miércoles, 8 de junio de 2022

PROHIBIDO ENTRETENER

 

El fatiga de Joyce posando. Hasta en foto me parece de lo más aburrido.

 

Hace unos días, en mi repaso matutino de la prensa online, me topé con un artículo cuyo titular llamó mi atención al instante. El titular decía textualmente: EDUARDO LAGO: “LA LITERATURA DE VERDAD NO TIENE COMO FIN PRIMORDIAL ENTRETENER A LA GENTE”.

La verdad, no sé qué problema tienen los intelectuales o escritores “serios” con el entretenimiento, pero, en mi opinión, se lo deberían hacer mirar.

Para un intelectual, la palabra “entretenimiento” les debe provocar el mismo efecto que a un vampiro la visión de un crucifijo delante de sus narices. No me cuesta nada imaginármelos mientras les hierve la sangre y los tejidos adiposos comienzan a supurar como bocas de un volcán en erupción hasta hacerlos implosionar y desvanecerse en un mar de cenizas.

Ahora en serio.

Doy por hecho que no todos buscamos lo mismo en la literatura. Hay quienes buscan ampliar su vocabulario o sus conocimientos en torno a un tema o cuestión concretos; también hay quien busca elevar su espíritu inspirándose en actos heroicos o historias épicas o de superación; incluso los hay que buscan emocionarse a través de historias y personajes cargados de romanticismo; y sí, también los hay que buscan alimentar el alma o el intelecto, ¿por qué no?

En definitiva, hay tantos tipos de lectores como tipos de libros; y ninguna es excluyente con respecto a las otras. O no debería serlo; a menos que seas alguien cuadriculado y fanatizado por el fundamentalismo intelectual, ese que hace distinciones acerca de lo que es literatura “seria” y “de la buena” de esa otra que es considerada “basura” y “de consumo”. Me niego a aceptar ese tipo de pensamiento tan elitista y esnob, del mismo modo en que me niego a que gente que se adjudica un manto de autoridad moral e intelectual me mire por encima del hombro y me trate con actitud condescendiente o de perdonavidas, como diciendo para sus adentros: “Dios de la Literatura, perdónalos porque no saben lo que leen”.

Menudos imbéciles.

No todo es blanco o negro en la vida. Afortunadamente, de uno a otro extremo hay una variedad infinita de colores y matices. Incluso un mismo lector puede variar sus objetivos o sus demandas en función de su estado de ánimo o de su intención en el momento de abordar un libro concreto. Un día puede que sientas la necesidad de buscar algo profundo y elevado, y otro simplemente busques algo ligero y entretenido porque es eso precisamente lo que te pide el cuerpo. Y yo pregunto: ¿qué hay de malo en buscar simplemente entretenimiento en un libro? ¿Acaso eso me convierte en alguien banal o estúpido, en alguien simple o corto de miras, en alguien incapaz de disfrutar del “buen arte”?

A la mierda. A la mierda con todo eso. Paso de gilipolleces. Si a mi edad no tengo claro qué me gusta o qué no me gusta, o qué me apetece o no me apetece en según qué momento y circunstancia, apaga y vámonos.

Volviendo al artículo. No conocía de nada al escritor del que se hablaba en el mismo: Eduardo Lago. No he leído nada suyo. Ni siquiera sabía de su existencia antes de leer el artículo en cuestión. Algo normal por otra parte. Hay cientos, miles de escritores de los que no sé absolutamente nada, y de los nunca sabré ni leeré nada suyo, bien sea por simple desconocimiento, porque no me interesa o no me seduce lo que escribe o porque sus libros me resultan inaccesibles.

En cualquier caso, cabe matizar que la frase del titular, “La literatura de verdad no tiene como fin primordial entretener a la gente”, no es suya. Aunque sea él quien la saque a colación, la frase es de David Foster Wallace, otro escritor de los llamados “serios” —un coñazo, vamos, para entendernos—.

A éste sí que he tenido la desgracia de leerlo. Y no me avergüenza decir que no acabé ninguno de los dos libros suyos que empecé. Si dichas lecturas me hubiesen pillado siendo más joven lo más probable es que las hubiese acabado aún cuando no me aportasen nada. Pero de un tiempo a esta parte procuro no perder el tiempo en libros que me resultan soporíferos. La vida es bastante limitada en cuanto a su duración, así que, de perder el tiempo con algo, que al menos ese algo merezca la pena el derroche.

En cuanto al escritor Eduardo Lago, en la semblanza que el autor del artículo hacía al inicio lo tildaba de un “joyceano” de pro, es decir, un fan irredento de James Joyce. Acabáramos. Como si de una pantalla del tetris se tratase, las piezas encajaron a la perfección en mi cabeza.

Todos los que me leéis desde hace años, o los que habéis comprado alguno de mis libros, sabéis de mi especial aversión por Joyce y su literatura. Así que cuando leí que aquel tipo no sólo era un rendido admirador de la obra del dublinés, sino que, encima, el libro que estaba presentando y que servía de pretexto para la entrevista llevaba por título Todos somos Leopold Bloom, en clara alusión al protagonista de ese coñazo insufrible que es el Ulises de Joyce, a punto estuve de gritar a los cuatro vientos: “¡Vamos, tío, no me jodas!”.

Para finalizar, diré que entre los distintos comentarios de los lectores al citado artículo me congració encontrar los dos que me permito reproducir a continuación:

El primero: «...creo firmemente en el consejo que le daba Borges a sus alumnos; "Si un libro les aburre, déjenlo; no lo lean porque es famoso, no lean un libro porque es moderno, no lean un libro porque es antiguo"».

Y el segundo: «Citando a Carlos Pujol: "Uno de los fines primordiales de la literatura es divertir al lector, con la exigencia más alta que se quiera, pero divertirle. Si a uno le da igual o prefiere el aburrimiento, que se dedique a crítico literario o a teórico socialista"».

¡Bravo!

A veces, nos mostramos reacios a dar nuestra opinión sincera sobre ciertos temas por temor a ser juzgados y condenados por gente cuya opinión nos importa un rábano. Y eso es darles demasiado poder a esa gente. Por eso animo a que digáis lo que pensáis o sentís, sin temor a ser juzgados.

Sienta bien poder decir lo que piensas sin tapujos. Y sienta mejor saber que no eres el único que lo piensa; que ahí fuera, en algún lugar, hay alguien que piensa exactamente lo mismo que tú. Y si no la hay, pues muy bien. No pasa nada, oye. A vivir, que son dos días.




6 comentarios:

  1. Hola, Pedro.
    Pues sí, que se lo miren, porque si quiero leer un tostón ya lo hago con la normativa que sale cada dos por tres, y me siento totalmente obligada a procesarla, así que para evadirme necesito entretenerme, y si el libro que escojo no consigue ese fin, termino por abandonarlo.
    Sienta de maravilla decir lo que se piensa y siente, es lo más liberador que hay, nada, ni nadie debería coartar nuestra voces o ideales.
    Una entrada perfecta, a la que me uno completamente en pensamiento.
    Un beso.

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    1. Anónimo ha dejado un nuevo comentario en la entrada "PROHIBIDO ENTRETENER":

      Hola, Irene.
      Como decía en el post, cuando era más joven que ahora -sigo siendo joven, pero menos-, no me importaba leer algunos tochos infumables hasta acabarlos. Pensaba -erróneamente, lo admito-, que el obligarme a leerlos me haría mejorar como lector y como futuro escritor, que me abriría las puertas a un nivel mayor de conocimientos y autoexigencia. Me equivocaba. Lo que estaba haciendo en realidad era perder el tiempo miserablemente. Y no sólo eso, también se lo estaba robando a un montón de lecturas mucho más sugerentes y placenteras que aguardaban pacientemente a que les echase un ojo. Hasta que un día decidí no perder más el tiempo en leer cosas que me provocaban sopor. Como tú bien dices, la vida ya te pone en el camino textos soporíferos e infumables que debes leer e interiorizar sí o sí, como ciertos manuales que, por motivos laborales, he tenido la desgracia de acometer, y cuyos contenido no he tardado en olvidar una vez que han dejado de serme útiles.
      Leer debe ser una experiancia placentera, incluso cuando lo que lees te molesta o te irrita, pues puede que necesites molestarte o irritarte con un texto para demostrarte a ti mismo que sigues siendo humano, y sigues condenando o criticando ciertas actitudes o comportamientos. Leer no debe ser algo impuesto por obligación de terceros; y mucho menos leer lo que "ellos o ellas" dicen que "debes" leer. Que cada cual lea lo que le apetezca y le llene en cada momento, y que los demás opinen lo que quieran.

      Un beso, Irene.

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  2. Siempre digo que si hay algo que no le perdono a un libro es que me aburra. Soy capaz de leer libros que veo que son malos, siempre que me estén entreteniendo o aportando algo que me atrae; soy capaz de leer libros difíciles siempre que me estén produciendo algún placer (En busca del tiempo perdido, fui capaz de leerlo y disfrutarlo mucho. Eso sí, entre libro y libro me tomé mis descansos); lo que no soy capaz es de leer algo que me aburre. Dos veces he empezado Ulises y las dos lo he abandonado a las pocas páginas, aunque a mí la foto del autor me resulta bastante interesante y digna de obras más atractivas.
    Hay mucho snob por el mundo, hay mucho prejuicio y mucho papanatismo.
    Un beso.

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    1. Hola, Rosa.
      Me asombra lo que has dicho al principio de tu comentario, pues es eso precisamente lo que llevo diciéndome a mí mismo desde que decidí cribar mis lecturas: puedo perdonarle casi todo a un libro, excepto que me aburra. Para aburrirme ya tengo algunos aspectos de la vida que me provocan un sopor insufrible; y algunas personas, también.
      Al igual que tú, yo también he leído libros que, por momentos, se han vuelto más complejos o difíciles en determinados tramos, y que, sin embargo, me han tenido atrapado hasta acabar su lectura. Y cuando los he terminado y mi impresiónn ha sido positiva, me he dicho a mí mismo que esos tramos difíciles eran el tributo que debía pagar para alcanzar el premio: gozar de la lectura.
      Lo mío con el "Ulises" sí que es una odisea, valga la redundancia. Pero una odisea chunga. Puedo decir que yo lo he intentado más veces que tú, y, por ende, he fracasado más veces que tú. Mi récord: una vez llegué a las 8 páginas. Aún hoy tengo pesadillas con eso. Desde entonces, mi fobia hacia ese dichoso libro ha ido en aumento, hasta convertirlo en mi personal Anticristo. De Joyce sólo he podido leer y casi acabar sus "Cartas a Nora Barnacle". Se trata de una selección de la correspondencia entre James Joyce y su esposa, Nora. Jamás he leído nada tan desagradable y repugnante en toda mi vida. Bukowski es un angelito en comparación.
      También coincido contigo en que hay mucho esnob por el mundo. Demasiados. Y crecen como setas; pero no como setas sabrosas y exquisitas, sino como setas venenosas, esparciendo su veneno por doquier. Que les den.

      Un beso, Rosa.

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  3. Esa afirmación solo pretende, a mi juicio, justificar el aburrimiento que genera la obra de quien la ha acuñado. Es como si un artista, de la materia que sea, no recibiera los aplausos que cree merecer, y culpara a su audiencia de ignorancia, antes que reconocer que debería dedicarse a otra cosa y no dar el coñazo al apreciado público.
    Suscribo literalmente todas tus apreciaciones. Sabes prefectamente que yo tampoco aguanté el Ulisses de Joyce y a raiz de ello llegué a tomarle una cierta inquina literaria al ver cómo voces supuestamente mucho más entendidas que yo lo subían a los altares de la lireratura universal. Al principio llegué a pensar que yo era un ignorante que no sabía apreciar la buena literatura, pero luego decidí olvidarme del tema y leer solo aquello que me atrae. Una obra, por muy profunda que sea, si me aburre la abandono. Obviamente hay gustos para todo y todos respetables. En el cine ocurre exactamente igual: hay quien va a ver una pelícua para pasar el rato y no romperse la cabeza y hay quien busca una trama mucho más seria que le haga reflexionar. Yo creo que en este caso, como en muchos otros, el término medio es lo más adecuado. Hay "obras maestras" del cine que me han aburrido soberanamente y otras mediocres que me han hecho pasar un rato agradable. Lo ideal es, en mi opinión, aunar la calidad, con una trama interesante y mantener al espectador atento a la pantalla y hacerle pasar un rato agradable. Que cada uno escoja lo que más le interesa y que deje de pontificar sobre lo que es bueno y lo que es malo.
    Un abrazo.

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    1. Saludos, Josep.
      Coincido contigo en que muchos de estos "sumos pontífices" se ven incapaces de escribir o crear algo lo suficientemente atractivo como para, Dios no lo quiera, "entretener". Ellos, como dignos guardianes de las buenas esencias, están ahí para hacernos saber lo miserable de nuestras existencias al priorizar el entretenimiento frente a la sabiduría y el gozo del conocimiento supremo. Curioso que la mayoría no duden en subir a los altares de la literatura a Cervantes o a Shakespeare, cuando precisamente esos dos autores vivían por y para el público, es decir, para entretenerlos y ganarse la vida con ello. No conozco a ningún autor que publique libros para no venderlos, ni a cineastas que hagan pelis para que no sean comercializadas. Y si los hay, seguro que no ponen su dinero para sacar adelante sus proyectos, pues saben que están condenados a no recuperar la inversión. Pero claro, como tú bien dices, siempre podrán culpar a la ignorancia de las masas el que sus truños no vendan un carajo.

      Haciendo mías tus palabras, yo escojo divertirme y entretenerme con la lectura, y emocionarme y cabrearme, y enamorarme y desenamorarme, y odiar o amar a un personaje concreto. Como dice Rosa, puedo perdonar casi cualquier cosa a un libro, menos que me aburra. Y como dice Irene, para leer tostones ya tengo los manuales de los distintos trabajos que he tenido a lo largo de mi vida. Me pregunto si todos los que escriben esos manuales son descendientes de James Joyce. Desde luego, no lo descarto.

      Un abrazo, Josep.

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