Juan Marsé no sonreía en las fotos. Yo, ni siquiera aparezco en ellas. |
Tal y comentaba hace unos días en mi último post, una de las secciones de la revista Qué Leer que más disfrutaba era aquella en la que se entrevistaba a escritores en su lugar de trabajo.
Teniendo muy presente, por un lado, el hecho de que jamás seré entrevistado para esa revista, y, por otro, que no tengo nada mejor que hacer hasta la hora de la cena, he decidido hacerme a mí mismo esa hipotética entrevista para una de las revistas literarias más importantes de este país (España).
Así pues...
EL RINCÓN DEL ESCRITOR
ENTREVISTA FICTICIA A PEDRO FABELO
Texto: Pedro Fabelo
Fotos: Pedro Fabelo
Chistes varios: Pedro Fabelo
En mayo de 2015, con la salida al mercado de su primer libro de relatos, Pedro Fabelo, “ese tío que escribe cosas”, no se convirtió en un fenómeno editorial. Tampoco en un fenómeno de ventas. En lo que sí se convirtió fue en un fenómeno de feria, pues, por uno de esos misteriosos lances del destino, a Pedro le salió un dedo extra en ambas manos, justo al lado del meñique. Eso, además de provocar grima en quien lo contemplase, le otorgaba una evidente ventaja frente al resto de sus colegas: podía teclear más rápido que cualquier otro escritor del mundo.
En noviembre de ese mismo año, 2015, lanzó al mercado su segundo libro de relatos. Se ve que el dedo extra en cada mano le estaba dando bastante rendimiento. Con este nuevo volumen tampoco logró convertirse en un fenómeno de ventas, ni en fenómeno editorial, aunque sí fue contratado por un famoso feriante en una fantástica gira por toda España como miembro de su “carromato de fenómenos de feria”.
En 2016, harto de provocar la huida y el rechazo de todas las chicas con las que conseguía citarse para tomar café, optó por acudir a un cirujano y extirparse los dedos extra.
De nuevo con cinco dedos en cada mano, Pedro Fabelo reanudó su actividad literaria tan pronto recibió el alta médica.
En septiembre de 2018, ya sin los dedos extra, publicó su tercer libro de relatos. Y, como ocurriese con sus libros anteriores, tampoco en esta ocasión logró convertirse en un fenómeno de ventas, ni en un fenómeno literario. Tampoco ganó el Premio Novel de Literatura, ni el Cervantes, el Booker Internacional o el Goncourt. Definitivamente, lo de este hombre con los premios literarios es para hacérselo mirar, con o sin dedo extra.
A pesar de no ganar ningún premio literario, ni ganar dinero con sus libros, ni ganar prestigio, lo que sí ha ganado ha sido peso. Y es que el fracaso le provoca ansiedad, y la única manera que tiene de mitigar esa ansiedad es comiendo como un descosido. Si a todo eso le sumamos el hecho de aborrecer el ejercicio físico, la suma nos da un total de 5.426,72, y no me pregunten por qué, porque no tengo ni idea —yo era de los que suspendían aritmética en la escuela—.
Este escritor canario y español, o español y canario, que vive a medio camino entre la realidad y la ficción, justo al doblar la esquina, lleva tiempo trabajando en su próximo artefacto literario: su ópera prima como novelista. Por este motivo, y dado que, como reza el dicho “la ocasión la pintan calva” (una vez la pintaron con una peluca estilo afro a lo Jimi Hendrix y, francamente, quedaba ridícula), en la redacción hemos pensado en hacerle una entrevista en su “rincón del escritor”, ese lugar un tanto caótico y desordenado donde este tipo aspira a convertirse en escritor profesional, además de aspirar una cantidad tremenda de polvo.
Destrocemos tópicos. ¿Es verdad eso que dicen de que los escritores escriben por una especie de impulso interior?
No puedo hablar por otros escritores, o, como en mi caso, por otra gente que escribe cosas. En lo que a mí respecta, escribo porque me gusta, creo que se me da bastante bien y, además, disfruto no sólo escribiendo sino leyendo lo que escribo.
¿No será usted un escritor de ordenador?
¿Ha visto mi escritorio? Más que un escritor de ordenador me considero un escritor desordenador.
Me refería a si escribe usted a mano o directamente a ordenador.
Combino ambas disciplinas. A veces no tengo el ordenador a mano, o no lo tengo encendido en ese momento, así que tomo una libreta o un trozo de papel y anoto la idea que me ronda por la cabeza en ese momento. Entre mis costumbres más arraigadas se halla el hecho de tener siempre en la mesita de noche una pequeña libreta o una agenda antigua con hojas en blanco. Ahí garabateo ideas o conceptos según me vienen.
¿Quiere decir que tiene por costumbre escribir de noche o de madrugada, incluso?
Le sorprendería saber la cantidad de chistes o ideas que me han venido en sueños o en estado de duermevela, a medio camino entre el sueño y la vigilia. Una vez me despertó una sonora carcajada, ¡la mía!
Bromea...
Para nada. Lo digo totalmente en serio. Y menos mal que duermo solo, porque, de haber dormido en pareja, menudo susto podría haberse llevado la pobre, despertada en mitad de la noche por una sonora carcajada. Creería que comparte su vida con uno de esos malvados de cómic, que se pasa la vida haciendo maldades en pos de la dominación mundial.
(Continuará...)
Pues quedo a la espera de esa continuación porque lo leído me ha gustado mucho y me ha hecho soltar alguna carcajada y eso que a mí no se me hace reír tan fácil.
ResponderEliminarTambién quedo a la espera de esa novela, aunque imagino que esa tardará más.
Un beso.
¡Hola, Rosa!
Eliminar¡Qué bien!¡Cómo me gusta hacer reír con mis escritos humorísticos! Parece fácil escribir humor, pero no lo es. De hecho, es tan difícil que no sé ni cómo lo hago. Simplemente me siento ante la hoja en blanco y dejo volar mi imaginación, y, sin saber muchas veces cómo ni de dónde, comienzan a surgir los giros cómicos y los chistes. Es más complicado de lo que parece, pero sumamente gratificante cuando todas las piezas encajan. Así que, gracias Rosa.
La novela va a buen ritmo. Ya falta poquísimo. De verdad de la buena. ; )
Un beso.
A mí, por fortuna, o por desgracia, no sabría decir, no me ha aparecido un sexto dedo en cada mano, pero sí creo que se me ha formado un callo en el cerebro de tanto pensar qué puedo hacer para que mis libros se vendan (y se lean) más.
ResponderEliminarCuando empecé a escribir relatos, yo también anotaba las ideas que consideraba interesantes en una libretita, allí donde estuviera. Incluso en la cama, cuando creía tener algo interesante, me levantaba en busca de la libreta para anotarlo, pero con el tiempo he ido abandonando esa práctica, más por pereza que por otra causa. Debería tener la libreta a mano en la mesilla de noche. Lo que suelo hacer, a falta de papel y boli, es intentar memorizar esa idea (repitiéndola mentalmente una y otra vez) para que al día siguiente la pueda plasmar en una hoja de papel, pero, generalmente, por la mañana ya se me ha olvidado. Creo que es por culpa de ese callo que se me ha formado en el cerebro, que interfiere con la memoria.
Me ha gustado mucho esta entrevista introspectiva y, al igual que Rosa, quedo ansiosamente a la espera de su continuación. Así te iremos conociendo un poco más, je,je.
Un abrazo.
Saludos, Josep.
EliminarYo también he sido (y soy) de los que, cuando no tengo papel y boli a mano, memorizo la idea en cuestión hasta llegar a casa y anotarla. Muchas veces me han venido ideas o giros, incluso diálogos, mientras daba uno de mis paseos. Imagínate, ir repitiéndome a mí mismo la misma tontería durante treinta o cuarenta minutos hasta llegar a casa y anotarla en una hoja o libreta. Lógicamente, a medida que la vas repitiendo, la idea inicial va mutando, por lo que, de manera inevitable, algo se pierde en el camino. Todo esto tendría fácil solución si llevase una grabadora conmigo con carácter permanente. Aunque, una vez intenté grabar una idea en mitad de la calle y, cuando llegué a casa, se escuchaba más el tráfico que mi voz, de lo bajo que grabé debido a mi timidez y mi sentido del ridículo. Desde ese día, volví a mi viejo sistema de ir repitiendo mentalmente mis tontunas hasta llegar a casa.
"Vender o no vender, he ahí la cuestión". Si hasta Shakespeare sufría los caprichos del marketing, ¡cómo no vamos a sufrirlo nosotros!
Un abrazo, Josep.
Hola, Pedro.
ResponderEliminarQué risa con eso de que podías teclear más deprisa que el resto de escritores, ja, ja, ja Muy bueno, :)
Y estoy totalmente de acuerdo con el comentario de Rosa, es muy difícil hacer reír, creo que es de los géneros más complejos.
Voy a por la continuación.
Un beso.
Hola, Irene.
EliminarNo sabes la alegría que me da saber por vuestros comentarios que aquello que escribo con una clara intención humorística consigue su objetivo. Coincido plenamente con vosotras, con Rosa y contigo, en lo de calificar el arte de hacer reír como uno de los más difíciles. Lo sé porque yo, como consumidor y productor de risas, soy de lo más exigente, y sé por experiencia lo difícil que resulta "conectar". Celebro, tras todos estos años de experiencia bloguera y como autor autoeditado, haberme encontrado con una base de lectores que me demuestran seguir disfrutando con mis ocurrencias. Conectar es la palabra clave. Sin conexión, sólo serían ideas lanzadas al aire, ideas que irremediablemente se perderían "como lágrimas en la lluvia" (esta frase se la tomo prestada a Philip K. Dick).
Un beso.