Creo que ya os he hablado de Elena Álvarez, mi cómplice en esa absurda empresa de llevar a escena algunos de mis relatos.
Elena
es un montón de cosas: escritora, dramaturga, fotógrafa,
realizadora, editora, guionista...¡uff, dejadme que coja un poco de
aire! O mejor, visitad su página en AFACTYS y echad un
vistazo a su currículum profesional aquí.
Además
de todo eso que he mencionado, Elena administra su propia web de
servicios editoriales, publicidad, redacción de contenidos, talleres
y cursos, bajo el sugerente nombre de EL PRIMER ACTO.
Una
vez dicho todo esto, me gustaría que conozcáis un poquito mejor a
Elena. Y para ello se me ha ocurrido entrevistarla. ¿Nos
acompañáis?
Entrevista
a Elena Álvarez
Como
autora, ¿eres más
de esperar a que las musas vengan a ti o de ir tú a
buscarlas a ellas?
Depende
del día,
del momento, del estado anímico,
de la alineación de los planetas. Pero por lo general, mi musa
—Euterpe,
más concretamente—, se porta bastante bien conmigo y me ofrece
infinidad de ideas, más o menos locas, a través de la música.
¿Eres
impulsiva creativamente hablando, es decir, te dejas llevar o eres
más metódica
y cerebral?
Estoy
como una cabra. Para qué nos vamos a engañar. Por un lado, soy una
auténtica maniática del orden y la organización, así que intento
seguir siempre unas pautas y una serie de normas autoimpuestas. Pero,
por otro lado, también soy impulsiva —de más, quizá— y tiendo
a la procrastinación con bastante empeño. Así que mi proceso
creativo se basa en una lucha constante contra mí misma, o entre mis
dos partes, si se quiere.
¿Alguna vez
alguno de tus personajes se te ha ido de las manos y ha logrado
romperte los esquemas?
Siempre.
Terminan haciendo lo que les da la gana, pero la verdad es que me
gusta que tengan vida propia, de lo contrario terminarían todos
pareciéndose demasiado a mí. De hecho, ahora que lo recuerdo,
escribí un relato sobre esto mismo en mi blog personal; Henry.
¿Piensas
en alguien cuando escribes, en un lector-tipo determinado, o te guías
única y exclusivamente por
tus gustos personales o por tu instinto?
No,
no pienso en absolutamente nadie. Lo único que me preocupa es si se
entiende bien la historia que cuento o lo que quiero expresar con
ella. Lo demás es accesorio.
¿Cuál
es el mejor consejo que te han dado, o el que más
te haya marcado, en relación a la escritura?
Difícil
pregunta. No es que me hayan regalado demasiados consejos, por
desgracia, pero recuerdo siempre las palabras que Ramón
Paso
me regaló en una entrevista que le realicé hace unos meses: «No sé
los
demás,
pero yo con veinte años era gilipollas. Con los años, la
circunstancia se ha corregido favorablemente. A los veinte o los
veintitantos todos creemos estar en posesión de la verdad absoluta y
ser inmortales. Con el tiempo, descubres que eso es mentira. José
Luis
García
Sánchez,
con quien he tenido el placer de trabajar, me dijo un día
que nadie escribe nada interesante hasta cumplir los cincuenta. La
juventud es algo maravilloso que, por suerte, se pasa con los años.»
¿Qué
autores consideras tu referencia,
esos que te sirven de guía,
de ejemplo o inspiración a la hora de abordar tus creaciones?
Murakami,
Amèlie Nothomb o Palahniuk en narrativa. Alejandro Casona y Yasmina
Reza en teatro.
¿Alguna
manía confesable a la hora
de sentarte a escribir? Porque supongo que escribes sentada, ¿no?
Más
que una manía es un vicio; fumo como un carretero cuando estoy ante
las teclas.
¿Qué
opinas sobre la autocensura
creativa? ¿Te has autocensurado alguna vez?
A
menudo, sí. Trato de evitarlo, como supongo que haremos todos, pero
pienso que es inevitable, una parte inherente al proceso mismo de
creación. Escribes, cortas, te cortas, vuelves a escribir, y así
hasta quedar lo más satisfecho posible.
¿Sobre
qué no
escribirías nunca? ¿Hay
alguna temática que jamás
abordarías?
Todo
lo relacionado con la erótica festiva me da dolor de cabeza. No
porque deteste el género, sino porque, simplemente, se me va de las
manos. Soy incapaz de escribir una escena de sexo como Dios manda,
así que las obvio y me quedo tan ancha.
Tanto
en tu faceta como autora como en tu faceta como lectora, ¿hay algún
género
por el que sientas especial predilección?
Me
gusta el realismo mágico, pero no el de Márquez precisamente, lo
siento —no lo siento—. Me encanta el realismo pero no ese que es
exacerbado, descriptivo hasta la extenuación. Y sobre todo, me gusta
lo negro. Ya sea novela negra per sé, policiaca, humorística o
costumbrista; lo que sea, pero negro, por favor.
![]() |
Fotografías de Mar Argüello Arbe |
Por
tu experiencia como editora al frente de la Editorial Argonautas y la
Revista Argonautas, ¿crees que se lee poco en nuestro país?
En caso de que tu respuesta sea afirmativa, ¿qué
medidas adoptarías
o impulsarías para animar a
la gente a leer más?
No
creo que se lea poco. No se compran libros ni se dan oportunidades
reales a pequeñas editoriales o a autores noveles, que no es lo
mismo.
Es
un tema complicado, para hablar largo y tendido, pero en resumen,
creo que es una tara importante dentro de la sociedad de este país.
Vivimos en una sociedad en la que todos somos especiales, todos somos
importantes y geniales como individuos, pero en la que no se entiende
el concepto de colectivo. Hoy en día, el gasto en cultura —tanto
desde la administración como desde el bolsillo del ciudadano medio—
es ínfimo. En vez de instar a comprar y consumir cultura a lo loco,
igual habría que plantearse por qué no se está consumiendo y
actuar en consecuencia. Porque, y a la vista está, no se va a
resolver nada, pero nada de nada, si no se parte de una buena base, y
esto no hay manera de abordarlo desde un punto de vista que no sea
pura y llanamente educativo.
Se
puede “parchear” con medidas extraordinarias a una sociedad
inculta igual que se hace con una rueda pinchada, está claro, pero
siempre perderá aire.
¿Por
qué el
humor están tan
infravalorado en el mundo literario en general? Por ejemplo, no
conozco a ningún escritor
que escriba humor y que haya ganado algún
premio literario de prestigio o que haya sido propuesto para un
premio nobel de literatura. Tengo la impresión, por mi experiencia,
que el humor no se toma demasiado en serio en el mundo académico.
¿Estás
de acuerdo conmigo? ¿Por qué crees
que ocurre esto?
No
solo en el terreno literario; ¿cuántas comedias se han llevado un
Goya o un Oscar? Déjame ayudarte: ninguna. Tampoco el género
romántico/erótico está demasiado bien visto en los círculos
académicos. Ni las tan de moda novelas Feelgood. Pero en fin, ¿qué
le hacemos? Los círculos académicos son eso, académicos, y a
menudo se encuentran bastante alejados de la realidad.
En
cualquier caso, sí creo que existen autores humoristas de gran
prestigio, que se lo han ganado a pulso y que han conseguido algún
que otro premio además de la admiración del público lector. Por
ejemplo, Tom Sharpe, uno de mis autores de humor preferido, se llevó
a casa el premio Humor Negro en el ’86 y sus novelas se han
adaptado en forma de obras de teatro y novela gráfica.
Ahora
me gustaría abordar tu
faceta como autora teatral. Sé que
ya has estrenado un par de obras teatrales de tu autoría
en los escenarios de Madrid. ¿Cómo
definirías la experiencia?
Difícil,
en todos los sentidos.
¿Qué
sentiste el día
del estreno de tu primera obra teatral? ¿Cumplió tus
expectativas?
Estaba
muy nerviosa, como es lógico. Por
amor al arte
era, desde un punto de vista escénico, bastante complicada y, para
más inri, llevaba meses sin acercarme a los ensayos, así que no
tenía ni idea de cómo iba a resultar aquella primera
representación. Al final, me sorprendieron muchas cosas, algunas
para bien y otras no tanto.
¿Tienes
algún proyecto literario en
el que estés
trabajando al margen del teatro? ¿Alguna novela, quizás?
Tengo
algunos proyectos de novela pendientes, una a medio escribir y otras
dos en modo bosquejo, pero no tengo tiempo físico para ponerme a
trabajar con ellas como merecen. También estoy escribiendo un par de
obras de teatro de gran formato y terminando una de micro, pero lo
mismo, se me va el tiempo de las manos.
De
momento estoy centrada en un taller que imparto junto a Santiago
Sánchez
y JIGF
para la asociación ADILAS y en el curso
de microteatro de Ateneo Literario
que comienza en octubre.
Hace
muy poquito has estrenado un nuevo espacio en Internet dedicado única
y exclusivamente al teatro y al que has bautizado como EL PRIMER
ACTO. En ese espacio, además
de hablar de estrenos, comentar noticias y entrevistar a gente
relacionada con el teatro ofreces diversos servicios editoriales a
autores noveles, talleres, cursos y consejos. ¿Qué
tal está siendo
la experiencia?
Bonita,
muy bonita, la verdad. Gracias a El
primer acto
estoy conociendo a gente maravillosa; autores, jefes de sala y
actores impresionantes y muy profesionales. Además, tener una página
de este tipo me obliga a mantenerme más al día sobre estrenos y
mover más el culo hacia cualquier teatro.
Por
descontado, escribir sobre lo que a uno más le gusta siempre es
mucho más gratificante, ¿no?
Ahora
hablemos del proyecto ABSURDAMENTE TEATRAL. ¿Qué
viste en los libros de Pedro Fabelo
para querer embarcarte con él
en un proyecto de esta envergadura? Sé
que ya has hablado de ello en la
página del proyecto, pero,
¡me resulta tan gratificante oírtelo
decir! Dímelo una vez más,
Sam. Perdón. Dímelo
una vez más, Elena.
(Risas.)
Vi, sobre todo, a un autor de calidad, inteligente, con buenas ideas
y un estilo propio. Me sorprendió mucho en este sentido, porque pese
a ser relatos frutos de un autor novel, estaban muy depurados y bien
pensados. Además, tenían muchos diálogos, rápidos e interesantes,
así que era imposible no imaginar cada relato sobre un escenario.
Por
último, ¿crees
que alguna vez podremos mantener una conversación como es debido por
Skype? ; )
No
caerá esa breva, ya verás. Aunque me mantengo optimista al
respecto.
Nota
del entrevistador: La
última pregunta y su correspondiente respuesta obedecen a una
memorable jornada en que Elena y yo intentamos, sin éxito, mantener una
conversación por Skype. Al principio de la conexión yo podía verla
a ella pero no podía escucharla. Luego podía escucharla pero no
podía verla. Ella, mientras tanto, ni podía verme ni escucharme. Lo
tomé como una señal. A lo largo de mi vida ha habido muchas mujeres
que no podían verme ni escucharme. ; )