Mi ejemplar de "La conjura de los necios" junto a otros libros de mi colección. De fondo, mis libros de Woody Allen, Paul Auster, Bukowski e Italo Calvino. |
La semana pasada publiqué
un artículo en el que confesaba mi odio eterno hacia el ejercicio
físico.
Lo primero que he de decir
es que nunca debéis tomar demasiado en serio las palabras de un
escritor. No es que mintamos, pero lo que escribimos no siempre se
ajusta a lo que pensamos o lo que sentimos realmente. Todo vale
cuando de lo que se trata es de entretener y, en ocasiones, provocar
unas risas.
A propósito de esto último,
una de las mejores herramientas para el humor consiste en la
exageración. Deformar la realidad, estirarla como un chicle o
manipularla como una masa panadera antes de darle forma e
introducirla en el horno es la base del arte. Del mismo modo en que
un escultor moldea el material hasta dar forma a su pieza artística,
nosotros moldeamos el lenguaje para dar forma a nuestros escritos. Y,
como ocurre con los escultores o los pintores, el fruto de nuestro
arte no siempre se ajusta a algo real o reconocible.
El arte no consiste en hacer
una copia exacta de la realidad. El artista debe tomar la realidad y
moldearla a su gusto, y fruto de esa manipulación ofrecer una obra
que transmita algo al receptor.
Aristóteles, que era un
hombre muy sabio que siempre iba en sandalias, sostenía que el arte
imita a la vida. Imitar no es copiar con exactitud. ¿Qué sentido
tendría copiar exactamente algo que no me gusta? Para eso, mejor me
quedo con el original antes que con la copia, ¿no?
La realidad, como tal, está
llena de imperfecciones. En el mundo real los perdedores nunca ganan,
ni sus vidas son tan interesantes ni motivadoras como lo pudieran ser
las de los triunfadores. Sin embargo, en el arte sí que puedes
lograr transformar en héroe a alguien nacido en el lado equivocado
de la historia. Incluso, si dispones del talento suficiente y lo
trabajas, puedes hacer que un perdedor sirva de inspiración a gente
que vive ahogada en la marea de lo cotidiano.
Tomemos como ejemplo a
Ignatius Reilly, el protagonista de esa maravillosa novela que es La
conjura de los necios, de John Kennedy Toole. Si lo
vemos por el tamiz de lo real, Ignatius no deja de ser un gordo
friki, haragán, con aires de suficiencia y desprecio por el género
humano, además de masturbador compulsivo. Con semejantes
credenciales uno podría pensar que se trata de un personaje poco
interesante para protagonizar una novela. Sus costumbres y sus
constantes salidas de tono invitan al rechazo. Sin embargo, gracias
al enorme talento mostrado por su creador y a su maestría a la hora
de dibujar al personaje y su entorno, acabamos aceptando a Ignatius como un
antihéroe, un pobre diablo caprichoso y enfebrecido por sus delirios
de grandeza que nos regala impagables momentos de hilaridad cómica y
que, en una vuelta de tuerca digna de un contorsionista, hasta
consigue mover a la compasión.
El humor es un arte
complejo. Lo es, entre otras cosas, porque no todos tenemos el mismo
sentido del humor. Otro de los rasgos que inciden en su complejidad
es que, según de qué tipo de humor se trate, se exigirá un cierto
bagaje cultural por parte del receptor, a fin de que pille la broma.
Hace tiempo, durante el
primer año de vida del blog, publicaba cuentos y piezas de humor
absurdo de mi autoría. Todas inéditas. Algunas acabaron formando
parte de mis tres libros de relatos publicados hasta el momento —Bep.
Bep. Beep. Momento para la publicidad encubierta. Ejem.
Tengo tres libros autoeditados en Amazon: ABSURDAMENTE Antología
del absurdo Vol. 1, 2 y 3. Están a muy buen precio, oiga. Y son
la mar de divertidos. A la gente que los compra le gustan tanto que
hasta se hacen fotos con ellos y me las envían. ¿No me creéis?
¡Qué desconfiados sois, por el amor de Dios! Pinchad en este
enlace, incrédulos. PINCHA AQUÍ y AQUÍ. Ah, y si
quieres comprarlos, PINCHA AQUÍ, AQUÍ y AQUÍ.
Gracias por preferirnos. Fin del Momento para la publicidad
encubierta. Bep. Bep. Beep—.
¿Y porqué decía esto de
mis primeros escritos en el blog? Pues porque en aquellos primeros
tiempos de mis inicios también recibía comentarios de los lectores.
El 99,99% de esos comentarios eran positivos. Y en el 0,01% restante,
se hallaba uno que decía algo así como: «No lo entiendo».
Recuerdo haber leído en
algún sitio una frase atribuida a Frank Zappa —ya sabéis que
adoro a este tío—, a propósito de alguien que decía no pillar el
concepto de su música. En su respuesta, Zappa decía: «Si no lo
pillas, es porque no tenías que pillarlo».
Vaya por delante que soy de
los que opinan que los chistes jamás deben ser explicados. Eso les
quitaría magia, y convertirían en algo carente de sentido los
esfuerzos del artista por hacer algo original y divertido violentando
las reglas de lo convencional.
Así que, si en algún
momento lees algo mío y no le pillas el rollo, no te preocupes.
Igual es que no tenías que pillarlo.
Y para que veáis que no
siempre digo lo que pienso, la próxima semana hablaré de los
aspectos positivos de ir a caminar (que los tiene).
Pobre John Kennedy Toole. Escribe una novela genial y se muere sin haberla podido publicar. Menos mal que madre solo hay una, y la suya logró lo que él no. En cuanto al humor, soy bastante ecléctico. aunque el absurdo es mi preferido (por eso me leí tus tres libros, oiga). No sé si existe el humor abstracto o cubista, pero si es como sus equivalentes pictóricos, más bien diría que no. Y eso de contar un chiste, que tú crees que es buenísimo, y resulta que la concurrencia pone cara de pasmarote y te dicen "pues no lo entiendo", es lo peor de lo peor, y uno llega a pensar si el problema es suyo y se lo tiene que hacer mirar. Por eso (hace mucho tiempo escribí algo sobre este tema) suelo elegir el momento adecuado para contarlos, cuando el nivel de alcoholemia en sangre está a unos cuanto puntos por encima del que te retiran el carnet de conducir.
ResponderEliminarHaces muy bien en intercalar un poco de publicidad entre diatriba y diatriba. Siempre puede haber alguien que pique. Hay que perseverar, amigo.
Un abrazo.
Coincido contigo en lo de Kennedy Toole. Es una lástima que no haya podido disfrutar del éxito de su grandiosa novela. Tengo pendiente de leer su otra novela, "La Biblia de neón". Por un lado me apetece leerla, pero por otro temo la comparación con "La conjura", por lo que he ido retrasándola y dándole prioridad a otros libros y autores.
EliminarEl humor que yo practico sí que exige del lector un cierto bagage cultural. Procuro huir del chiste fácil, aunque, si se me presenta y veo que encaja en lo que quiero contar, no tengo problema alguno en incluirlo. Como he dicho más de una vez, con mis libros no pretendo culturizar ni hacer una labor pedagógica. Mi principal objetivo es entretener y hacer pasar un buen rato a los lectores; y si, de paso, consigo hacerles reflexionar o picarles la curiosidad sobre alguno de los temas tratados, referencias o nombres propios incluidos en mis historias, estupendo.
Tu estrategia para combatir el tan temido "no lo entiendo" me parece genial. Con suficiente alcohol en sangre hasta un sosainas como David Broncano te puede parecer gracioso. Yo, como no bebo alcohol, sigo sin vérsela. ; )
No soy un experto en publicidad, pero si de algo me he dado cuenta es que el exceso de publicidad puede ser contraproducente. Yo mismo he experimentado rechazo hacia algún producto ante el bombardeo constante de publicidad. En nuestro caso, en el de los autores autopublicados, debemos recurrir al ingenio y el humor para suplir nuestras carencias en mercadotecnia. No tengo conocimientos suficientes, ni tiempo ni ganas de hacer estudios de mercado y diseñar campañas que se ajusten a las necesidades del consumidor. Prefiero invertir todo ese tiempo, esfuerzo y dinero en hacer mejores libros, que me hagan disfrutar a mí primero, como autor y lector, y luego a todo aquel o aquella que decida acercarse a ellos. Por otro lado, el no vivir de lo que escribo me otorga una libertad de movimientos ilimitada, y eso me gusta.
Sigamos perseverando, querido Josep. El camino se presenta largo y lleno de obstáculos, pero excitante.
Un abrazo enorme, Josep.
Hace muchos años que leí "La conjura de los necios", exactamente en 1995. Lo leí un poco tarde porque tenía tanta fama que me llegó a saturar y cuando ya no se hablaba de él, cayó en mis manos y lo devoré. Un personaje glorificado por su autor, aunque sea como antihéroe.
ResponderEliminarA Faulkner le preguntaron qué podía hacer uno si después de leer un libro suyo dos veces no lo había entendido y contestó que leerlo tres veces. El autor americano no se conformaba con un no por respuesta. Creo más acertada la de Zappa. No todo es para que lo pillemos todos. Hay cosas que no tenemos que pillar. Y, desde luego, si alguien no pilla un chiste, es que no era para él. El humor es muy personal y cada uno es sensible a unos tipos y no a otros. A mí el tuyo me encanta.
Un beso.
Tengo un amigo que no soporta "La conjura de los necios". Y cada vez que nos vemos por la calle me lo recuerda, como si yo fuese el responsable. En su caso se juntan las dos circunstancias que tratas en tu comentario: por un lado, el hecho de que tantas personas le hayan hablado tan bien de ese libro supongo que le creó unas expectativas demasiado elevadas que no logró satisfacer; y por otro, igual no le pilló el rollo, simplemente porque no tenía que pillarlo. El libro no era para él, y no pasa nada. A otra cosa, mariposa.
EliminarQue me digas que mi humor te encanta es de los mejores estímulos a los que aspiro como autor. En mi pequeño mundo de dudas e incertidumbres, que me digan algo así es como un subidón de autoestima de niveles estratosféricos. Gracias, Rosa.
Un beso. : )
Saludos, Julio David.
ResponderEliminarVengo de tu blog, de leer el micro que me enlazas. Me ha gustado mucho, por cierto. El humor también sirve para denunciar ciertas actitudes, comportamientos o situaciones que marchan mal en nuestra sociedad y que necesitan que alguien ponga el foco en ellas para generar debate y, si procede, corregirlas o erradicarlas. Y tu micro es una buena muestra de ello.
Lamento saber que en tu país también vivís bajo el opresor yugo de la dictadura de lo políticamente correcto. Aquí, en España, de un tiempo a esta parte la cosa se está saliendo de madre. Se ha llegado a un punto tal de desvarío que ha habido gente a la que se ha procesado judicialmente por determinados chistes o publicaciones en redes sociales. La mayoría de esos juicios acaban en nada, puro artificio, pero acaparan las portadas de los informativos y generan encendidos debates a favor y en contra. A veces pienso que el absurdo está más presente en el mundo real que en mi imaginación.
Si seguimos recortando libertades, esto se parecerá cada vez más a lo que presagiaba George Orwell en su novela "1984", con el ojo del Gran Hermano siempre vigilante y acechando nuestras acciones y pensamientos. O como, tirando de ironía y sarcasmo, denunciaba Frank Zappa en "Who are the brain police". Desde luego, eso sí que da miedo, y no un puñado de chistes con más o menos gracia.
No, no tengo gato. Soy alérgico a los animales. Y ya puestos, también soy alérgico a la estupidez humana. Por eso me paso la mayor parte del día sonándome como un poseso. ; )
Un abrazo, Julio David. Y que Groucho nos coja confesados. : ))