miércoles, 13 de julio de 2022

LA NOTICIA DEL MOMENTO

 


Ayer, 12 de julio de 2022, la noticia del día, la que ha ocupado las portadas de los principales periódicos del mundo, la que ha abierto los noticiarios de televisión y los programas radiofónicos más importantes del uno al otro confín del planeta, ha sido el importantísimo descubrimiento de nuevas y múltiples galaxias hasta ahora desconocidas.

En el mundo entero no se habla de otra cosa. Bueno, en todo el mundo a excepción de Rusia y China. En Rusia la noticia más importante, la que copa las portadas de todos los periódicos y las cabeceras de los noticiarios de televisión, es que van ganando la guerra que irónicamente ellos mismos niegan que exista, mientras que en China la noticia que copa el interés mediático es saber, de una vez por todas, si el arroz frito con gambas sabe mejor con tenedor o con palillos. En fin, cada gobiernillo tiene su librillo.

Así pues, a excepción de esos dos países, la noticia más importante en el resto del globo terráqueo es el descubrimiento de esas nuevas galaxias, situadas a millones de años luz de distancia de nuestro cada vez más minúsculo e insignificante planeta.

Según se desprende del cuerpo de la noticia el telescopio James Webb ha hecho historia, al presentarnos sus primeros retratos del cosmos. Gracias a esas instantáneas, tomadas en alta resolución, los científicos han descubierto la existencia de nuevas y hasta ahora desconocidas galaxias.

Ahora bien, ¿qué significa eso exactamente para nosotros? Pues depende. Para el ciudadano medio, es decir, gente como tú o como yo, el citado descubrimiento justifica los más de 10.000 millones de euros que ha costado fabricar el maldito telescopio de las narices. Me pregunto a cuánta gente de este planeta tan minúsculo e insignificante, y, sin embargo, excesivamente superpoblado, se la podría salvar de morir de hambre o de morir a consecuencia de una enfermedad cualquiera, de las muchas que ciertos hospitales del mundo mundial se niegan a tratar porque el enfermo o enferma en cuestión carece de seguro médico, o de dinero suficiente como para hacer frente a la factura.

Y ya que estamos con despilfarros, al igual que la humorista norteamericana Sarah Silverman, yo también me pregunto a cuánta de esa misma gente se la podría salvar de morir de hambre o de una enfermedad con los billones que posee la Iglesia Católica entre propiedades inmobiliarias, obras de arte, lujosas sedes, bancos y personal a su cargo. Y todo ello sin aportar un mísero euro en impuestos, porque, por si no lo sabéis, las iglesias, sean del culto que sea, NO PAGAN IMPUESTOS.

¡Demagogia barata!, dirán algunos. ¡Blasfemo!, dirán otros. A lo que yo no tendré problemas en responder: ¿Demagogo yo?, ¿blasfemo? Es posible. Pero si yo soy un demagogo y un blasfemo, ¿qué serán quienes viven de decir a los demás cómo tienen que vivir sus vidas mientras ellos hacen justo lo contrario de lo que predican? Yo os lo diré: unos hipócritas de tomo y lomo, y con una cara de hormigón armado capaz de aguantar las hostias como panes que les deberían de dar por mentir tan descaradamente y sin mostrar el más mínimo signo de vergüenza o arrepentimiento por sus deleznables acciones.

A todo esto, y ya que estamos con la Iglesia, aunque aún no han manifestado opinión alguna con respecto al citado descubrimiento de esas nuevas galaxias y, por ende, la existencia de nuevos planetas —ya sabemos la alergia que le provoca a la Iglesia y sus adláteres cualquier adelanto científico, pues anida en ellos el temor constante de que un día de estos esa Ciencia que tanto desprecian acabe hallando pruebas irrefutables que les desmonten el chiringuito—, imagino que los más sueltos de lengua no tardarán en asegurar que, de existir vida en esos nuevos planetas, de manera clara e inequívoca esas otras clases de vida serán católicas, apostólicas y romanas —vamos, como Dios manda—, y que habrá que ir pensando en preparar a algunos astronautas con formación eclesiástica, a fin de que, llegado el caso, se dediquen a viajar por el espacio exterior difundiendo “la Palabra del Señor”, y, de paso, ir sumando adeptos a la causa.

Esto en lo que respecta al ciudadano medio y a la Iglesia Católica. Pero, obviamente, en el mundo hay más gente, más estratos sociales y más intereses.

Los ricos, por ejemplo, ya estarán pensando en nuevas formas de negocio teniendo en cuenta la existencia de esas nuevas galaxias. No os extrañe que de aquí a poco tiempo ya empiecen a circular escrituras de propiedad sobre ciertas parcelas de terreno ubicadas a millones de años luz de distancia del planeta Tierra. Y eso por no hablar de hallar en esos nuevos planetas mano de obra barata. De hallarla, no tardarán ni cero coma en descentralizar servicios y abaratar costes. No sé si llegaremos a verlo, pero un día de éstos recibirás una llamada telefónica de un operador ubicado en la Galaxia de Andrómeda ofreciéndote una tarifa reducida de un operador telefónico cualquiera. Tiempo al tiempo.

Las petroleras se estarán frotando las manos pensando en la posibilidad de practicar futuras prospecciones con la esperanza de hallar caudales inagotables de su preciado oro negro allende nuestro planeta. Su avaricia no conoce límites, ni aunque esos límites se hallen a millones de años luz de distancia.

¿Y los políticos? Bueno, ya se preocuparán de buscar el voto extraterrestre que les permita seguir manteniéndose en el poder por los siglos de los siglos, prometiendo arreglar lo que ellos mismos se encargan de estropear.

En definitiva, con nuevo descubrimiento o sin él, el mundo seguirá girando como ha venido haciendo hasta ahora, movido por esa fuerza centrífuga de egoísmo, hipocresía, ignorancia y estupidez que hace que, como cantaba el bueno de Julio Iglesias “la vida siga igual”. Amen.




2 comentarios:

  1. Cuando supe de la noticia y vi esas magníficas imágenes (porque no me negarás que son chulas) me dije ¿y ahora qué? ¿qué nos aporta a los ciudadanos de a pie? Los científicos (astrónomos, físicos y demás) se lo pasarán pipa estudiando esas nuevas galaxis, pero no veo ningún interés para el ser humano en general. Y estoy totalmente contigo respecto a ese dispendio brutal que bien podía haberse destinado a causas mucho más nobles y prácticas. Pero el ser humano es así, no sabe priorizar pensando en las necesidades más acuciantes de los que no tienen medicinas ni donde caerse muertos. Y así un montón de gastos supérfluos que solo están justificados por intereses privados y egoístas.
    Ayer, un divulgador científico justificaba ese dispendio millonario diciendo que, al margen del descubrimiento galáctico, del desarrollo tecnológico de ese supertelescopio se derivarán aplicaciones en otros campos que sí nos beneficiarán. Lo dudo mucho. En todo caso, beneficiarán a los de siempre.
    Un abrazo.

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    1. Saludos, Josep.

      Es la historia de siempre: los intereses y prioridades de los que manejan el cotarro nunca serán los mismos que los intereses y prioridades del ciudadano medio. Y lo más irónico, además de tremendamente injusto, es que los que más tienen son los que menos aportan, y los que más se benefician. Definitivamente, Zappa tenía razón cuando decía que la estupidez es el bloque básico sobre el que se fundamenta el Universo, y no el hidrógeno, como aseguran los científicos.

      Vaya, veo que al fin has conseguido firmar el comentario con tu nombre. ¿Pues sabes qué? Ahora extrañaré al "anónimo". Le había tomado aprecio a ese simpático "desconocido". ¿Ves lo que te decía de la estupidez humana? ¿Cómo demonios vamos a lograr ser felices si siempre añoramos lo que no tenemos? Ah, carajo. :P

      Un abrazo, Josep.

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