miércoles, 30 de noviembre de 2022

NOTICIAS BIZARRAS

 

Imagen de Michael Gaida tomada de Pixabay

Los periódicos online, precisamente por su carácter de constante renovación, incluso en el mismo día, están plagados de artículos o noticias que podríamos denominar “de relleno”. Su misión es, como su propio nombre indica, ocupar un espacio que, de lo contrario, quedaría sin llenar. Este hecho o circunstancia hace que, de vez en cuando, aparezcan publicadas ciertas noticias que podríamos calificar de un tanto bizarras, entendiendo el adjetivo “bizarro” en su acepción de “raro, extravagante o fuera de lo común”.

Hace poco, en mi repaso diario de la prensa, me encontré con el siguiente titular: Según un estudio entomológico las cucarachas pueden soportar 900 veces su propio peso. En el citado artículo hacían referencia a un estudio científico en el que certificaban, de manera empírica, que los citados insectos pueden llegar a soportar una carga de novecientas veces su propio peso, sin que eso las mate.

Dejando a un lado el asombro que semejante noticia me provocó al leerla, durante mi caminata diaria no pude evitar seguir dándole vueltas al tema en mi cabeza. Es lo que tiene caminar solo, que como no tienes a nadie con quien conversar aprovechas para darle vueltas a cualquier gilipollez que en esos momentos se te pase por la cocotera.

Lo bueno de poder darle todas las vueltas que queramos a cualquier gilipollez que se nos pase por la sesera, y que, por lo tanto, se circunscribe al mundo íntimo de cada uno, es que no nos ponemos límites de ningún tipo, lo que, en ocasiones, nos lleva a desvariar más de la cuenta. Si eres escritor, esto es una auténtica bendición.

En mi desvarío cucarachil, me dio por pensar en el pobre tipo autor del citado estudio. Me imaginé a un científico al que le adjudiqué unas características físicas muy concretras. Es algo que me sale de forma natural, como cuando hablas por teléfono con alguien a quien nunca has visto en persona y automáticamente le adjudicas un físico determinado. Te sale solo.

Al científico “imaginado” le calculé una edad intermedia, entre treinta y cinco y cuarenta y cinco años. Medio calvo. Poco agraciado físicamente. Más bien un tipo del montón; es decir, de esa clase de personas que no llaman especialmente la atención y que olvidas al poco de cruzártelo. Usa gafas de pasta color caramelo modelo clásico y gruesos cristales.

Como la caminata iba a ser de las largas —unas dos horas—, hasta tuve tiempo de crearle un entorno ficticio. Eso sí, un entorno más bien tristón; tipo soltero, sin pareja, casado con su trabajo, y que, a pesar de su edad, aún vive en casa de sus padres. Y es que la ciencia, al igual que la literatura, es un oficio muy mal pagado, donde prima más la vocación y la pasión que el hecho de moverse por la vida ajustándose a la realidad y persiguiendo un fin de provecho económico y de aceptación social.

En resumen: lo que me vino a la mente fue la imagen de un soñador, que vive de espaldas al mundo y que no se plantea nada más allá de su trabajo y su pasión por la ciencia. Sólo se relaciona con colegas de la comunidad científica, con los que suele reunirse cada viernes por la noche en un pub de ambiente tranquilo y relajado, poco frecuentado, a tomar unas cervecitas sin alcohol acompañadas de unas patatas fritas de bolsa mientras charlan de sus correspondientes actividades científicas.

¿En qué andas metido, Didier? —le pregunta a nuestro protagonista uno de sus colegas en el pub. Ya véis, hasta le puse nombre al tipo. Deformación profesional de escritor enfermizo.

Pues ahora mismo estoy con un interesante estudio acerca de la resiliencia de las cucarachas. ¿Sabíais que son capaces de soportar hasta novecientas veces su propio peso? —contesta Didier.

Fascinante.

¿Y tú, Jules? ¿Con qué estás ahora? —se interesa Didier.

Mi equipo y yo llevamos meses comparando el salto de las pulgas de perro, las Ctenocephalides canis, con el salto de las pulgas de gato, las Ctenocephalides felis felis, a fin de determinar cuál de las dos especies salta más alto.

Uhm. Interesante. ¿Y habéis llegado a una conclusión definitiva?

Sí. Las pulgas de perro saltan más alto que las pulgas de gato.

Un inciso: este estudio, el de las pulgas, que parece inventado, es rigurosamente cierto. En 2008 el Ig Nobel de Biología fue otorgado a miembros de la Escuela de Veterinaria de Tolouse (Francia), por demostrar que las pulgas de los perros saltan más alto que las de los gatos; estudio que publicaron en la revista científica Veterinary Parasitology. ¿Qué utilidad práctica puede tener semejante descubrimiento? Sinceramente, lo ignoro.

A propósito, para quien no lo sepa —yo no lo sabía, hasta que lo busqué—, los Premios Ig Nobel son una parodia estadounidense del Premio Nobel que, lejos de ridiculizar o menospreciar, buscan primero hacer reír a la gente y luego hacerlas pensar. Los citados premios pretenden celebrar lo inusual, honrar lo imaginativo y estimular el interés de todos por la ciencia, la medicina y la tecnología.


Volviendo a nuestro pobre Didier —a propósito, lo de pobre lo digo porque gana poco, no porque sienta lástima por él. Allá cada cual con su vida—. Mientras el sol se mostraba dispuesto a ensañarse conmigo en mi larga caminata por aquella ruta sin sombra a la vista, imaginé al pobre Didier en la soledad de su laboratorio, con una cucaracha sobre su mesa de trabajo, a la que habría pesado previamente, mientras va poniéndole peso encima a razón de una equivalencia al peso del bicho, e ir sumando de uno en uno hasta llegar a la conclusión de que el pobre bicho en cuestión puede llegar a soportar hasta novecientas veces su propio peso. Desde luego, a eso sí que le llamo yo tener paciencia. El santo Job a su lado, un mindundi.

También imaginé lo que pensaría el desdichado bicho —ya dije que el sol apretaba bastante y no tenía sombra a mano—. La cucaracha, viendo como aquel sádico enfundado en su bata blanca de laboratorio no dejaba de ponerle peso encima, seguro que pensaría para sus adentros: «¡Joder, qué vida más triste llevan algunos! Alguien debería apiadarse de este pobre diablo y presentarle a algunas chicas. O algunos chicos, si es lo que le va. Desde luego, vaya una manera más tonta de desperdiciar su vida».

Al llegar a casa, sudando a mares y con la cabeza ardiendo de tanto pensar, me senté ante mi escritorio a garabatear unas líneas en torno a lo que había ocupado mi mente durante el paseo, “antes de que lo olvide”. Y es que, como solía decir un viejo profesor que tuve en mi adolescencia, “Más vale un lápiz corto que una memoria larga”.




4 comentarios:

  1. Si te resulta triste la vida de Didier, imagínate la de la pobre cucaracha, sometiéndose involuntariamente a ese tipo de prueba un tanto macabra, pues solo con pasarse del peso soportable quedará espachurrada.
    Ese experimento me trae a la memoria el de aquel científico que fue arrancándole una pata tras otra a una araña y esta seguía andando obedeciendo sus órdenes para que se moviera, hasta que sin patas dejó de moverse por mucho que el sesudo científico insistiera en que lo hiciera. Su conclusión fue que las arañas, cuando se les arranca todas sus patas se vuelven sordas.
    Bromas aparte, yo también pienso que hay estudios sin sentido, al menos aparentemente. Igual sucede con algunos records que pasan a formar parte del libro Guinness. ¡Cuántas hazañas absurdas no habré visto!
    Desde luego, los paseos en solitario dan para mucho.
    Un abrazo.

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    1. Lo de los paseos en solitario, ya te digo yo que sí que da para mucho. ¡La de cosas que se le pasan a uno por la cabeza! Y si encima aprieta el sol, ni te cuento. Más de un relato de los míos ha sido concebido bajo tales circunstancias; y ya ves qué clase de cosas me han salido.

      La anécdota que cuentas del científico y la araña, desternillante. Aunque, al margen de ser cierta o de tratarse de un chiste, mientras me documentaba para este artículo he tenido ocasión de leer experimentos científicos de lo más estrafalarios, como el del salto de las pulgas que comento en el post (totalmente cierto, al parecer), y otro que me llamó mucho la atención: "Las ratas no siempre distinguen el japonés hablado al revés del holandés hablado al revés". Flipante. Y mientras esto se sabe científicamente (lo de las ratas), yo, mientras tanto, viviendo en la más pura ignorancia. Así me va. Jajajaja.

      Lo de los récord Guiness, agüita con eso, que hay cada marca que flipas.

      Un abrazo, Josep.

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  2. Ja, ja. Divertido artículo. La ciencia no conoce estudios menores. Imagínate que un día se puede aplicar la resistencia de la cucaracha para fabricar algún material especialmente resistente. Los científicos estudian cosas que pueden parecer absurdas al común de los mortales, pero un día, zas, aquel estúpido estudio permite al hombre cualquier hazaña impensable. Yo tuve un profesor que había hecho su tesis en insectos ápteros y ciegos que habitan en cuevas donde jamás ha entrado la luz. Hasta que él llegó, imagino, y alteró totalmente lo que quería estudiar.
    Un beso.

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    1. Cierto lo que dices. Igual un día de estos los científicos acaban inventando un híbrido entre un humano y una cucaracha y crean un organismo vivo capaz de sobrevivir a un desastre nuclear. Espera, que ya se ha inventado: los políticos. ¿Ves?, y yo dudando de la Ciencia. Mecachis. :P

      Ahora en serio, sí que hay experimentos que, de entrada, sorprenden por su aparente inutilidad, incluso por absurdo, pero que luego, bien aplicado, suponen un salto importante para la Humanidad. En cualquier caso, los científicos y los artistas tienen mucho en común, pues ambos oficios, salvo excepciones, no te harán rico.

      Un beso, Rosa.

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