Llevaba unos días,
semanas más bien, bastante desmotivado. Y considero que ha llegado
el momento de explicar el porqué de esa desmotivación.
Honestamente, el
cierre definitivo de Google
Plus,
acaecido el pasado 1 de abril, ha supuesto un duro golpe para un blog
como el mío, que recibía la mayoría de sus visitas procedentes de
esa red social.
En mi último
recuento, en Google
Plus
tenía 495
seguidores. Puede que de esos 495
seguidores hubiese entre 200
y 250
que ya no operaban en las redes; igual habían abandonado la
actividad y no habían encontrado tiempo ni ganas de eliminar sus
perfiles de Google. Los entiendo. A mí también me da pereza según
qué cosas relacionadas con las redes sociales.
Así que, si
quitamos 250
a los 495
del
principio, nos quedarían 245
seguidores.
De esos 245
seguidores pongamos que haya 100
que ya no tienen tiempo para leer blogs, que dejaron de interesarles
hace tiempo, pues tienen cosas más importantes que hacer como criar
hijos, tener a sus jefes contentos para que no les despidan o
asistir, aunque a regañadientes, a esas tensas y aburridas reuniones
familiares que el iluminado entusiasta de turno que hay en todas las
familias se encarga de organizar para «hacer piña». Además, el
iluminado entusiasta de turno siempre, pero siempre siempre, tiene la buena
costumbre de colocarte en la mesa junto al cuñado o cuñada con el
que no te hablas, «a ver si así aprovecháis para limar asperezas,
hombre». Ya te limaré yo a ti otra cosa, entrometido de los coj…
Esto nos deja con
145
seguidores.
De esos 145
pongamos que 45
sean blogueros, y que, por esa misma razón, se ven obligados, por
pura supervivencia, a seguir a otros blogs, para que éstos, a su
vez, les sigan a ellos, creándose entre todos ellos una especie de
efecto «pescadilla-que-se-muerde-la-cola», en el que todos se
retroalimentan en un bucle infinito de lecturas obligadas si no
quieren ser expulsados del grupo de blogueros que se leen, se
comentan y se siguen entre ellos, como castigo a su osadía por
querer romper el círculo vicioso en el que se hallan inmersos. En
cierto sentido me recuerdan a aquellas cadenas de mensajes que te
llegaban a través de algún conocido —ni siquiera amigo— donde
te advertían de manera clara y contundente: «Ni se te ocurra romper
la cadena, torpe de mierda, porque, si lo haces, caerá sobre ti y
tus descendientes una maldición milenaria súper chunga de la hostia
que hará que se te quiten las ganas de romper cadenas de Internet
por los siglos de los siglos. Amén».
O sea, que quitando
a esos 45,
nos quedan 100;
cien
personas interesadas, de verdad de la buena, en leer algo que les
excite, les agrade y les haga disfrutar de un agradable momento de
lectura, evasión y diversión.
Pero no lancemos
aún las campanas al vuelo; no sólo porque pesan un huevo, sino
porque a ver si al caer vencidas por la ley de la gravedad resulta
que le dan a alguien en la cabeza y tenemos que lamentar una
desgracia.
Nos habíamos
quedado en 100.
Vale. De esos 100
que quedan pongamos que hay 50
que sólo leen de vez en cuando, si no tienen nada mejor que hacer, y
que sólo lo hacen si algún amigo o amiga les hace llegar el enlace
al post en cuestión con un mensaje adjunto del tipo: «Eh, tío, o
tía, tienes que leer esto, o esta. Está súper guay, colega, o
colegui, o como carajo se diga “persona por la que se siente una
especial relación de afecto o amistad” en lenguaje inclusivo, no
vaya a ser que se nos eche encima una de esas tropecientas mil
asociaciones de gente tan aburrida de su vida como para andar
preocupándose de cómo deben vivir la vida los demás y que andan
ojo avizor por las redes denunciando a todo el que no piense como
ellos. Pregunto: ¿Les sonará a esta gente el concepto “entrometido
o entrometida de los coj...”? En fin, ya sabemos lo que nos gusta a
los seres humanos decirles a los demás cómo deben vivir sus vidas,
aún cuando no tengamos ni puta idea de cómo vivir la propia».
Vale.
Recapitulemos. Una vez hecha la última criba resulta que nos quedan
50
seguidores.
50.
Es decir, cincuenta. Pues vale. Guay.
Ahora pongamos que
de esos 50
que nos quedan hay 25
a los que les da pereza leer a «ese tío que escribe humor absurdo,
que lo hace muy bien y todo lo que tú me digas, y que seguro que
merece la pena pillarse alguno de sus libros; pero ahora mismo no
tengo yo el cuerpo para andar comprándome libros de gente que no
está avalada por una editorial de prestigio, ni por un crítico de
ésos de postín que adoran a Joyce y a Roberto Bolaños, aunque
escriban mierdas pretenciosas y condenadamente aburridas, pero como
todos los críticos guays dicen que hay que leerse a esta peña para
ser considerado un lector crema y un amante de la literatura —ni que fueran a tener relaciones sexuales con ella, carajo—, pues eso…».
Lo cual nos deja
con 25
posibles lectores.
Y ahora, en un
suponer, pongamos que de esos 25
que quedan hay 15
que se dicen a sí mismos: «La verdad, siendo honesto u honesta del
todo, antes que leerme a este tío prefiero leerme un manual todo
tocho de 100 páginas para aprender a manejar la tele 8K
de puta madre que acabo de pillarme en el sitio ése “porque yo no
soy tonto” y que un técnico de la NASA me acaba de instalar, junto
a ese equipo de sonido guapo que te cagas, capaz de reproducir con
una fidelidad del quince la sala de un cine pero en el salón de mi
pisito de mierda, ése en el que las paredes son tan finas que si la
vecina del quinto se tira un pedo lo más probable es que lo
oigamos los catorce vecinos que formamos la comunidad, y que, por esa
misma razón, me veo obligado a no subir el volumen de la tele más
arriba del 3 en una escala de 10».
O sea, que nos
quedan 10
seguidores.
¡¡¡Diez
seguidores, por el amor de Dios!!!
Es
decir, que de 495
seguidores en Google
Plus
sólo me leen 10.
¿De verdad? ¿En
serio?
Pues, ¿sabéis qué
os digo? ¡Que le den por saco a Google
Plus!
Menos mal que aún
hay un puñado de lectores que me tienen en sus listas de «libros
pendientes de pillar algún día en Amazon, cuando me dé la vena
loca de pillar algo de un autor desconocido del que llevo leyendo
opiniones más que positivas en reseñas de blogs de blogueros que
sigo y cuya opinión me merece crédito y que siempre me digo a mí
mismo o mí misma ¡coño, pues igual ha llegado el momento de darle
una oportunidad al menda éste, total, para la mierda que ponen en la
tele, por muy 8K que sea!».
No sé. Igual no
está todo perdido. Parafraseando a Blanche DuBois, habrá
que confiar en la bondad de los extraños,
¿no creéis?
Si es que me quejo
de vicio, coño.
¿O no?
NOTA FINAL:
Si no me tienes en tu lista de libros
pendientes de comprar un día de éstos,
bien porque no me has leído nunca y no sabes de qué van mis libros
o bien porque aún no tienes muy claro si merece la pena gastarse
unos pocos euros en el libro de un menda que se lo hace todo en plan
Juan Palomo, aquí te dejo unos enlaces a los adelantos gratuitos de
mis tres libros publicados hasta el momento (pincha sobre cada
título para acceder al enlace):
Ea, con Dios.