![]() |
Pintura de Wladimir Kush. Artista ruso contemporáneo. |
Voy
a tomarme un pequeño descanso del blog.
—¿Otra
vez?
¿Cómo
que otra vez?
—Sí.
Otra vez. Te pasas media vida tomándote descansos.
¡De
eso nada! La última vez que me tomé un pequeño descanso fue el
verano pasado. Y ha llovido mucho desde entonces. Bueno, no
literalmente. Ya sabes que aquí llueve más bien poco. En fin, que
seguro que has entendido perfectamente lo que he querido decir.
—¿Y
a qué viene lo del descanso? ¿Cuál es la justificación?
Necesito
desconectar, para recargar pilas. Y para centrarme en mis otros
proyectos.
—¿Otros
proyectos? ¿Qué otros proyectos? No irás a dejarme tirado, ¿no?
No.
Por ese lado puedes estar tranquilo. De momento.
—¿Y
cuáles son esos “otros proyectos” de los que hablas?
Ya
sabes, mi novela, diseñar una campaña de marketing para relanzar
mis libros publicados, ir planificando el tercer volumen de la
colección de relatos Absurdamente, y otras cosillas que tengo
por ahí y que no dependen única y exclusivamente de mí para que
vean la luz.
—Uhm,
interesante.
Gracias.
—¿Eh?
Te
doy las gracias por considerar interesantes mis proyectos.
—¿De
qué leches me hablas?
Acabas
de decir —y cito textualmente—: “Uhm, interesante”.
—Ah,
eso. Sí. Verás. Es que acabo de entrar en el blog de una bloguera
que...
Joder,
tú siempre pensando en lo mismo.
—No
es lo que piensas.
¿Ah,
no? ¿No se trata de una bloguera joven, guapa, sexy...?
—Pues
no. Se trata de una bloguera sensible, inteligente, y con un enorme
talento para describir emociones. Me ha impactado su manera de
escribir. En ocasiones se muestra cruda y muy visceral, y en otras es
dulce y extremadamente sensible. Se nota que es una mujer en
permanente conflicto interior, como si aún no tuviese muy claro
quién es en realidad. Es como si al escribir pretendiese encontrarse
consigo misma en sus textos, entenderse y finalmente aceptarse.
¡Wow!,
me has dejado realmente impresionado. No sabía que...
—Y
además tiene un buen par de tetas.
Estupendo.
No has tardado ni un minuto en cargarte toda la magia. Creo que has
establecido un nuevo récord de capullez. Eres un imbécil, un
inmaduro y un superficial. Y yo siempre caigo en tu trampa, como un
ratón incauto atraído por el queso.
—¿Y
qué querías? Me gustan las mujeres. Y me gusta el sexo. ¿Qué
tiene de malo? Además, antes de que digas nada, permíteme
recordarte algo. Si estamos aquí, tú y yo, aquí y ahora, es
gracias al sexo y las mujeres. No lo olvides. Jamás lo olvides.
Ellas son la razón y el origen de nuestro existir.
¡Venga
ya! ¿Y ahora te me pones filosófico? Como si no te conociera. Tú
lo que eres es un jodido salido de mierda.
—Te
equivocas. Yo soy un enamorado de la mujer. Mi admiración hacia el
sexo femenino es inabarcable. Mi última relación ha cambiado
completamente mi forma de pensar, tío. En serio. Las mujeres son
diosas, y como tales hay que tratarlas.
No
sé si creerte. De ti me cuesta creerlo casi todo. Sobre todo cuando
es algo que, al menos en apariencia, suena positivo.
—Cree
lo que quieras. Me importa un bledo lo que creas o dejes de creer.
Pues
vale.
—Pues
vale.
Pues
eso.
—Pues
eso.
Estupendo.
¿Ahora vas a repetir todo lo que yo digo, como los niños chicos?
—Como
los blogs chicos, querrás decir. Porque te recuerdo que soy un blog,
no un niño.
Lo
que tú digas.
—Pues
eso. Que te vaya bonito en tu “descanso”.
¿A
qué viene lo de entrecomillar la palabra “descanso”?
—¿Qué
pasa? ¿Acaso no puedo poner comillas donde yo quiera? Pues para que
lo sepas: yo pongo comillas donde me sale del código HTML.
No
sé ni porqué te aguanto.
—Muy
sencillo: porque me necesitas. Ambos nos necesitamos. Tú me
necesitas para llegar a tus lectores y yo necesito de tus contenidos
para seguir existiendo. Así de simple.
Odio
a los listillos. De siempre. Así que déjame decirte una cosa,
listillo. Si quisiera, podría cerrar este blog ya mismo y abrir otro
nuevo. Así de simple.
—Podrías.
Pero no lo harás.
No
estés tan seguro de eso.
—Pues
lo estoy.
Detesto
tu autosuficiencia.
—Lo
sé. Por eso incido en ella. Me gusta sacarte de tus casillas. Me
divierte. Me hace sentir vivo, útil; como aquel personaje del abuelo
que incluiste en un relato tuyo y que publicaste hace unos meses en
el blog. Por cierto, me encantó ese relato. De lo mejorcito que he
leído tuyo.
Gracias.
—A
ti. Cuando leo me gusta que me sorprendan. Y contigo aún no he
agotado mi capacidad de sorpresa ante las cosas que escribes. Tienes
un algo que consigue engancharme a tu prosa.
Oye,
¿crees que se notará mucho este autobombo promocional?
—¿Y
qué si se nota? ¿Acaso estamos mintiendo? A mí me gusta como
escribes, y por ahí fuera hay mucha gente a la que también le gusta
lo que escribes y cómo lo escribes. Lo sé porque controlo las
visitas al blog. Y las visitas no mienten. Son datos objetivos. Datos
100% fiables. No es algo inventado. Es algo real. Están ahí.
En
eso llevas razón.
—¡Pues
claro que llevo razón! Y eso debería servirte de acicate para
seguir escribiendo.
Precisamente.
—Precisamente
qué.
Pues
precisamente por eso necesito un descanso, para poder seguir creando
historias y personajes que consigan atraer el interés de la gente
que me lee. Crear no es fácil. Se necesita abstracción, y
dedicación, y mucho trabajo de corrección y exploración para
conseguir atrapar al lector en tu atrayente tela de araña. Al lector
hay que hipnotizarlo con la palabra, conseguir hacer que se abstraiga
del entorno, que escape del “mundo real”, y sumergirlo en tu
“mundo imaginario”, hacer que entre en tu “universo”, ese que
has creado expresamente para escapar de la realidad. Hecho esto, de
ti depende mantener su nivel de curiosidad hasta acabar de leer el
texto que le estás ofreciendo. De este modo se completa el círculo.
Es la única manera de darle sentido a todo esto.
—¡Hay
qué ver qué tetas tiene esa tía! ¿Decías...?
Nada.
No decía nada.
—Pues
nada, hombre. Disfrute usted de su merecido descanso.
Gracias.
—¿Has
visto? No he puesto comillas.
Ya.
—Hasta
la vista. Y que usted lo escriba bien.
Lo
intentaré. Siempre lo intento.