A mediados de la década de los ochenta mi padre decidió abrir un videoclub, junto con un socio amigo suyo. Aquel socio, de nombre Gregorio, era un enamorado del ajedrez.
Además de ser árbitro internacional colegiado, trabajaba en un organismo privado que organizaba torneos regionales, nacionales e internacionales de ajedrez.
Un día, me dijo:
—Oye, Pedro, tú que ves mucho cine, ¿podrías apuntarme en una libreta cualquier película que veas en la que salga cualquier escena relacionada con el ajedrez? No hace falta que sea una partida. Sólo con que tenga algo que ver con el ajedrez, aunque sea viéndose un tablero o piezas, me vale. Ah, y apúntame el minuto exacto en el que transcurre la escena en cuestión.
—Claro, Gregorio —contesté yo—. Pero, por curiosidad, ¿para qué quieres saber eso?
Y entonces Gregorio me reveló algo que, por sorprendente, se me quedaría grabado a fuego en la memoria. Me contó que tenía una cinta VHS donde iba recopilando todas esas escenas, una detrás de otra, con intención de verlas y disfrutarlas en su vídeo doméstico siempre que lo desease.
Como digo, aquello se me quedó grabado; por extraño, por inusual y por extravagante.
Yo, que entonces tendría unos dieciséis o diecisiete años, no entendí aquella pasión tan desorbitada por algo como el ajedrez, actividad que, si bien me gustaba practicar de manera esporádica, no despertaba en mí semejante nivel de apasionamiento. Y no sería hasta muchos años más tarde en que entendí perfectamente la pasión que empujaba a aquel hombre a hacer algo tan fuera de lo común.
El porqué es muy sencillo. Las personas apasionadas, entre las que me cuento, cuando sentimos una especial debilidad por algo, traspasamos la frontera de lo convencional sin importarnos un pimiento lo que los demás piensen de nosotros.
Hay quien colecciona llaveros, por ejemplo, o mecheros, o aquellos viejos calendarios plastificados que se solían llevar en la cartera —ignoro si aún se siguen fabricando, pues hoy en día resulta mucho más cómodo y práctico controlar el calendario con el móvil, con el ordenador o con agendas electrónicas implementadas en los relojes de pulsera. Por cierto, que estos relojes de hoy en día son capaces de hacer cosas hasta hace poco impensables, como controlar tu ritmo cardíaco, decirte el número exacto de pasos y calcular la distancia y el tiempo que realizas en un tramo concreto, y hasta de hacerte la declaración de la renta con resultado a devolver. Son la leche esos relojes, en serio—.
En mi caso concreto colecciono discos, libros, películas, revistas de música o literarias, determinadas manías y alergias varias. En fin, cada loco con su tema.
Una de las cosas que me gusta coleccionar, y disfrutar, son películas relacionadas con la literatura, bien sean películas sobre escritores o editores o películas basadas en novelas.
Dicho esto, como no creo ser el único al que le fascinan este tipo de películas, he decidido ir publicando de vez en cuando en el blog reseñas o artículos contando mis impresiones sobre ese tipo de películas con trasfondo literario. Y para inaugurar esta nueva sección, ahí van las dos primeras: Descubriendo a Forrester y El expreso de medianoche.
Descubriendo a Forrester (2000)
Siempre he sentido una especial debilidad por Sean Connery. Es uno de esos actores tan buenos en lo que hacen que, con su mera presencia, son capaces de levantar películas mediocres y transformarlas en algo merecedoras de nuestro tiempo y nuestra atención.
No es el caso de esta peli, Descubriendo a Forrester, ya que en ella todo me resulta fascinante, empezando por la historia.
En pleno Bronx neoyorkino, un grupo de jóvenes afroamericanos se suele reunir en una cancha a jugar al baloncesto. Desde la cancha se divisa el apartamento de un viejo ermitaño cuya existencia resulta un auténtico misterio para sus vecinos, pues no socializa con casi nadie y apenas sale de su apartamento. Un día, como una travesura, uno de los jóvenes decide colarse en el apartamento del ermitaño a través de una de las ventanas. Una vez dentro curiosea y ve un montón de libros, lo cual despierta su curiosidad, ya que él es un buen estudiante que acostumbra a leer y a sacar buenas notas en literatura. Oye ruidos y se precipita en su huida, lo cual hace que se deje atrás una mochila con algunos trabajos suyos de literatura que debía entregar en clase. Al percatarse de su error, el chico regresa al apartamento del ermitaño en busca de su mochila, y entonces se produce el encuentro que marcará su vida para siempre, pues al que todos consideraban un anónimo solitario resulta que es un consumado escritor con un único libro publicado, considerado en su tiempo una obra maestra, que un buen día decidió darle la espalda a la fama y recluirse en su apartamento por el resto de sus días.
Según he podido leer por ahí, el personaje de Connery está inspirado en J.D. Salinger, quien en vida sólo llegó a publicar una novela, El guardián entre el centeno, y que, tras su apabullante éxito de crítica y ventas, decidió recluirse en su casa y evitar todo contacto con congéneres.
La película es magnífica, con un reparto muy logrado encabezado por un espectacular Connery y su némesis en la pantalla, un inmenso F. Murray Abraham, quien alcanzara la fama cinematográfica gracias a su magnífico papel del maestro Salieri en Amadeus.
Recuerdo con cariño una de las frases que exclama Connery a fin de motivar a su joven protegido: “¡Golpea las teclas, por el amor de Dios!”.
Descubriendo a Forrester es de esas películas que, al acabarlas, te entran unas ganas tremendas de escribir, y de leer, y de ver más cine; en definitiva, es de esas pelis que te invitan a sumergirte en ese mundo maravilloso donde la ficción tiene más peso que la realidad. La recomiendo.
El expreso de medianoche (1979)
Basada en el libro autobiográfico de Billy Hays, del mismo título, cuenta la odisea personal del autor mientras cumple condena en una prisión turca a principios de la década de los 70 acusado de traficar con hachís. La película, aún con notables diferencias con respecto a la novela, sobre todo en lo concerniente a la fuga de la cárcel, es bastante fiel al libro.
El libro, que leí hace un par de años, no me defraudó en absoluto. El único “pero” que le pondría a la experiencia es que, habiendo visto la película varias veces, hasta el punto de tener memorizadas muchas de las escenas, al leer me resultaba imposible disociar lo que leía de las imágenes de la propia película, por lo que en mi mente se iban recreando secuencias de la peli a medida que iba pasando páginas. Con todo, tanto el libro como la película son obras que merecen ser disfrutadas al menos una vez en la vida.
A propósito de la película, el trío protagonista está soberbio, encabezado por un excepcional Brad Davis en el papel de su vida.
Brad Davis interpretando a Billy Hayes en una escena de su detención en "El expreso de medianoche". |
Tengo que ver Descubriendo a Forrester, sí o sí, pues no entiendo cómo desconocía su existencia, o bien me pasó por alto. Siendo del año 2000 no creo que me resulte difícil dar con ella. Yo también soy un admirador de Sean Connery, que en paz descanse. Es uno de esos actores que con solo su presencia ya eleva la calidad de la película a niveles sobresalientes.
ResponderEliminarEn general, las películas basadas en hechos reales me resultan especialmente interesantes, sobre todo si giran en torno a un personaje peculiar o que vivió una experiencia extraordinaria.
Lo que te ocurrió al leer El expreso de medianoche, a mi me ocurrió cuando leí El nombre de la rosa (precisamente protagonizada por Connery) tras haber visto la versión cinematográfica.
Un abrazo.
Saludos, Josep.
EliminarEs normal que, de vez en cuando, se nos pasen películas que, a priori, estamos casi seguros de que encontraremos interesantes. La oferta es tan inmensa, y nuestro tiempo tan limitado, que habría que dedicarse casi en exclusiva a buscar y rebuscar aquí y allá para recopilar todo lo que nos resulte atractivo. Yo mismo, que soy un cinéfilo empedernido, sigo descubriendo películas y series de hace décadas, pues mi curiosidad insaciable me mueve a ello.
"Descubriendo a Forrester" la pillé por primera vez en un videoclub de mi barrio del que era socio, allá por 2005. Me fascinó desde la primera vez que la vi, aunque haya cosas en ella que chirríen un poco. Aunque eso, sinceramente, da igual. Lo importante es lo que te transmita, y a mí me transmite fascinación, gozo, y amor por la literatura. Mientras la ves sientes ganas de "aporrear las teclas", como le grita Forrester a Jamal.
Sean Connery está soberbio, como siempre. Tenerle en una peli era como una especie de garantía, nunca defraudaba. Incluso, como tú bien dices, elevaba el nivel de la peli en la que interviniese. Lamenté mucho su retiro, y, por supuesto, su muerte. Nos dejó un legado inmenso, que, gracias a la tecnología, podemos disfrutar una y otra vez.
Curioso que cites "El nombre de la Rosa", pues en ella intervienen los dos mismos actores que en "Descubriendo a Forrester", es decir, Sean Connery y F. Murray Abraham (otro monstruo de la interpretación).
Es lo malo de ver una adaptación de un libro, o leer un libro del que ya has visto una peli. Resulta imposible disociar lo uno de lo otro.
Un abrazo, Josep.
Mi gadget de blogs favoritos se sigue empeñado en no actualizar algunos, entre ellos el tuyo. Por eso he visto que no había leído esta entrada.
ResponderEliminarLo de reunir escenas de películas sobre el ajedrez me ha recordado Cinema Paradiso y la maravillosa escena con todos los besos recortados de las películas.
A mí también me gusta mucho Sean Connery, pero esa película que dices no recuerdo haberla visto. La buscaré. Sí que he visto El expreso de media noche. Me resulta una historia terrible. Yo prefiero leer los libros antes de ver la película. Prefiero ver ésta influida por la novela a que sea al revés. Seguiré atenta a estas entradas de cine y literatura.
Un beso.
Saludos, Rosa.
EliminarNo recuerdo haberme ganado la enemistad de ningún gadget en mis ocho años y pico de bloguero, aunque nunca se sabe. A veces causas ofensa sin ser consciente de ello, por algún comentario o alguna acción hecha sin malicia alguna. También es verdad que, siendo habitual de mi blog, ya sabes cómo se las gasta el mío cuando no estoy vigilante. Igual él sí que ha hecho algo por lo que tenga que pedir disculpas. Pero como sé, porque lo conozco, que me va a negar la mayor, por favor, hazle llegar mis más sinceras disculpas a tu gadget; por si acaso.
"Cinema Paradiso" es otra maravilla, una oda al cine. Lo bueno de tener una colección de películas en casa, es que puedes echar mano de ella en cualquier momento. Internet también es un buen lugar para buscar información y, con un poquito de suerte, hasta acceso a un montón de películas gratuitas (en Youtube he encontrado auténticas joyas con los derechos vencidos y que se pueden ver y distribuir sin vulnerar derechos de autor); y no podemos dejar de lado las plataformas digitales o las Bibliotecas Públicas, que, con la muerte de los videoclubs, se han convertido en el refugio de los que no podemos vivir sin nuestra dosis diaria de arte y cultura.
La película de Connery es maravillosa. Si tienes oportunidad, échale un vistazo.
Un beso, Rosa.