![]() |
—Vaya,
así que al fin has publicado tu tercer libro de relatos, ¿eh?
¡Blog! Así es. Ya ha salido, al fin.
—¿Y
cuándo se supone que ibas a decírmelo? Porque, que yo sepa, no he
recibido ninguna notificación al respecto. De hecho, llevo días
mirando la bandeja de entrada del correo, por si se me hubiese pasado
algún correo tuyo, y no, no he visto nada. Es más, me he tenido que
enterar por el correo de uno de tus lectores en el que te daba la
enhorabuena.
¿Lees
mis correos?
—¡Claro
que los leo!
¿Y
lo dices así, con toda la desfachatez del mundo?
—Tranquilízate,
chaval, no te vaya a dar un tabardillo. La dirección de correo está
asociada al blog. No sé porqué no habría de revisar todo lo que
entre por esa vía.
Déjame
que te lo explique. Cuando en un correo se dirigen a una persona en
concreto, en este caso a mí, automáticamente deja de ser algo
corporativo para convertirse en algo personal. Y te recuerdo que
violar la correspondencia es un delito.
—¿Violar
la correspondencia? ¿Qué te piensas, que me abalanzo sobre tus
correos cual pervertido y practico sexo con ellos?
Es
una forma de hablar.