martes, 24 de enero de 2023

REPASO LITERARIO A 2022 (Parte 2)

 

 

Continúo con mi repaso a mis lecturas de 2022.

Reconozco un déficit en literatura rusa clásica. Aún no he leído nada de los grandes maestros rusos como Dostoievski, Chéjov, Tolstoi o Gogol. Hace un par de años lo intenté con Mijail Bulgákov y su celebrada El maestro y Margarita, un libro que circuló bastante entre la juventud británica de los 60, entre ellos, Mick Jagger y David Bowie, pero lo dejé tras un par de capítulos. Igual me pilló en un mal momento.

Otro fracaso similar lo experimenté la vez que intenté leer Doctor Zhivago, de Boris Pasternak. También lo dejé antes de acabar el primer capítulo. Aunque tengo un vago recuerdo de aquella experiencia —ocurrió hace como veinte años—, lo que más me costaba era el tema de los nombres y apellidos de los personajes que intervienen en la novela. Que si Yuri Andréyevich Zhivago por aquí, que si Larisa Fiódorovna Guichard por allá, y que si Antonina Aleksándrovna Gromeko y Pável Pávlovich Antípov por acuyá, acabó por dejarme tan perdido como Jerry Seinfeld y su pandilla en el episodio del aparcamiento del Centro Comercial.

Y si bien la magnífica adaptación cinematográfica que David Lean hizo de Doctor Zhivago es una de mis películas favoritas de todos los tiempos, el libro me resultó un poco rollo. Aún así, un día de estos lo volveré a intentar con Pasternak y Bulgákov.

Dicho esto, mi única aproximación a la literatura rusa ha sido a través de dos autores contemporáneos: Sergei Dovlatov y Andrei Kurkov. Del primero me he leído hasta el momento dos novelas: Los nuestros y La maleta.

Sergei Dovlatov

En Los nuestros encontré pequeños chispazos de genialidad, con un humor muy de mi agrado, con mucha ironía. Como muestra, reproduzco el siguiente pasaje del libro: «La vida había hecho de mi primo un delincuente. Creo que tuvo suerte. Si no, se hubiera convertido, sin duda, en un alto funcionario del Partido».

En lo concerniente a La maleta, aún tratándose de un libro autobiográfico, al igual que Los nuestros, la encontré más redonda, más fluida en su discurso. Vamos, que la disfruté más. Miraré por ahí a ver si encuentro algo más de este interesante autor.

De Kurkov me leí El jardinero de Ochakov, una adictiva y sorprendente novela, de ritmo ágil y vertiginoso, con viajes en el tiempo de telón de fondo que te mantiene enganchado desde la primera hasta la última página. Muy recomendable.

Reinaldo Arenas

En 2022 también descubrí a Reinaldo Arenas, fantástico escritor cubano del que leí con avidez y entusiasmo creciente El portero —magnífica y adictiva alegoría—, lo que me llevó a meterme de lleno en su Antes que anochezca —impactante libro autobiográfico donde muestra en su crudeza el horror y el desengaño que sobrevino a la revolución castrista de 1959—. En cartera tengo un par de títulos más suyos pendientes de leer.

Otro autor que descubrí en 2022 fue Roald Dahl, famoso por ser el autor de Charlie y la fábrica de chocolate. De Dahl me leí tres libros de relatos: Historias extraordinarias, Génesis y catástrofe y El librero. Para mi gusto el mejor de los tres es el último. El resto alterna cuentos muy buenos con otros más bien normalitos. En cualquier caso, me pareció un autor interesante del que seguiré leyendo más cosas suyas.

Otro grato descubrimiento fue el de Alan Bennett, un escritor teatral británico que tiene en su haber la publicación de varias novelas cortas. Descubrí a este autor gracias a la magnífica película La dama de la furgoneta, protagonizada por la incombustible Maggie Smith, una de esas secundarias de lujo que tanto lustre dan a cualquier producción donde participen.

La película, una deliciosa comedia, narra la historia real de Miss Shepherd, una anciana de misterioso pasado que vive encerrada en una furgoneta de su propiedad que estaciona en la calle y que, por avatares del destino, acaba recalando en el pequeño jardín de Alan Bennett, un joven escritor un tanto timorato que sufre con estoicismo los ataques verbales de la irascible y respondona anciana. Cuando acabé la película, que me dejó un magnífico sabor de boca, busqué el libro, adquirí un ejemplar y lo leí de un tirón —apenas sobrepasa las 100 páginas—, dejándome igual de maravillado que la peli. Tanto el libro como la peli son una auténtica delicia. Tan grato me resultó el estilo desplegado por Bennett que me tiré de cabeza a otro libro suyo: Dos historias nada decentes. Si bien este último no me resultó tan redondo como La dama de la furgoneta, su lectura me proporcionó buenos momentos igualmente.

Fotograma de la película "La dama de la furgoneta", con una estelar Maggie Smith

En 2022 me propuse leer libros de autoras que se declaran abiertamente feministas, a fin de entender un poco más ese mundo que tan ajeno me resultaba. En mis manos acabaron cuatro títulos y, honestamente, aunque me abrieron los ojos a una realidad distinta a la mía, no llegué a empatizar con ese mantra permanente que parece prevalecer en buena parte del feminismo actual y que podría resumirse en una frase: Hombre malo, mujer buena.

Ni todos los hombres son malos ni todas las mujeres son buenas. Como en cualquier grupo demográfico, “hay de todo en la viña del Señor”. Lo que no vale es elegir mal a tu compañero de viaje (estoy bastante hasta las narices de escuchar a mujeres en apariencia inteligentes manifestar sin tapujos “es que a mí los que realmente me atraen son los malotes”), y luego, cuando el chulito de turno te sale como te sale, soltar el topicazo “es que todos los tíos son iguales”. Pues no. No todos los tíos somos iguales. Y sí, cuando eliges mal, no está de más admitir tu error y decir “me equivoqué”. Por cierto, los tíos también nos equivocamos cuando elegimos a mujeres que no nos convienen en absoluto, y no por ello estamos legitimados para soltar tan alegremente “es que todas las tías son iguales”. Si un tío se equivoca al elegir pareja, el fallo es suyo y no del género femenino en su conjunto.

Los libros que leí fueron No soy ese tipo de chica de Lena Durham —irregular—, Monólogos de la vagina de Eva Ensler —por momentos, brillante, y esclarecedor—, Yo, puta de Isabel Pisano —excesivamente maniqueo, para mi gusto—, donde la autora recoge testimonios de prostitutas que narran sus experiencias con clientes, la mayoría hombres horribles y repulsivos, y Hambre de Roxane Gay, estremecedor relato de una chica aquejada de sobrepeso —llegó a pesar 261 kilos—, que come de manera compulsiva decidida a afear al máximo de sus posibilidades su propio cuerpo, debido al rechazo que le provoca su propia sexualidad tras haber sufrido una violación en su adolescencia.

Por lo leído en esos libros, y en algún que otro artículo periodístico de Rosa Montero o Elvira Lindo, la conclusión a la que llego es que no se puede extrapolar la experiencia de una única mujer convirtiéndolo en un rasgo común y distintivo a todo un género. Y esto vale para ambos sexos. Ni las unas son todas buenas ni los otros son todos malos. Y viceversa.

Mención aparte merece Paul Auster y su recopilación de Ensayos completos, libro que, como ya escribí en un post publicado en este mismo blog, está escrito con una prosa muy cuidada y elegante, y donde el autor no desaprovecha la más mínima oportunidad de declarar abiertamente su amor por la literatura. Precisamente, gracias a la pasión que derrama Auster en las páginas de su libro, descubrí a otro interesante autor, Joe Brainard, del que adquirí su interesante y original Me acuerdo, libro que leí (y disfruté) entre lecturas, ya que se trata de un libro bastante peculiar en su composición. En este libro Brainard va hilando recuerdos y vivencias de su pasado, y lo hace en frases cortas o pequeños párrafos de apenas dos o tres líneas. Lo original de su propuesta es que todas las frases comienzan con “Me acuerdo de...”.

Os dejo algunos de esos recuerdos tomados al azar:

Me acuerdo de un sueño recurrente en el que puedo volar (sin avión).

Me acuerdo del día que dispararon a John Kennedy.

Me acuerdo de desear haber sabido antes lo que sé ahora.

Me acuerdo del baile de los pajaritos.


Y de esta manera, tan original como adictiva, Brainard va tejiendo una especie de libro de memorias con frases cortas y evocadoras. No las llegué a contar, pero en algún sitio leí que sobrepasan las mil. Y, tal y como reconoce el propio Auster en su ensayo, al leer el libro de Brainard una de las primeras sensaciones que tienes es de: ¿Cómo es posible que algo tan simple y, al mismo tiempo tan genial, no se me haya ocurrido a mí, o no se le haya ocurrido a nadie antes que a Brainard?

Por cierto, mientras lees el libro, te sientes empujado a escribir tu propia versión de “Me acuerdo”, pues, a poco que bucees en tu memoria, vendrán a ti cientos de escenas de tu pasado. A mí me ocurrió.

Y hasta aquí mi resumen pormenorizado de lecturas. Al margen de los libros y autores mencionados en estos dos últimos posts, durante 2022 ha habido muchos más autores, entre los que cito a Viv Albertine, Juan Pedro Aparicio, Andrés Barba, Oscar Borrachero, Simon Critchley, Ian McEwan, Ana María Moix, Alek Popov, Chris Offut, Poe, Twain, Kafka, etc. Y entre los libros leídos ha habido novelas, ensayos, biografías, cuentos cortos y relatos, diarios, y memorias, como las de José Luís CuerdaMemorias fritas— o Harpo MarxHarpo habla—, que me resultaron muy amenas y divertidas y sirvieron para descubrirme a dos seres humanos increíbles, capaces de dedicar la mayor parte su vida a hacer felices a los demás a través de su arte. ¿Existe mejor dedicación que ésa, la de hacer felices a los demás con el poco o el mucho talento que dispongas? Salvo el hecho de salvar vidas a través de la medicina, no se me ocurre mejor profesión a la que dedicarse en la vida.

Imagen de Harpo Marx, un genio de la comedia y, además, una gran persona




2 comentarios:

  1. Pues estás hecho un lector muy activo. No sé cuántos libros habrás leído en el 2022, pero seguro que triplicas, o más, el número de mis lecturas. Entre que soy un lector lento, que dedico parte del tiempo que antes dedicaba a leer a otras actividades (sobre todo familiares) y que en la cama (mi momento ideal para la lectura) me vence el sueño más pronto que antes (será por la edad), el caso es que debo leer (no lo he contado) uno o dos libros al mes, dependiendo del número de páginas.
    A mí me ocurrió igual que a tí cuando decidí que ya estaba bien de leer novelas de actualidad cuando tenía en la biblioteca del trastero muchos clásico, de mi época del Círculo de lectores, que no había leído, y empecé por Guerra y paz, de Tolstoi,, que dejé casi de inmediato, y seguí con Crimen y castigo, de Dostoievski, y me sucedió lo mismo. Amabas lecturas me resultaron farragosas y el estilo narrativo "anticuado" (es mi percepción particular). En cambio las versiones cinematográficas de los grandes autores rusos, como Ana Karenina y Doctor Zhivago me encantaron.
    No conozco a los autores rusos contemporáneos que mencionas, pero por la trama de sus obras entiendo que te hayan gustado, pues, al igual que el caso de la Dama de la furgoneta, tienen un punto irónico, o surrealista en el último caso, que encaja muy bien con tus gustos e incluso tu ideología literaria.
    De todos loa autores que mencionas, tengo una asignatura pendiente con Paul Auster, y es que nunca he sabido por dónde incarle el diente pues toca tantos géneros que no sé por cuál empezar.
    Espero que este año te sea tanto o más fecundo que el anterior en cuestión de lecturas.
    Un abrazo.

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    1. Saludos Josep.
      La verdad es que no los suelo contar (los libros leídos en un año), pero al confeccionar la lista en la que basé estos dos últimos posts contabilicé alrededor de 44 libros en 2022. Como no he llevado la cuenta con años anteriores no sabría decir si han sido menos o más que años anteriores, aunque me atrevería a decir que 40 debe ser la media en la que me muevo (aunque depende de la extensión y el tipo de libro, claro). Eso sin contar con las relecturas de mi propio libro, que leí y releí entre diez y doce veces sólo el año pasado, a fin de limar las últimas correcciones.
      En cualquier caso leo por placer, y por aprender. También es verdad que el libro electrónico se ha convertido para mí en un compañero de fatigas inmejorable. Voy con él a todas partes y, a poco que tenga un hueco, echo mano de él.
      La literatura rusa es bastante densa, sobre todo con esos nombres de personajes, ciudades o conceptos a los que uno no está tan acostumbrado. Si a eso le sumamos un estilo farragoso, con descripciones interminables y una adjetivación excesiva, apaga y vámonos. Lo mismo me ocurre con la literatura sudamericana (salvo excepciones), o la china o japonesa (salvo excepciones, también).
      De Paul Auster te recomendaría la primera novela suya que leí, y que me encantó. Su título es "El palacio de la luna". Su libro de ensayos también es bastante interesante, aunque la parte dedicada a los poetas y la poesía me aburrió un poco. El resto, su relación con la literatura y ensayos sobre su propia vida y su relación con su padre, es de una calidad excelente.
      Leer se ha convertido, con los años, en una actividad primordial para mí. Y, como decía el gran Groucho, mi alto nivel cultural se lo debo principalmente a la televisión, pues cada vez que alguien enciende la tele me voy a otra habitación a leer un libro ; )

      Un abrazo, Josep.

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