martes, 23 de abril de 2019

DESMOTIVACIÓN




Llevaba unos días, semanas más bien, bastante desmotivado. Y considero que ha llegado el momento de explicar el porqué de esa desmotivación.
Honestamente, el cierre definitivo de Google Plus, acaecido el pasado 1 de abril, ha supuesto un duro golpe para un blog como el mío, que recibía la mayoría de sus visitas procedentes de esa red social.
En mi último recuento, en Google Plus tenía 495 seguidores. Puede que de esos 495 seguidores hubiese entre 200 y 250 que ya no operaban en las redes; igual habían abandonado la actividad y no habían encontrado tiempo ni ganas de eliminar sus perfiles de Google. Los entiendo. A mí también me da pereza según qué cosas relacionadas con las redes sociales.
Así que, si quitamos 250 a los 495 del principio, nos quedarían 245 seguidores.
De esos 245 seguidores pongamos que haya 100 que ya no tienen tiempo para leer blogs, que dejaron de interesarles hace tiempo, pues tienen cosas más importantes que hacer como criar hijos, tener a sus jefes contentos para que no les despidan o asistir, aunque a regañadientes, a esas tensas y aburridas reuniones familiares que el iluminado entusiasta de turno que hay en todas las familias se encarga de organizar para «hacer piña». Además, el iluminado entusiasta de turno siempre, pero siempre siempre, tiene la buena costumbre de colocarte en la mesa junto al cuñado o cuñada con el que no te hablas, «a ver si así aprovecháis para limar asperezas, hombre». Ya te limaré yo a ti otra cosa, entrometido de los coj…
Esto nos deja con 145 seguidores.
De esos 145 pongamos que 45 sean blogueros, y que, por esa misma razón, se ven obligados, por pura supervivencia, a seguir a otros blogs, para que éstos, a su vez, les sigan a ellos, creándose entre todos ellos una especie de efecto «pescadilla-que-se-muerde-la-cola», en el que todos se retroalimentan en un bucle infinito de lecturas obligadas si no quieren ser expulsados del grupo de blogueros que se leen, se comentan y se siguen entre ellos, como castigo a su osadía por querer romper el círculo vicioso en el que se hallan inmersos. En cierto sentido me recuerdan a aquellas cadenas de mensajes que te llegaban a través de algún conocido —ni siquiera amigo— donde te advertían de manera clara y contundente: «Ni se te ocurra romper la cadena, torpe de mierda, porque, si lo haces, caerá sobre ti y tus descendientes una maldición milenaria súper chunga de la hostia que hará que se te quiten las ganas de romper cadenas de Internet por los siglos de los siglos. Amén».
O sea, que quitando a esos 45, nos quedan 100; cien personas interesadas, de verdad de la buena, en leer algo que les excite, les agrade y les haga disfrutar de un agradable momento de lectura, evasión y diversión.
Pero no lancemos aún las campanas al vuelo; no sólo porque pesan un huevo, sino porque a ver si al caer vencidas por la ley de la gravedad resulta que le dan a alguien en la cabeza y tenemos que lamentar una desgracia.
Nos habíamos quedado en 100. Vale. De esos 100 que quedan pongamos que hay 50 que sólo leen de vez en cuando, si no tienen nada mejor que hacer, y que sólo lo hacen si algún amigo o amiga les hace llegar el enlace al post en cuestión con un mensaje adjunto del tipo: «Eh, tío, o tía, tienes que leer esto, o esta. Está súper guay, colega, o colegui, o como carajo se diga “persona por la que se siente una especial relación de afecto o amistad” en lenguaje inclusivo, no vaya a ser que se nos eche encima una de esas tropecientas mil asociaciones de gente tan aburrida de su vida como para andar preocupándose de cómo deben vivir la vida los demás y que andan ojo avizor por las redes denunciando a todo el que no piense como ellos. Pregunto: ¿Les sonará a esta gente el concepto “entrometido o entrometida de los coj...”? En fin, ya sabemos lo que nos gusta a los seres humanos decirles a los demás cómo deben vivir sus vidas, aún cuando no tengamos ni puta idea de cómo vivir la propia».
Vale. Recapitulemos. Una vez hecha la última criba resulta que nos quedan 50 seguidores.
50. Es decir, cincuenta. Pues vale. Guay.
Ahora pongamos que de esos 50 que nos quedan hay 25 a los que les da pereza leer a «ese tío que escribe humor absurdo, que lo hace muy bien y todo lo que tú me digas, y que seguro que merece la pena pillarse alguno de sus libros; pero ahora mismo no tengo yo el cuerpo para andar comprándome libros de gente que no está avalada por una editorial de prestigio, ni por un crítico de ésos de postín que adoran a Joyce y a Roberto Bolaños, aunque escriban mierdas pretenciosas y condenadamente aburridas, pero como todos los críticos guays dicen que hay que leerse a esta peña para ser considerado un lector crema y un amante de la literatura ni que fueran a tener relaciones sexuales con ella, carajo, pues eso…».
Lo cual nos deja con 25 posibles lectores.
Y ahora, en un suponer, pongamos que de esos 25 que quedan hay 15 que se dicen a sí mismos: «La verdad, siendo honesto u honesta del todo, antes que leerme a este tío prefiero leerme un manual todo tocho de 100 páginas para aprender a manejar la tele 8K de puta madre que acabo de pillarme en el sitio ése “porque yo no soy tonto” y que un técnico de la NASA me acaba de instalar, junto a ese equipo de sonido guapo que te cagas, capaz de reproducir con una fidelidad del quince la sala de un cine pero en el salón de mi pisito de mierda, ése en el que las paredes son tan finas que si la vecina del quinto se tira un pedo lo más probable es que lo oigamos los catorce vecinos que formamos la comunidad, y que, por esa misma razón, me veo obligado a no subir el volumen de la tele más arriba del 3 en una escala de 10».
O sea, que nos quedan 10 seguidores.
¡¡¡Diez seguidores, por el amor de Dios!!!
Es decir, que de 495 seguidores en Google Plus sólo me leen 10.
¿De verdad? ¿En serio?
Pues, ¿sabéis qué os digo? ¡Que le den por saco a Google Plus!

Menos mal que aún hay un puñado de lectores que me tienen en sus listas de «libros pendientes de pillar algún día en Amazon, cuando me dé la vena loca de pillar algo de un autor desconocido del que llevo leyendo opiniones más que positivas en reseñas de blogs de blogueros que sigo y cuya opinión me merece crédito y que siempre me digo a mí mismo o mí misma ¡coño, pues igual ha llegado el momento de darle una oportunidad al menda éste, total, para la mierda que ponen en la tele, por muy 8K que sea!».

No sé. Igual no está todo perdido. Parafraseando a Blanche DuBois, habrá que confiar en la bondad de los extraños, ¿no creéis?
Si es que me quejo de vicio, coño.
¿O no?

NOTA FINAL: Si no me tienes en tu lista de libros pendientes de comprar un día de éstos, bien porque no me has leído nunca y no sabes de qué van mis libros o bien porque aún no tienes muy claro si merece la pena gastarse unos pocos euros en el libro de un menda que se lo hace todo en plan Juan Palomo, aquí te dejo unos enlaces a los adelantos gratuitos de mis tres libros publicados hasta el momento (pincha sobre cada título para acceder al enlace):


Ea, con Dios.


martes, 2 de abril de 2019

GRACIAS, MARIA CARMEN PIRIZ

Mis libros, a buen recaudo


Ya lo he dicho muchas veces: me encantan este tipo de posts de agradecimiento. En ellos, aprovecho para dar públicamente las gracias a aquellos lectores y lectoras que han adquirido alguno de mis libros y tienen blog propio.
En esta ocasión le llega el turno a María Del Carmen Piriz.
Ya tenía ganas, ya. ¿Por qué? Muy sencillo. Resulta que hace algún tiempo, tras haber comprado los dos primeros volúmenes de la colección ABSURDAMENTE, quise escribirle un post de agradecimiento, como Groucho manda.
Gracias, Pedro.
—¡Groucho! ¿Por qué me da las gracias?
Por tenerme en tan alta consideración.
Debería ser yo quien le diese las gracias a usted.
¿Y eso? ¿por qué?
Por haberme hecho disfrutar tanto. Y por hacer que mi vida fuese menos aburrida. Su sentido del humor ha conseguido darle sentido a mi vida.
Gracias, muchacho.

Como iba diciendo, mi intención con Mari Carmen era haber escrito un post de agradecimiento para luego subirlo al blog.
¿Y qué ocurrió? Pues que ella se me adelantó e hizo su propio post, que subió a su blog bajo el título «Dos libros “Absurdamente” de Pedro Fabelo».
Si os apetece leer su publicación, pinchad aquí.

Mari Carmen con mis libros (bueno, ahora suyos, ya que los pagó con su dinero)

A Mari Carmen seguro que muchos de vosotros ya la conocéis. Es una bloguera muy activa en las redes, pues es una ávida lectora que procura hacer visitas periódicas a los blogs que sigue.
Si os fijáis, en el margen izquierdo de su blog tiene incorporada una lista de los blogs que sigue, y, según he podido contar, la cifra alcanza los 85 blogs (¡Toma ya!).
Por cierto, yo estoy el último en la lista. Aunque, ya sabéis el dicho: «Los últimos serán los primeros…si le das la vuelta a la lista, claro».
¿Veis cómo no mentía cuándo os decía que Mari Carmen lee mucho? Y no sólo eso, sino que, además, comenta y comparte en las redes. Esta mujer es una todo terreno, oiga. Y no como alguien que yo me sé, que no tiene ni tiempo ni ganas para aprender a moverse en las redes sociales y no morir en el intento.

Mi relación con Mari Carmen empezó un día en que me dejó el siguiente comentario en el blog: «Pedro, acabo de comenzar a leer tu entrevista en Otros mundos, del blog de María Campra, y sólo con leer que te visitó la primera vez y le hiciste reír, eso es lo que necesito».
Pero como si de una cruel broma del Destino se tratase, quiso la casualidad que el primer relato mío que leyese Mari Carmen fuese un cuento de Navidad triste tristísimo que había subido al blog por aquellos días. ¡Qué gracioso el Destino!, ¿no? Tiene la gracia donde yo me sé.
Afortunadamente, este hecho no asustó a Mari Carmen. De hecho, escribió un comentario elogiando el estilo, y siguió leyéndome.
Con el tiempo, Mari Carmen se convirtió en una habitual de mi blog, al que acudía regularmente y dejaba su impronta en forma de comentario.
Un día, ella misma me informó que había decidido comprar mis dos libros de relatos (Absurdamente Vol. I y II), con intención de regalárselos a su marido por San Valentín.
Y cumplió…a medias.
¿Compró los libros? Sí. Pero no se los dio a su marido, sino que abrió el paquete y se los leyó a escondidas antes de envolverlos para regalo y entregárselos a su marido unos días más tarde de la fecha prevista, ya que, según me contó, a su marido le encanta el humor literario casi tanto como a ella.
Por cierto, tengo que decir que la compra de Mari Carmen ha sido una de las más “accidentadas” de cuántas hallan protagonizado mis libros. Resulta que, por alguna razón que desconozco, el sistema de Amazon no registró en mi cuenta la venta de los dos libros a Mari Carmen, por lo que yo no recibiría ningún dinero en concepto de derechos de autor —esto, amigos, es lo bueno de vender una mierda, que estás “al loro” y no se te escapa una (venta)—.
Detectado el error, solicité a Mari Carmen una copia de la factura, a fin de demostrar ante Amazon la existencia de la citada compra. Total, que tras catorce o quince correos de ida y vuelta entre Mari Carmen, Amazon y un servidor, al final los de Amazon subsanaron el error y yo pude terminar de pagar la última letra que me quedaba del deportivo que tengo apalancado en la entrada de mi casa (llamo “deportivo” a un chándal que tengo colgado en un perchero a la entrada de mi casa y que me costó 30 euros en una tienda outlet. Al chándal lo bauticé en su día como “el deportivo” porque tiene buen perder, ya que, a pesar de mis continuos desplantes, aún es capaz de esperarme con ilusiones renovadas cada vez que decido regresar al redil del ejercicio físico).

Pasado el tiempo, volví a tener noticias de Mari Carmen. Mediante comentarios en el blog me informaba que le habían encantado mis libros, que incluso se le habían hecho cortos de lo enganchada que estaba a mis relatos —cada uno de mis libros tiene unas 150 páginas de media y entre 27 y 30 piezas—, y que sabía que a su marido le estaban gustando mis historias porque escuchaba sus carcajadas que le llegaban de una habitación a otra de la casa.

Hace poco me escribió diciéndome que se había comprado el tercer volumen de la colección, y que lo estaba disfrutando muchísimo. Y yo, en agradecimiento a su fidelidad, le propuse —esta vez sí— escribirle un post personalizado de agradecimiento que luego subiría al blog.
Misión cumplida.

Querida Mari Carmen: espero que este post te haya hecho la misma ilusión a ti leerlo como a mí escribirlo.
Recibe un abrazo de mi parte.
Y otro de la mía.
¡Groucho! ¿Usted también se suma al agradecimiento a Mari Carmen?
Por supuesto. A las personas que son capaces de valorar el humor en lo que vale, hay que agradecerles todo lo que somos. ¿Tú qué opinas?
Totalmente de acuerdo.
Pues eso.