miércoles, 1 de julio de 2020

(ALGUNOS) LIBROS QUE ME HAN MARCADO Parte 3 y definitiva

Foto de Stanislav Kondratiev bajada de Unsplash

Con esta tercera y última entrega, dejo de dar la lata con los libros que más me han marcado a lo largo —y ancho; e incluso alto— de mi carrera como escritor que no vende un carajo. Palabrita del Niño Jesús.
Allá vamos...

11 “La tournée de Dios” de Enrique Jardiel Poncela
La primera vez que tuve contacto con la literatura de Enrique Jardiel Poncela fue en casa de unos amigos que eran hermanos. El mayor de ellos era aficionado a la lectura y era normal encontrar libros desperdigados por los rincones de su cuarto, que solía ser nuestro centro de operaciones.
A mí, que soy de naturaleza curiosa, de vez en cuando me daba por pillar alguno de aquellos libros y echarles una hojeada. En una de estas cayó en mis manos un extraño libro de un autor español. Si empleo el calificativo de «extraño» es porque, en muchos sentidos, aquel libro se salía de lo normal.
Para empezar, el libro estaba dedicado «a Dios, que me es muy simpático». Eso ya me dio una primera pista de por dónde iban los tiros. La segunda pista la encontré en los muchos dibujos, carteles e ilustraciones que inundan las páginas del libro. Y la tercera y definitiva tenía que ver con el orden —más bien desorden— de los capítulos, pues aquel fascinante libro comenzaba justamente en el capítulo 20, al que le seguían el capítulo 2 y el capítulo 4, y así seguía, de manera totalmente aleatoria.
Creyendo que se trataba de un error de imprenta abrí el libro por las primeras páginas, con la esperanza de hallar en ellas una explicación razonable a aquel desvarío. Y la encontré. En una especie de advertencia al lector, que oportunamente llevaba por título ADVERTENCIA IMPORTANTÍSIMA (que no hace falta leer), el autor explica el porqué de su decisión de colocar los capítulos en ese orden concreto, además de «a los lectores inquietos y de imaginación ardiente, a los que les repugnará la forma en que los capítulos están ordenados —o más bien desordenados—, ofrecerles sendas alternativas de lectura; entre ellas, la de arrojar el libro por un balcón».
Aquel libro, el primero de ese estilo que caía en mis manos, me llamó la atención al instante. Hasta ese momento yo pensaba que el humor no tenía cabida en la literatura —más o menos lo mismo que piensan algunos guardianes de las esencias literarias—, y aquello me supuso toda una revelación.
Desde el día en que abrí La tournée de Dios por primera vez, siempre que iba a casa de mis amigos y tenía oportunidad, pillaba el libro y le echaba un vistazo.
Años más tarde, convertido ya en un lector enfermizo, adquirí mi propio ejemplar de aquella magistral novela en una edición moderna que data de 1989. Por fin la pude leer de un tirón, sin interrupciones, y constatar que Enrique Jardiel Poncela, su autor, era un auténtico genio del humor, al nivel de otros grandes como Groucho Marx o Woody Allen.

12 “Cartero” de Charles Bukowski
No consigo recordar cómo llegué a Bukowski. Supongo que era un nombre recurrente en la revista literaria que compraba entonces —años 90—, y que devotamente pillaba cada mes.
Lo que sí recuerdo fue el primer libro suyo que leí: “Cartero”, su novela autobiográfica que supuso su debut como novelista a los 49 años. Me costó 817 pesetas del año 1997. Lo sé porque aún tiene la etiqueta con el precio en el dorso.
Aquella novela me voló la cabeza. Nunca antes había leído algo como aquello, con tanta crudeza, sin filtros. Aquellos textos parecían cortados a cuchillo de lo hirientes y precisos que se mostraban.
Desde luego, Bukowski no es un autor para todos los paladares. Ni él lo pretendía. Aunque sospecho que, tras esa fachada de hombre duro que pasa de todo y de todos y que todo se la trae al pairo, no se diferenciaba de cualquier escritor que publica. Porque, como yo lo veo, las motivaciones de cada uno para escribir pueden ser múltiples y muy variadas, pero a la hora de publicar lo escrito todos buscamos lo mismo: ser leídos.
En “Cartero”, Bukowski narra sus experiencias durante los doce años que pasó trabajando como empleado en una sórdida oficina de correos de Los Ángeles. Su prosa es cruda y, en ocasiones, desagradable, dejando entrever a un tipo desencantado con la vida y con las gentes que encuentra a su paso. Sin embargo, no resulta Bukowski un amargado que se recrea en su desgracia, sino que, haciendo uso de un humor caustico, procura sortear los envites de la vida y las circunstancias con litros y litros de alcohol y mala baba.
Cuando acabé de leer aquella primera novela sentí la necesidad de seguir leyendo cosas de aquel tipo. Así que, poco a poco, me fui haciendo con cuanto título suyo encontrase en las estanterías de mis librerías favoritas. Por suerte para mí no me costó mucho trabajo pillarlos, ya que Bukowski es de esos autores que se reeditan constantemente, y, además, a precios asequibles.
Bukowski puede ser soez, repulsivo, asqueroso y antipático —no seré yo quien le niegue todo eso—, pero también es un excelente narrador, capaz de condensar en unas pocas líneas lo que a otros escritores les llevarían páginas y páginas de tediosas descripciones. Con una certera frase hace un dibujo perfecto de un personaje: «El jefe era un tío con cabeza de buey llamado Jonstone»; o de un lugar: «En aquella casa de la colina rondaba la muerte. Lo supe el primer día que empujé la puerta de persiana para salir al patio trasero».
Alguien muy sabio escribió una vez: «Lo bueno, si breve, dos veces bueno». Con Bukowski, esa máxima se cumple a rajatabla. En sus libros no encontrarás palabras de más.
13 “Frank Zappa y The Mothers of Invention” de Alain Dister
Me apasiona la música rock. Sobre todo el rock de los 60's y 70's. Por eso, cada vez que cae en mis manos algún libro relacionado con alguno de mis artistas favoritos lo suelo devorar como un glotón de la palabra. Tratándose de rock y literatura soy una especie de Triki, el monstruo de las galletas, sólo que en vez de galletas devoro letras impresas.
Los que se hayan leído mis libros sabrán de mi devoción por Frank Zappa, uno de los creadores más originales y estrafalarios que haya dado el siglo XX; y, si me apuran, diría que uno de los creadores más originales y estrafalarios que haya dado cualquier siglo en cualquier punto del Universo.
Además de por su música, de Zappa me gusta su filosofía vital y su ética de trabajo. Era un trabajador incansable que podía pasarse noches enteras encerrado en el sótano de su casa remezclando cintas o películas, componiendo música o escribiendo letras. Se mostraba obsesivo en los detalles y muy exigente y riguroso con sus músicos, a los que no dudaba en reprender o despedir ante cualquier acto de indisciplina —Zappa odiaba las drogas, y no permitía que éstas interfiriesen en su música—. Otro de los rasgos que más me gustan de Zappa es su excepcional sentido del humor: caustico, sarcástico, letal, y siempre muy beligerante con la estupidez, «ese bloque básico sobre el que el Universo está construido».
El problema que tengo con Zappa, por mucho que me duela admitirlo, es su condición de autor minoritario en nuestro país. De ahí que haya muy poco material suyo publicado en español. Así que imaginad mi sorpresa el día que me encontré con este libro en una tienda de discos que solía visitar en mis años mozos. Lamentablemente esa tienda como tal ya no existe, al igual que mis años mozos, que se fueron a hacer puñetas en cuanto pasé la barrera de los 40. Snif.
En este libro el autor, un joven periodista musical parisino que viaja a mediados de 1966 a Los Angeles para cubrir la escena musical del lugar, narra su encuentro fortuito con aquella panda de frikis. Hay que decir que en los 60's el concepto «friki» se empleaba para designar a la gente con aspecto y comportamiento estrafalario. De hecho, el primer disco del grupo llevaría por título Freak out, que puede traducirse como «alucina» o «frikis fuera».
Resulta cómico el primer encuentro del joven periodista con aquella panda de tíos raros, ataviados con ponchos mejicanos, leotardos y botas de montar encima, un atuendo de atleta de circo antiguo, o pantalones de florecillas con camiseta a rayas. Y para rematar el cuadro, ahí tenemos a Jimmy Carl Black, el «indio del grupo», ataviado con la típica chistera cherokee y su pipa de madera pendida del labio.
A partir de aquí, el autor indaga en la vida y milagros de aquella banda de nombre más extraño aún: The Mothers Of Invention. «Ya sabes, como tu madre. Al principio nos llamábamos sólo The Mothers, pero en vista de los muchos problemas que teníamos para ser contratados en los locales tuvimos que añadir lo de “las madres del invento” para que nos dejasen en paz».
Al frente de aquella panda de extraños personajes se encuentra un joven prodigio que, gracias a su enorme talento y su visión única, consigue convencer al resto de seguir su plan. Su nombre: Frank Zappa.
Zappa, autodidacta, perfectamente capaz de leer partituras, escribir sus propias composiciones, tocar la guitarra y encargarse de la voz solista, se erige en ideólogo del grupo. Bajo su mando, el grupo se interna en una senda hasta entonces inexplorada, donde la música y el absurdo se dan la mano.
Hacia el final del libro se incluye un pequeño glosario con algunas de las letras de canciones más representativas de Zappa traducidas al español. Y como muestra del humor sarcástico de Zappa, no me resisto a añadir este breve extracto de una de sus canciones más celebradas, Don't eat the yellow snow:

Nanook-a, no no
no seas un esquimal malo
Ten cuidado con los perros esquimales
y no comas esa nieve amarilla

14 “Pájaro de celda” de Kurt Vonnegut
Para ser sincero, tampoco recuerdo cuándo ni dónde compré este libro. Lo más probable es que lo adquiriese en algún momento de los años 90's. Yo compraba muchos libros por ese entonces. Leía como un poseso, y necesitaba saciar mi sed de lecturas con nuevo material que echarme a los ojos.
Cuando compré este libro no conocía de nada al autor. Si lo compré fue por una frase concreta de la sinopsis incluida en la contraportada: «Una divertida y delirante sátira sobre el dinero —y lo que la gente está dispuesta a hacer por adquirirlo y conservarlo—».
El libro lo leí con mucho interés y fascinación. Se salía totalmente de lo que llevaba leído hasta entonces. Recuerdo poco, ésa es la verdad. Confieso que soy de los que tienen tal batiburrillo de lecturas en la sesera que a veces me cuesta discernir entre unas y otras. No obstante, lo que sí puedo decir es que me gustó lo que leí, pues seguí buscando cosas de este autor una vez liquidé la novela.
De Vonnegut llevo leídas cuatro novelas. Y aunque las dos novelas suyas que más he disfrutado han sido El desayuno de los campeones y Matadero 5 —considerada por muchos como su mejor novela—, le tengo un especial cariño a este Pájaro de celda, por ser el primer libro suyo que leí.

15 “Yo, Claudio” de Robert Graves
Soy viejuno. Pero eso ya lo sabéis. Fijaos si soy viejuno que soy de los que pudo ver en la televisión el estreno de la serie Yo, Claudio. Eso ocurrió a finales de los 70's.
De aquella serie —que durante mucho tiempo la consideré “la mejor serie de televisión de todos los tiempos”— llegué a comprar su edición en vídeo VHS y posteriormente su edición en DVD. He de decir que la Roma Imperial es una de mis épocas históricas favoritas, y me encanta cualquier película que tenga que ver con ese periodo. Incluso soy capaz de verme algún que otro péplum, con aquellos decorados de cartón piedra y aquellos artistas circenses de marcados músculos y limitadas dotes interpretativas que las protagonizaban.
Todo lo contrario ocurría en la serie Yo, Claudio, cuyo elenco cuenta entre sus filas con grandísimos actores de prestigio, encabezados por Derek Jacobi, en el papel de Claudio, Sian Phillips, inmensa en el papel de la pérfida Livia, Brian Blessed como César Augusto, o un jovencísimo John Hurt en el papel de un desquiciado Calígula. Como curiosidad, señalar que en la serie hace su aparición un joven Patrick Stewart ¡con pelo!, en el papel de un retorcido jefe de la guardia pretoriana.
La serie me gustó tanto que un día, leyendo los créditos, supe que estaba basada en una novela, del mismo título, escrita por un tal Robert Graves.
¿Y qué creéis que hizo vuestro simpático escritor de humor favorito? No lo sé. Preguntádselo a él cuando lo veáis. Lo que sí sé es lo que hice yo: comprarme un ejemplar de Yo, Claudio y de su continuación,  Claudio el dios y su esposa Mesalina.
Ambos libros son tochos de más de 500 páginas cada uno. Sin embargo, su lectura, como la comida basura, es sumamente adictiva. Una vez que empiezas a leer y te sumerges en el mundo de intrigas y traiciones palaciegas que rodean a los miembros de la corte imperial, no puedes dejar de leer hasta conocer el final de la historia. ¡Y qué historia, amigos míos!
Y con intención de ir abriendo boca, os dejaré un breve extracto con el inicio de esta sorprendente y maravillosa obra: «Yo, Tiberio Claudio Druso Nerón Germánico Esto-y-lo-otro-y-lo-de-más-allá (porque no pienso molestarlos todavía con todos mis títulos), que otrora, no hace mucho, fui conocido por mis parientes, amigos y colaboradores como “Claudio el idiota”, o “Ese Claudio”, o “Claudio el Tartamudo” o “Clau-Clau-Claudio”, voy a escribir esta extraña historia de mi vida».
Decidme la verdad, con un inicio así, ¿no os entran ganas de seguir leyendo?

Y hasta aquí el repaso de los 15 libros que más me han marcado en mi trayectoria como lector y autor de mis propios escritos.
Espero que os lo hayáis pasado bien repasando conmigo algunas de las lecturas que me han formado como lector y escritor. Ya sé que no soy un escritor conocido —a día de hoy, 1 de julio, sigue sin conocerme el Tato—, pero eso no me ha desanimado. Pensad que a John Kennedy Toole tampoco lo conocía nadie cuando escribió La conjura de los necios, y que sólo obtuvo reconocimiento una vez muerto.
Yo, lamento decepcionaros, pero si para ser reconocido he de morir antes, pues, ¿qué queréis que os diga?, ¡que le vayan dando al reconocimiento por donde amargan los pepinos! Prefiero seguir vivo y disfrutando —leyendo o rascándome los sobacos— que estar criando malvas.
Leed y disfrutad, amigos y amigas.


4 comentarios:

  1. No he leído nada de Vonnegut aunque siempre anda por ahí recordándome que lo tengo pendiente y olvidado.
    El rock no es una música que me entusiasme por lo que tampoco he leído nada acerca de Zappa.
    De Bukowski leí hace muchos años
    De Jardiel Poncela he leído "Eloísa está debajo de un almendro" y "Amor se escribe sin hache", aunque sobre todo lo conozco por adaptaciones suyas en TVE en aquellos años de televisión en blanco y negro (yo soy también bastante viejuna) y creo que su teatro del absurdo es muy bueno.
    Y, por supuesto he visto dos veces la serie de televisión "Yo Claudio", una de estreno en televisión y años después cuando salió en DVD. También he leído los dos libros de Robert Graves "Yo Claudio" y "Claudio el dios y su esposa Mesalina". Son muy buenas. Ese comienzo del libro es buenísimo y recuerdo que la serie empieza exactamente igual.
    Muy buenas las lecturas que te han marcado. Con esas marcas, tienes que haber salido muy buen lector.
    Un beso.

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    1. De Vonnegut -autor que me encanta- te recomendaría para empezar "Matadero Cinco". En esa novela se reúnen todos los elementos de su escritura: una prosa muy cuidada, vastos conocimientos en las materias que trata, tendencia al absurdo y la crítica audaz al Sistema y un impecable juego de viajes en el tiempo alternando diferentes épocas históricas. De hecho, en esa novela, Vonnegut habla de su experiencia como soldado en la Segunda Guerra Mundial y el brutal bombardeo que vivió en la ciudad alemana de Dresde. Muy recomendable.
      De Bukowski, ya lo hemos hablado en otros posts míos, no puedo recomendarte nada, ya que es un autor "difícil", en el sentido de que necesitas conocer muy bien a la otra persona para poder atinar sin perder la amistad. Sólo te diré que, al margen de su brutalidad, es un excelente narrador.
      De Jardiel Poncela justamente me estoy leyendo ahora mismo "Para leer mientras sube el ascensor", que es una especie de recopilatorio que reune escritos de diversas procedencias y épocas. A pesar de lo deslabazado del proyecto -alterna piezas sublimes con otras un pelín insulsas-, cuando da con la tecla es realmente soberbio, y desternillante. Con alguna pieza me ha pasado de tener que leerla hasta tres y cuatro veces de puro gozo. "La tournée de Dios" es maravillosa, de principio a fin.
      "Yo, Claudio" es una de mis series favoritas de todos los tiempos. Y las dos novelas en las que se basa la serie son igual de soberbias.

      Me gusta leer de todo un poco, no sólo humor. Hay géneros que no me atraen nada, como el terror o la poesía, pero del resto procuro alternar géneros y autores. Eso no sólo enriquece, sino que te forma como lector y autor.

      Un beso, Rosa. Y gracias, como siempre. : )

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  2. Me lo he pasado muy bien leyendo las tres entregas sobre tus libros preferidos, de los que conservas un muy grato recuerdo. De los que hoy describes no he leído ninguno (nadie es perfecto) aunque sí conozco a los personajes y/o autores, exceptuando a Kurt Vonnegut, a quien no tengo el gusto de conocer y mucho menos leer.
    Yo también guardo un muy buen recuerdo de la serie televisiva "Yo Caudio", que seguí de principo a fin. Las "películas de romanos" no me acaban de agradar, pero sí la historia de la antigua Roma hecha novela o película, o cualquier otra obra novelada de esa época que tenga una base histórica de la que aprender.
    De Jardiel Poncela no he leído, pero sí he visto alguna de sus obras. Es sencillamente genial.
    Un abrazo.

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    1. Celebro que hayas disfrutado de este repaso a algunas de mis lecturas. Sólo he puesto aquellos libros que, por una razón u otra, han dejado huella en mí. Hay más, pero con 15 creo que es suficiente para hacerse una idea de mis influencias.
      El gusto por las películas de romanos me viene de mi abuelo. Él era muy aficionado al cine -le encantaban los westerns- y solía llevarnos de pequeños a mi hermano y a mí a las sesiones triples de cine en el Puerto de nuestra ciudad. En esas sesiones te veías de un tirón tres pelis: una de vaqueros (western) una de romanos y una de kárate. Tengo gratos recuerdos de aquella época.
      En cuanto a Jardiel Poncela, durante una época en que iba regularmente por Madrid cumplía a rajatabla un ritual: irme al teatro a ver alguna obra suya. Aún tengo guardado el programa de una de esas obras: "Los habitantes de la casa deshabitada", protagonizada por José Sazatornil "Saza" -estuvo inmenso en la obra-. El programa incluye dibujos de Mingote. Si no has leído nada suyo y te apetece hacerlo, prueba con "La tournée de Dios". Está repleta de chistes y golpes de efecto de lo más ingenioso. Auqnue claro, teniendo en cuenta mi tropezón con nuestro común amigo Woody, te recomendaría que la pillases en una biblioteca pública. No quisiera que nuestra amistad se resintiese por mis pésimas recomendaciones. ; )

      Un abrazo. Y gracias, Josep.

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