Un
día, trabajando fuera de horas en la oficina, me vino una pequeña
historia a la cabeza; el inicio en realidad. La
cosa es que aquel inicio era tan prometedor que dejé lo que estaba
haciendo, abrí el procesador de textos, y empecé a transcribir lo
que mi cerebro pergeñaba.
En
poco más de media hora ya tenía media historia escrita. Lo más
curioso de todo era que aquella historia me tenía tan enganchado que
yo mismo apremiaba a mi cerebro con preguntas tipo: «Vale, esto es
genial, ¿qué ocurre ahora? ¿Dónde va ese personaje? ¿Qué va a
hacer a partir de aquí?». O sea, que mi parte lectora se había
enganchado a lo que mi parte creativa estaba creando. Qué cosas.
Lo cierto es que en poco más de una hora tenía un esbozo más o menos definido de la historia: con principio, nudo y un posible final.
Lo cierto es que en poco más de una hora tenía un esbozo más o menos definido de la historia: con principio, nudo y un posible final.
Aquella
experiencia fue una de las más alucinantes que había tenido en toda
mi vida. Había sacado una historia de la nada, sin proponérmelo
siquiera, como si hubiese llegado a mí desde algún remoto lugar de
origen desconocido, se me hubiese metido en el cerebro y
alguien me la estuviese dictando para que yo la escribiese.
Insisto:
aquello fue realmente alucinante.
Aquella
experiencia había sido tan gratificante que, a partir de aquí,
comencé a sentir la necesidad de escribir mis historias de una
manera más «literaria»,
ya que hasta entonces lo único que había hecho era escribir
pequeñas ideas o frases que sirviesen de base para mis dibujos o
cómics.
Desde
mis tiempos de estudiante —hace siglos de eso— he tenido la sana
—o insana— costumbre de llenar libretas con pequeñas ideas,
frases, esbozos, dibujos, etc.
También
aprovechaba las agendas que me regalaban en el trabajo, o las que me
regalaban mis familiares, para llenarlas con mis mierdas. Por llenar
que no quede, ¿no?
Estas son algunas de las libretas con apuntes que aún conservo (1990-1997) |
Algunas de las chorradas que contienen esas libretas (abajo del todo se puede ver la fecha: Septiembre de 1997) |
Este es otro de los cómics que hice y que aún conservo. Año 1991. |
Así
que, en poco más de un año, ya tenía material suficiente como para
conformar una primera antología.
En
1996 llevé al Registro de la Propiedad Intelectual mi primera
colección de relatos. En apenas 73 folios desplegaba todo mi arsenal
literario de entonces —algunos relatos, un par de piezas teatrales,
diversos ensayos de corte humorístico y una pequeña colección de
aforismos—.
Algunas
de esas piezas sirvieron de base a algunos de los cuentos y relatos
que años más tarde aparecerían en algunos de mis libros de la
colección ABSURDAMENTE, como, por ejemplo, Diario de un taxista en Nueva York, Pues sí que estaba oscuro o Ralph el plasta; eso sí, las versiones que acabaron en los libros están mucho más trabajadas, todas ellas fueron ampliadas y desde luego mejoradas (habían pasado casi veinte años desde que las escribiese por primera vez).
Hoy,
al leer algunas de esas primeras piezas y compararlas con las cosas
que escribo actualmente noto esa evolución en mis letras.
Han
pasado veintitantos años desde entonces, y eso se nota. Y mejor que
se note. Eso significa que he mejorado, que he adquirido experiencia
y ganado en oficio. Porque escribir, además de un arte, es un
trabajo que requiere de mucho esfuerzo y dedicación si pretendes
vivir de ello.
Y
para hacerlo bien —lo de escribir— debes leer mucho, y aprender
cómo lo hicieron otros hasta encontrar tu propio estilo, tu propia
voz.
Y
es que los escritores, o los aspirantes a serlo —aún no tengo muy
claro cuándo alguien debe considerarse a sí mismo escritor— somos
la suma de nuestras lecturas. Cuantos más libros de otros autores
nos vayamos echando a la espalda, más rica y amplia se irá haciendo nuestra
visión literaria.
Aprenderás
casi sin darte cuenta, de los libros buenos y también de los malos.
De los libros buenos aprenderás lo que debes hacer para mejorar tus
escritos, y de los libros malos aprenderás lo que debes evitar para
no caer en los mismos errores que sus autores. Lo de valorar si un
libro es bueno o malo o si un autor es bueno o malo lo dejo en manos
de cada uno. Cada cual tiene sus gustos y sus preferencias y busca
cosas distintas en los libros, de ahí que no haya una misma
respuesta a la pregunta de si un libro es bueno o malo;
dependerá siempre de tu percepción como lector.
Esto
no quita para que, como autores, opinemos sobre lo que nos parece tal
o cual libro o tal o cual autor. Porque si hay algo que nos enseña
el leer mucho es a ir construyendo un criterio propio, y a tener cada
vez más claro qué nos gusta y qué no.
La próxima semana cerraré este breve repaso a mis orígenes en esto de la escritura con un último post.
Gracias por deleitarnos con la historia de tus principios literarios. Algún día, que espero no sea muy lejano, cuando seas famoso, esas notas, croquis y dibujos se cotizarán muy alto en las subastas, como las letras manuscritas de las canciones de los Beatles.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias a ti, Josep Mª, por mantener el interés en este tipo de artículos, algo más personales.
EliminarNo sé si llegaré a ser famoso algún día. No es algo que me preocupe, la verdad. De hecho, no me importaría morir siendo un perfecto desconocido y, a pesar de ello, haber podido vivir de mis libros, en plan Thomas Pynchon, del que nadie sabe qué aspecto tiene y sin embargo posee una legión de fans en todo el mundo que le permiten vivir de lo que escribe sin conceder entrevistas ni aparecer en televisión. Lo que escribe me parece un coñazo -lo poco suyo que he leído-, pero su estatus sí que me llama mucho.
Un abrazo, Josep. Y gracias, como siempre. : )
Me ha encantado leer tus inicios literarios, Pedro. Ademas, los dibujos que pones son muy chulos, con el de la hierva me he descojonado. A ver si hay suerte y nos hacemos famosos, jeje. Un fuerte abrazo y espero impaciente el cierre de esta pequeña serie! ; )
ResponderEliminarMuchas gracias, Ramón.
EliminarCelebro que este tipo de artículos, algo más personales, consigan atraer vuestro interés. Te agradezco tus palabras hacia mis dibujos. Es un arte que dejé de lado para dedicarme a otras expresiones artísticas; aunque, de vez en cuando, me gusta darle al lápiz y dejarme llevar. De hecho, las portadas de mis dos libros publicados hasta el momento son dibujos míos expresamente diseñados para dichas ediciones.
No os haré esperar demasiado. El lunes tengo previsto publicar la tercera y última parte de esta serie. Confío en seguir manteniendo vuestro interés.
Recibe un atento saludo, Ramón. Y gracias por pasarte por aquí y por dejar tu huella.
Pedroooooo!
ResponderEliminar¿Pensabas que te había olvidado? pues no.
Como siempre mis felicitaciones por tus artículos y por toda tu "genialidad".
Para mí ya eres "famoso", un famoso encantador.
Dos abrazos uno de Vilma y otro de Ana
Saludos, Ana/Vilma : ))
EliminarMe siento honrado y agradecido de que personas como tú se pasen por aquí a leer lo que esta "absurda mente" crea, escribe y publica en este rinconcito perdido en la inabarcable inmensidad de la blogosfera.
Gracias por los abrazos. Son bien recibidos. Os envío otros dos de vuelta. Y un par de besos de regalo. Ea, que me siento generoso.
Cuidaos las dos. ; )
Me encanta lo que dices de echarnos a nuestra espalda libros de otros autores, elegir si son buenos o malos ya es cosa nuestra. He de decir que he leído libros que estaban regular escritos, (desde mi más modesta opinión) y me han enganchado más que la de otro escritor que para mí escribía mejor. Esto me lleva a reflexionar si a veces una buena idea que te enganche es mejor que su forma de escribir.
ResponderEliminarUn besillo.
Hola, María.
EliminarInteresante cuestión la que planteas: ¿es mejor el fondo o la forma? Supongo que en la sabia combinación de ambos conceptos está el quid. Yo también he leído algunos libros catalogados como "obras menores" que, sin embargo, me han proporcionado mayor placer y satisfacción que otros libros y autores considerados más "serios" y "literarios". Y a la inversa, libros y autores catalogados como "imprescindibles" y que a mí me han resultado auténticos ladrillos. La calidad está en los ojos de quien lee. Si para ti algo es bueno, ¿qué importa lo que opinen los demás?
Otra cosa son las "segundas" o "terceras" oportunidades. Me refiero a esos libros y autores que, a pesar de no haberte entrado a la primera ni a la segunda intentona, llega un día, lo abres, lo empiezas a leer y te ves diciéndote a ti mismo: "¡Vaya, esto es bueno!". Hay obras que llegan a ti en el momento equivocado; tampoco somos los mismos hoy de lo que fuimos hace diez o quince años. Como seres vivos que somos evolucionamos, y esa evolución hace que nuestros gustos y percepciones cambien, se adapten a nuestras nuevas circunstancias. De ahí que lo que hoy consideramos "malo" o "aburrido", puede que llegue un día que lo consideremos maravilloso y excepcional.
Un besillo, María. Y gracias por tu visita y tu comentario.
Pedro, como ves ando por aquí leyendo tu crónicas, viendo tus dibujos y son muy hinchantes sobretodo el de pisar la hierba mejor fumarla. Pues nos parecemos yo leía chistes y alguno dibujaba, pero en la escuela aprendí a dibujar y gané algún 1º premio de dibujo escolar por un ciclista mareado (que pena no conservo el dibujo, se lo quedó el ayuntamiento). Pero sí que a lo largo de mi vida tenía pendiente pintar, hacer manualidades. La afición por escribir llegó más tarde. Pero cumplí el sueño de mi madre estudiar y sacar tres títulos: FPI administrativo, FPII administrativo y Auxiliar de Clínica. Eso con más de 30 años de edad en régimen nocturno. Mientras en el último año cuidaba a no mi madre con Alzheimer. Ahí comencé a aprender a pintar para liberar la presión y comencé a escribir sobre todo para mí, para dejar toda mi rabia y mis miserias en un papel. ¿No ves cómo hay tiempo para todo?
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