martes, 17 de abril de 2018

GRACIAS, ANA PALACIOS

Bonito collage obra de Ana Palacios. "Gracias, Ana", Fdo. El maestro..


Como bien dice ella misma en su escrito —que ampliaré más adelante—, Ana y yo nos conocimos a través del blog de un escritor que ambos solemos visitar con cierta asiduidad. En uno de los post de aquel blog, ambos dejamos sendos comentarios. Curiosamente, aquel post versaba sobre «ser un escritor fracasado». ¿Una indirecta, quizás, de mi viejo amigo el cosmos? Uhm. ; )
Entonces no nos conocíamos de nada, pero algo debió ver ella en mi comentario que, por lo que fuese, hizo que me siguiese la pista y acabase entrando en mi blog.
Según me hizo saber a través del primer comentario que me dejó, lo primero que leyó mío le gustó, lo que provocó que las visitas se fuesen sucediendo a lo largo de las siguientes semanas.
En justa correspondencia yo también visité su blog, leí una de sus piezas, me gustó lo que leí y le dejé un comentario. Aquel sencillo gesto mío fue recibido con una inmensa alegría por Ana, ya que, como ella misma me confesó, llevaba poco tiempo en el mundo de los blogs, apenas conocía a nadie, y de las pocas visitas que recibía celebraba con agradecido júbilo cualquier comentario que le dejasen, por muy breve que fuese.
Le confesé que yo conocía muy bien esa sensación, pues yo mismo lo viví en primera persona en mis comienzos. Le conté que en mis inicios apenas recibía tres o cuatro visitas cada vez que publicaba algo, y que los escasos comentarios que me dejaban eran celebrados por mí como gotas de agua en el desierto.
Con el paso de los días, y de manera muy natural, comenzamos a intercambiarnos correos. En esos correos ella se refería a mí como ¡Pedrooooooo!, y yo, siguiendo la broma, me refería a ella como ¡Vilmaaaaaaa! (benditos dibujos animados de Hanna-Barbera). Teniendo en cuenta los gritos que nos damos cada vez que nos escribimos, aún no sé cómo es que no nos hemos quedado sordos ninguno de los dos. Ni afónicos. Milagros de la naturaleza humana, supongo.
Al poco de conocernos, Ana me trasladó su intención de hacerse con mis libros. Yo la invité a que, antes de hacerlo, se leyese los adelantos gratuitos que tengo disponibles en mi blog —en el apartado MIS LIBROS— , ya que, al no conocerme aún ni conocer mi estilo, temía que las piezas contenidas en los mismos no fuesen acordes a sus gustos literarios. Ella, como gran dama que es, agradeció el gesto, e insistió en adquirir mis libros, a pesar de no estar familiarizada con mi forma de ver y entender el mundo y lo que en él sucede.
Una vez adquiridos mis libros, y siendo ella bloguera, le pedí a Ana, como hago siempre que un lector dispone de su propio blog, que una vez leídos me hiciese llegar una valoración o crítica, además de una foto, con vistas a hacerle el correspondiente post de agradecimiento con enlaces a su blog.
Ana aceptó encantada el reto, y, a pesar de que algunos de los cuentos incluidos en los libros no logró cumplir sus expectativas —si algo hemos de tener siempre muy presente como autores es que no vamos a gustar a todo el mundo, ni que todo lo que escribimos va a ser recibido de la misma manera—, mi querida Ana me hizo llegar esta emotiva carta que, con su permiso, reproduzco a continuación:

Amigo, Pedro.
Te conocí a través del blog de otra persona. Tu comentario me debió de gustar, porque sin saber la razón hice clic en tu nombre y me colé en tu “casa”.
Nada más entrar leí “El síndrome de sobreexposición a la realidad” y me gustó tanto que te dejé un comentario. No tardé en recibir respuesta, como era de esperar de un caballero como tú, aunque yo aún no lo sabía.
Tanto me gustó el síndrome de sobreexposición que decidí plagiarte. No lo conseguí, pero lo intenté ¡lo confieso! y hasta publiqué el plagio, eso sí, con tu autorización.
Desde entonces yo me dirijo a ti como Pedroooooooooooooo y tú me respondes como Vilmaaaaaaaaaaaaaaa! Y así comenzó nuestra “relación”.
Según dices, eres un hombre de talla grande. No te conozco, pero puedo decir que si el cuerpo lo tienes grande, el corazón lo tienes inmenso.
Me fuiste guiando hacia las comunidades de G+, cuando acababa de aterrizar en las redes y andaba más perdida que en un desierto sin brújula, y hasta me enseñaste cómo conseguir hacer los guiones largos en los diálogos. Puede parecer una tontería, pero a mí estos gestos de generosidad me llegan directos al corazón.
Bueno, de ti como escritor no puedo opinar porque sería como si un párvulo pretendiera valorar a un maestro. No resultaría políticamente correcto. Disculpadme por nombrar la política en estos momentos, ya lo dejo. Ja.
Desde el primer relato que leí, ya vi que eras todo un seductor, porque empecé a leer y no podía parar. Tienes un humor típico de los seres dotados de inteligencia, no un humor macarra ni facilón, es... ¡es un humor que me encanta!
He tardado en hacer la valoración porque considero que no estoy preparada; he visto y leído algunas magníficas de tus lectores. Pero bueno, dicen que “de todo ha de haber en la viña del señor”, y un acto de humildad tampoco viene mal.
Pedro, junto a estas humildes líneas te envío dos composiciones de fotos. Sé que eres un maestro también en estas cosas y yo una aprendiz que acaba de empezar. Pero he hecho lo que he podido, con mucho cariño e ilusión, y estoy segura que valorarás más la buena intención que los resultados.
Gracias por estar ahí.
Un abrazote,

Ana/Vilma



Lo confieso, que alguien hable de mí con tanto cariño y afecto hace que me enternezca casi tanto como una rebanada de pan Bimbo (¡toma publicidad encubierta!).
Buscando por Internet frases relativas a la amistad, encontré estas dos:

«Un amigo es la persona que nos muestra el rumbo y recorre con nosotros una parte del camino»

«La amistad duplica las alegrías y divide las angustias por la mitad»

No quisiera cerrar este post sin recordaros que a Ana Palacios la podéis encontrar en su blog CUENTA CONMIGO. Os aseguro que, si decidís hacerle una visita, os lo va a agradecer un montón. Y si además le dejáis un comentario, os digo desde ya que la vais a hacer muy feliz.
Ana es una buena anfitriona; amable, cariñosa y cercana. Posee una educación exquisita, escribe con gusto y en sus letras demuestra una manifiesta preocupación por temas de calado social. Ama a los animales, de los que dice que los seres humanos nos preocupamos menos de lo que debiéramos. También ha escrito dos libros: Más allá de las palabras y Las vivencias de Sol y Luna (dos gatos adoptados).
Su dirección web es esta:


No hace falta que le digáis que vais de mi parte, ya que Ana os va a atender igual de bien vayáis de parte de quien vayáis. Porque Ana es, ante todo, una gran dama. Me considero afortunado de poder contarla entre mis lectoras y amigas.
Gracias, Ana.

¡Vilmaaaaaaaaaa! ¡¡¡Yabadabadouuuuuuu!!!

Os presento formalmente a Sol y Luna. Ambas son las protagonistas
de uno de los dos libros escritos por Ana Palacios.


miércoles, 11 de abril de 2018

LA VENGANZA DEL COSMOS

Os presento al Cosmos en un día normal de su existencia


En mi último post os hablaba de mi dolor de espalda. Sí, sí, el mismo que me mantuvo alejado del blog y las redes sociales durante un par de meses.
Resulta que él, o ella —aún no he logrado identificar su sexo, ni su estado civil; no sé si está soltero/a, casado/a, divorciado/a, o viudo/a, o es un ligón/a solitario/a de vida promiscua y desenfrenada, lo cual, si es el caso: bien por él/ella—.
Como iba diciendo, él o ella regresó a mi vida, y a partir de aquí hizo todo lo posible e imposible por impedirme llevar una vida normal. E includo el poder llevar una vida anormal. Vamos, que su presencia ha sido un incordio desde el principio.
¿Sabéis esas visitas que no son bienvenidas y que aún así se meten en tu casa y se quedan allí in saecula saeculorum (expresión latina que viene a significar algo así como «por los siglos de los siglos», o «eternamente». Si uso esta expresión es para demostraros el nivelazo de cultura que tengo; además de un dominio casi perfecto de la bendita Wikipedia, dicho sea de paso. Ja).
En definitiva, que el dolor había vuelto a mi vida con intención de quedarse una laaaaarga temporadita junto a mí. Qué tierno. Ya podría venir a mi vida para quedarse una temporadita conmigo la hermosa y simpática Charlize Theron. La de conversaciones interesantes que tendríamos ella y yo echados sobre mi alfombra persa al calor de la chimenea.
Yo no tengo alfombra persa. Y, puestos a confesar, tampoco en mi casa tengo instalada una chimenea. Pero os aseguro que si un día recibiese una llamada de teléfono de Charlize Theron avisándome de su intención de querer pasar unos días conmigo en mi casa, me faltaría tiempo para ir a comprarme una alfombra persa y romper una de las paredes del salón de mi apartamento para construir una dichosa chimenea. Y eso que no sé ni tapar un simple agujero con masilla. Pero por Charlize Theron soy capaz de tragarme entera la primera temporada de Bricomanía. Y hasta dos veces, si hace falta.

No sé vosotros, pero yo, cada vez que me atenaza una desgracia, reacciono instintivamente clamando al cielo: «¿Por qué a mí?».
Como anécdota curiosa, resulta que una vez el cielo me contestó:
Y a mí qué me cuentas, tío.
Perdona —respondí—, pero es que cada vez que me atenaza una desgracia tengo por costumbre clamar al cielo.
Pues mal hecho —replicó el cielo—. Te aseguro que yo no tengo absolutamente nada que ver en tu desgracia. Lo más que hago de vez en cuando es joderle las vacaciones a alguien llenando de oscuros nubarrones mi espacio, sobre todo en Semana Santa, o fastidiar a los asmáticos con la calima. Ah, y también me gusta hacerle la vida imposible a los carteros o los repartidores de comida a domicilio descargando una lluvia torrencial sobre ellos. Por lo demás, me importáis entre poco y cero.
Qué capullo, ¿no?
¿Quieres que te mande una semanita de calima?
Noooooo.
Pues mantén a raya esa lengua tuya.
Perdón.
Descartado el cielo decidí culpar al cosmos de mis desgracias. Los humanos, ya sabéis, necesitamos culpar a algo o alguien de las cosas malas que nos pasan en la vida, ya que en esa especie de desahogo encontramos un efecto catártico que nos ayuda a desfogar nuestra frustración y poder seguir adelante con nuestras vidas.
Así que pensé que el cosmos estaba detrás de mi dolor. Y al hacerlo, enseguida concluí que igual sería demasiado presuntuoso por mi parte pensar que el cosmos, con la de cosas que tiene que ocuparse, anduviese pendiente de mí.
Y a todo esto, ¿sabe alguien a qué dedica el cosmos su tiempo? ¿Lo sabe alguno de vosotros?, pregunto. Porque igual el muy vago se pasa el día en pantalón de chándal y camiseta de esas baratas y descoloridas por el uso continuado, echado en el sofá, comiendo porquerías de esas que engordan mientras ve nimiedades en la tele. Si es así, ¡levanta el culo del sofá, vago!
¿Cómo me has llamado?
Vago.
Te vas a enterar de quién es el vago. Te voy a mandar una maldición de esas de las mías que te vas a pasar meses en la cama, sin poder levantarte ni para ir al baño.
Ops.