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Imagen de mi nuevo libro (portada y contraportada con sinopsis y biografía del autor; o sea, yo)
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Hace
un par de semanas anunciaba a bombo y platillo —de hecho, aún me
pitan los oídos del follón que armé. Yo, que he asistido a
conciertos de rock desde que era pibe, ahora me siento incapaz de
soportar una mísera batucada casera. ¡Qué triste resulta hacerse
mayor! Mecachis—.
Pues
eso, que un par de semanas atrás anunciaba en este mismo blog y en mis redes
sociales la salida al mercado de mi nuevo artefacto literario: mi
primera incursión en el terreno de la novela.
Así
pues, ampliaré detalles en torno a este nuevo proyecto del que me
siento muy ilusionado. Empezaré por los precios:
El
libro en formato físico tiene un precio de 11,00 euros. Puedes comprarlo aquí.
El
libro en formato digital tiene un precio de 3,15 euros. Puedes comprarlo aquí.
Como
podréis observar, existe un pequeño incremento en el precio con
respecto a mis libros anteriores. Esto se debe a dos factores
principalmente; y ninguno de ellos tiene que ver con hacerme
asquerosamente rico, os lo aseguro.
El
primer factor tiene que ver con la calidad del papel. Para esta
ocasión he optado por decantarme por un papel en tono crema, algo
más caro que el papel blanco. Y el segundo factor viene motivado por
la extensión del libro en sí. Si bien mis tres libros anteriores
tenían una extensión de entre 150 y 160 páginas,
esta vez la cosa se me ha ido hasta las 222 páginas.
Y
ahora, como diría el inefable Francisco Umbral, “hablemos
de mi libro”.
Tras
un tortuoso periplo de cuatro largos años, crisis económica, crisis
del Covid-19, crisis energética, y crisis what crisis
de Supertramp mediante, he de confesar que éste ha sido, de
todos mis libros publicados hasta el momento, el que más me ha
costado sacar adelante. Sin duda.
Las
razones del complicado proceso de gestación que hay detrás han sido
muchas y muy variadas, las cuales intentaré explicar en las líneas
que siguen.
Para
empezar diré, aunque suene a perogrullo, que no es lo mismo escribir
un cuento corto o un relato que una novela. Quien haya transitado por
ambos géneros en calidad de autor lo sabe.
No
es lo mismo contar una historia o desarrollar una trama o unos
personajes ciñéndonos a unas pocas cuartillas que alargar esa misma
historia y desarrollo a lo largo de cien o más páginas. Cuanto más
alargues la historia mucho más difícil resultará mantener el
interés del lector en aquello que quieres contar. Para ello debes
emplear técnicas diferentes.
En
un relato, con un par de pinceladas es más que suficiente para crear
una determinada atmósfera y que la historia se sostenga. Eso mismo
aplicado a una novela es algo más complejo, pues debes profundizar
más en la trama, definir mejor a los personajes, llenar los huecos
que, en un relato, puedes dejar vacíos sin que eso desvirtúe el
relato. En definitiva, debes trabajar más la historia y los
personajes en todos sus aspectos.
Por
suerte para mí esta experiencia ha sido menos traumática de lo que
cabría esperar, pues el grueso de la historia la escribí hace
algunos años, y desde entonces permaneció metida en un cajón en un
estado embrionario. Así que, una vez tomada la decisión de
embarcarme en este proyecto, sólo tuve que revisar mis apuntes,
efectuar diversos ajustes en la trama, crear algunos personajes
nuevos y completar lo que hasta entonces permanecía inconcluso. Eso
me llevó algunos meses de intenso trabajo, al que me sometí con
espartana disciplina.
Una
vez acabado el primer borrador decidí contar, por primera vez en mi
carrera, con la ayuda de una lectora cero y correctora. Esa labor
recayó en mi buena amiga Soledad Gutiérrez, a la que muchos
conoceréis por su blog Pampiroladas.
Soledad
y yo mantenemos una relación de amistad desde hace algunos años, y
cuando me informó que se había hecho un curso de correctora de
textos decidí contar con su experiencia para sacar adelante este
proyecto.
Gracias
a sus consejos, la trama y los personajes sufrieron algunos cambios
sustanciales con respecto a la idea original. Su guía me empujó a
ensanchar mis límites, a ir un paso más allá y mejorar la historia
que quería contar. Al final, de las 150 páginas iniciales la novela
“engordó” hasta las 250, a lo que siguió una poda, y luego otra
y otra más. Porque escribir una novela se convierte en un avance y
retroceso constante, en un proceso de expansión y contricción. En
cierto sentido me recuerda a la letra de la famosa canción de Ricky
Martin: “un pasito p'alante María, un pasito p'atrás”.
Es
fascinante, y agotador. Sobre todo si no quieres decepcionar a nadie,
empezando por ti mismo. Para eso debes ser el crítico más
despiadado con tu propio trabajo, pues sólo así lograrás editar
algo de lo que te sientas verdaderamente orgulloso.
No
os negaré que el hecho de verte obligado a eliminar partes de lo que
tanto esfuerzo te ha costado crear es casi tan doloroso como darte un
leñazo en el dedo meñique del pie con algún mueble al caminar a
oscuras de madrugada. Y esto lo sé porque este último año he
batido mi propio récord de leñazos en el dedo meñique del pie con
muebles por andar a oscuras de madrugada. O sea, que no sólo me hago
viejo, sino que, encima, me hago más torpe. Como diría el
entrañable personaje del genial Forges: ¡Sssstupendo!
En
el aspecto visual, este libro también presenta algunas diferencias
notables con respecto a mis libros anteriores. Para empezar, por
primera vez la portada no se corresponde a un dibujo de mi autoría,
sino a una fotografía de Oltre Creative Agency bajada de
Pixabay bajo licencia Creative Commons.
Me
costó mucho encontrar una fotografía que ilustrase el espíritu de
la novela. Me llevó meses rastrear la red en busca de algo que
cubriese mis exigencias. No podéis haceros una idea de las opciones
que deseché. Sin exagerar, llegué a acumular en una carpeta hasta
sesenta fotografías de símbolos, calles, urbanizaciones, monumentos
y lugares emblemáticos londinenses, pues mi novela transcurre en
Londres. Hasta que un día, a punto de tirar la toalla, encontré al
fin lo que buscaba. Luego sólo tuve que aplicar algunos ajustes
—recortar la foto, aplicar un filtro de blanco y negro, ajustar los
niveles de exposición—, y ¡voilá!, ya tenía la foto de mi
portada.
En
cuanto al interior, también he efectuado algunos cambios
significativos con respecto a la trilogía Absurdamente. Por
ejemplo, la tipografía. Por primera vez, he sustituido la tipografía
Times New Roman por la Class Garamond. Y no es porque
la Times tuviese nada de malo, sino que, simplemente, me
apetecía cambiar. De paso, también me ha servido para remarcar la
sutil diferencia entre mis libros de relatos y mi primera incursión
en el terreno de la novela. El resultado, francamente, ha superado
mis expectativas. Cuando recibí en casa el ejemplar de prueba que
pedí, quedé gratamente sorprendido con el resultado.
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Foto del interior del libro
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Algo
que tuve bastante claro desde el principio fue el hecho de adjudicar
a cada capítulo de mi novela el título de una canción de rock
determinada. Para ello, sólo tenía una condición: que la letra de
la canción escogida guardase relación con el contenido del capítulo
en cuestión. Eso supuso todo un reto para mí, ya que tuve que
escoger entre cientos de canciones de mi colección de discos aquella
que se adecuase a lo que quería contar. En total barajé en torno a
las cien canciones, hasta acabar reduciendo la lista a las treinta y
cinco que finalmente conforman la novela.
Supongo
que muchos de los que hayan leído alguno de mis libros anteriores, o
los relatos que en su día solía subir al blog, se preguntarán por
el estilo desplegado en este nuevo proyecto. Recientemente, una
lectora habitual de mi blog, y compradora de mis tres libros
publicados hasta el momento, me preguntaba en redes si había humor
en este nuevo libro. Pues sí, lo hay, aunque se trata de un humor
distinto, menos absurdo y caótico, y más crítico, irónico y
sarcástico. Ya sabéis quienes me leéis de hace tiempo de mi pasión
por el humor típicamente británico. Autores como Tom Sharpe,
P.G. Wodehouse, Nick Hornby, David Lodge o Alan
Bennett forman parte de mi universo lector. A ellos hay que
añadir autores estadounidenses de la talla de Woody Allen,
Groucho Marx o John Kennedy Toole. A todos ellos le
debo parte de mi estilo como autor.
Pero,
además de un humor típicamente británico, ¿qué otras cosas
podremos encontrar en tu novela? Para empezar, una historia. O la
historia de varios personajes que acaban encontrándose en un momento
determinado de sus vidas y que, al hacerlo, se cambian la vida los
unos a los otros de una manera que jamás pensaron que podría
cambiar.
Para
que os hagáis una idea del punto de partida de la novela, a
continuación os amplío la reseña incluida en la contraportada del
libro:
Henry
Stockleigh es un rockero británico cincuentón de la vieja escuela.
Enamorado de la década de los setenta, y totalmente decidido a
retener la esencia de esos años hasta el fin de sus días, el 31 de
diciembre de 1979 tomó la firme decisión de encerrarse en su casa y
no volver a salir de ella nunca más. Han pasado treinta años desde
entones y Henry aún sigue sin pisar la calle. Pero una inesperada e
inquietante visita amenaza con dinamitarlo todo y echar por tierra su
plan.
Una
divertida novela donde tienen un especial protagonismo el humor, el
amor, la amistad y la pasión por la música rock de los 60 y 70. Y
Coñazoman, por supuesto.
Y
hasta aquí puedo leer —como en las viejas tarjetitas del Un,
Dos, Tres—, no vaya a ser que destripe la novela y me haga
spoiler a mí mismo. Ya he dejado claro que con los años me he hecho
viejo y torpe, pero no gilipollas. O eso creo.
Como
avanzaba en mi post de la semana pasada, a continuación os dejo un
enlace a un adelanto gratuito que podéis leer tantas veces como
queráis, y decidir si os merece la pena adquirir un ejemplar de esta
nueva aventura literaria o pasar de él del mismo modo en que los
premios literarios pasan de mí: con absoluta indiferencia.
Para
leer un adelanto gratuito PINCHA AQUÍ.
Por
último, sólo me queda daros las gracias por vuestra atención,
independientemente de si habéis comprado alguno de mis libros o no,
o de si tenéis intención de comprar o no.
Nadie
puede tener la certeza de que este libro se vaya a vender más o se
vaya a vender menos. En el éxito de un libro intervienen muchos
factores, y no todos dependen de mí. Por supuesto que me gustaría
vender un montón de copias, y poder ganarme la vida con ello. Pero,
viendo lo difícil que resulta que algo así acabe ocurriendo, me
conformo con que quien decida leer alguno de mis libros se lo pase
bien y disfrute haciéndolo, y que eso me empuje a seguir escribiendo
historias que me hagan disfrutar como escritor y como lector, pues no
debéis olvidar nunca que yo también soy lector, y si lo que escribo
no me gusta seré el primero en darle al botón de “borrar”.
En
cualquier caso, gracias por estar ahí. Os lo agradezco.
Y,
como ya es tradición, si me haces llegar una foto con alguno de mis
libros, la colgaré gustoso en la Galería de Amigos y Lectores
del blog, que ya lleva tiempo sin recibir nuevos huéspedes.
Un
abrazo.