jueves, 19 de enero de 2023

REPASO LITERARIO A 2022 (Parte 1)

 

Portadas de algunos de los libros leídos en 2022

Toca hacer resumen del año 2022. Sinceramente, hubiese preferido que, de tocarme algo, me hubiese tocado la lotería. Pero, como no ha sido el caso —por desgracia para mí—, me conformo con hacer un breve resumen de las lecturas y descubrimientos literarios que he tenido en este 2022 que acabamos de dejar atrás.

En lo personal, el 2022 ha sido un año fructífero en lecturas. Casi todo nuevas lecturas, salvo un par de relecturas.

Entre las relecturas no podía faltar un clásico, mi viejo colega Bukowski, un autor que podría calificar de cabecera por cuanto suelo recurrir a él para dejarme atrapar por su prosa endiablada y adictiva y, de paso, recordarme que, como escritor, un mandamiento de obligado cumplimiento debe ser la brevedad y concisión en los textos. Detesto esa costumbre tan arraigada en algunos escritores que se empeñan en embarrar sus textos con digresiones y extensas descripciones que lo único que provocan en el lector es hastío y confusión. Para contar algo y contarlo bien no hace falta usar un millón de palabras. En serio.

Bukowski (Un hombre a una botella de vino pegado)

Si no has leído nada suyo conviene que sepas esto: Bukowski no es un escritor fácil de leer. Sus escritos no son amables, ni se centran en mostrar lo bello y lo hermoso del género humano. Al contrario. Su prosa es cruda, beligerante y hostil, carente de toda esperanza baldía. Bukowski es un fanfarrón y un provocador y, sin embargo, sus escritos no están exentos de cierta verdad y honestidad, pues, aunque no comulgues con él al cien por cien —yo no lo hago—, en determinados momentos te verás dándole la razón. En cualquier caso, estamos ante uno de los mejores prosistas que yo jamás haya leído.

El año pasado descubrí un nuevo título suyo del que no tenía constancia: La enfermedad de escribir. En este libro, donde se recopila parte de su extensa correspondencia con escritores, editores y amigos, Bukowski diserta sobre sus temas favoritos: los fundamentos del arte, la mala poesía, los malos escritores, los buenos escritores, todo lo que le aburre o no soporta del hecho de estar vivo, etc; y todo ello lo hace con su característico humor y su jactanciosa superioridad con respecto a (casi) todos, poniendo verde desde la Generación Beat, con Ginsberg o Burroughs a la cabeza, hasta pesos pesados como Hemingway o Shakespeare. Y es que, cuando el viejo Hank se pone ante la máquina de escribir y dispara sus dardos verbales, no hace prisioneros.

También aproveché para releer Lo que más me gusta es rascarme los sobacos, libro basado en una larga entrevista realizada por la escritora y periodista italiana Fernanda Pivano a un Bukowski algo más sosegado que de costumbre, aunque no por ello menos combativo.

A lo largo de la extensa entrevista asistimos a un ejercicio de libertad y sinceridad por parte de un escritor que jamás se cortó ni un pelo a la hora de señalar todo lo que odiaba y le disgustaba del mundo y la época que le tocó vivir.

Al más puro estilo Bukowski, es decir, como un francotirador desquiciado sin dios ni amo, el autor de Cartero va narrando qué le empujó a leer como un poseso primero y a escribir de igual modo después. Tambien describe a algunas de las mujeres que pasaron por su vida, habla de algunos de los empleos de mierda que se vio empujado a ejercer para ganarse la vida —trabajó más de una década para el Servicio Postal de Estados Unidos y ejerció diversos empleos en fábricas y almacenes de los que, tarde o temprano, o bien acababa siendo despedido o bien se acababa largando dando un sonoro portazo—. También habla sin tapujos de las borracheras continuas que le permitían seguir “peleando a la contra”, su filosofía de vida, los escritores que admira —unos pocos— y los que desprecia —que son mayoría—, etc.

A lo largo de la entrevista vemos a un Bukowski peleón, brutal en su sinceridad y controvertido en sus opiniones y apreciaciones, muchas de las cuales, he de decir, comparto.

Como ejemplo de su clarividencia a la hora de enjuiciar ciertas actividades de sus colegas de profesión, el bueno de Bukowski no cree en la utilidad de los llamados “talleres de escritura”. En un momento de la entrevista, Pivano le habla a Bukowski de Allen Ginsberg, uno de los abanderados de la contracultura de los 50 y 60, la llamada Generación Beat. La perodista le comenta que a Ginsberg no le molesta que sus admiradores le reconozcan y le paren por la calle para pedirle un autógrafo o un consejo literario.

Por eso enseña y va a los cafés —dice Bukowski—, mientras que yo no voy. Me he dado cuenta de que muchos escritores escriben hasta que llegan a ser conocidos, y luego se lee en sus notas biográficas que fulano de tal enseña ahora técnica literaria en tal o cual universidad. ¿Cómo es posible?

No. Ginsberg no enseña a escribir —puntualiza Pivano; pero Bukowski está tan metido en su ataque a Ginsberg que decide ignorar la puntualización.

Escribir es algo que no se sabe cómo se hace —afirma categórico Bukowski—. Uno se sienta y es algo que puede ocurrir o no. Y entonces, ¿cómo es posible enseñar a alguien a escribir? No consigo entenderlo, porque nosotros mismos (los escritores) no sabemos si seremos capaces de escribir. Cada vez que subo con mi botella de vino a mi despacho, a veces estoy sentado delante de la máquina de escribir durante un cuarto de hora, ¿entiendes? No es que suba para escribir, la máquina está allí, pero si no comienza a moverse, digo, bueno, es posible que ésta sea la noche en que no doy ni una.

El libro no está exento del particular sentido del humor del escritor. Como ejemplo de esto último, baste citar el siguiente fragmento de la entrevista.

Soy indiferente a la destrucción de la raza humana, me da exactamente igual. Si barrieran de la Tierra a toda la humanidad, no se perdería nada.

Así que no te importaría que arrojaran una bomba atómica —insiste Pivano.

Me importaría si yo estuviese cerca, ¿entiendes?

Jajajaja. Claro, Hank.


Dejando a un lado las relecturas, este 2022 también ha sido un año de grandes descubrimientos literarios. Entre las lecturas nuevas ha habido de todo, la verdad. Soy de los que, entre libro y libro, me gusta variar de estilo, de género y hasta de extensión. Suelo alternar novelas y relatos cortos con biografías, diarios o recopilaciones de artículos de prensa.

En 2022, por ejemplo, cayeron un par de clásicos, de esos que llevas años queriendo leer y nunca encuentras el momento de hacerlo, hasta que un día te topas con él, lo abres, comienzas a leer y te atrapa. Eso me ocurrió con 1984 de George Orwell y Alguien voló sobre el nido del cuco de Ken Kesey —magníficos libros ambos—; comencé a leer y me atraparon.

Idéntica sensación experimenté con un clásico perdido, Historias y desventuras del soldado Schlump de Hans Herbert Grimm, un libro antibelicista en el que su autor ridiculiza el sentimiento nacionalista a través de un soldado alemán bonachón e ingenuo llamado Schlump que participa, siendo un joven imberbe, en la Primera Guerra Mundial.

Retrato del escritor Hans Herbert Grimm

Una de las cosas que me animaron a leerlo fue la historia que hay detrás del libro y su autor. Cuando los nazis llegaron al poder en Alemania quemaron todos los ejemplares del libro, por considerarlo antigermánico. Grimm, que había publicado su libro bajo seudónimo, se las apañó para esconder un ejemplar emparedado entre los tabiques de su casa. Una vez acabada la guerra, recién creada la Alemania Oriental, a Grimm no le permitieron ejercer su profesión de profesor y sufrió una persecución que derivó en depresión. Grimm acabó quitándose la vida en 1950. Su novela permaneció oculta entre las paredes de su casa durante décadas, hasta que fue rescatada por Volker Weidermann, experto en libros quemados por los nazis.

El libro, que leí con interés y, en ocasiones, con creciente desazón, se divide en tres partes. La primera, la más amable y humorística, dedicada al reclutamiento, instrucción y finalmente destino del soldado Schlump como máxima autoridad en un pueblecito francés ocupado por el ejército alemán del káiser. En esta parte se nos muestra a un joven soldado más preocupado por comer bien y seducir a cuantas más jovencitas francesas se le pongan a tiro que por defender e imponer los valores germánicos en la tierra ocupada. En la segunda parte, menos humorística y más seria, se nos muestran los rigores de la guerra, con Schlump ocupando su lugar en las sucias y peligrosas trincheras del frente, rodeado de ratas y suciedad, mientras ve con horror cómo van cayendo uno tras otro sus amigos y camaradas, además de ser testigo directo de la bajeza moral de los mandos intermedios, que no dudan en comerciar y sacar provecho personal del caos, mientras los mandos superiores se dedican a usar a los soldados como carne de cañón para sus propósitos de expansión y conquista o promoción. En la tercera parte del libro vemos el triste resultado del sinsentido de la guerra, con el regreso a casa de un derrotado y avejentado Schlump, al que han arrebatado su juventud y su inocencia, y se da de bruces con una realidad inmisericorde: lo absurdo y ridículo de cualquier conflicto militar.

Desde luego, es un libro más que necesario que incita a reflexionar. Y más en estos tiempos en que, en pleno siglo XXI, vemos que seguimos cometiendo los mismos errores del pasado. Si en los conflictos bélicos fuesen los de arriba los que “se diesen de hostias”, la mitad de las guerras no habrían existido jamás.

Y para finalizar esta primera parte de mi repaso literario a 2022, deseo hacerlo con un libro sumamente entretenido: El cartero y Neruda de Antonio Skármeta, novela que inspiró la maravillosa película El cartero y Pablo Neruda dirigida por Michael Radford en 1994 con Phillipe Noiret en el papel de Neruda, Massimo Troisi como Mario Ruoppolo y la bella Maria Grazia Cucinotta como la hija de los mesoneros y objeto del amor que el joven cartero y aspirante a poeta Mario siente por ella, lo que le empuja a pedir consejo al Nobel de literatura a fin de enamorarla a través de la poesía.

Fotograma de la película "El cartero y Pablo Neruda". ¡Qué hermosa película, amigos!

La película es maravillosa —para mi gusto—, y el libro no desmerece en absoluto. Sin embargo, entre ambos existen notables diferencias. Por ejemplo, mientras que en la película la acción se desarrolla en una remota isla italiana donde Neruda vive exiliado por sus ideas políticas, en el libro la acción se desarrolla en un pequeño pueblecito de la costa de Chile, en las semanas previas al golpe de Estado de Pinochet.

La historia principal, no obstante, es la misma en ambas obras. Un joven pescador es contratado como cartero provisional con la única misión de llevar la correspondencia al ilustre escritor Pablo Neruda, que por entonces vive de manera transitoria en un lugar apartado y solitario, lejos del ruido mediático y de agitación política que se vive por aquellos días.

Si has visto la película, el libro te encantará. Y si no has visto la película ni leído el libro, cuando lo leas seguro que te animarás a ver la película que, como digo, es una maravillosa y conmovedora obra de arte.

La próxima semana seguiré con mi repaso literario a 2022.


5 comentarios:

  1. Han sido muchas las veces que he leído tus alabanzas hacia Bukowski, pero nunca me he decidido a leer nada suyo, en primer lugar porque prefiero la lectura de novelas y en segundo lugar porque esa acidez y agresividad para con todo lo que se mueve, aunque pueda coincidir con algunas/muchas de sus disgresiones, no es el estilo de lectura que más me agrada. Pero después de esta entrada, en la que una vez más lo alabas, creo que me atreveré a probarlo, je, je.
    En cuanto a la novela sobre el cartero y Neruda, vi la película (que me gustó mucho), pero no he leído el libro. A ver si algún día me animo.
    Tengo tantas lecturas pendientes que creo que ni viviendo mil años acabaría con todas elllas, porque, aunque algunos afirman que en este país no se lee lo suficiente, se publica mucho. No sé dónde leí esa frase que decía que ahora ya nadie lee, ahora todo el munco se decica a escribir, ja, ja, ja.
    Me alegro que hayas disfrutados de estas lecturas.
    Un abrazo.

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    1. Saludos, anónimo. (Esto del nuevo procedimiento para dejar comentarios en los blogs es un rollo, ¿no crees? Por cierto, para responder a los comentarios hay que seguir el mismo procedimiento -elegir entre tres opciones-, y también es un rollo. ¡Con lo fácil que era todo antes!).

      Bukowski no es para todos los paladares. Hay gente que lo adora y gente que lo detesta, y yo entiendo a ambos. Yo, de algún modo, conecté con él a la primera, y, a partir de ahí, seguí comprando libros suyos y leyéndolos de manera compulsiva, hasta completar la colección de títulos de la editorial Anagrama. De él aprendí mucho y, como digo en el post, de vez en cuando suelo recurrir a él. Si tuviese que recomendar un par de títulos suyos a alguien que no lo ha leído nunca le recomendaría "Cartero", "Mujeres" y "Pulp". Las tres son novelas. A ver si hay suerte.

      El auge de Internet y las nuevas tecnologías ha traído cosas maravillosas y otras no tanto. Entre las cosas maravillosas está el hecho de disponer de toneladas de información sobre libros, autores, pelis, series, etc. Lo malo es que, precisamente ese torrente de información, hace que muchas veces nos saturemos y algunas cosas se pierdan por el camino. Si eres autor y publicas, resulta cada vez más difícil llamar la atención entre tanto título y autores. Es el precio que hay que pagar por poder autoeditar con calidad profesional gracias a las plataformas digitales y los programas de edición actuales. Si siguiésemos en los 80 lo más probable es que yo no hubiese publicado aún ni un solo libro. Por eso me alegro de vivir esta época, aunque añore muchas de las cosas "de antes".

      Gracias por el comentario, Anónimo. Un abrazo.

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    2. He tenido que forzar al sistema a que reconozca mi careto. No entiendo por qué no lo hizo la primera vez. Y yo, que soy un despistado, no me fijé,

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  2. He leído El cartero de Neruda y visto la película. Recuerdo que ambos me gustaron mucho, aunque poco más porque han pasado ya muchos años. Hace tiempo que ando pendiente de leer Historias y desventuras del soldado Schlump. Es de esos clásicos que una apunta y ahí quedan en espera. A ver si me animo.
    Un beso.

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    1. Hola, Rosa.
      La película es preciosa. La habré visto como cuatro veces, y aún me sigue estremeciendo como el primer día. Cada vez que veo y escucho a Massimo Troisi en el papel del inocente y bondadoso cartero se me pone un nudo en la garganta. ¿Sabías que el pobre Massimo murió cinco días después de acabar el rodaje y que por eso nunca pudo ver la película terminada? Se me parte el alma cada vez que veo la secuencia final con su foto en primer plano.
      El libro también me gustó mucho, aunque haya algunas diferencias con la película.

      "Historias y desventuras del soldado Schlump" es un buen libro, aunque yo no lo "vendería" como una comedia. Admito que en la primera parte hay pequeños retazos cómicos en la pillería del joven Schlump, pero, a medida que avanza la novela, el horror y la angustia se van apoderando de la historia y te provoca desazón. Su regreso a casa tras un permiso y ver lo avejentados que encuentra a sus padres es demoledor. Aún así, es un libro que hay que leer para entender que, en ambos bandos de un conflicto bélico, siempre habrá víctimas inocentes, que se ven empujadas a la barbarie por obligación, sin entender los motivos ni las razones.

      Un beso, Rosa. Y gracias.

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