miércoles, 30 de junio de 2021

PUESTA AL DÍA

 

Woody Allen en "Recuerdos" (Stardust memories, 1980)


Entre los seguidores de este blog —si es que aún queda alguno—, supongo que habrá quien achaque la evidente mengua de mis publicaciones en estas últimas semanas a mi pasión futbolera, lo cual explicaría el que, en vez de estar devanándome los sesos con nuevos e interesantes contenidos para el blog, me pase el día viendo partidos de fútbol por la tele, con una cervecita bien fresquita en una mano y una bolsa de patatas fritas o de frutos secos en la otra.

Si eres de los que piensan eso, desde ya te digo que no es el caso. Y no es porque no me guste el fútbol, que me gustaba —en pasado—, hasta que, gracias a la avaricia sin límites de los teleoperadores y los sueldos astronómicos de los futbolistas y sus agentes, todo ha ido derivando hacia una espiral consumista en la que casi tienes que pedir un crédito al banco o solicitar una segunda hipoteca para poder hacer frente al gasto que supone ver fútbol por televisión.

Dicho esto, me centraré en intentar explicar los motivos de mi bajón creativo en estos últimos tiempos.

A veces no sabes qué escribir. Simplemente no se te ocurre nada. Tienes la mente vacía y nada parece salir de ahí. Es como un pozo de petróleo que se ha secado.

Otras veces no te apetece escribir. No sientes ese deseo o necesidad de plasmar con palabras lo que te ronda por la cabeza. Y entonces lo dejas correr, y te ocupas de otras cosas. Por suerte, la vida no se centra en una única actividad, a menos que seas político o banquero, y en tu horizonte sólo se vislumbre un único objetivo: forrarte de pasta y poder nadar en un mar de billetes contenidos en el interior de una cámara acorazada, como el Tío Gilito.

A veces sí que tienes ganas de escribir, pero te preguntas para quién escribes. ¿Me leerá alguien? ¿Importará a alguien lo que escribo? ¿Interesarán mis letras?

Si te sientes invadido por ese tipo de dudas quizás sea porque resulta tal la avalancha de palabras que puedes encontrar en la red, disponibles a golpe de click, que apabulla. Normal que llegues a un punto en el que te plantees: ¿realmente estoy en disposición de competir con todo eso?

Hay cosas realmente buenas por ahí. Muy, muy buenas. Y también hay cosas mediocres. Y malas. Muy malas. Realmente malas, y vacías de contenido. Y, sin embargo, alguien las lee; no sé si las disfrutan o les llenan de algún modo, pero leer las leen, pues de otro modo no seguirían proliferando día sí y día también, expuestas, disponibles, visibles a millones de ojos curiosos.

Pasa como con los libros malos o las pelis malas. Si se siguen haciendo y editando es porque alguien se muestra interesado en ello, lo cual nos llevaría a plantearnos otro tipo de cuestiones, tales como: ¿qué es bueno o malo?, ¿qué tiene calidad y qué no la tiene?, ¿qué merece la pena y qué no? Y la única respuesta que se me ocurre a ese tipo de disyuntivas es: tú decides, es decir, el destinatario es siempre el que decide; a no ser que carezca de criterio propio y simplemente se deje llevar por el criterio de otros, que también pasa.

Volviendo al asunto de mi merma creativa, digamos que obedece a la suma de muchos factores. Agotamiento, decepción, inseguridad, hastío; cualquiera de esas causas me vale. Incluso la suma de todas ellas.

Woody/Sandy Bates en otra imagen de "Recuerdos"
 

Hace poco me venía a la mente una escena en concreto de la peli Recuerdos (Stardust memories, 1980), escrita, dirigida y protagonizada por mi admirado Woody Allen. La peli trata de un director de cine (Sandy Bates), interpretado por Woody, al que homenajean en un importante festival donde los organizadores hacen una retrospectiva de su obra.

Realizada a modo de homenaje a su admirado Fellini y su famosa película 8 ½, que vi una vez y confieso que me aburrió soberanamente —en general, el cine de Fellini me aburre, lo confieso—, Allen rememora escenas de su pasado, y hasta se atreve a responder de forma velada a las feroces críticas recibidas en su día por Interiores (Interiors, 1978), su primera incursión en el terreno del drama —claramente influenciado por el cine de Bergman, otro de sus directores fetiche—.

A lo largo de la peli, Sandy (Woody) reflexiona sobre su vida, su obra y sus relaciones, y lo hace tiñéndolo todo con un poso de tristeza, feroz autocrítica e inseguridades varias, lo que le lleva a cuestionarse su verdadero valor como artista.

En la escena a la que aludía anteriormente, Sandy protagoniza un surrealista encuentro con un extraterrestre, y entre ambos se establece el siguiente diálogo:

Mira, soy un ser superinteligente —dice el extraterrestre—. Según los baremos de la Tierra yo tengo un coeficiente intelectual de seiscientos, y aún así no logro comprender qué esperas sacar de tu relación con Dorrie...

¿No debería quizás dejar de hacer películas y hacer algo verdaderamente valioso, como ayudar a los invidentes o hacerme misionero, o algo así? —responde Allen.

Te seré sincero: no eres el tipo de hombre que puede ser misionero. No durarías ni dos días. Y, por desgracia, tampoco eres Superman. Eres un cómico. ¿De verdad quieres ayudar a la Humanidad? Haz chistes mejores.

Woody y una bellísima Charlotte Rampling en otra escena de "Recuerdos"

A veces, cuando me siento desbordado por alguna situación, o desmotivado, recurro a las obras de aquellos artistas que admiro, y de los que siempre acabo aprendiendo algo, o, como mínimo, me siento reconfortado, hasta el punto de acabar relegando el problema que me atenaza a un segundo plano, invitándome a verlo todo a través de un nuevo prisma, desde una nueva perspectiva. Y eso me ha estado ocurriendo últimamente con ciertas películas y libros: que consigo relegar a un segundo plano los motivos de mi angustia vital y me invitan a retomar mi obra con renovado entusiasmo.

Y es que, a poco que lo piense, tal vez Allen me haya dado la clave para seguir en la brecha: si realmente quiero aportar algo al mundo, tal vez debería centrar mis esfuerzos en seguir haciendo aquello que mejor sé hacer y, por encima de cualquier otra consideración, intentar escribir mejores chistes.

En ocasiones, las respuestas a tus dudas se hallan en el arte de otros.



miércoles, 2 de junio de 2021

MAESTROS DEL CINE MUDO

 

Imagen de Buster Keaton. Uno de mis favoritos. Genio.

 

No hace mucho hablaba en un artículo publicado en este mismo blog de lo vasto —y también basto— que es Internet.

Yo compararía tamaña enormidad a una gigantesca red neuronal, sostenida por millones y millones de usuarios en todo el mundo que, a modo de vasos comunicantes, gracias a su permanente interacción consiguen mantenerla viva y en perpetuo funcionamiento.

Me atrevería a asegurar que sus creadores, los que tuvieron la idea de Internet cuando sólo era un boceto en una pizarra, son los primeros sorprendidos por el alcance actual a escala global de su invento. Quiero pensar que ni en sus previsiones más optimistas llegaron a imaginar que, de un modo u otro, en Internet llegaría a concentrarse, dispuesto en millones de capas, tal nivel de información, conocimiento, obras de arte y muestra infinitas de la estupidez humana.

Durante los desconcertantes meses de confinamiento provocados por la pandemia del Covid-19, gracias a Internet no sólo logré estar permanentemente informado —o permanentemente desinformado, según se mire—, sino que, gracias a mi curiosidad innata, hacía lo posible por mantener la mente lo más ocupada posible, a la busca y captura de cualquier estímulo que me sirviese para escapar de la fea realidad que parecía envolverlo todo con su siniestra y oscura niebla de confusión, incertidumbre y miedo.

Stan Laurel & Oliver Hardy (El Gordo y el Flaco)


 Una de las cosas que descubrí, y que no agradeceré lo suficiente, fueron las horas y horas de películas de cine mudo que vagan libremente en Youtube.

Para quien a estas alturas aún no sepa “qué es Youtube y a qué dedica el tiempo libre”, decir que Youtube es un inabarcable cajón de sastre donde todo, o casi todo, tiene cabida. Si os dijese la de cosas raras o bizarras que he llegado a encontrar allí, hasta yo mismo dudaría de si lo vi realmente o lo soñé.

Imagínate que un día te levantas con el cuerpo raro. No es algo físico, sino más bien algo inexplicable que barruntas en tu sesera. Luego, a medida que va transcurriendo el día, descubres al fin el origen de esa pequeña inconveniencia. «Es que —te dices a ti mismo—, resulta que me acabo de dar cuenta que a mis cincuenta y pico añazos aún no sé si durante todos estos años me he estado cortando de forma correcta las uñas de los pies».

Tranquilo. Que no cunda el pánico. Ante todo, mucha calma.

Lo primero que vas a hacer, si no lo has hecho ya, es darte un paseíto hasta el cuarto de baño a descargar la vejiga, ya que, como todos los que hemos tenido la suerte o la desgracia de pasar la barrera de los 50 tacos sabemos por propia experiencia, a partir de esa edad volvemos a tener una vejiga del mismo tamaño a la de un bebé, lo cual hace que tus visitas al cuarto de baño a lo largo del día y de la noche se multipliquen del mismo modo que la pandemia ha hecho que se multiplicasen los imbéciles y las imbécilas que campan a sus anchas por este maravilloso planeta que Dios, Buda o lo que sea nos ha dado.

Una vez descargada la vejiga —no olvides lavarte las manos y, por el amor de Dios, baja la tapa del inodoro para evitar la bronca de la parienta—, dirígete a tu PC, abre tu navegador favorito, entra en Youtube, y teclea en la barra de búsqueda: “Forma correcta de cortarse las uñas de los pies”. Te apuesto lo que quieras a que, en menos de lo que tarda Pedro Sánchez en desdecirse y hacer justo lo contrario a lo que dijo que nunca iba a hacer, te saldrán un montón de vídeos de todo tipo explicándote a modo de tutorial la forma correcta de cortarte las uñas de los pies. Y no sólo eso. Si me apuras, en la columna de “vídeos sugeridos” te saldrán un montón de tutoriales que te mostrarán no sólo cómo cortarte de forma correcta y eficiente las uñas de los pies, sino cómo hacerlo silueteando figuras de los personajes más populares de Disney, desde Mickey Mouse a Pluto pasando por La Sirenita o El rey León.

Ver para creer.

Harold Lloyd, en la memorable escena del reloj en "Safety Last".

 Un día, no recuerdo muy bien cómo, llegué a un cortometraje de Buster Keaton; perdón, matizo, del grandísimo Buster Keaton. Pinché en él y lo vi. Ni qué decir tiene que lo disfruté como un enano —a propósito, viviendo como vivimos bajo la dictadura de lo políticamente correcto, igual lo de “disfrutar como un enano” puede hacer que el ofendidito u ofendidita de turno me acuse de enanófobo o algo parecido. Sinceramente, si tengo que admitir ser algo es "gilipollófobo", es decir, detesto a los gilipollas—.

Así pues, disfruté el corto de Keaton. Y como un enano, además. No lo había visto nunca, y me pareció asombrosamente ingenioso y divertido.

Buster Keaton en una divertida pose
 

Una de las tretas que utilizan plataformas como Youtube o Amazon para abducirte en su mundo y que “no te vayas todavía no te vayas por favor, que hasta la guitarra mía llora cuando dice adiós”, consiste en proponerte enlaces a contenidos o productos relacionados con lo que acabas de ver. Así, en el margen derecho de la pantalla, había una lista con enlaces a otros cortos de Buster Keaton, así como de otros cómicos de la época, como Stan Laurel y Oliver Hardy (en España más conocidos como El Gordo y el Flaco), Charles Chaplin, Harold Lloyd, Roscoe "Fatty" Arbuckle y otros.

Sin pretenderlo, había descubierto una mina de oro.

Entre las muchas aplicaciones gratuitas que podemos encontrar en la red, hay algunas realmente interesantes. Entre esas aplicaciones, hace tiempo hallé una que me permitía poder bajar los vídeos de Youtube en formatos populares como el mp4 o mkv; algo muy práctico si, como yo, te gusta ver esos vídeos en tu televisor, cómodamente sentado, con la mejor calidad posible y sin interrupciones publicitarias cada pocos minutos, o fastidiosas pausas motivadas por limitaciones o deficiencias en tu conexión a Internet.

A medida que me iba bajando los vídeos anotaba en una libreta los títulos de los cortos, además de la fecha, a fin de evitar bajar el mismo vídeo dos veces.

En unos pocos días ya tenía a mi disposición una nutrida colección de piezas de cine mudo. Supongo que, al tener muchos de ellos más de 100 años de antigüedad —hay piezas de entre 1917 y 1929—, sus derechos de copyright están más que vencidos, lo cual me evitaba sentirme culpable por estar violando algún derecho de autor.

Conviene advertir que todos los largometrajes y cortos de ese periodo tienen carteles en inglés, dicho lo cual no lo considero un obstáculo para su entendimiento. La razón: los argumentos suelen ser bastante sencillos, y la mayoría de los chistes y gags son visuales —al ser cine mudo, apenas hay diálogos—. Si a eso sumamos que este tipo de películas estaban dirigidas hacia un público lo más genérico posible, no creo exagerar si digo que hasta un niño, o cualquiera de los presidentes de gobierno que ha tenido España desde la instauración de la democracia allá por 1978, podría seguir el argumento sin problema. Bueno, igual exagero. Puede que los niños sí que sigan el argumento sin problemas. En cuanto a los distintos presidentes de gobierno que hemos tenido, tengo mis dudas.

Si queréis echar un vistazo y descubrir por vosotros mismos el maravilloso mundo del cine mudo en Youtube, a continuación os enlazo a varios de los cortos de esos maestros del humor que, gracias a su enorme talento y su genialidad, hacen que la vida sea mucho más divertida.