Este año (2018) me mantuve
ausente del blog y las redes sociales durante casi cinco meses.
Suficiente como para ganarme a pulso el olvido entre la gente que
seguía mis publicaciones en el blog y que, de algún modo, se
sintieron decepcionadas al no ver ninguna actualización en todo ese
tiempo.
Lo confieso: temí que mi
regreso fuese un sonoro fracaso, una especie de grito en el desierto
ante una audiencia inexistente.
Sin embargo, he de decir que
la respuesta de los lectores y visitantes del blog fue realmente
esperanzadora. Muchos no sólo no me habían olvidado, sino que se
alegraban de verdad por mi regreso.
Recibí muchos mensajes de
apoyo y bienvenida. Algunos públicos, mediante comentarios en el
blog; otros privados, a través de e-mails; y otros en mensajes
insertados en alguna de las publicaciones que yo mismo había subido
a las comunidades de Google Plus que tengo añadidas a mi perfil de
usuario.
Uno de esos mensajes decía
lo siguiente: «Un placer leerte de
vuelta, Pedro Fabelo. Espero que tu libro entre pronto en aguas
mediterráneas y tengamos noticias de él. Un abrazo fuerte».
El mensaje lo firmaba Alicia
González.
Yo recordaba a una lectora
del mismo nombre con la que había tenido mucho trato en los inicios
del blog, allá por 2014 ó 2015, hasta el punto de que esa misma
lectora acabó adquiriendo un ejemplar de mi primer libro de relatos.
Mi duda estaba en saber si
se trataba de la misma Alicia o era otra persona. La duda venía a
cuento porque había cambiado el avatar de su perfil, y eso me
causaba confusión. Y como no me parecía justo limitarme a dar las
gracias a alguien confundiéndola con otra persona, decidí
asegurarme antes. Así que le escribí un mensaje preguntándole si
era la Alicia que yo conocía de aquellos primeros tiempos del blog.
Su respuesta no se hizo esperar: «Síiiiiiii.
Soy yo».
Su confirmación dio pie a
que le escribiese en privado, a fin de brindarle la oportunidad —como
hago siempre— de, si lo deseaba, hacerme llegar sus impresiones
acerca de la lectura de mi libro, además de una foto que colgaría
en la galería de AMIGOS Y LECTORES que tengo habilitada en el blog.
Del intercambio de correos
que vino después surgió su compromiso de hacerme llegar unas líneas
y una foto.
A los pocos días, me llegó
el texto prometido:
«Hola, Pedro.
Tuve tu libro más tiempo
del que se merecía aguardando el momento propicio para leerlo, hasta
que una frase en él me hizo ver que había estado equivocada. Tenía
que haberlo metido en el bolso y llevarlo a todas partes para evitar
esas “conversaciones de sala de espera”.
Por
cierto, el relato de los abuelos por ver quién se moría más y
mejor me acompaña en cada conversación —de abuelos y no tan
abuelos— con toda esa gente que te encuentras en las salas de
espera de los Centros de Salud o los hospitales, retándose los unos
a los otros por ver quién tiene la “dolencia” más grave y está
peor de lo suyo.
El de Tarzán ni te cuento;
y el de la pareja que se “manda al fresco” después de discutir
por ver quién de los dos quería más a quién, de verdad, no tiene
precio.
Te digo más: tu libro está
plagado de relatos que lees y te da el golpe de risa sin que lo
puedas evitar. Pero quizás lo más interesante, y fascinante, es
darte cuenta que a la vuelta de la esquina tienes a todos tus
personajes cobrando vida ante tus narices. Increíble pero cierto.
¿Y qué me dices del cuento
del “aterrizaje lunar”? Jajajajaja
Me gustó mucho tu libro, de
verdad de la buena, y es cierto que te debo la foto. En cuanto mi
fotógrafo personal —mi hijo de quince tacos— me haga un hueco en
su apretada agenda —ayer le dije que tenía que currarse una foto
para tu blog—, nos ponemos a ello y te la hago llegar.
Para mí también ha sido un
placer leerte de nuevo, y saber por ti que sigues con tus proyectos.
Te deseo el mayor de los
éxitos, y que algún día no muy lejano nos informes de tus firmas
de libros por las librerías de muuuuchas ciudades”.
A los pocos días, recibí
un nuevo correo con el siguiente texto:
«Hola, Pedro.
Te agradezco muchísimo el
detalle de subir la foto al blog. Si te la hubiese enviado allá por
2015, seguro que no habría tenido ni la cuarta parte de disparate,
ilusión y risas que lleva impresa en píxeles ocultos esta que te
hago llegar adjunta al presente correo. Todo sucede por alguna razón,
¿no?
Ayer tuve la tarde libre y
le dije a mi hijo: “Échate la cámara a cuestas que tenemos un
trabajo importante que hacer”.
Se comió el coco un rato,
hasta que dijo: “¡Lo tengo! El libro tiene que levitar”. A lo
que yo respondí: “Ok. Levítalo pues. A ver cómo conseguimos
hacer magia y que todos los personajes de Pedro no salgan volando con
la “levantera” que está cayendo.
El caso es que aquí tienes
el resultado. Los dos —modelo y fotógrafo— esperamos con mucha
ilusión que te guste. Por cierto, para tu tranquilidad, te confirmo
que todos tus personajes volvieron a casa sanos y salvos. Palabra».
Y aquí tenéis la foto que
Alicia y su hijo me hicieron llegar:
Al verla, lo primero que
pensé fue: «Mi libro está tan contento por la espectacular acogida
que cosecha allá por donde va, que hasta levita de puro gozo».
Y ahora en serio.
Yo, ya lo he dicho muchas
veces, no me canso de agradecer vuestra complicidad para con este
proyecto que llevo años construyendo. Constatar de primera mano el
cariño y la generosidad con la que acogéis mi trabajo es de lo
mejorcito de este oficio, tan ingrato a veces.
Atrás, muy atrás, quedan
las horas de soledad, de duro trabajo y dedicación casi enfermiza;
la frustración que te provoca el hecho de no saber cómo continuar o
rematar una historia o idea que llevas macerando en tu sesera durante
semanas, cuando no meses, e incluso años.
Todo eso queda más que
compensado cuando alguien que te ha leído te dice: «Tío, me
encanta como escribes».
Por todo ello, sólo tengo
palabras de agradecimiento y gratitud hacia todos los que,
demostrando generosidad, adquirís cualquiera de mis libros.
Mil gracias.
Un abrazo, a todos y todas.