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Portadas de algunas de mis últimas lecturas |
Como avancé el miércoles
pasado, este año ha sido prolífico en lecturas. Echando la vista
atrás, la mayoría de esas lecturas se corresponden con biografías
de artistas o grupos de rock, que es mi género musical favorito;
sobre todo el rock clásico, de los 60 y 70.
Al margen de las biografías
—de las que en el presente artículo sólo incluiré un par de
ellas, para no saturar—, he leído muchos otros libros de autores y
temáticas muy diferentes entre sí.
Lo que sí quisiera dejar
bien claro es que lo que vas a leer a continuación es la opinión de
un lector que, además, da la casualidad que también escribe. Con
esto quiero decir que mi opinión es sólo eso, una opinión, y que
en modo alguno me define como autor. Tampoco el hecho de escribir me
otorga una autoridad especial a la hora de valorar una obra. A la
hora de leer, soy uno más. Y si algo me gusta, lo alabo, y si algo
me disgusta, lo digo y no pasa nada.
Dicho esto, ahí van algunas
de mis lecturas.
CÓMO SER MUJER (***)
Autora: Caitlin Moran.
Animado por el buen sabor de
boca que me había dejado su anterior novela, Cómo se hace una
chica, me animé a leer el segundo libro de esta autora
británica.
En esta nueva novela Moran
trata el tema de ser mujer y madre en los tiempos actuales, haciendo
múltiples y variadas comparaciones a cómo era ser mujer y madre en
el siglo pasado.
A pesar de tratar temas
bastante peliagudos, la autora no ha perdido su sentido del humor. De
hecho, incluso en determinados pasajes del libro su humor puede
resultar hiriente y no recomendable para según qué paladares. Yo,
que estoy bastante curtido en estas lides, no me sentí especialmente
incómodo en ningún momento, pero entendería que hubiese personas a
las que este tipo de humor les pueda resultar hasta ofensivo.
Moran se define a sí misma
como feminista, pero no se identifica con ese feminismo recalcitrante
y castrador que parece llevar la voz cantante en según qué ámbitos.
Ella defiende un feminismo muy particular; tan particular que no
excluye necesariamente al hombre de la ecuación, ni lo culpa de
todos los males que aquejan a la mujer (menos mal). Denuncia tanto nuestra inutilidad —la
de los hombres—, como la de ellas —la de las mujeres—, y eso
hace que sus opiniones y su forma de ver y entender el complejo mundo
de las relaciones interpersonales me resulte interesante, aun a pesar
de no compartirlas en su totalidad.
Admito que este segundo
libro me gustó menos que el anterior. Bajo mi punto de vista carece
de un hilo conductor bien definido y, en determinados tramos, se
extiende demasiado en el mismo tema. Creo —y es una opinión
personal—, que una buena poda le hubiese venido genial.
Le doy un tres en una escala
de cinco.
DE QUÉ HABLAMOS CUANDO
HABLAMOS DE AMOR ( )
Autor: Raymond Carver
Había leído muchas
opiniones favorables de este autor norteamericano, al que comparaban,
por su prosa cruda y directa, con autores de la talla de Burroughs o
Bukowski.
Una de las frases más
repetidas en referencia a este autor es: «Carver
es uno de los mejores y más célebres escritores de historias cortas
que ha dado la literatura norteamericana».
Llevo años leyendo esa misma frase en referencia a otros autores
como Norman Mailer, Philip Roth, Truman Capote, Ernest Hemingway, y
un largo etcétera, hasta el punto de resultarme hasta indigesta.
Para empezar, ¿quién es el
que otorga esa categoría de “mejor”?, ¿la crítica
especializada?, ¿el gremio de editores?, ¿el gremio de escritores?,
¿quién? Y siendo así, ¿qué pasa con nosotros, los lectores de a
pie? ¿es que nuestra opinión no importa un carajo?
Dejando a un lado esta
gilipollez, había leído algunos artículos que hablaban de la
decisiva “influencia” ejercida por Gordon Lish, editor de Carver,
en la obra del citado autor. Y es que, tras la muerte de Raymond
Carver víctima de un cáncer fulminante de pulmón, Lish se encargó
de propagar a los cuatro vientos que él y sólo él es el verdadero
artífice del éxito de Carver, al que incluso no duda en tachar de
escritor mediocre.
Yo, ¿qué queréis que os
diga? He leído a Carver, o a Lish según se mire, y ambos me parecen
igual de mediocres. La mayoría de sus cuentos me parecieron una
soberana estupidez, sin pies ni cabeza; una sucesión de párrafos y
líneas de diálogo que no llevan a ningún sitio, y sin un fin
concreto.
Y hablando de finales: algunos de los finales de los cuentos incluidos en esta
colección de relatos son de los más abruptos y estúpidos que he
leído en toda mi vida.
Le doy un suspenso
mayúsculo; al libro, al autor y a los mendas lerendas que adjudican
esas etiquetas de «mejor escritor de su
generación».
EL MUNDO SEGÚN GROUCHO
MARX (***)
Autor: David Bown.
Adoro a los hermanos Marx: a
Groucho, Chico y Harpo. Crecí viendo sus películas, que veía con
mi padre, mi abuelo y mis hermanos. Al principio, cuando era niño,
sólo era capaz de disfrutar de sus gags visuales, pues no tenía
capacidad intelectual suficiente como para entender los diálogos en
toda su dimensión, de ahí que de niño mi personaje favorito fuese
Harpo. Luego, a medida que iba creciendo, fui dándome cuenta de lo
absurdamente maravillosos y brillantes que eran sus diálogos,
capaces de desmontar cualquier situación, por muy seria o
comprometida que fuese. Con la llegada del vídeo doméstico, empecé
a coleccionar todas sus películas —llegué incluso a trabajar en
la distribuidora de la MGM—, y mi fascinación por ellos creció
hasta convertirse en pasión. Desde entonces, siempre que llega a mis
manos algún libro relacionado con ellos, no dudo en pillármelo.
De Groucho ya tenía varios
libros: sus tres libros autobiográficos Groucho y yo,
Memorias de un amante sarnoso y Camas, además de Las
cartas de Groucho, donde se da cuenta de una nutrida selección
de su correspondencia privada —memorable su carta a la Warner
Brothers a propósito de su polémica prohibición, con abogados de
por medio, de usar la palabra Casablanca en el título de la
película de los Hnos. Marx Una noche en Casablanca—, y una
selección de los guiones radiofónicos del programa que protagonizó
junto a su hermano Chico, bajo el título de Groucho y Chico,
abogados.
Así pues, con estos
antecedentes, cuando tuve la oportunidad de leer este libro dedicado
a la figura de Groucho Marx, no lo dudé y me embarqué en su
lectura.
Lo primero que he de decir,
a modo de advertencia, es que este libro no es un libro de humor,
aunque en él haya pequeños destellos del humor que siempre
caracterizó a Groucho. Se trata más bien de un recorrido vital por
la vida y obra de Groucho visto a través del prisma del periodista e
investigador David Brown, autor del libro.
El señor Brown empieza el
libro narrando las dificultades económicas que atravesó la familia
Marx durante los duros años de finales del siglo XIX. Unos pocos
años antes, sus padres y abuelos, inmigrantes judíos de ascendencia
alemana, llegaron a los Estados Unidos en busca de una vida mejor.
A través de las páginas de
este interesante libro —escrito de manera amena y estructurada—
conoceremos cómo fueron los primeros pasos de los hermanos en el
vodevil, de la mano de su enérgica madre, Minnie, que incluso llegó
a actuar con sus hijos como parte del elenco primigenio.
Veremos el ascenso al éxito
y la caída en el olvido una vez dejaron de protagonizar películas
juntos. También se narran, de manera fría y distante, los sucesivos
fracasos matrimoniales de Groucho, además de sus continuos fracasos
como padre ausente y distante para con sus hijos.
La parte más dura, al menos
para mí, es aquella en la que se abordan las respectivas muertes de
Chico y Harpo. Recuerdo que, cuando llegué a esos pasajes concretos,
pensé mucho en una frase que una admiradora de cierta edad le dedicó
al propio Groucho en una ocasión en que se lo cruzó por la calle.
Aquella buena mujer, sin duda agradecida por los gratos momentos que
Groucho le había proporcionado a lo largo de su vida, le dijo: «Por
favor, señor Marx, no se muera usted nunca».
Precioso, ¿verdad?
Una vez acabado, le di un
tres de cinco en mi valoración.
LENNON (*****)
Autor: David Foenkinos
Estamos ante un libro
extraño. Y maravilloso. Y original. Su autor, David Foenkinos, se
declara un fan incondicional de John Lennon, de su música y de su
persona. Y es en este punto en el que nos regala una visión
realmente original de su fanatismo, haciéndose pasar por el
mismísimo Lennon en unas supuestas sesiones de psicoanálisis en las
que va desgranando episodios de su vida de todos conocidos por
entrevistas, biografías y artículos publicados a lo largo de los
años. Y es ahí justamente donde radica su originalidad: leyendo
estas supuestas «confesiones», el
lector consigue meterse en la psique de un Lennon desnudo, más
humano que nunca, que no duda en hablar abiertamente de su relación
con las drogas, sus infidelidades matrimoniales, sus peleas y
desencuentros con sus ex compañeros en los Beatles, su relación
amor-odio con la industria y el periodismo musical, etc.
Bellamente escrito, con una
prosa cuidada y evocadora —como muestra, esta frase: «Los años
tienen la perfidia de embellecer lo que era negro»—, Foenkinos
hace un retrato minimalista y cautivador de un personaje cuya fama
trasciende lo puramente musical.
Disfruté mucho de esta
lectura, hasta el punto de concederle la máxima puntuación posible:
un cinco de cinco.
ARDEN LAS REDES (***)
Autor: Juan Soto Ivars.
En este interesante libro el
autor nos advierte de los peligros que acechan en la sombra en todo
lo relativo a Internet. Excelentemente documentado, Soto Ivars va
desgranando distintos casos de personas que, por distintos motivos,
cayeron víctimas de eso que se ha dado en llamar “la masa
crítica”.
En palabras del autor:
«Hasta la llegada de Internet a
nuestros hogares, nunca habíamos disfrutado de unos medios tan
accesibles para comunicarnos, ni de una libertad de expresión tan
extendida. Pero, de repente, todo eso empezó a molestarnos».
A lo largo del libro, el
autor va desgranando distintos casos —desde famosos a auténticos desconocidos— de gente que ha vivido en
primera persona la furia y el odio de cientos o miles de desconocidos
que, con sus comentarios o actitudes un tanto gangsteriles —amenazas
incluidas—, no han dudado en mostrar su desacuerdo ante una
determinada opinión, una idea o una simple foto. A este fenómeno
Soto Ivars lo califica de «poscensura».
Dice el autor: «La diferencia entre censura a secas y poscensura es
que en el segundo caso no se necesita el concurso del poder».
Entre los distintos casos
tratados en el libro, me he permitido exponer uno cualquiera escogido al azar. En una
conferencia sobre nuevas tecnologías, Hank y Alex, dos chavales
hasta entonces anónimos, cuchichearon entre ellos y en voz baja una
broma sexual estúpida, algo sobre «insertar un paquete de datos».
Para su desgracia, Adria Richards, una chica sentada en la fila de
delante, oyó el chiste, se giró, les hizo una foto y, sin mediar
palabra, los denunció en Twitter acusándolos de machistas. A los
pocos minutos la conferencia se interrumpió. Los organizadores del
evento habían visto el tuit de la chica, por lo que pidieron a los
dos amigos que abandonaran la conferencia. Sin embargo, el
linchamiento en las redes continuó, y al día siguiente el jefe de
Hank lo llamó a su despacho y lo despidió. Sí, por un chiste
susurrado a su amigo en una conferencia.
Uno
de los razonamientos que aporta el autor sobre la actual situación
de las redes es el siguiente: «Normalmente, en los colectivos de
Internet la identificación se produce por oposición. Para ser
feminista en la red sólo hay que demostrar que se odia a ciertos
hombres; para ser comunista, que se odia a determinados políticos y
periodistas; para ser animalista habrá que celebrar las cogidas a
los toreros». Más adelante añade: «Cualquier titubeo ante el
colectivo online podrá significar su expulsión y su linchamiento
por parte del grupo. Se habrá convertido en un traidor».
A lo largo del libro, el
autor hace referencia a ciertos casos que en su día crearon cierto
revuelo mediático. También denuncia la estrecha relación entre el
poder político y los medios de comunicación afines, y señala
ciertos casos de venganzas y castigos a determinados periodistas —con
nombre y apellidos— o ciertos medios que, saltándose las reglas,
decidieron hacer frente a las muchas presiones a las que son
sometidos a diario por sus «amos». Nada nuevo bajo el sol. Desde
que el mundo es mundo siempre ha habido una estrecha relación entre
los distintos poderes: religioso, político, económico, informativo,
legislativo. La información es poder, el poder es dinero, el dinero
es poder; y en este círculo vicioso llevamos instalados desde el
albor de los tiempos.
El libro está
excelentemente documentado, y esa es una de sus principales bazas.
También está muy bien escrito, con un lenguaje accesible y sin
demasiados adornos, lo cual no sólo facilita su lectura y su
entendimiento, sino que incita al lector a devorarlo con interés.
En mi particular valoración
le doy un tres de cinco.
ÉRAMOS UNOS NIÑOS
(*****)
Autora: Patti Smith
Admito que lo desconocía
casi todo de Patti Smith al momento de abrir su libro por primera vez
y sumergirme entre sus adictivas páginas. Lo poco que sabía de ella
es que había sido novia del teclista de Blue Oÿster Cult,
banda de rock que sigo desde hace años, y que había contribuido con su voz
rasgada y algunas letras en el que considero uno de los mejores
discos de la banda neoyorkina, el imprescindible Agents of
fortune, de 1976. También sabía que Patti está considerada una
de las musas y abanderadas del movimiento punk-rock de mediados de
los 70, cuando gente como los Ramones, Blondie, Television o Talking
Heads empezaban sus respectivas carreras.
Viéndolo en retrospectiva,
creo que el hecho de no conocer casi nada de la vida y obra de Patti
jugó a mi favor, ya que fui descubriéndola a través de sus textos.
Patti hace un minucioso
recorrido por su vida, desde su nacimiento e infancia en los
suburbios de Chicago, en el seno de una familia religiosa de escasos
recursos económicos, hasta su desembarco en soledad en el Nueva York
de finales de la década de los 60. Allí va dando tumbos, incluso
duerme en la calle y en bancos de parque, hasta que un día, mientras
trabaja de dependienta en una joyería, conoce a Robert Mapplethorpe,
un espigado muchacho de aire bohemio y soñador que acude allí a
comprar una pieza. Aquel encuentro sería crucial en su vida, pues
ella y Mapplethorpe prácticamente no volvieron a separar sus caminos
hasta la trágica muerte de él en 1989.
Tal y como ella misma cuenta
hacia el final: «Este es el diario de
una amistad, de dos personas que sólo se tenían la una a la otra».
La
prosa de Patti es hermosamente sencilla, sin grandes aditamentos,
pues no los necesita, y la evocadora fragancia que impregnan sus
letras hace que viajes atrás en el tiempo y camines junto a ella por
las calles de aquel Nueva York decadente y cautivador de los 60 y 70.
El
libro me gustó tanto que, antes de acabarlo, me compré un CD doble
recopilatorio con algunas de las mejores piezas de Patti Smith. Desde
entonces lo he escuchado unas cuantas veces, y me encanta. Su música
es tan evocadora como su forma de narrar.
Mi
valoración es de un cinco sobre cinco.
En
fin, esta ha sido una pequeña muestra de mis últimas lecturas. Como
veis, no sólo de humor vive el hombre; o sea, yo. Me gusta leer de
todo un poco, excepto terror y poesía. Hace años estuve saliendo
con una chica que amaba la poesía, y si ella no consiguió
engancharme —me refiero a la poesía, aclaro—, no creo que a
estas alturas de mi vida vaya a vivir una epifanía poética. Aunque
cosas más raras se han visto, oye.
Lo
importante, lo verdaderamente importante, es poder disfrutar del
placer de una buena lectura, ya sea rascándose los sobacos o no —eso
lo dejo a la elección de cada uno—.
Gracias
por vuestra atención. Buenas noches. Y hasta la semana que viene.