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Woody Allen en "Recuerdos" (Stardust memories, 1980) |
Entre los seguidores de este blog —si es que aún queda alguno—, supongo que habrá quien achaque la evidente mengua de mis publicaciones en estas últimas semanas a mi pasión futbolera, lo cual explicaría el que, en vez de estar devanándome los sesos con nuevos e interesantes contenidos para el blog, me pase el día viendo partidos de fútbol por la tele, con una cervecita bien fresquita en una mano y una bolsa de patatas fritas o de frutos secos en la otra.
Si eres de los que piensan eso, desde ya te digo que no es el caso. Y no es porque no me guste el fútbol, que me gustaba —en pasado—, hasta que, gracias a la avaricia sin límites de los teleoperadores y los sueldos astronómicos de los futbolistas y sus agentes, todo ha ido derivando hacia una espiral consumista en la que casi tienes que pedir un crédito al banco o solicitar una segunda hipoteca para poder hacer frente al gasto que supone ver fútbol por televisión.
Dicho esto, me centraré en intentar explicar los motivos de mi bajón creativo en estos últimos tiempos.
A veces no sabes qué escribir. Simplemente no se te ocurre nada. Tienes la mente vacía y nada parece salir de ahí. Es como un pozo de petróleo que se ha secado.
Otras veces no te apetece escribir. No sientes ese deseo o necesidad de plasmar con palabras lo que te ronda por la cabeza. Y entonces lo dejas correr, y te ocupas de otras cosas. Por suerte, la vida no se centra en una única actividad, a menos que seas político o banquero, y en tu horizonte sólo se vislumbre un único objetivo: forrarte de pasta y poder nadar en un mar de billetes contenidos en el interior de una cámara acorazada, como el Tío Gilito.
A veces sí que tienes ganas de escribir, pero te preguntas para quién escribes. ¿Me leerá alguien? ¿Importará a alguien lo que escribo? ¿Interesarán mis letras?
Si te sientes invadido por ese tipo de dudas quizás sea porque resulta tal la avalancha de palabras que puedes encontrar en la red, disponibles a golpe de click, que apabulla. Normal que llegues a un punto en el que te plantees: ¿realmente estoy en disposición de competir con todo eso?
Hay cosas realmente buenas por ahí. Muy, muy buenas. Y también hay cosas mediocres. Y malas. Muy malas. Realmente malas, y vacías de contenido. Y, sin embargo, alguien las lee; no sé si las disfrutan o les llenan de algún modo, pero leer las leen, pues de otro modo no seguirían proliferando día sí y día también, expuestas, disponibles, visibles a millones de ojos curiosos.
Pasa como con los libros malos o las pelis malas. Si se siguen haciendo y editando es porque alguien se muestra interesado en ello, lo cual nos llevaría a plantearnos otro tipo de cuestiones, tales como: ¿qué es bueno o malo?, ¿qué tiene calidad y qué no la tiene?, ¿qué merece la pena y qué no? Y la única respuesta que se me ocurre a ese tipo de disyuntivas es: tú decides, es decir, el destinatario es siempre el que decide; a no ser que carezca de criterio propio y simplemente se deje llevar por el criterio de otros, que también pasa.
Volviendo al asunto de mi merma creativa, digamos que obedece a la suma de muchos factores. Agotamiento, decepción, inseguridad, hastío; cualquiera de esas causas me vale. Incluso la suma de todas ellas.
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Woody/Sandy Bates en otra imagen de "Recuerdos" |
Hace poco me venía a la mente una escena en concreto de la peli Recuerdos (Stardust memories, 1980), escrita, dirigida y protagonizada por mi admirado Woody Allen. La peli trata de un director de cine (Sandy Bates), interpretado por Woody, al que homenajean en un importante festival donde los organizadores hacen una retrospectiva de su obra.
Realizada a modo de homenaje a su admirado Fellini y su famosa película 8 ½, que vi una vez y confieso que me aburrió soberanamente —en general, el cine de Fellini me aburre, lo confieso—, Allen rememora escenas de su pasado, y hasta se atreve a responder de forma velada a las feroces críticas recibidas en su día por Interiores (Interiors, 1978), su primera incursión en el terreno del drama —claramente influenciado por el cine de Bergman, otro de sus directores fetiche—.
A lo largo de la peli, Sandy (Woody) reflexiona sobre su vida, su obra y sus relaciones, y lo hace tiñéndolo todo con un poso de tristeza, feroz autocrítica e inseguridades varias, lo que le lleva a cuestionarse su verdadero valor como artista.
En la escena a la que aludía anteriormente, Sandy protagoniza un surrealista encuentro con un extraterrestre, y entre ambos se establece el siguiente diálogo:
—Mira, soy un ser superinteligente —dice el extraterrestre—. Según los baremos de la Tierra yo tengo un coeficiente intelectual de seiscientos, y aún así no logro comprender qué esperas sacar de tu relación con Dorrie...
—¿No debería quizás dejar de hacer películas y hacer algo verdaderamente valioso, como ayudar a los invidentes o hacerme misionero, o algo así? —responde Allen.
—Te seré sincero: no eres el tipo de hombre que puede ser misionero. No durarías ni dos días. Y, por desgracia, tampoco eres Superman. Eres un cómico. ¿De verdad quieres ayudar a la Humanidad? Haz chistes mejores.
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Woody y una bellísima Charlotte Rampling en otra escena de "Recuerdos" |
A veces, cuando me siento desbordado por alguna situación, o desmotivado, recurro a las obras de aquellos artistas que admiro, y de los que siempre acabo aprendiendo algo, o, como mínimo, me siento reconfortado, hasta el punto de acabar relegando el problema que me atenaza a un segundo plano, invitándome a verlo todo a través de un nuevo prisma, desde una nueva perspectiva. Y eso me ha estado ocurriendo últimamente con ciertas películas y libros: que consigo relegar a un segundo plano los motivos de mi angustia vital y me invitan a retomar mi obra con renovado entusiasmo.
Y es que, a poco que lo piense, tal vez Allen me haya dado la clave para seguir en la brecha: si realmente quiero aportar algo al mundo, tal vez debería centrar mis esfuerzos en seguir haciendo aquello que mejor sé hacer y, por encima de cualquier otra consideración, intentar escribir mejores chistes.
En ocasiones, las respuestas a tus dudas se hallan en el arte de otros.