La década de los 80 continuó la senda marcada por su predecesora en lo que a comedia se refiere. En esos años descubrí el cine de los Hermanos Marx, por ejemplo. ¿O quizás debería decir “redescubrir”? Y es que, aunque de niño había visto algunas películas suyas en compañía de mi abuelo, no sería hasta mi adolescencia en que empecé a apreciar la mordacidad y el absurdo que impregnaban los diálogos de Groucho o Chico, ya que Harpo jamás llegó a pronunciar una sola palabra en ninguna de las películas que protagonizó junto a sus hermanos.
Pero si tuviese que señalar un punto concreto en el que mi relación con la comedia cambió sustancialmente, no tendría dudas al respecto: el día que descubrí a Woody Allen.
Mi padre, que entonces regentaba un videoclub junto a un socio, tenía más de dos mil películas. Y yo, siempre que podía, me pillaba una bolsa con pelis, para ver en el vídeo y la tele que teníamos instalados en casa. En una de esas tandas de pelis descubrí Sueños de un seductor, la primera peli de Allen que vi en mi vida, de ahí que le tenga un especial cariño, por su especial relevancia en mi formación audiovisual.
Aquella peli me abrió las puertas a un mundo totalmente desconocido para mí, pues nunca había visto nada ni remotamente parecido a aquello. Luego fueron viniendo, en aquellas sesiones de madrugada de Cine Club en la 2 de Televisión Española, y por éste orden: Bananas, Todo lo que siempre quiso saber sobre el sexo y nunca se atrevió a preguntar, El dormilón, Toma el dinero y corre, Recuerdos y Manhattan. Todas ellas las fui grabando en cintas VHS directamente de la tele, las cuales acabé desgastando de tantas veces que las reproducía.
En cuanto a series, mis gustos seguían siendo claramente anglosajones, con series como Caída y auge de Reginald Perrin, con un imperial Leonard Rossiter, y las últimas temporadas de Benny Hill, que vivió un resurgimiento a mediados de los 80. Como anécdota personal, apuntar que, siendo un chaval, con doce o trece años, teníamos la costumbre de reunirnos unos cuantos chicos del mismo edificio donde vivíamos y hacer nuestras propias performances en un muro que había junto a nuestro portal. Allí revivíamos lo que acabábamos de ver en casa, haciendo nuestras imitaciones de Benny Hill, repitiendo los diálogos y los golpes cómicos y hasta dando alguna que otra cariñosa colleja a un “calvo” imaginario. ¡Qué tiempos aquellos...!
Si hay una serie británica de esa época a la que le tengo un especial cariño esa es, sin duda, Home to roost (Un lugar donde dormir), que iba sobre las vivencias de un padre divorciado y su hijo adolescente, interpretados por John Thaw, en el papel del padre, y Reece Dinsdale, en el papel del hijo adolescente. También andaba por ahí un personaje entrañable: Enith, la ama de llaves, entrometida e indiscreta, que hacía de puente entre ambos. ¡La de risas que me habré echado con tan entrañables personajes! Magnífica serie, sí señor. Llevo años intentando dar con ella en DVD, pero no hay manera. Hace poco di con ella en una edición de lujo, pero sólo disponible en inglés y sin subtítulos. Una lástima, pues si estuviese doblada en español me haría con ella sin dudarlo.
Por supuesto, no puedo dejar atrás a mis queridas Chicas de oro. ¡Sí, yo era un gran fan de Las chicas de oro! Las adoraba. Me parecían entrañables, y tremendamente divertidas. De las cuatro, mi favorita era Dorothy Zbornak, magistralmente interpretado por la gran Bea Arthur. Su humor, ácido y cínico, era mi favorito. Aún me sigue provocando una tierna sonrisa cada vez que la veo morderse uno de sus puños como reacción a alguna de las burradas soltada por el personaje de Rose Nylund, interpretado por Betty White. También disfrutaba mucho del sarcasmo desplegado por Estelle Getty, en el papel de Sophia Petrillo, la incombustible madre de Dorothy; sobre todo cada vez que le soltaba alguna pulla a Rue McClanahan (Blanche Devereaux) a propósito de su promiscuidad sexual. Como curiosidad, destacar que Estelle, que hacía de madre de Dorothy, y por extensión la mayor del grupo, en la vida real era más joven que Bea Arthur, su hija en la ficción. Curioso.
De finales de los 80 también tengo gratísimos recuerdos de una de sus series más míticas: Matrimonio con hijos, con el sinpar Al Bundy (Ed O'Neil) a la cabeza. Aquella serie dinamitaba por completo la idea que teníamos todos de la familia media americana: una madre abnegada siempre preocupada por el bienestar de los suyos, un padre trabajador y dedicado a su familia, unos hijos adolescentes amantes de sus padres, y unos entrañables vecinos siempre dispuestos a echar una mano. Nada de eso. Peggy Bundy, la madre, ni siquiera sabía cocinar. Se pasaba el día cotorreando y paseándose de aquí para allá, además de perseguir a su marido en busca de sexo. Al Bundy, el padre, odiaba su vida, odiaba su trabajo, odiaba a sus vecinos, y sí, también odiaba a su familia. De joven y prometedora estrella de fútbol americano pasó a transformarse en marido y padre, trabajando de sol a sol en una tienda de zapatos que odiaba con toda su alma. Aún me parto de la risa al recordar aquel mítico capítulo en el que es visitado por los extraterrestres, que encuentran en sus calcetines sudados un potente combustible para sus naves. ¡Qué grande, Al!
Con la llegada a España de las cadenas privadas, la década de los 90 prometía. ¡Y vaya si cumplió las expectativas! A la vuelta de la esquina iba a conocer y disfrutar de tres de las mejores series de comedia de mi vida.
Pero eso, os lo contaré la próxima semana.
(Continuará)
Con un abuelo amante del cine y acompañante de tus sesiones de vídeo en casa, y con una padre co-propietario de un videoclub, jugabas con ventaja, chaval.
ResponderEliminarYo no he sido mucho de videoclubs, salvo muy al comienzo, cuando abrían uno en cada esquina, pero sí de televisión y tabmbién veía algunas de las series que mencionas.
A Woody Allen también lo descubrí con Sueños de un seductor, y me sedujo él a mí, ya lo creo que sí. Además, casi me avergüenza confesarlo, pero me sentí tan identificado con el protagonista, por mi timidez e ineptitud ante las chicas, que me metí en su personaje y, salvo su exagerada hipocondría y sus prejuicios y dilemas judíos, creo que tenía bastante de los personajes que solía interpretar, ja,ja,ja.
Y qué decir de los hermanos Marx; con ellos descubrí el humor absurdo, que luego vi en televisión española con Tip y Coll, pero en una dimensión más modesta, a mi entender.
Sigue amenizándonos con tus experiencias cinematográficas y seriales, que esto pinta muy bien, je,je,
Un abrazo.
Lo cierto es que sí, he tenido bastante suerte en lo que a comedia se refiere. Mi abuelo, por ejemplo, fue de los primeros en el barrio en tener un vídeo Betamax, que compró a finales de la década de los 70's. Gracias a que él grababa a Benny Hill y Paul Hogan, amén de alguna que otra serie de la época, pude ver y disfrutar una y otra vez de aquellos programas, que, de tanto verlos, acababa memorizándolos. De hecho, como curiosidad, decir que hace poco logré dar con unos vídeos en Youtube del "Show de Paul Hogan", y, a pesar de estar en inglés y sin subtitular, seguí sin problemas el argumento, ya que aún retengo en mi memoria los diálogos en las voces dobladas al español. Increíble pero cierto. Te estoy hablando de cosas que vi hace treinta y tantos años. Ya ves, y luego soy incapaz de recordar qué leches comí hace tres días. : (
EliminarExactamente lo mismo me pasó a mí con Woody Allen. Me vi tan identificado en su torpeza, sus dudas y su timidez enfermiza, que casi era como estar viendo una peli protagonizada por mí. Me enamoró su cine y, desde aquella primera peli, busqué y rebusqué hasta hacerme con toda su filmografía. Algunas pelis suyas llegué a tenerlas grabadas, luego compradas en VHS originales y vueltas a comprar en DVD. Las últimas ya sí me ha costado un poco más ir a por ellas. De hecho, ya apenas compro DVD's, por ser un formato que, en mi tele actual, no se ve tan bien como antes. Y como mi economía ya no me da para volver a comprar todo en Blu-Ray o lo que salga después, ya me he plantado.
Los Hermanos Marx son muy grandes. Cuando al fin tienes capacidad para pillar los giros y la aguda inteligencia que destilan sus diálogos, te asombras de lo mucho que se adelantaron a su época. Parecen extraterrestres. Tip y Coll también fueron grandiosos. Y ya más cerca, "Faemino y Cansado". Para mí, "Tip y Coll", "Gila" y "Faemino y Cansado" son la Santa Trinidad del Humor en España.
La semana que viene toca repaso a la década de los 90's, así que, al menos, tienes una nueva entrega garantizada. ; )
Un abrazo, Josep. Y gracias. : )
Es curioso, pero yo supe de Woody Allen por la película "La última noche de Boris Grushenko". Yo en realidad había ido a ver "Cría cuervos" (sería 1975 o 76), ero hubo una confusión en el periódico y como llegaba tarde, saqué la entrada, me senté en la butaca y cuando aquello empezó, me llevé u enorme chasco. Solo por unos instantes pues enseguida empecé a disfrutar de la peculiar forma de hacer cine del genio. Ahora estoy contigo en que una de sus mejores películas es "Sueños de un seductor". La revisito de vez en cuando porque es genial.
ResponderEliminarDe las series que mencionas, me suenan todas, pero solo he llegado a seguir con un poco de fidelidad "Las chicas de oro". Era genial.
Espero a ver cuáles son esas series de los noventa que te atraparon.
Un beso.
En "Sueños de un seductor" (grandiosa de principio a fin), hay una escena en concreto que siempre, siempre, siempre que la veo se me saltan las lágrimas de la risa. La escena que te digo es aquella en que a Allan (Allen) sus amigos le llevan a una chica a su apartamento para intentar emparejarlos. Entonces Allan, intentando agradar en exceso, no hace sino empeorar una sitación ya bastante incómoda de por sí, y que acaba con Allan haciendo un considerable estropicio, metiéndole un leñazo a una silla de largo espaldar y mandando a tomar por culo un disco de jazz que tenía entre las manos. Si te fijas bien en esa escena, podrás ver como Tony Roberts y Diane Keaton no pueden reprimir partirse de la risa en segundo plano. Como digo, la habré
Eliminarvisto como cincuenta veces, y aún hoy me sigue provocando la histeria.
Por cierto, "La última noche de Boris Grushenko" es otra maravilla de principio a fin. Una de las pocas pelis, junto con "Sueños de un seductor", en que Woody salió de su querida Nueva York para rodar. En esta ocasión se fue a Budapest. Me encanta esa peli.
"Las chicas de oro" me enamoraron desde el principio. Y no era normal, pues yo apenas era un veinteañero. Imagínate. Pero, lo que es bueno es bueno, y eso es lo importante.
Un beso, Rosa. Y gracias.
Pues mira, ni Benny Hill ni Woddy Allen me gustaron nunca, de este último solo se salvan, para mí, claro, "Bananas", "La última noche de Boris Grushenko" y "La rosa púrpura del Cairo". Sé que soy rara, y lo tengo asumido desde hace años.
ResponderEliminarPero con Las chicas de oro te doy toda la razón, fue una serie fantástica, cada personaje tan bien perfilado y con unos caracteres entrañables.
Un abrazo.
Curioso. Mi forma de escribir bebe mucho del humor de Woody Allen. Mi pasión por el absurdo viene en buena medida de ahí; y de las caóticas pelis de los Hermanos Marx, donde en un mundo rígido y plagado de normas venían ellos para dinamitarlo todo y hacerlo saltar por los aires, y enseñarnos, de paso, nuestras vergüenzas. Pero mira, cada uno es de su padre y de su madre, y para gustos, colores. Yo seguiré queriéndote igualmente, aunque no te guste el bueno de Woody. ; )
Eliminar"Las chicas de oro" me hizo ver de otra manera el hecho de hacerse mayor. Ver a esas cuatro mujeres de cierta edad, cada una diferente a la otra, disfrutando de la vida, encontrando motivos para reunirse en la cocina en torno a un trozo de tarta de queso, o ahogar las penas entre cucharadas de helado y toneladas de humor y amor -pues, en el fondo, se querían-, me hizo a mí quererlas también, y disfrutar de sus ganas de vivir. Las adoro, y aún hoy, que sigo conservando unos cuantos capítulos en vídeo, las sigo disfrutando como entonces.
Por cierto, aquí, en España, se hizo un remake con actrices españolas, y mi decepción cuando la vi fue tal que no aguanté ni un capítulo entero. Y es que, cuando algo es excepcional, cualquier cosa que intentes para emularlo tiene todas las papeletas para convertirse en un fracaso. Es como si a algún iluminado le diese por hacer un remake de "Casablanca", en color y con actores españoles, de los que hablan en susurros y no vocalizan ni que los maten. Madre mía. Sólo de pensarlo me entran sudores fríos por la espalda. :P
Un abrazo, Kirke. Y fíjate, para que veas que te aprecio, ni siquiera intentaré darte el coñazo para que le eches un vistazo a tal y cual peli de Woody. ; )
Recuerdo esa versión española de Las chicas de oro, ¡vaya mierrrrr_ _!
EliminarHaces bien en no recomendarme ninguna peli de Woody, porque desde que vi Vicky Cristina Barcelona, asocio su nombre con derrame cerebral.
Besos.
Sí que era malilla, sí. :(
EliminarPues mira, precisamente "Vicky Cristina Barcelona" es la única película de Woody Allen que me he negado a ver. Nunca la vi, ni creo que la vea. Por varias razones, además. Y dos de esas razones llevan apellidos españoles. No soporto a la parejita de comunistas multimillonarios.
Cuídese, buena mujer. A la paz de Dios. ; )