Leer
es un placer. No siempre, es cierto. Hay libros cuya lectura se
asemeja más a una tortura china que a una apacible sesión de
mindfulness. Pero eso no es malo. Al contrario. Es fantástico. ¿Por
qué? Pues porque del mismo modo en que si no existiese el mal no
existiría el bien, si no existiesen los libros malos y aburridos no
existirían los críticos literarios y los académicos. Y los
pedantes. Uhm, ahora que pienso en ello, igual no estaría tan mal
que no existiesen los libros malos y aburridos, ¿no?
Bah,
da igual.
Este
año 2018 está siendo una cosecha de lo más interesante, la verdad.
Hasta el momento llevo contabilizados...uhm, ¿desde cuándo llevo la
cuenta de los libros leídos? Esto no es una competición. Nunca lo
ha sido. Si leo es porque me gusta, me divierte, me entretiene; y
además de todo eso, aprendo. Aprendo lo que hay que hacer y lo que
NO hay que hacer, si decides dedicarte a este noble oficio.
En
fin, de lo leído ha habido de todo. Bueno y malo. Y aunque ha habido
algunos libros que he tenido que abandonar por lo insufrible que me
estaba resultando su lectura, para esta ocasión he decidido hablar
de los que sí acabé. De los otros, los coñazos, hablaré otro día.
Josh
Bazell. Burlando a la parca
La
novela va de un tipo que es médico residente en uno de los peores
hospitales de Manhattan. Pero este tipo, además de estar cachas y
ser un experto en artes marciales, tiene un sorprendente pasado como
asesino a sueldo de la mafia. Si trabaja como médico es gracias a un programa de protección de testigos del FBI que le permitió,
además de cambiar de identidad, estudiar una carrera de medicina en
el tiempo que permaneció oculto de sus antiguos “jefes”.
La
novela empieza de manera trepidante, pues el protagonista sufre un
intento de atraco a la entrada del hospital en un turno de noche. La
manera de resolver la situación ya nos da una idea clara del
carácter del personaje: alguien que, lejos de huir de los problemas,
los encara y se enfrenta a ellos a pecho descubierto.
Todo
iba relativamente bien en su vida hasta que le asignan a un paciente
con un cáncer de estómago al que le han dado tres meses de vida.
Pero, ¡oh, sorpresa!, resulta que ese paciente es otro miembro de la
mafia, que reconoce al protagonista y le ofrece un trato: si logra
mantenerlo con vida promete no delatarle, pero si muere ha dado
órdenes a sus antiguos colaboradores de dar la voz de alarma en el
vasto círculo del crimen organizado.
La
trama se va complicando a medida que vamos sabiendo más de los
orígenes y el oscuro pasado del protagonista (Pete Brown), en una imparable escalada de sucesos y personajes que van sucediéndose en
una espiral continua de violencia.
La
novela es trepidante, adrenalítica, por momentos hilarante —sobre
todo en lo relativo al funcionamiento de un hospital—, emocionante
e impredecible. Además de estar muy bien escrita, con los detalles
justos y sin excesos en las descripciones, se nota que el autor ha
estudiado muy mucho el ritmo, en ocasiones endiabladamente acelerado,
algo que a muchos escritores se les suele olvidar.
Por
si os sirve de algo, os diré que la novela me la leí en pocos días,
ya que la forma en que el autor va encadenando la trama se me hizo
realmente adictiva. Altamente recomendable, tanto para amantes de la novela negra como para lectores adictos a una buena historia bien escrita.
Douglas
Coupland. Todas las familias son psicóticas.
La
novela arranca en las horas previas a un encuentro familiar que se
llevará a cabo en un hotel. La reunión viene motivada por el
inminente envío de uno de los miembros de la familia —una de las
hijas de la protagonista— a una expedición aeroespacial organizada
por la NASA.
A
medida que avanza la historia, vamos viendo la difícil y pintoresca
relación que la matriarca mantiene con los distintos miembros de su
familia —divorciada de un inmaduro que sale con una chica más
joven que su propia hija, un hijo casado con una fundamentalista
religiosa, una hija que es una eminencia en ingeniería y trabaja
para la NASA, y un hijo algo descarriado que, fruto de un accidente,
acabó contagiando de sida a su propia madre; vamos, un angelito—.
La
novela es muy amena y entretenida, y por ella van pasando toda suerte
de personajes a cual más “psicótico” y desquiciado. Poco a
poco, vamos siendo testigos de una trama que va complicándose y
retorciéndose de tal manera que te preguntas cómo demonios va a
salir esa pobre mujer —la madre— de los bretes en los que se ve
inmersa por culpa de su desquiciante familia.
He
de decir que el personaje de la madre —para mí la protagonista
absoluta de la novela— es de esos personajes de los que acabas
enamorándote, por su aparente sencillez, su filosofía vital y su
entereza para enfrentarse a las distintas situaciones, a cual más
absurda, en las que se ve envuelta.
Su
lectura me resultó amena y placentera.
Nick
Hornby. Alta fidelidad.
Me
encantó la película basada en esta novela. De hecho, la tengo en
DVD, y la habré visto como cuatro o cinco veces. Su banda sonora es
excepcional, y lo que cuenta me toca especialmente: la vida de unos
locos románticos que viven “aislados” en su mundo de fantasía
protagonizado por la música.
El
protagonista de la novela es un treintañero propietario de una
tienda de discos de segunda mano situada en una barriada de Londres.
Con él trabajan dos peculiares empleados, igual de flipados que él
por lo que consideran “la buena música”, y el odio visceral a
todo lo que se salga de sus particulares gustos.
He
de decir que la película —protagonizada por John Cusack, Jack
Black, Lisa Bonet y Catherine Zeta Jones, entre otros—, me gustó
infinitamente más que la novela. El porqué es muy sencillo: en la
peli, el personaje principal (John Cusack) se hace querer, a pesar de
sus rarezas, indecisiones y peculiaridades. Sin embargo, el
protagonista de la novela me resultó irritante, infantil, torpe
hasta decir basta, y con unas idas de olla que cada dos o tres
páginas me entraban unas irreprimibles ganas de meterme en su mundo,
pillarlo por la pechera y darle unas cuantas leches para ver si
espabilaba de una vez.
Esta
novela es el ejemplo perfecto de peli que supera al libro en el que está basada. Y no es la única. Tengo unas cuantas en la mente ahora mismo. No siempre el libro es mejor que la peli, os lo aseguro.
En
definitiva, la novela me resultó irritante. La peli me sigue
pareciendo una maravilla; a pesar de los excesos de Jack Black (a
este muchacho a veces hay que atarlo en corto).
Primo
Levi. Si esto es un hombre.
Narrada
en primera persona, Primo Levi habla de su experiencia como
prisionero en el campo de exterminio nazi de Auschwitz. Lo que cuenta
es duro, crudo y especialmente abominable. Lo que ocurrió en aquel oscuro periodo de nuestra Historia reciente fue duro, crudo y especialmente abominable. Sin embargo, hubo algo en
esta lectura que me mantuvo un tanto alejado de esa dureza y crudeza,
y que por momentos me indignaba casi más que las propias atrocidades de
los nazis y los colaboracionistas, entre los que se encontraban algunos prisioneros, y es la frialdad con la que Primo Levi narra lo sucedido en
aquel infierno. Hubo momentos durante la lectura que me parecía
estar leyendo la obra de un notario carente de emociones, alguien a
quien le hubiesen arrancado los sentimientos con unas tenazas
privándolo así de sensaciones humanas.
Soy
consciente de que se han escrito cientos de libros basados en los
testimonios y experiencias de gente que vivió el horror del
exterminio nazi en primera persona. Llevo leídos unos cuantos.
Algunos ciertamente sobrecogedores, que te dejan muy claro que la
inhumanidad del ser humano no conoce límites. Pero, de todos los que
he leído hasta el momento, puedo decir sin dudarlo que este de Primo
Levi ha sido el que menos me ha hecho empatizar con el protagonista.
Me dejó un poso de insatisfacción al leerlo. Quizá en una nueva
lectura consiga cambiar de opinión.
Amélie
Nothomb. La nostalgia feliz.
Este
es el tercer libro que leo de la afamada autora belga. Las otras dos,
Estupor y temblores y Atentado, me habían parecido
bastante interesantes —más la primera que la segunda—, y eso me
animaba a seguir leyendo cosas suyas.
Lo
que más destaco de ella es su estilo fluido y cuidado. En sus textos
nada sobra ni está de más. O al menos esa es la impresión que me
ha causado tras la lectura de estos tres libros.
Según
he podido leer en diversos artículos dedicados a la autora, a menudo
se la suele acusar de “pedante”, debido a las referencias y citas
que, de manera abundante, suele introducir en sus novelas. A mí,
francamente, no me lo ha parecido. O no lo he percibido así. Al
contrario, como dije en un párrafo anterior, considero que en sus
libros no hay nada que sobre ni que esté de más. Hasta el momento.
En
lo relativo al libro que nos ocupa, en él Amélie nos narra su
regreso a Japón, el país de su infancia, tras dieciséis años de
ausencia. Aprovechando la invitación de una televisión japonesa
interesada en hacerle una entrevista a propósito de su éxito
mundial como novelista, Amélie decide reencontrarse con algunas
personas que formaron parte de su infancia y juventud en el País del
Sol Naciente. Entre esas personas se encuentran su antigua niñera
—ahora una venerable anciana— y su primer gran amor, Rinri.
La
novela transita entre el recurrente viaje al país de los recuerdos y
la irrupción de la obstinada realidad del presente en arduo
contraste. Amélie consigue, gracias a su narrativa fluida y sin
excesivos desvíos, que nos enganchemos a su prosa, y que disfrutemos
de una lectura apasionada pero en modo alguno artificiosa.
Como
punto final a esta breve crónica, me gustaría resaltar una de las
frases con las que arranca la novela: «Lo
que has vivido te deja una melodía en el interior del pecho: ésa es
la melodía que, a través del relato, nos esforzamos en escuchar».

Maxie
Wander. Buenos días, guapa.
Este
libro está basado en las entrevistas que la periodista y escritora
Maxie Wander realizó a diecinueve mujeres anónimas de la ya extinta
República Democrática Alemana en la década de los 70, cuando el
régimen comunista vivía una especie de aperturismo; algo parecido a
lo que se vivió en la España de los 70 con el tardofranquismo.
En
el libro me he encontrado con algunos testimonios realmente
conmovedores, por la dureza con la que muchas mujeres afrontaron su
existencia en aquellos duros años de represión política y
cultural. También me he encontrado con otros testimonios
sorprendentes, que revelan la aguda inteligencia de mujeres que,
conscientes de su entorno, se hacían «las
tontas» para que sus maridos o novios no acabasen seriamente
traumatizados ante su propia inoperancia.
Confieso
que con algunos testimonios no pude evitar sonreír. Y eso que a los
tíos no nos deja en muy buen lugar precisamente. Sin embargo, no soy
nada corporativista, y cuando alguien me muestra las vergüenzas de
nuestro género con tanta gracia y estilo, no me cuesta nada
empatizar y, si procede, asentir y dar la razón.
El
libro está salpicado de frases que se te clavan en la mente y hace
que te pares a pensar un buen rato. Algunas de esas frases me
parecieron tan potentes que no pude evitar anotarlas. A continuación me permito reproducir
algunas de esas frases o pensamientos extraídos de esas interesantes
conversaciones:
«Mi
padre realmente está por encima de las cosas. Nunca le he visto
furioso. Siempre tranquilo. Ahora vive en la literatura. Mi padre
vive con una cantidad increíble de libros. Lo que encuentra en los
libros no lo encuentra en la vida. A veces lo acecho, porque yo
también querría verlo (como él). Pero es invisible (para mí)».
«A
veces me pregunto: ¿qué clase de sociedad estamos construyendo? Una
tiene su sueño. Las personas nacen y tienen un sueño. Yo sueño con
que un día las personas se tratarán como personas».
«Siempre
que veo una película o leo un libro pienso: la mujer lo tiene peor
que el hombre. El matrimonio lo percibo como una compañía de
seguros, como pensión o como cementerio, depende».
«Siempre
me he rebelado contra que los hombres nos dividan en mujeres para la
cama, mujeres para la charla intelectual y mujeres que comprendan su
vida interior, las maternales. Lo cierto es que siempre deseé
encontrar a un hombre para el que yo lo sea todo, y que él lo sea
todo para mí. Pero no es más que un sueño. Seguimos teniendo menos
posibilidades que los hombres para desarrollarnos plenamente».
Para
finalizar, me gustaría dejaros con una reflexión personal. Este
libro fue escrito en los años 70. La sociedad, en general, no sólo
la alemana, ha cambiado muchísimo desde entonces. Sin embargo, lo
que más me descorazona es que, en algunos aspectos, no tengo muy
claro que hayamos cambiado para mejor.
Este
libro invitaría a leerlo tanto a hombres como a mujeres. A ellas,
porque seguro que se sentirán identificadas con algunas de las ideas
y opiniones vertidas por personas de su mismo sexo que vivieron una
época durísima para ser mujer. A ellos, para entender un poquito
más que las mujeres no son tan diferentes a nosotros, pues buscan y
anhelan prácticamente lo mismo que nosotros: vivir la vida lo mejor que se
pueda, o nos dejen.