jueves, 17 de noviembre de 2022

ALGUNAS DE MIS ÚLTIMAS LECTURAS

 


Como en anteriores ocasiones, publico este post repasando alguna de mis últimas lecturas.


GEORGE ORWELL. 1984


De George Orwell, hasta el momento de afrontar esta lectura, sólo había leído Rebelión en la granja —uno de mis primeros libros como lector, que compré y aún conservo de una edición de RBA Editores—. Aquella original novela, escrita a modo de fábula y teniendo a un grupo de animales de granja como protagonistas, me pareció una magnífica representación de la condición humana.

Desde que leí aquel libro siempre tuve en mente leer algo más de este importante escritor. Sin embargo, las circunstancias y disponibilidad no me permitieron volver a reencontrarme con él hasta que no hace mucho cayó en mis manos 1984, una de sus más celebradas obras.

La novela es una distopía, es decir, “una representación ficticia de una sociedad futura de características negativas causantes de la alienación humana”, tal y como indica el diccionario de la RAE.

Escrita entre 1947 y 1948, la acción se desarrolla en un futuro distópico situado en un hipotético 1984 —de ahí el título—. Fruto de una guerra nuclear, el mundo se divide en tres grandes bloques: Oceanía, Eurasia y Asia Oriental. Estos tres bloques están en permanente conflicto, a veces aliándose dos de ellos en contra del tercero en discordia e, incluso, cambiando de aliados según varíen los intereses de los gobernantes de cada bloque. En el fondo da igual qué defienda quien, pues ninguno de los tres bloques cree realmente en la victoria, ni la desea, pues lo esencial para ellos es mantener el conflicto permanentemente vigente, ya que su objetivo prioritario es mantener al pueblo pobre e ignorante, y que focalice todo el odio y la frustración que siente por su situación contra los países extranjeros y enemigos de su Estado.

La novela se caracteriza por la obsesión de los gobernantes —denominado el Gran Hermano— por controlarlo todo, lo que les lleva a instalar cámaras de televisión en cada uno de los hogares y rincones del Estado que se encargan de monitorizar y vigilar del primero al último de los ciudadanos, llegando a ver y escuchar todo lo que hacen y dicen, y hasta lo que piensan, gracias a las avanzadas técnicas de observación y estudio facial y control de las emociones implantado por la Policía del Pensamiento.

En el Partido se basan en tres grandes lemas que resumen toda su filosofía: “La Guerra es Paz”, ya que la guerra hace que los ciudadanos no se levanten contra el Estado ante el temor al enemigo exterior, “La Libertad es Esclavitud”, pues el esclavo se siente “liberado” al no conocer otra cosa ni aspirar a ello, y “La Ignorancia es Fuerza”, ya que la ignorancia evita cualquier rebelión contra el Partido.

Entre las frases que más me llamaron la atención, y que resumen a la perfección el ambiente opresivo y desalentador que dibuja Orwell en ese hipotético futuro controlado por el Gran Hermano, destaco: “A la larga, una sociedad jerárquica sólo sería posible basándose en la pobreza y la ignorancia”. Y la segunda, entresacada de la fase de adoctrinamiento que el líder el Partido intenta aplicar al disidente y protagonista de la novela, y en la que resume el objetivo primordial de quienes dirigen los designios del país: “El Partido quiere tener el poder por amor al poder mismo. No nos interesa el bienestar de los demás; sólo nos interesa el poder. No la riqueza ni el lujo, ni la longevidad ni la felicidad; sólo el poder, el poder puro”.

Leyendo esto, a uno se le ponen los pelos como escarpias.

Al margen del tono lúgubre y el ambiente opresor que se describe en la novela, también hay hueco para el amor y la esperanza. Una lectura más que recomendable.


PAUL AUSTER. ENSAYOS COMPLETOS.


Selección de ensayos y artículos publicados por Auster a lo largo de las diferentes etapas de su dilatada carrera. La mayoría de los textos son autobiográficos, con el añadido de un par de entrevistas aparecidas en diferentes revistas literarias.

En buena parte de los textos, Auster habla del oficio de escribir, señalando la soledad como una de las herramientas imprescindibles del escritor. Para él, pocas cosas existen más placenteras en el mundo que sentarse a solas en su despacho y pasarse las horas dando rienda suelta a su imaginación y al inmenso poder de la palabra escrita. Fruto de esa inclinación por la soledad son sus continuos fracasos sentimentales —que incluyen un divorcio—, y su poca predisposición a los actos sociales. Aún así, a lo largo de los diferentes ensayos aquí reunidos, podemos ser testigos de las profundas y duraderas amistades que Auster ha ido cimentando a lo largo de su vida en distintas partes del mundo, pues, además de en su amada Nueva York, ha residido durante varios años en Francia, e, incluso, trabajó durante una temporada en un petrolero.

Su prosa es bastante fluida y, en ocasiones, bastante hermosa, lo que me animó a leerlo con interés y gozo. Me anoté algunas frases que me agradaron especialmente, como ésa en la que escribe: “Dicen que si el hombre no pudiera soñar por las noches se volvería loco; del mismo modo, si a un niño no se le permite entrar en el mundo de lo imaginario nunca llegará a asumir la realidad. La necesidad de relatos de un niño es tan fundamental como su necesidad de comida, y se manifiesta del mismo modo que el hambre”.

Auster manifiesta un amor incondicional por la literatura, además de una devoción inquebrantable por una serie de autores de los que se considera deudor, por cuanto han sido fundamentales a la hora de definir su estilo. Disfruta por igual de la profundidad de textos social y políticamente comprometidos como de textos de corte humorístico donde reinan el absurdo, la ironía y el aspecto más lúdico de la profesión. Cita entre sus humoristas favoritos a autores de la talla de Ring Lardner y S.J. Perelman —de Perelman, por cierto, he leído una recopilación de relatos con un resultado un tanto desigual. Alterna piezas muy buenas con otras que me resultaron un tanto insulsas, lo cual reafirma mi vieja teoría de lo complicado que resulta escribir humor literario—.

Me llamó la atención, por brillante, esta pieza breve atribuida a Joe Brainard, un escritor del que Auster se siente rendido admirador: “Espero que hayas disfrutado tanto de no leer esta historia como yo he disfrutado de no escribirla”. Sencillamente genial.

Es tal el amor que Auster siente por la literatura que, en lo más profundo de su ser, se siente hermanado con todo aquel o aquella que se ve empujado a anotar sus pensamientos en una hoja de papel. A todos ellos les dedica las siguientes palabras: “Pertenecemos al mismo club: una secreta fraternidad de hombres y mujeres solitarios, enclaustrados y maniáticos que pasamos casi todo nuestro tiempo encerrados en pequeñas habitaciones luchando por colocar palabras en una página. Es una curiosa manera de vivir, y sólo una persona que no ha tenido alternativa lo elegiría como vocación. Es algo demasiado arduo, demasiado mal pagado, demasiado lleno de decepciones como para que, de otro modo, alguien acepte este destino”.

Lo que menos me gustó de este libro fueron los ensayos dedicados a la poesía. De hecho, confieso que me salté un par de ellos, lo cual demuestra mi poca afinidad con esta disciplina literaria. Es un déficit que arrastro desde que era un joven imberbe, y que no sé si algún día podré superar. De momento, me va bien con la prosa, y, ¡hay tanto por leer!

Curioso mi “problema” con la poesía, ya que, por otro lado, reconozco que sí disfruto con las letras de algunas canciones de mis grupos y artistas favoritos, lo cual no deja de ser un contrasentido, ya que las letras de las canciones no dejan de ser en el fondo “poemas con música de fondo”. Como decía aquel, estamos hechos de contradicciones.

Salvando los ensayos de poesía, el libro de Auster me pareció un magnífico ejemplo de buena literatura.


Además de los libros citados, en el último año he leído varios libros de música. Hace poco acabé una interesantísima Historia del Blues de unas seiscientas y pico páginas, dos libros dedicados a la vida y obra de David Bowie —magníficos ambos—, y la autobiografía de Duff McKagan It's so easy y otras mentiras. Y es que la música forma una parte importante de mi vida desde que era un adolescente.

En fin, a seguir leyendo. Y escribiendo, claro.



2 comentarios:

  1. De George Orwell solo he leído, y de eso hace tropecientos años, Rebelión en la granja. 1984 es mi asignatura pendiente. Siempre digo que tengo que leerla, pero luego aparece otra prioridad. Debo añadir, eso sí, que el tema, que en mi juventud me atraía mucho, a estas alturas ya no tanto, pues estoy un poco saturado de distopías, que, además, suelen sacarme de quicio.
    Yo, como Paul Auster, disfruto de la soledad del escritor. El retiro, el silencio y la paz mental son ingredientes fundamentales para ponerme a escribir. De niño fui un jugador solitario, me entretenía jugando solo en mi habitación, haciendo volar la imaginación sin interferencias de terceros. Supongo que esto tiene algo que ver con mi atracción por el ejercicio de la escritura en completa soledad. Con lo que me gusta la música, no puedo, en cambio, tenerla como compañía cuando me siento ante el ordenador. Supongo que es una rareza como cualquier otra.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. A mí me pasaba igual con Orwell. A pesar de tener muy presente su "1984" -a través de artículos, entrevistas a otros autores, análisis cinematográficos a raíz de la versión de cine protagonizada por John Hurt, etc-, siempre me salía al paso otra lectura que acababa relegándola al ostracismo. Hasta que por fin, un día, llegó su momento. Y confieso que el ambiente opresivo y deprimente que describe Orwell desde el principio de la novela es como para echarse para atrás, pero cuando al fin consigues vencer esa reticencia, acabas penetrando en la obra como el cuchillo en la mantequilla, y te acaba absorviendo y, en cierto modo, fascinando. No es un libro alegre ni divertido. Es más bien concienciador. Y necesario.

      La soledad para un autor es como el agua para una planta: fundamental. Sin ella estamos perdidos. Eso sí, con los años, estoy aprendiendo a escribir con música de fondo.Sobre todo música clásica y jazz. De algún modo me estimula y me inspira. Si pongo rock se me va el oído, empiezo a mover los pies al ritmo de la música y la inspiración se me va al carajo, junto con las ganas de escribir. Así que, para escribir, mejor Mozart y Vivaldi antes que Deep Purple. : )

      Un abrazo, Josep.

      Eliminar