En lo personal, este año 2021 está siendo bastante prolífico en lecturas. No ha habido día en que no me haya ido a la cama con algún libro. Huy, qué mal ha sonado eso, ¿no? Confío en no ser tachado de “librista”, que es el equivalente al “machismo” circunscrito al ámbito de los libros; es decir, “una forma de sexismo caracterizada por la actitud de prevalencia del varón hacia los libros, tratados despectivamente como objetos orientados única y exclusivamente para dar placer”.
Fiel a mi costumbre de alternar autores y géneros, este año también he ido saltando de género en género según mis apetencias del momento. Eso sí, ha habido muchas lecturas englobadas en el terreno de las biografías o autobiografías; sobre todo de artistas de rock, que es mi género musical favorito. Este año he leído libros dedicados a The Beatles, David Bowie, Jimmy Page (Led Zeppelin), Pete Townshend (The Who), Nick Mason (Pink Floyd), Jim Morrison y Ozzy Osbourne.
Al margen del género musical, también he alternado lecturas de autores clásicos a los que me he acercado por primera vez, como ha sido el caso de Francis Scott Fitzgerald o Carson McCullers; de autores rusos como Serguei Dovlatov —a pesar de que la literatura rusa se me suele atragantar un poco—, o repetir con una autora que a cada libro mayor fascinación crece en mí hacia su forma de escribir, como Amelie Nothomb.
Así pues, ahí va mi breve repaso por algunas de esas lecturas.
ESPERADME EN EL CIELO. Maruja Torres.
Libro donde predomina la nostalgia de tiempos pasados, lugares, vivencias y la juventud perdida. A través de una historia onírica, la autora nos sumerge en una Barcelona que ya no existe, pues el paso del tiempo se ha encargado de destruirla, reduciendo su existencia al vago terreno de los recuerdos.
En un tono entre emotivo y nostálgico, Maruja evoca su relación de profunda amistad con los escritores Terenci Moix y Manuel Vázquez Montalban. Juntos recorren las calles y plazas de la Barcelona de su juventud, en un viaje que se inicia con la muerte de la propia autora y su subida al Cielo, donde la esperan sus amigos del alma dispuestos a acompañarla en el tránsito de la vida terrenal a la espiritual.
Me resultó una lectura bastante amable, a ratos melancólica y divertida, gracias al buen hacer de esta periodista y novelista de raza.
UNA FORMA DE VIDA. Amelie Nothomb.
Esta es la cuarta novela que leo de esta interesante autora belga nacida en Japón. Sí, has leído bien. He dicho “autora belga nacida en Japón”. ¿No dicen los vascos que pueden nacer donde les da la gana? Pues, según parece, los belgas también.
De ella me he leído hasta el momento Atentado, Estupor y temblores —para mi gusto, su mejor novela de las que he leído—, La nostalgia feliz y la presente, Una forma de vida.
En esta novela, Nothomb narra la historia de un soldado norteamericano destinado en Irak que decide mantener una extraña relación epistolar con la autora. El calificativo de “extraño” viene motivado por las especiales características de la relación que se establece entre ambos.
El soldado, que dice llamarse Melvin Mapple, sufre de una rara enfermedad que afecta a muchos de sus compatriotas destinados en el frente: come de manera compulsiva con el fin de engordar de manera grotesca y exagerada. Lo hace, dice, como una forma de protestar o rebelarse contra la situación de estrés constante en la que vive sumido, destinado en un lugar inhóspito tan lejos de su hogar y sin tener demasiado claros los motivos de porqué está allí.
A medida que vamos avanzando en la historia la relación entre el soldado y la autora va estrechándose cada vez más, hasta que, en un momento dado, todo se viene abajo como un castillo de naipes.
La novela me resultó original, tremendamente adictiva —me la leí en un par de noches—, y sorprendente, hasta el punto de llegar a plantearme si lo que en ella se narra es fruto de una situación real vivida por la autora en primera persona o resultado de la imaginación desbordante de una escritora tremendamente fértil.
EL CURIOSO CASO DE BENJAMIN BUTTON. Francis Scott Fitzgerald.
Hacía tiempo que quería leer algo de Scott Fitzgerald, considerado un clásico de las letras norteamericanas gracias a su monumental El gran Gatsby —he visto las dos versiones cinematográficas de esta obra, incluso la hilarante parodia que hicieron los de Padre de Familia, pero aún no he leído la novela. Tranquilos, está en mi lista de pendientes—.
De la obra que nos ocupa diré que también había visto la maravillosa película protagonizada por Brad Pitt, si bien he de decir que el libro es muy diferente a la película.
De entrada, ni siquiera se trata de una novela, sino de un cuento corto de apenas una treintena de páginas. Y aunque el punto de partida sí que es el mismo —un bebé que nace con una extraña enfermedad que hace que su ciclo vital se desarrolle al revés que el común de los mortales, es decir, que nace con la fisonomía y órganos vitales de un anciano de ochenta años y va rejuveneciendo a medida que va cumpliendo años—, la historia que aborda el libro difiere en muchos aspectos en relación a la película.
Aún así su lectura me resultó sumamente placentera, pues lejos del estilo recargado y pomposo que le presuponía, la forma de narrar de Fitzgerald la encontré sencilla y certera.
Una obra ideal para alternar entre lecturas por su brevedad.
EL CORAZÓN ES UN CAZADOR SOLITARIO. Carson McCullers.
Esta es una de esas obras de las que llevas años oyendo hablar y que nunca te decides a hincarle el diente por temor a encontrarte con algo que decepcione tus expectativas.
Confieso mi temor previo, llamémosle prejuicio, a embarcarme en una obra situada en plena Depresión norteamericana. Máxime teniendo en cuenta que la acción se desarrolla en su mayor parte en un pueblo de mala muerte, ubicado en la América profunda, en un ambiente deprimente y asfixiante.
Sin embargo, a pesar de los citados condicionantes, pronto te sientes embriagado por la prosa de su autora, hasta el punto de seguir con fascinación y embeleso las historias cruzadas del puñado de personajes que conforman esta interesante opera prima, donde la autora demuestra su interés en centrar su arte en los marginados, los inadaptados, los solitarios, y en el deseo íntimo de todos ellos de conectarse con los demás.
¿Qué me pareció la novela? Una maravilla, de principio a fin. Una de esas obras que te enganchan de tal manera que te cuesta dejar de leer, y que ansías retomar en cuanto tus obligaciones te lo permitan, y, al mismo tiempo, temes que acabe, pues cuando doblas la última página del libro te sientes como recién despertado de un bonito e hipnótico sueño.
Llama la atención el que la autora escribiese esta monumental novela con tan solo veintitrés años de edad. Es realmente impresionante.
Mi experiencia con esta autora ha sido tan satisfactoria que ya me he agenciado otra de sus novelas, la cual tengo en mi larga lista de espera: La balada del café triste.
Sólo me queda desearos buenas lecturas a todos y todas. Tal vez no encontréis en los libros todas las respuestas que ansiáis. ¿Y qué? Lo importante es disfrutar del trayecto que el autor os propone. Bon voyage.
Pues tomo debida nota de tus comentarios-sugerencias, pues hace tiempo que no logro leer una novela que me enganche. No sé si me he vuelto excesivamente exigente, pero todas las que he leído solo han logrado distraerme, sin más. Este verano y principios de otoño he leído Terra Alta, de Javier Cercas y me descepcionó tremendamdente, esperando una narrativa más de su estilo y nivel; luego le siguió Tiempo de matar, de John Grisham, que también me dejó bastante impasible y eso que este autor siempre me gustó, pero me dio la sensación de que se repite más que el ajo; a continuación leí dos novelas con trasfondo histórico (me suelen gustar mucho, pues no solo entretienen sino que además ilustran), Trafalgar e Independencia, ambas de José Luis Corral, y se me hicieron interminables con tanto detalle bélico y una parte de ficción folletinesca; luego le vino el turno a El reino, de Jo Nesbo, un autor noruego (me encanta la literatura policíaca nórdica) del que había leído El muñeco de nieve, pero que, si bien me entretuvo, tenía gamas de que se acabara, de tanta paja aquí y allà; y ahora estoy leyendo el último premio Planeta (y eso que dije que me olvidaría de las novelas premiadas en este certamen): La bestia, de Carmen Mola, el pseudónimo utilizado por tres escritores masculinos de cierto renombre, y como continuación a su famosa trilogía (La novia gitana, La red púrpura y La nena) que me gustaron bastante más que esta. Está bien escrita, el tema es interesante (y basado en hechos reales del Madrid de principios del siglo XIX) pero no se me antoja una obra merecedora de un premio de este calibre. Pero ya sabemos que lo que prima es lo comercial y las ventas aseguradas.
ResponderEliminarLo de leer en la cama también es mi costumbre, pues es cuando estoy más relajado, aunque tiene el inconveniente que la lectura me dura poco, lo que dura mi estado de vigilia, que es más bien poco, je,je.
Un abrazo, amigo lector y escritor.
Saludos, Josep.
EliminarLo bueno del arte en general es que hay tanto donde elegir que, con un poco de suerte, siempre encontrarás algo que colme tus expectativas. El problema es que no siempre disponemos ni del tiempo ni del dinero para invertir en esa permanente búsqueda de algo que nos emocione o nos distraiga.
Yo soy mucho de alternar géneros, autores y formatos, pues me guio siempre por mis apetencias del momento. Eso me evita "quemarme" demasiado en un género o autor concreto.
En cuanto a los libros y autores "premiados" lamento confesar que soy bastante prejuicioso. Tras tantos años de lecturas estoy en disposición de afirmar que he encontrado más sorpresas agradables en libros y autores de los que no esperaba casi nada que en esos a los que la crítica o las ventas millonarias suelen poner por las nubes. Quizás el problema sea yo, ya que cuando un libro o autor viene avalado por críticas maravillosas y unas cifras de ventas estratosféricas tiendo a subir el listón de mis expectativas, y claro, cuando éstas no se cumplen, el batacazo es mayor. Por contra, de libros o autores de los que no esperaba gran cosa al principio, me han hecho disfrutar como un enano cuando mis expectativas no sólo han quedado colmadas sino superadas con creces.
En cuanto a lo de leer en la cama. Una vez escuhé o leí en alguna parte -no recuerdo dónde ni a quién- decir que "las mejores cosas de la vida, y las más placenteras, se pueden hacer en la cama". Razón no le faltaba.
Un abrazo de vuelta, Josep. : )
Saber que terminaré el día con mi libro en la cama es algo que me alegra y me devuelve el buen humor si lo he perdido.
ResponderEliminarNo dejes El gran Gatsby o, ya puestos, Suave es la noche. Scott Fitzgerald es muy bueno. No he leído su cuento sobre Benjamin Button, pero creo que es la idea más genial que ha tenido un ser humano: nacer anciano e ir de peor a mejor, porque que te quede lo peor para el final es una venganza retorcida digna de un dios muy cruel.
A Carson McCullers la tengo poco frecuentada y de Amélie Nothomb leí hace muchísimo un libro y no me atrajo mucho con lo que no he vuelto a leerla.
¿Leíste La maleta de Serguéi Dovlátov? Es una novela magnífica.
Un beso.
Hola, Rosa.
Eliminar"La cama, ese gran invento", podría ser el título de un curioso ensayo sobre las bondades de tan magnífico artilugio. Yo creo que, sin desmerecer otros lugares, el leer en la cama es uno de esos placeres no culpables que no tiene fecha de caducidad.
Ya me he hecho con una copia de "El gran Gatsby", así que está en lista de espera aguardando turno. Estoy totalmente de acuerdo contigo en lo de lo mal planteada que está la vida. A propósito de "Benjamin Button", hay un cuento ilustrado del gran Quino -al autor de Mafalda- que plantea esta misma cuestión, la de nacer viejecito y acabar en la infancia. Aunque no puedo confirmarlo, casi estoy por asegurar que Quino leyó a Scott Fitzgerald o, al menos, tenía constancia de su cuento.
El libro de Carson McCullers me encantó. Lo empecé, me enganchó desde la primera página -los personajes de los dos sordomudos me tenían fascinado- y, cuando me quise dar cuenta, no me apetecía hacer otra cosa más que seguir leyendo y transportarme con la imaginación a aquel lugar que la autora me proponía. De Amélie Nothomb ya he leído cuatro libros, y, de momento, no me ha defraudado. De hecho, aún tengo un par más en lista de espera.
Precisamente de Serguéi Dovlátov el último libro que me he leído ha sido "La maleta" -coincido contigo, me resultó magnífica-. El otro libro suyo que leí fue "Los nuestros", también basada en su familia y en el opresivo mundo de la Unión Soviética. "Los nuestros" es más irregular, aunque también tiene pinceladas de ese humor tan cínico y sarcástico que tantos problemas le dio en su país. Sin duda, me quedo con "La maleta".
Un beso, Rosa.