jueves, 12 de diciembre de 2019

MIRANDO ATRÁS

Mi ejemplar de "Cuentos sin plumas" de Woody Allen.
 
En mayo de este año —2019— mi blog cumplió cinco años de andadura. ¿Por qué no hice un post especial celebrando la efeméride? Bueno, para ser honesto, en esos días andaba con la crisis subida a mi chepa y me debatía en si dar continuidad al blog o si cerrarlo definitivamente. Así estaban las cosas.
Dudé mucho por esos días. Se me habían juntado varios acontecimientos negativos: el cierre de Google Plus, la brutal pérdida de visitas al blog, el fallido intento de empezar de cero en MeWe, las ventas residuales de mis libros, etc.
Pero entonces surgieron un par de hechos fortuitos que me hicieron replantearme la situación.
Uno de esos hechos fue la inesperada petición de Ana Azuela, directora y coordinadora de la web LAO Laboratorio de Artes y Oficios de México, de escribirle un artículo para su web.
Aunque por aquellos días me hallaba «Fuera de Servicio», como los taxis que acaban su jornada laboral, accedí a tomarme unos días y madurar un texto para su web. La base de ese texto fue una pregunta que llevaba tiempo haciéndome en la intimidad de mi cabeza: ¿Por qué escribo?
Al intentar dar respuesta a esa pregunta, comencé a reflexionar sobre todos los pasos que me habían llevado al lugar donde me hallaba en ese momento de mi vida.
Eso me hizo echar la vista atrás y recordar al joven que fui. Fruto de ese ejercicio me reencontré con ese chaval tímido y con una imaginación desbordante, que veía películas, escuchaba discos y leía cómics para escapar de la realidad que tan poco le seducía, mientras en su cabeza barruntaba historias y personajes a los que ansiaba dar vida en papel, a través de los dibujos que hacía o de las historias que escribía, deseando en un futuro no muy lejano poder mostrarlos al mundo, con la esperanza de gustar y poder dedicarse a ello de manera profesional.
Terminar el artículo me llevó tres semanas. Y es que, aunque algo me salga del tirón, soy de los que revisa y reescriben todo como un millón de veces antes de darlo a leer a alguien. Ésa ha sido siempre mi manera de enfrentarme a este noble oficio, y soy demasiado viejo para cambiar hábitos.
Cuando al fin lo consideré «publicable», se lo hice llegar a Ana.
Por si no lo habéis leído aún, o lo habéis leído pero deseáis releerlo para recordar de qué iba, pincha aquí.

Aquel artículo generó varios comentarios, tanto en mi blog como a través de mis redes sociales, lo que me hizo recuperar sensaciones. Me alegró saber que, a pesar de mis repetidas ausencias por diferentes motivos, por ahí fuera aún había personas interesadas en las cosas que escribía. Agradable sensación, sin duda. Sobre todo cuando sientes que lo que haces cada vez interesa a menos gente.
Con el paso de los días llegó al blog un comentario de alguien anónimo. Aquel comentario me rompió por dentro.
Tras darle muchas vueltas al asunto he decidido no reproducir el comentario en su totalidad. Y no lo voy a hacer porque ese comentario encierra mucho dolor, el dolor de una pérdida irreemplazable e inasumible, y no quisiera que se malinterpretasen mis intenciones.
Lo que sí haré es, respetando al máximo a esa persona y su dolor, entresacar de su comentario lo siguiente:

«Pasó mucho tiempo antes de que algo o alguien me sacara una sonrisa, pero llegó.
Mr. Fabelo, si aún se pregunta porqué escribe, por favor, deje que yo conteste por usted: usted escribe para que yo sonría».

Aún hoy sigo sin saber a ciencia cierta quién es su autora. Lo que sí sé es lo que provocó en mí. Me hizo recordar que yo mismo, hace muchos años, atravesé una época bastante oscura de mi vida. La tristeza se había instalado en mi vida y no había manera de quitármela de encima. Un día, estando en una tienda que solía frecuentar, me puse a curiosear entre los libros que allí tenían expuestos, y mis ojos quedaron prendados de una portada y un autor. Tomé aquel libro entre las manos, lo abrí y comencé a hojearlo. De repente, me vi a mí mismo sonriendo. Ni recordaba la última vez que algo me había hecho sonreír. Al acabar de leer unas pocas frases más, ya había tomado una decisión: quería aquel libro. Así que lo llevé al mostrador de caja y lo compré. Aquella misma noche, antes de dormir, me puse a leerlo. Y volví a disfrutar de algo, apartando de mi lado esa tristeza que tanto me asfixiaba y me consumía por dentro.
Por suerte, aquel libro era bastante tocho: 402 páginas, pues en él se recopilaban tres libros de relatos del mismo autor. Eso hizo que mi disfrute se alargase durante muchas noches, hasta el punto de desear cada día que llegase la hora de la lectura para zambullirme entre sus páginas. Desde aquella primera lectura, he releído muchas veces aquel libro. Y aún hoy me sigue arrancando sonrisas cómplices, haciendo que la tristeza huya de mi lado.
Aquel libro es Cuentos sin plumas, de Woody Allen.
Aún hoy, me gusta pensar que aquel libro me salvó la vida.
Me emociona haber sabido, gracias a los correos y comentarios que generosamente algunos de vosotros me habéis hecho llegar a lo largo de estos cinco años de andadura, que alguno de mis libros o relatos ha conseguido haceros olvidar la tristeza. No conozco mejor objetivo que ese: hacer feliz a alguien haciendo lo que más me gusta.
Ojalá tarde en volver a preguntarme por qué escribo.


9 comentarios:

  1. Amigo Pedro. Como creo que ya sabes, yo también me hice esa pregunta y también dudé sobre si debía seguir o tirar la toalla. Pero debo decir que, seguramente gracias a mi edad, como ya he abandonado la idea de hacerme famoso aunque solo sea en este mundillo bloguero, seguí con mi activida escritora con la única finalidad de pasármelo bien. Punto y final.
    Por cierto, creo que tendré que darle otra oportunidad a nuestro amigo Woody Allen y a sus cuentos sin plumas, je,je.
    Un fuerta abrazo y sigue deleitándonos con tu humor. No deseperes, los mayores artistas fueron unos incomprendidos.

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    1. Saludos, Josep.

      Realmente no soy quién para dar consejos sobre seguir creyendo en uno mismo y en su talento. Sobre todo cuando reconozco abiertamente que, cada cierto tiempo, me siento invadido por esa sensación de derrota que viene acompañada de unas ganas tremendas de mandarlo todo al carajo y dejarlo correr. Sin embargo, precisamente por mi experiencia en este tipo de crisis, sí que te puedo decir que, con sólo una pequeña chispa que alguien o algo consiga encender en tu interior, la mecha prenderá y verás renovadas tus ganas de sentarte ante tu escritorio y ponerte a emborronar unas pocas páginas con tus historias y personajes. Escribir proporciona un placer indescriptible. Disfrutemos pues de esa sensación mientras podamos. Lo otro, si llega, bienvenido sea. Pero que no nos obsesione, pues corremos el riesgo de sentirnos unos fracasados, cuando lo que debemos hacer es dar las gracias por tener la capacidad de crear algo de la nada y entretener con nuestras creaciones.

      No creas que no tengo esa espinita clavada contigo. Por eso me cuesta tanto recomendar libros, discos o pelis, por temor a decepcionar o no lograr que esa persona disfrute de mi recomendación. También es verdad que, del mismo modo que hay obras que entran a la primera, existen otras que necesitan de varios intentos hasta lograr seducirnos. Ojalá "Cuentos sin plumas" consiga hacerte pasar tan buenos y gratos momentos como me los ha hecho pasar a mí.

      Gracias por los ánimos, Josep. Se agradecen un montón. Recibe un fuerte abrazo, amigo.

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  2. hacer sonreír a alguien a quien una pérdida o cualquier otra adversidad le ha robado esa capacidad es motivo suficiente para seguir escribiendo.
    Yo también cumplí cinco años de blog este año y aunque yo no he tenido crisis bloguera tampoco hice entrada especial. De hecho ese día ni me acordé. Hice algo el primer año, pero luego me parece que lo mejor es mantener actividad, hacer cada vez reseñas mejores y mantener a los buenos seguidores.
    Me alegro mucho de que no dejaras el blog ni la escritura.
    Un beso.

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    1. Hola, Rosa.

      Para mí, no hay sensación comparable a hacer reir a alguien. Y si ese alguien, además, necesita que le hagan reír, el placer el doble, pues considero que el humor libera, y también sana y cura heridas. Hacer reír es realmente difícil. Parece fácil, pero no lo es. No todo el mundo posee el mismo sentido del humor. Yo mismo me considero alguien difícil en ese sentido. De ahí que valore como se merece el que alguien o algo me haga reír.

      Yo tenía hasta anotada en una de mis libretas de notas la fecha exacta en que se cumplirían los cinco años del blog. Pero, cuando ese día llegó, me pilló en un momento tan bajo que pocas ganas tenía de celebrar nada. Fíjate que, como digo, incluso barajé la posibilidad de cerrarlo. Menos mal que mis ángeles de la guarda, en forma de lectores, vinieron a mí para decirme: "Eh, tío, ¿cómo es eso que piensas cerrar el blog? ¿Y qué pasa con nosotros? ¿Es que nos vas a dejar tirados?". Y claro, con tanto que agradecer, ¿cómo iba a pirarme sin más? Así que, de momento, me he propuesto seguir un año más. A ver qué pasa.

      Gracias, Rosa. Te agradezco tus palabras, tan llenas de cariño.

      Un beso.

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  3. Mr. Fabelo, me gusta más cuando me hace reír...

    Gracias, mil gracias por compartir esos pequeños momentos que nos acercan cada vez un poco más a la persona que hay detrás del autor que nos gusta leer.

    Por cierto.., esperaba poder autoregalarme su nuevo libro para estas navidades: ¿qué ha pasado?

    Apapachos;-)

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    1. Saludos, Anónima.

      Gracias a ti, porque tu comentario contribuyó a querer seguir escribiendo historias que le alegren la vida a alguien; empezando por mí. Mil gracias.

      En cuanto a mi nuevo libro, la novela, trabajo contrarreloj. Hace dos semanas recibí de mi lectora cero el borrador con las correcciones, primeras impresiones y sugerencias. Ya he corregido el texto -por suerte, cada vez se me cuelan menos moscas en los textos-, y ahora estoy valorando las sugerencias, pues éstas tienen que ver con pequeños giros argumentales que, a juicio de esta lectora, mejorarían la historia. Eso me está obligando a reescribir párrafos y reorganizar algunos hilos, a fin de que la historia mantenga una coherencia narrativa y nada se resienta en ella. Es complicado, la verdad, pero, de algún modo, fascinante, pues me reta a mejorar lo que ya llevo escrito. Créeme si te digo que estoy haciendo todo lo posible por tenerla lista cuanto antes; si bien, por respeto a todos vosotros y a mí mismo, no cometeré el error de publicar algo de lo que no esté orgulloso al cien por cien. En cuanto tenga listo el texto, colgaré un enlace en el blog ofreciendo un adelanto gratuito de varias páginas para que podáis valorar si os merece la pena adquirirla o no.

      Por último, decirte que la semana que viene me comprometo a subir al blog un relato inédito en clave de humor. Aún me faltan un par de detalles, pues está recién sacado del horno y aún he de esperar a que se enfríe para adornarlo un poco. Ojalá consiga su principal objetivo: hacer reír.

      Fíjate, han pasado cinco años y aún espero con la ilusión del primer día vuestro veredicto. Otro aliciente más para seguir dando lo mejor de mí en cada escrito. Gracias por seguir ahí, al otro lado, animándome a seguir embarcado en esta locura.

      Recibe un cariñoso y afectuoso abrazo, Anónima. Y mi agradecimiento.

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  4. Saludos, Julio David.

    Ante la adversidad, una de las más eficaces medicinas que conozco es el humor. Cuando pierdes la capacidad de reirte, entonces sí que podemos darlo todo por perdido. Ojalá no perdamos nunca esa capacidad.

    Te mando un fuerte abrazo de punta a punta del charco, amigo Julio David, y mis mejores deseos para que ese maravilloso país tuyo y sus maravillosas gentes recuperéis la normalidad cuanto antes. Y como tú bien dices: ¡Arriba los corazones, Julio David! : )

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  5. Cada vez que te lo preguntes, simplemente lee esta entrada que sin ninguna duda ha sido un regalo para todos nosotros. Me alegra que sigas aquí, presente y que nosotros podamos seguir disfrutándote por ello. No soy nadie para dar consejos como bien sabes soy malísima cumpliendo los que me dan, así que solo puedo decirte que me anima de verdad que nuestros caminos de letras un día se encontraran, y que espero que sepas que cuentas conmigo para esos momentos en los que uno encuentra que su camino anda varado. Porque no es así, somos muchísimos los que te admiramos, Pedro.
    Y sobre el comentario que te dejaron, no podían decirte nada más hermoso que eso.
    Un beso.

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    1. Querida Irene,

      Yo también me alegro de que, por uno de esos caprichos del destino, nuestros caminos se cruzaran un día. Desde el primer día en que entraste en mi blog y dejaste en él un comentario, he tenido la gran suerte de contar con tu fidelidad y tu cariño hacia mis letras. Además de eso, he tenido el privilegio de mantener correpondencia contigo a través del correo electrónico y Twitter, dándome la oportunidad de conocer a la persona que hay detrás de la bloguera. Eso me ha hecho conocer a una buena persona; amable, cariñosa, atenta. Y no sólo yo pienso eso de ti. Sólo tienes que echar un vistazo a los comentarios que tus lectores (entre los que me cuento) te dejan en tu blog. Por personas como tú, y como muchas otras que me vienen a la mente mientras escribo estas líneas, es por lo que, a pesar de las decepciones, aún sigo dándole a la tecla en busca de esas historias que consigan haceros pasar un rato ameno, agradable y entretenido.

      Aquel comentario me removió algo por dentro. Me hizo sentir un torbellino de emociones. Me hizo recordar muchas cosas. Y volver a extrañar algunas ausencias. También me hizo sentir enormemente agradecido, pues no resulta nada fácil compartir según qué cosas. Otra de las cosas que me hizo sentir fue una enorme responsabilidad. Saber que mis letras pueden llegar a ayudar a alguien, hace que las horas y días y noches de duro trabajo que hay detrás de cada libro mío hayan merecido la pena, y que jamás, nunca, publique nada de lo que no esté satisfecho al 100%.

      Gracias por todo, Irene. : )

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