Imagen de Rudy and Peter Skitterians en Pixabay
  
Hola. He vuelto.
Ya lo leo.
Por favor, no te levantes.
No pensaba hacerlo.
Menudo recibimiento.
¿Y qué esperabas, el pitido de un matasuegras y una lluvia de confeti?
Con un efusivo: “¡Hola, Pedro, qué bien que has vuelto!”, me habría conformado, la verdad.
¿Y porqué habría de hacer tal cosa?
¿Porque te alegras de verme?
Ésa es la cuestión. Que no me alegro de verte.
¿Ah, no?
No.
¿Y eso? ¿Por qué?
¿Hace falta que te lo explique?
Si no es mucha molestia.
Está bien. Recapitulemos. Desapareces sin avisar, así, por las buenas. Dejas el blog y a tus seguidores con un palmo de narices y te vas a no sé dónde a mascar tu decepción por no se qué historia de desmotivación o vete tú a saber qué. Luego, reapareces un día con un artículo que has escrito para una web de México pero, al mismo tiempo, dejas muy claro que no es un regreso formal, sino algo esporádico, como un regreso de mentirijillas. Todo esto sin obviar el hecho de que desde tu última publicación en el blog hasta hoy han pasado algo así como tres meses. Hasta que, de repente, tal día como hoy te da por volver como si no hubiese pasado nada. Dime la verdad, ¿te parece normal lo que has hecho?
A ver, no es la primera vez que dejo el blog en modo pausa para regresar pasado un tiempo.
Cierto. Pero esas otras veces ha habido algo que lo justificase. Y yo te pregunto: ¿qué ha pasado esta vez para justificar tu larga ausencia?
Muchas cosas.
¿Muchas cosas? ¿Qué cosas?
Una mezcla de muchos factores.
¿Puedes enumerar esos factores, por favor?
De acuerdo. Hastío, cansancio, desmotivación, saturación, falta de tiempo para dedicarlo a otras parcelas de mi vida, agotamiento mental y físico, sensación de andar clamando en el desierto sin que mi voz llegue a ninguna parte. En fin, todo eso.
Eres un fatiga.
¿Perdona?
He dicho que eres un fatiga. Un quejica. No paras de quejarte. Te quejas de esto, de aquello, de lo de más allá.
Es humano quejarse.
Cierto. Lo lleváis en los genes. Y ésa es una de las razones por las que me alegro de no ser humano.
Claro. También el hecho de que no seas humano explica tu total falta de empatía con quien tienes delante. Eres como un tiburón, al acecho permanente de tu próxima víctima, siempre adelante con esos ojos vacíos de sentimientos y sin espacio en tu cerebro para los remordimientos. Vives por y para ti, para satisfacer tus necesidades más primarias, sin importarte nadie mas que tú.
Lo dices como si fuese algo malo.
Ni siquiera voy a perder el tiempo en explicártelo. Bueno, ¿qué? ¿Podemos poner esto en marcha otra vez?
Hombre, por poder sí que podemos ponerlo en macha. Otra cosa será que nos lean. Has estado demasiado tiempo fuera de circulación, y la gente, si no sabe nada de ti por un tiempo, es normal que se busquen otros blogs en busca de contenidos que les satisfagan.
Sí y no.
¿Cómo que sí y no? ¿Eso qué demonios significa? ¿Se trata de un puto acertijo o qué?
Para contestar a eso te pondré el ejemplo de George R. R. Martin, el tío que escribe esos libros en los que se basó la serie Juego de Tronos.
Sé quién es George R. R. Martin. ¿Te piensas que soy un blog ignorante?
Vale. Pues ese tío se ha pasado hasta seis y siete años de silencio entre libro y libro, y eso nunca ha mermado el interés de sus lectores por cada nuevo libro suyo que ha salido al mercado.
¿En serio te estas comparando con George R. R. Martin?
A una escala más pequeña, sí.
Mira chaval, en lo único que te pareces a George R. R. Martin es en que ambos estáis pasados de kilos. Por lo demás, ya te gustaría a ti vender un 10% de los libros que vende ese tío. Y no te digo nada lo que se habrá llevado por vender los derechos de sus libros para la televisión. Con la pasta que se ha llevado hasta puede cambiarse el careto tan feo que tiene y ponerse el rostro de Brad Pitt.
Reducir el arte a una cuestión monetaria es algo obsceno.
Sí, sí. Obsceno y todo lo que tú quieras, pero a mí ponme un montonazo de pasta encima de la mesa y veras dónde mando yo el arte. Si quieres vivir como un mendigo toda tu vida, vale, ya te digo yo que vas por el buen camino. Pero, dime la verdad, ¿no te gustaría ganar pasta gansa con las cosas que escribes?
¡Por supuesto que quiero ganar pasta gansa con lo que escribo! Todos los escritores del mundo quieren ganar pasta gansa con lo que escriben. Si no fuera por la pasta todos ellos autoeditarían sus libros y los regalarían en la red. Nada ni nadie se lo impediría.
¿Qué me dices de sus hipotecas? O de su costumbre de vestirse y alimentarse, o de disfrutar de electricidad en casa o disponer de un sistema de telecomunicaciones decente. E incluso, yendo un poco más lejos, sus ganas de salir a divertirse y socializar. Todo eso cuesta dinero. Y el dinero no crece en los árboles. Entre otras cosas porque, si así fuese, los ricos acapararían todos los terrenos fértiles donde plantar árboles.
Al menos de ese modo se acabarían los incendios forestales.
Eso seguro. Por cierto, ya que estamos en faena, ¿me puedes decir qué has estado haciendo en estos tres meses de ausencia?
Leer. Escribir. Reflexionar. Y corregir.
¿Corregir? ¿Aún sigues con tu novela?
No. Ya la acabé.
¿Y qué esperas para publicarla?
Se la he enviado a una buena amiga para que le eche un vistazo. Es correctora profesional, y se ha ofrecido a echarme una mano. Esta va a ser la primera vez que utilice los servicios de una lectora cero.
¿Y porqué ahora?
Quiero asegurarme de que mi nuevo libro no sólo esté bien escrito, sino que la historia que narro sea lo suficientemente atractiva como para que quien decida hacerse con ella la disfrute.
¿Puedes adelantarnos algo?
Prefiero esperar al veredicto de mi amiga. Lo que sí diré es que va a ser una historia un poco diferente a lo que he venido publicando hasta el momento.
¿Habrá humor?
Sí. Pero no tan absurdo ni tan surrealista. Tampoco será el tema central de la historia.
¿Y cuál va a ser el tema central?
El amor por la música rock de los 60 y los 70.
¿En serio?
Totalmente.
Suena interesante.
Eso creo.
Tío, eso no se hace. Me has puesto los dientes largos, capullo.
De eso se trata.
Ya.
Por cierto, me gustaría decir a todos los que hayáis leído esta publicación que el escritorio que se ve en la foto, tan pulcro y tan ordenadito, no es el mío.
¡Y tanto que no es el suyo! Si vierais su escritorio os caeríais de espaldas; todo lleno de papeles, block de notas, bolis, propaganda que coge del buzón, gamuzas para limpiar las gafas, garabatos en trozos de papel, tornillos que ha sacado de no sé sabe dónde y ya no se acuerda dónde demonios van, unas tijeras, un manual de no sé qué historia...
¿Has acabado con el inventario?
¿Acabar? ¡Ni siquiera he empezado!
En fin, que hemos vuelto. Yo. Y mi blog. También. Qué alegría, ¿no?