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Imagen del lugar de trabajo de la Diosa Kirke |
Como ya
sabéis los habituales, disfruto mucho escribiendo este tipo de post
de agradecimiento. En ellos hago pública mi gratitud a aquellos
lectores y compradores de mis libros que, además, tienen blog
propio.
Me
enorgullece tener una lista bastante amplia de colegas blogueros que,
movidos por el apasionamiento, han decidido adquirir alguno de mis
libros para añadirlos a su colección. Incluso me consta que
algunos, yendo más allá en ese apasionamiento, hasta se los han
leído. Y los han disfrutado, oiga. ¿No es maravilloso? Pues sí, lo
es.
Y ese
precisamente es el caso de la protagonista de mi post de hoy: Kirke
Buscapina.
Pero,
antes de continuar, me vais a permitir que haga una matización: el
nombre de Kirke
Buscapina
es un seudónimo. Ella misma lo explica en una de las entradas de su
blog: Leer,
el remedio del alma.
Kirke es
la transliteración
—el reflejo exacto en que una determinada palabra se representa en
la lengua original (Gracias, Wikipedia, ¡qué haríamos sin ti!)—,
del nombre griego de la diosa Circe.
Circe
era una diosa y hechicera que tenía conocimientos de herbología y
medicina, algo que tiene mucho en común con Paloma, que es quien se
esconde tras el citado seudónimo. Cuando digo que Paloma tiene mucho
en común con Circe no me refiero a que Paloma sea una diosa y
hechicera —aunque igual sí; así que, por si acaso, ¡ave, Paloma,
permite que este humilde servidor se postre a tus pies cual miserable
gusano y alabe tu buen gusto a la hora de combinar la ropa y tu
infinita sapiencia!—.
Kirke
llegó a mi blog de la mano de otro buen amigo: Josep Mª Panadés.
Se ve que lo que leyó en aquella primera visita le gustó, pues
desde ese día sus visitas y comentarios han sido una constante, lo
cual le agradezco enormemente. No todos los días me visita una diosa
griega, caramba. Así que permitidme que presuma de ello un poco.
Un día,
en un acto de fe de esos que provocan las lágrimas en este humilde
servidor, esta buena mujer —o diosa; y no, no es que la odie. Al
contrario: la tengo en alta consideración— se pilló mis tres
libros de una tacada. Sin anestesia. Y sin haberse leído los
adelantos gratuitos que tengo a disposición del respetable público
en uno de los apartados de mi blog (si te interesa acceder a ellos y
leerlos, los tienes en la sección MIS
LIBROS,
justo debajo de la cabecera de mi blog. Son gratis, y no te costará
ni un céntimo leer lo suficiente como para hacerte una idea de qué
va la cosa. Por cierto, para los despistados: va de humor. Absurdo,
para más señas).
Un día,
Kirke, la diosa Kirke, me escribió un correo en los siguientes
términos: “Eh, tú, miserable gusano, que sepas que acabo de hacer
una reseña de tu primer libro de relatos. Y si prometes levantar un
altar en mi honor junto a tu mesa de trabajo y encender unas velas
junto a un cuenco de frutas frescas, te haré las reseñas de tus
otros dos libros”.
Así
que, temiendo la ira de los dioses —bastante tengo con la ira de la
Agencia Tributaria—, accedí a construir el altar solicitado,
comprar unas velas en los chinos y colocar un cuenco con un yogur de
frutas del bosque —lo siento, Kirke, pero mi presupuesto no da para
mucho más. Cada vez se venden menos libros y la cosa no está para
grandes dispendios—.
Y la
diosa Kirke cumplió. Y aquí tenéis las reseñas que hizo y publicó
en su blog de cada uno de mis libros:
Desde
luego, una cosa está clara: esta diosa cumple lo que promete. No
como algunos políticos.
Así
que, por cumplir con tus promesas, por comprar mis tres libros de
relatos, por leerlos y comentarlos, y por no enviarme a casa una
plaga de langostas cabreadas: “Ave, Kirke, yo te saludo y te doy
las gracias”.
A Kirke podéis leerla en su blog: Leer, el remedio del alma.
A Kirke podéis leerla en su blog: Leer, el remedio del alma.