Algunos de mis manuscritos registrados y pendientes de publicación
En mi último post rescataba un viejo artículo que escribí allá por 2015 en el que hablaba, muy de pasada, de la existencia de varias novelas de mi autoría pendientes de publicación.
¿Por qué aún no he publicado ninguna de ellas? Intentaré explicarlo.
Cuando en 2015 decidí que había llegado el momento de publicar, opté por un libro de relatos para mi debut. Durante la selección de piezas me di cuenta de la cantidad de material que tenía escrito, al margen de las piezas nuevas que iba creando para alimentar al blog y mantener vivo el interés de mis lectores o visitantes ocasionales. Tenía tanto donde elegir que me hizo plantearme la posibilidad de lanzar una trilogía dedicada casi en exclusiva al humor absurdo.
El 18 de junio de 2015 publiqué el primer volumen; el 18 de febrero de 2016 publiqué el segundo; y el 2 de octubre de 2018 publiqué el tercero y definitivo.
Una vez cerrada la trilogía tuve claro que mi siguiente paso consistiría en la publicación, al fin, de mi primera incursión en el terreno de la novela. La cuestión era: de todas ellas, ¿por cuál me decanto?
Una de las claves a la hora de decidirme fue que en modo alguno quería publicar algo demasiado parecido a lo ofrecido en mis libros de relatos. Eso me llevó a decantarme por una novela que, si bien posee pinceladas de humor típicamente británico —más orientado a la ironía, el sarcasmo y la observación satírica que al absurdo—, al mismo tiempo contenía elementos que la diferenciaban de mi obra anterior, como el drama o el romanticismo.
Una vez decidido el proyecto desempolvé el manuscrito, que llevaba años en un cajón —por aquellos años imprimía y encuadernaba la mayoría de mis trabajos, incluso los registraba en la oficina del Registro de la Propiedad Intelectual cuando los consideraba “definitivos”—.
Aquel manuscrito apenas llegaba a las 110 páginas. Tras una primera lectura, sabiendo lo que sé ahora y con la experiencia adquirida en estos diez o doce últimos años —entre lecturas ajenas y escrituras propias—, supe al instante que aquella historia podría dar para mucho más.
Hice varias lecturas más y, mientras lo hacía, iba tomando notas en una libreta con posibles tramas o líneas argumentales que enriquecieran la historia y los personajes. En este sentido, hice mucho hincapié en intentar transmitir la pasión del personaje principal por la música rock de los 60's y 70's, pues sobre esa pasión giraba buena parte de la historia que quería contar.
Incluso decidí titular cada capítulo de la novela con el título de una canción concreta y específica. Para ello, dediqué meses a buscar entre mi colección de discos canciones cuyas letras tuviesen algo que ver con el capítulo en cuestión, pues mi idea inicial consistía en abrir cada capítulo con un par de líneas de cada una de las letras escogidas.
Por desgracia, tras hacer las consultas pertinentes a un par de expertos en el tema, tuve que desechar esta opción, pues de haber seguido adelante me habría podido meter en problemas por usar sin permiso letras protegidas por derechos de autor. Si bien el tema de las citas no está demasiado claro en obras literarias —he leído cientos de libros que abren con este tipo de citas sin que eso haya significado una vulneración de derechos—, el tema de hacer lo mismo con letras de canciones es algo más complejo, pues al pertenecer éstas en su mayoría a editoriales específicas ajenas a los artistas y creadores el proceso se complica.
Así que, para curarme en salud, prescindí de reproducir unas breves líneas de las letras de las canciones al inicio de cada capítulo. Meses de trabajo tirados a la basura. Si bien no del todo, pues aunque no reprodujese las citadas líneas, sí que mantuve los títulos de las canciones para cada capítulo del libro.
Una vez completé un primer borrador de la novela —que había crecido hasta las 159 páginas—, se lo envié a una amiga que se había ofrecido a hacer el trabajo de corrección, pues hacía poco que había acabado un curso de corrección literaria y necesitaba poner en práctica sus conocimientos.
Semanas más tarde recibí un detallado informe con las correcciones, así como una serie de observaciones en torno a lo que, según ella, fallaba en la novela.
Corregí los errores de ortografía y sintaxis —por suerte, eran pocos, lo cual vino a reforzar mi lado obsesivo a la hora de pulir mis textos antes de mostrarlos a alguien—; y en cuanto a lo que según mi correctora fallaba en la novela acepté corregir algunos de esos fallos, e insistí en defender con argumentos lo que, bajo mi criterio, no consideraba fallos sino recursos perfectamente válidos que sustentaban la trama y la psique de los personajes.
Todo esto ocurrió en diciembre de 2019, es decir, antes de que el tema de la pandemia saltase por los aires, si bien los periódicos e informativos ya venían poniendo el foco en lo sucedido en Wuhan.
Entre enero y febrero de 2020 efectué una serie de cambios sustanciales en la estructura de la novela. Y todo iba a buen ritmo, con bastante ánimo e ideas, hasta que en marzo de ese mismo año el Covid19 obligó a los gobiernos de todo el mundo a tomar medidas excepcionales nunca vistas, como la restricción de movimientos y mercancías y el confinamiento de la población.
Obviamente, todo el asunto aquel me afectó de manera directa —no sólo a mí, sino a medio planeta—, lo que hizo que aparcase todos mis proyectos hasta recuperar el ánimo de escribir. Incluso dejé el blog en pausa, pues me sentía absolutamente bloqueado, incapaz de escribir un par de líneas, pegado a los informativos y a las noticias que leía a diario en la prensa online.
A finales de 2020 retomé la actividad en el blog. Eso me mantuvo alejado de la novela, lo que me vino genial para distanciarme del texto, ya que suele ocurrir que cuando has leído muchas veces el mismo texto tu mente lee en “modo automático”, como cuando memorizas un texto, y corres el riesgo de dejar pasar ciertos errores por la sencilla razón de que no los ves.
No sería hasta el verano de 2021 en que volví a retomar la novela. A mediados de septiembre la novela había sufrido diferentes mutaciones desde el manuscrito inicial; había cambiado el orden de algunos capítulos, añadido capítulos nuevos y nuevos personajes, pulido la mayoría de los diálogos, eliminado algunas redundancias; todo ello con intención de darle mayor fluidez y profundidad a la historia.
Como consecuencia, de las 159 páginas del primer borrador había pasado a 223, es decir, más de sesenta páginas de añadido, con lo que ahora había mucho más texto que volver a analizar y corregir.
Ahora mismo, mediados de noviembre, ni sé la de veces que he corregido el texto, aunque ya empiezo a vislumbrar el final del proceso. En cuanto dé por definitivo el actual borrador, le pediré a mi correctora que le vuelva a echar un vistazo, mientras yo me dedicaré a ir dando forma a la portada.
Porque esa es otra: la portada. Por primera vez tengo intención de utilizar una foto para este proyecto, en vez de un dibujo. Ya he hecho algunas pruebas, aunque aún no estoy satisfecho del todo. Sigo barajando distintas opciones y composiciones.
Luego, una vez lo tenga todo listo, será cuestión de subir el manuscrito a la plataforma de Amazon y pedir una copia de muestra a imprenta, a fin de, con el ejemplar físico en mi poder, asegurarme de que todo esté como debe estar y proceder al lanzamiento.
Si todo va bien me gustaría tenerlo todo listo de cara a las navidades de 2021, aunque, si por lo que fuese no tuviese más remedio que retrasar el lanzamiento, lo retrasaré. Si algo tengo claro es que jamás publicaré nada con lo que no esté satisfecho al 100%.
Sigo trabajando.
Saludos
a todos y todas. Y todes.