miércoles, 16 de septiembre de 2020

CUESTIÓN DE ESTADÍSTICAS

 

Aunque no es la moto del socio de mi padre, se le parece bastante

Acabo de recibir un correo con las estadísticas semanales de mi página en feisbuc. Y son las siguientes:


Alcance de las publicaciones: -400%

Interacción con las publicaciones: -950%

Nuevos “me gusta” de la página: -750%


Ante semejantes cifras, los de feisbuc me recomiendan que les pague por promocionar mis entradas o que alquile una moto y vaya pregonando mis publicaciones de barrio en barrio, como hacían los antiguos afiladores. Incluso me han aconsejado que vaya a un chino y me compre una flauta de pan para avisar a los vecinos de mi llegada.

Yo me he negado. No porque me de vergüenza dar gritos. Bueno, sí, me da un poco de vergüenza dar gritos en plena calle. Prefiero dar gritos en la ducha, mientras hago una penosa imitación de Ian Gillan cantando clásicos de Deep Purple.

Si me he negado ha sido por lo de la moto. No me gustan las motos. Me dan yuyu.

Recuerdo hace muchos años, siendo yo un adolescente, que mi padre y su socio me pidieron que acompañase a este último al local de un distribuidor que quedaba por la zona del Puerto, con intención de adquirir unas pelis para el videoclub. Da la casualidad que, de los tres, yo era el que más sabía de cine —era un cinéfilo empedernido—, y se fiaban más de mi criterio que del suyo.

Total, que el socio de mi padre me dijo de subirme con él en su moto. Recuerdo que era una Suzuki baja y ancha, de color amarillo y potente motor, que hacía un ruido de la leche cuando lo encendías.

Yo nunca había subido en moto, por lo que no sabía lo que me esperaba. Desde luego, de haberlo sabido, ni de coña me habría subido a aquella moto. Y menos con aquel loco al volante.

«Agárrate fuerte a mí», me dijo, «Y relájate, hombre, que te noto tenso».

Cómo para no estarlo. No tardé ni cero coma en darme cuenta que aquel hombre era un peligro a las dos ruedas. Lo supe desde el momento en que, en mitad de un atasco, no dudó en subirse a la acera y sortear el tráfico y los peatones. La madre que lo parió. En mi vida había pasado tanto miedo como entonces.

Desde ese día le cogí fobia a las motos. Así que cuando los de feisbuc me propusieron lo de la moto para anunciar mis publicaciones, les dije que no.

Paso de la moto. Prefiero ir andando —propuse.

Hombre, puedes ir andando si lo deseas —dijeron ellos—, pero no vas a llegar a mucha gente. Más o menos como ahora.

¿Y qué alternativas tengo?

Podrías hacer clickbait.

¿Y eso «qué es lo que es»?

El clickbait o ciberanzuelo consiste en crear contenido aparentemente interesante usando titulares de impacto de manera sensacionalista y engañosa para atraer la mayor proporción de clics posibles.

Supongo que os referís a esos titulares de prensa tipo “¡HALA, MIRAD LO QUE LE HA PASADO A TAL O CUAL FAMOSO O FAMOSA EN EL APARCAMIENTO DE UN CENTRO COMERCIAL MIENTRAS METÍA LAS BOLSAS DE LA COMPRA EN EL PORTAEQUIPAJES DE SU COCHE Y QUE PODRÍA ARRUINAR SU CARRERA!”. Entonces vas, pinchas en la noticia y, tras varios párrafos de una insulsez que tira de espaldas, te enteras que “lo que le ha pasado y que podría arruinar su carrera” es que pilló un paquete de cereales con gluten, así, a posta, sólo por joder.

Eso es la punta del iceberg. Hoy día todos lo hacen, no sólo ellos. Fíjate en todos esos blogueros que escriben titulares de impacto tipo «50 formas de mejorar en tu escritura», o «Cómo atraer lectores a tu blog aunque lo que escribas sea una puta mierda», o «Cómo publicar con una gran editorial, que no se gaste ni un duro en promoción porque no eres un famosete de los que sale en la tele, que tu libro no se venda una mierda y que la gran editorial rescinda tu contrato y te mande al carajo en menos que canta un gallo».

Sí, me suena.

¿Has leído alguno de esos libros escritos por famosetes?

Leí el de Mario Vaquerizo.

¿Y?

¿De verdad queréis saberlo?

Sí.

Me pareció vulgar. Repleto de «maricón», «cariño», «amiga». Literal. Admito que mientras lo leía pensaba que el corrector o correctora se había tomado unas vacaciones, o que se había suicidado ante semejante colección de chuminadas.

Por curiosidad, ¿qué te llevó a leer semejante engendro?

En primer lugar, como lector y autor de mis propias obras, considero fundamental leer de todo, incluso aquello que, en principio, no me atrae en absoluto. Sólo así se aprende: de lo bueno y lo malo, además de formar nuestro criterio. En segundo luegar, quería saber qué leía la gente, por dónde van los tiros, tomarle el pulso a los lectores...

¿Y lo averiguaste?

Honestamente, no creo que quien haya comprado ese libro o similares sean lectores habituales. Si compran este tipo de libros no es porque les guste leer, sino por aparentar, seguir la moda —de la insulsez, me temo—, buscar algo ligero para leer en el váter o en la consulta del dentista, o para hacer bulto en la estantería de su salón, entre revistas de decoración, moda o chismorreos. Antes se hacía con los premios Planeta, que la gente los compraba porque quedaban bien para adornar las estanterías del salón-comedor, o para dar el pego ante tus amistades haciendo ver que eras alguien leído. Ahora, los premios Planeta han sido sustituidos por libros de famosos que no saben escribir y que encargan a otros que lo hagan, tipo Belén Esteban o Ana Rosa Quintana, o que lo que escriben sea una memez, como el de Mario Vaquerizo.

El mundo ha cambiado, chaval. Y cuanto antes lo asumas, mejor para ti.

¿Eso qué quiere decir?

Pues que igual deberías plantearte cambiar de registro. Dar un giro a tu escritura. Escribir cosas que vendan.

Eso es prostituirse. Y yo no me metí en esto para prostituirme. Para eso me hago negro literario de políticos que no saben hacer una o con un canuto —que los hay a porrillo— o guionista de programas de humor presentados por gente que no tiene puñetera gracia —que también los hay a porrillo—.

Ya que estamos, resuelve una duda, ¿por qué te metiste en esto de escribir?

Principalmente para escapar del aburrimiento. La vida, en esencia, me parece aburrida. Así que utilizo el arte y mi creatividad para escapar del aburrimiento. Y, a partir de aquí, procuro divertirme la mayor parte del tiempo que me paso escribiendo. En ocasiones sufres. Todo proceso creativo viene acompañado de pequeñas dosis de sufrimiento. Pero eso es bueno. Si consigues superar eso y sacar adelante algo que merezca realmente la pena, el orgullo que te invade cuando ves el resultado de tu esfuerzo es algo indescriptible.

¿Y qué otras razones tienes para escribir?

Tratar temas que me interesan o me obsesionan. O me emocionan. Y conseguir que otros disfruten o pasen buenos ratos con las cosas que escribo. Me encanta recibir mensajes privados de gente que me agradece el haber conseguido que aparquen, aunque sea momentáneamente, cosas desagradables que les pasan en la vida. ¿Y sabes lo más curioso de todo? Pues que yo soy el primero que escribo para aparcar, aunque sea momentáneamente, cosas desagradables que me pasan en la vida.

¿Sabes qué?

Qué.

Sigue escribiendo, tío. Aunque no te lea casi nadie. Aunque tus publicaciones sigan alcanzando un -400% de impactos, o que tus estadísticas muestren un -950% de interacciones. Tú, sigue. No lo dejes.

Gracias.

A ti.


 


6 comentarios:

  1. Pues es cierto Pedro: sigue escribiendo y sigue publicando. Algunos disfrutamos leyendo tus cosas, nos reímos, nos olvidamos por un momento de nuestros problemas si los tenemos y si no los tenemos disfrutamos doblemente de ese tiempo despreocupado y divertido.
    Ya sabemos que los superventas son Belén Esteban (la conozco de acompañar a mi madre en tardes de tele y tedio) y ese tal Vaquerizo (a ese ni lo conozco). Aunque ya veo que mi desconocimiento es casi una ignorancia imperdonable. Menos mal que también venden (aunque no tanto claro) otros autores muy buenos, y que hay otros que, vendiendo poco, nos alegráis la vida.
    Un beso.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Rosa. Aquí seguiré, al pie del cañón, mientras las fuerzas y la creatividad me acompañen. Tus palabras reconfortan. Y lo digo desde el corazón. Saber que el fruto de tu trabajo y dedicación consigue alegrar o, como mínimo, hacer pasar un rato agradable a quien decida leerte, no tiene precio. Y si lo tuviese, sería astronómico. Tanto, que no podría pagarlo. Gracias, Rosa.

      No te sientas mal por no conocer o no saber quién es Mario Vaquerizo. Es el marido de Alaska, la cantante. Confieso que a mí al principio me caía simpático, hasta que empezó a salir hasta en la sopa y acabé aborreciéndolo. Ha escrito y publicado tres o cuatro libros. El que leí yo lo publicó el Grupo Planeta. Sí, Planeta. Has leído bien. Y el libro, como tal, no vale un pimiento. Supongo que estará en la misma línea que las grandes biografías de eminencias tipo Belén Esteban o María Teresa Campos, cuyas vidas me importan menos que un pimiento; incluso menos que un comino. Pero ahí están. Y se venden. Y me da rabia. Y mejor me callo o voy a ir de cabeza al infierno. ; )

      Pero, ¿sabes qué? Seguro que ni a Mario, ni a Belén ni a Mari Tere le dedican frases tan bonitas como las que tú me has dedicado en tu comentario. ¡Que se chinchen! ; )

      Un abrazo, Rosa.

      Eliminar
    2. Ay, madre, Mario Vaquerizo, es cierto, el marido de Alaska. Me lo habrá dicho mi marido una docena de veces. Él es el músico de la familia. Ya imagino. gente guapa que sale hasta en la sopa. da lo mismo lo que escriban. Siempre habrá una editorial de renombre dispuesta a publicar lo que saben que tienen vendido aun antes de que se escriba.

      Eliminar
    3. Tú lo has dicho: "Siempre habrá una editorial de renombre dispuesta a publicar lo que saben que tienen vendido aún antes de que se escriba". A veces olvidamos que el mundo editorial es un negocio, y que, como negocio que es, exigen resultados. Es injusto, cruel, despiadado, y podríamos seguir añadiendo adjetivos hasta cansarnos, pero es lo que es. Claro que, de vez en cuando, te tropiezas con algo maravilloso, bien escrito y con alma, que consigue cautivarte desde la primera página hasta la última, y que te hace preguntarte cómo es posible que ese autor o autora no goce de más reconocimiento, o porqué no vende cientos de miles de ejemplares de su libro. Y, al final, cuando se te pasa el cabreo, te dices a ti mismo: "qué suerte he tenido de que haya habido un editor o editora capaz de apostar por esta maravilla", y eso hace que te reconcilies con el mundillo editorial. : )

      Un abrazo, Rosa.

      Eliminar
  2. Uno a veces se siente frustrado cuando, creyendo que ha escrito algo bueno, o incluso muy bueno, resulta un fracaso. Acabas pensando que no eres en absoluto objetivo y que te lo crees demasiado, a pesar de no haber sido jamás un engreído en tu puñetera vida.
    Creo sinceramente que no nos queda más remedio que acostumbrarnos a ser poquita cosa en este mundillo de la escritura y, mientras, disfrutar haciendo lo que nos gusta hacer.
    A mí, lo que más me decepciona y entristece es ver cómo aquellos que han dicho "Qué bien, ¿así que has escrito un libro? No me lo pierdo" o que tras leer una reseña que un buen amigo o amiga (en mi caso han sido unos/as cuanto/as) ha tenido a bien hacer de mi libro, más de uno/a se ha mostrado interesadísimo por él, llegando a decir que corría a comprarlo, y luego nada de nada. Si te he visto no me acuerdo. Y uno, que es un crédulo (según para qué), va y se lo cree, y luego, cuando consulta el informe de ventas de Amazon comprueba que no se ha vendido ni un solo ejemlar nuevo. ¿Por que miente la gente?, ¿para quedar bien? ¿con quién? Con sus mentiras, o falsas promesas, solo logran crear esperanzas e ilusiones (¿a quién no le gusta ver que su libro se vende?) que luego se ven truncadas. Pero es lo que hay, amigo. Yo ya me he hecho a la idea de que no soy nada ni nadie en este mundillo, que soy un escritor más bien mediocre, o como el que cuenta un chiste del que solo se ríen unos cuantos amigos por compromiso. Pero del mismo modo que Jahvé dijo que salvaría Sodoma (¿o era Gomorra?) con tal de que solo hubiera un hombre puro, yo, con tal de que solo hayan unos cuantos lectores a quien les guste lo que escribo (y quiero fiarme de su sinceridad) seguiré escribiendo.
    Debo reconocer que he tenido altibajos y más de una vez he estado a punto de dejarlo, pero, como decía el humorista Joe Rigoli: "yo sigo", je,je.
    Y lo de subirme a una moto ni hablar. Solo lo he hecho tres veces, y por obligación, y las tres me arrepentí. No me bajé en marcha porque habría sido peor el remedio que la enfermedad.
    Así que ánimo y aunque sea una fórmula que no me acaba de convencer, aplícate el refrán que dice eso de "mal de muchos..."
    Un fuerte abrazo, amigo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Suscribo al 100% tu comentario. Y lo hago porque lo he vivido en primera persona, no me lo han contado. Yo también he caido en la trampa de creer que cuando la reseña de un libro mío genera cierta expectación y un montón de comentarios elogiosos, esa expectación y esos comentarios se traducirán en ventas. Y nanai de la China. La vez que mejor resultado obtuve tras una elogiosa reseña de uno de mis libros fue vender dos copias digitales de alguno de mis tres libros. Y luego de eso, nada.

      También me harta leer a esos tipos y tipas que aseguran: "si tu libro no se vende es que algo estás haciendo mal con el marketing". "¿En serio? Entonces, ¿con eso quieres decir que si invierto una pasta en publicidad o en contratar a un experto en marketing digital para que diseñe una campaña cojonuda en redes no sólo recuperaré mi inversión sino que, además, llegaré a un múmero de lectores como jamás he llegado antes?". "No. Yo sólo digo que lo estás haciendo mal. Pero si inviertes pasta en promocionarte TAL VEZ consigas vender más". "¿Tal vez? O sea, que no es seguro". "Nada en esta vida es seguro". "Te equivocas. Si algo tengo claro, SEGURO, es que eres un puto vendehumos. Así que lárgate y no me toques los hue...".

      Altibajos tenemos todos, amigo Josep. Yo mismo llevo todo este año batallando conmigo mismo si me merece la pena seguir trabajando en las dos novelas que tengo sobre la mesa o en dejarlo pasar. Me frustra la idea de pensar que algo en lo que llevo años trabajando apenas llegará a los 25 ejemplares vendidos. Y eso siendo optimista, porque igual la hostia que me voy a llevar va a ser de campeonato. Pero claro, por otro lado pienso: ¿y qué crees que va a pasar si no la publicas? ¿Habrá merecido la pena tanto esfuerzo y tanta dedicación para que ese trabajo se pudra en el fondo de un cajón? Y en esas estoy, dándole más vueltas al asunto que un trompo. Normal que me esté quedando calvo de tanto pensar. ; )

      Un fuerte abrazo, amigo mío y colega.

      Eliminar