miércoles, 5 de enero de 2022

FELIZ AÑO NUEVO VIEJO 2022

 



¡Feliz 2022, Pedro!

Ah. Hola, Blog. Hacía tiempo que no sabía nada de ti. Feliz año para ti también.

¿Qué pasa, tío? ¿Es cosa mía o qué? Te noto algo sombrío.

No es cosa tuya. Verás, estoy algo deprimido.

¿Y eso?

Este último año, 2021, se me ha ido volando. ¡Qué digo volando! Se me ha ido a velocidad supersónica, como uno de esos cohetes utilizados por esa caterva de egoístas millonetis que tienen toda esa cantidad de dinero como castigo y que, aburridos de vivir instalados en el lujo, han decidido gastarse una millonada en darse un garbeo de unos pocos minutos a la estratosfera simulando un viaje espacial. ¡Será por dinero...!

No seas demagogo, hombre.

¿Demagogo?

Sí, demagogo. Si un millonetis puede gastarse una cantidad indecente de dinero en sus caprichos —los hay que hasta legan sus incalculables fortunas a sus mascotas una vez ellos han estirado la pata— es porque lo han ganado con el sudor de su frente...

Más bien con el sudor de la frente de cientos de miles de trabajadores a los que tienen currando para ellos por un salario de mierda.

Bueno. Vale. Admito que en la mayoría de los casos es como tú dices. Pero así son las cosas, y como tal hemos de aceptarlas.

Y los gobiernos del mundo encantados con el status quo, ¿eh? Aunque, irónicamente, sean de las grandes fortunas de donde menos impuestos obtienen. Total, lo que dejan de ganar de los ricos lo ganan de los pobres diablos que trabajan para ellos, a los que inflan a impuestos sin tasa y amenazan con toda clase de multas o castigos, cárcel, embargo de bienes o cualquier otra medida de coacción, si no pagan su cuota.

Es lo que hay.

¿Y no te cabrea eso?

Pues no.

¿Cómo es que no te cabrea? ¿No sientes ningún tipo de empatía por la gente que lo está pasando mal, que apenas logran llegar a fin de mes, que no tienen con qué darle de comer a sus hijos, que ni siquiera tienen para pagarse una vivienda en condiciones, etc...?

Tengo que decírtelo. Carezco de sentimientos, tío. Sólo soy una sucesión de códigos binarios basado en un sistema de programación específico. Entiendo los conceptos y las definiciones de lo que dices, pero me resulta imposible procesar esos conceptos. No siento empatía, ni lástima, ni afecto por otro ser humano. En ese sentido no me diferencio en lo más mínimo de un político o de un miembro cualquiera del consejo de administración de una multinacional.

Pues no sé qué decirte. No sé si es peor lo tuyo o lo mío.

¿A qué te refieres?

Me refiero a no sentir nada o sentir demasiado.

No tengo respuesta para eso. Lo que sí tengo son datos objetivos. Puedo conectarme a cualquier hilo de información que navegue por la red y ofrecértelos al instante. En cuestión de milisegundos.

Por ejemplo...

Mira esto. Según se desprende de un informe emitido por Credit Suisse en 2021, el 1,1% de la población atesora el 45,8% de la riqueza mundial, mientras que un 55% de la población se reparte el 1,3% de la riqueza mundial.

Madre mía. No puedo creer que no se te remueva nada por dentro al leer algo así.

Ya ves. Puedo descifrar casi cualquier código binario que se me ponga a tiro pero, por más que lo he intentado, jamás podré entender a los seres humanos. Sois indescifrables para mí.

En eso coincido al cien por cien contigo. Yo tampoco entiendo a mis semejantes. Ya ves, llevamos más de doscientos mil años habitando en esta gigantesca bola de tierra suspendida en el espacio y aún no hemos dado con una manera más justa y equilibrada de distribuir la riqueza y los recursos del planeta.

¿Qué me dices del comunismo?

El comunismo ha demostrado ser igual de injusto y perverso que su opuesto. ¿O acaso hace falta que te recuerde lo ocurrido en la extinta Unión Soviética y sus países satélite, en la Cuba de Castro —o, ya puestos, en la Cuba actual—, en Venezuela, China, Corea del Norte, etc? Ya sabes a lo que me refiero: policía secreta, torturas o cárcel para los disidentes o contrarios al régimen, lavado de cerebro ideológico, penurias para los de siempre y privilegios para los de arriba...

¿Entiendes por qué digo que sois indescifrables? No os comprendo, la verdad. Lo tenéis todo para vivir bien y en paz y, sin embargo, unos pocos se empeñan en seguir jodiendo al resto sin mostrar remordimiento alguno por ello y vosotros lo permitís.

La gente está cansada de revoluciones que lo ponen todo patas arriba para dejar las cosas exactamente igual a como estaban.

No te sigo.

Bueno, tú que tienes acceso a un caudal infinito de información y datos no te costará ver que cada cierto tiempo surge de la masa un individuo que dice tenerlo todo claro para cambiar las cosas que están mal. A ese visionario se le unen unos pocos acólitos que hacen de altavoces de su mensaje, propagando las ideas del líder adonde quiera que vayan. Con el tiempo, ese mensaje logra calar en las masas, que, hartas de sentirse exprimidas y explotadas, no dudan en seguir al visionario y su gente. Y entonces estalla la revolución. Y todo es alegría, y liberación, y entusiasmo, hasta que no pasa mucho tiempo antes de que la frustración vuelva a presidir sus tristes y miserables vidas, pues ven con desencanto como ese al que llamaban líder no se diferencia lo más mínimo de los que acaban de arrebatarles el poder. Dicho de otro modo, mismo perro pero con distinto collar.

Pues sabiendo todo eso, no entiendo cómo no lo mandáis todo al carajo de una puñetera vez.

Muy fácil. Si nos empeñamos en seguir adelante es porque estas son las cartas que nos han sido adjudicadas para jugar la partida de la vida y, por desgracia, más allá de la mesa de juego no hay nada de nada; así que, o juegas o la diñas. Así de sencillo. Y yo, como la mayoría, preferimos seguir jugando, aunque, en mi caso, las probabilidades de rascar algo sean tan ínfimas como las de que me toque el euromillón, o, ya puestos, de ganar algún premio literario.

Pues vaya mierda, chaval.

Lo sé.

Pero oye, el año nuevo está empezando. Igual este año...

Sí. Ya. Claro que sí. No sé de dónde surge, la verdad, pero está ahí. Por muy mal que se den las cosas, siempre acaba aflorando.

¿A qué te refieres?

A la esperanza.

No lo entiendo.

¿Qué no entiendes?

A ver, según el diccionario de la RAE, la esperanza es un «estado de ánimo que surge cuando se presenta como alcanzable lo que se desea».

¿Y?

Pues que, por lo que me cuentas, no existe posibilidad alguna de alcanzar eso que deseáis. ¿De dónde surge entonces vuestra esperanza?

Eso es lo bueno. Que nadie lo sabe. Pero, por muy mal que se pongan las cosas, al final siempre acaba surgiendo. Y ése, y no otro, es el auténtico motor que nos empuja a seguir adelante con nuestras tristes y miserables vidas, aún sabiendo que esta partida nunca la vamos a ganar.

Los seres humanos sois un misterio para mí.

Mejor que siga siendo así. Porque el día que una máquina consiga descifrarnos, ese día sí que será la muerte de toda esperanza.



Amigos y amigas que visitáis este blog, he de confesaros algo. Antes de empezar a escribir este primer post de 2022 no tenía intención alguna de sonar tan derrotista. Pero, no sé si por culpa de la “solaja” —en la jerga canaria: sol abundante y persistente— que ha atizado esta parte del planeta en los últimos días —el domingo el termómetro marcaba 24º mientras daba uno de mis paseos diarios—, y la semidieta a la que llevo semanas sometido —la enfermera que me trata habitualmente me ha dado un ultimátum: el turrón y un infarto o un accidente cardiovascular o yo, y claro, la he elegido a ella. Soy persistente en mis adicciones y mis malos hábitos, pero no gilipollas. Así que la elección estaba clara—.

Todo eso junto —esfuerzo físico, calor, calima, hambre— ha hecho que mi humor se haya agriado un pelín, y que mi grado de cabreo con el mundo en general y la estupidez humana en particular haya alcanzado niveles casi tan altos como los de mi colesterol chungo. Y claro, cuando me siento a escribir, sale lo que sale.

Por cierto, ¿os he felicitado ya el Año Nuevo?

Por Groucho, ¡qué cabeza tengo! Como solía decirme una profesora que tuve en EGB —hace millones de años de eso—: «Pedro, si no has perdido la cabeza aún es porque la tienes pegada a los hombros. Desastre, que eres un desastre».

Pues eso: ¡feliz Año Nuevo 2022!

Y a seguir mirando al futuro con esperanza.