viernes, 17 de abril de 2020

LOS LÍMITES DEL HUMOR



Antes de seguir leyendo, os animo a que le echéis un vistazo al excelente post que publicó mi buen amigo Josep Mª Panadés en su blog Cuaderno de bitácora, el pasado 7 de marzo de 2020. Podéis leerlo pinchando aquí.
La lectura de aquel post me inspiró a escribir el post de hoy, que versa sobre los límites del humor.
Vaya por delante que comparto casi al 100% —dejémoslo en un 99,784579%—, lo dicho por mi amigo Josep.
Y es que, como muy bien argumenta Miguel Pina en su acertado comentario: «Hablamos de un tema bastante complejo y con muchas aristas que, efectivamente, pueden dañar a algunas personas. La línea entre la sátira, el humor negro y la broma pesada es a veces muy delgada».
Y ahí precisamente está el quid de la cuestión: ¿dónde colocamos esa línea? ¿en qué punto establecemos esa frontera que bajo ningún concepto debemos traspasar para evitar ofender o hacer daño? Y algo fundamental: ¿quién o quiénes deben ser los encargados de establecer esa línea?
Ahora hablaré de mí y de mi experiencia.
Como muchos de vosotros ya sabéis —aquellos que lleven tiempo leyéndome o hayan adquirido alguno de mis libros sabrán de mi trayectoria artística—, llevo escribiendo humor desde la adolescencia. Desde aquellos lejanos días hasta hoy habré escrito cientos de páginas, con chistes y observaciones más o menos graciosas, la mayor parte con un objetivo prioritario: entretener y divertir.
En estos casos, cuando lo que prima es el aspecto lúdico, sin más intención que hacer pasar un rato agradable al lector y lograr con ello que aparque por un rato sus problemas del día a día, utilizo un humor accesible, sencillo, fácil de digerir. Para ello echo mano de técnicas muy variadas: desde juegos de palabras —me encantan—, hasta anacronías, equívocos, situaciones y reacciones absurdas en un entorno aparentemente normal y cotidiano, uso y abuso de los clichés para deformarlos y jugar con ellos, etc.
Pero no siempre mi intención principal consiste en entretener y divertir. En ocasiones, bastantes de hecho, utilizo el humor para denunciar, para poner el foco en aquellas conductas, acciones o situaciones que detesto o me desagradan y que, a mi juicio, merecen ser corregidas o erradicadas. Porque el humor, bien articulado, también puede convertirse en una poderosa arma de denuncia y concienciación.
Llevo alrededor de treinta y cinco años escribiendo comedia y, con ese bagaje a mis espaldas, puedo decir «por la autoridad que me confiere el Dios de la risa y el cachondeo», que escribir humor es de las cosas más difíciles, a la par que gratificantes, que existen.
Me encanta hacer reír a alguien con alguna de mis ocurrencias, levantarle el ánimo en momentos de bajona, hacerle olvidar sus problemas por un rato. Es algo mágico. Es como si fueses ungido con una especie de superpoder capaz de hacer feliz a la gente, incluyéndote a ti. Porque, y esto es algo que me gusta enfatizar, jamás debéis olvidar que soy el primero en reír o disfrutar cada vez que escribo o concibo un chiste o un giro cómico. Lo vivo en riguroso estreno mundial e intergaláctico. Nadie disfruta de ese chiste antes que yo. Nadie.
Te olvidas de mí.
Cierto. Perdona. Matizo: nadie, a excepción de mi mente cachonda, disfruta de ese chiste o giro cómico antes que yo.
Y, en ocasiones, ni siquiera después.
¿Que insinúas?
Siento ser yo quien te diga esto, pero, algunos de tus chistes son una mierda, colega.
¿Ah, sí?
Pero tranquilo. Eso les pasa a todos. Hasta los más grandes tuvieron un mal día. No siempre vas a estar genial. Es imposible.
Mi mente cachonda tiene razón. Lo cual me lleva al siguiente punto de mi razonamiento.
Las razones que me hacen sostener la convicción de que escribir humor es condenadamente difícil son muchas y muy variadas.
La primera tiene que ver con el hecho de que no todo el mundo posee el mismo sentido del humor. Lo que para mí es gracioso igual no lo es para ti. Y viceversa. También tiene mucho que ver con el nivel cultural, tanto del emisor como del receptor. En mi caso, teniendo en cuenta que procuro evitar el chiste fácil y apostar por un tipo de humor con cierto trasfondo, exijo un cierto bagaje cultural en quien me lee, pues de lo contrario le resultará realmente difícil establecer ciertas conexiones y, consecuencia de ello, lo más probable es que no acabe pillando la broma o el chiste. Por ejemplo, alguien que no tenga ni la más remota idea de quién fue Atila, el rey de los hunos, lo más probable es que no le vea la gracia a mi cuento Atilita, el huno, plagado de referencias a su modo de vida y sus costumbres.
La segunda razón que incide en la dificultad de escribir humor tiene que ver con el creador y sus circunstancias personales. Como es lógico y normal, uno no siempre está con el mejor de los ánimos para escribir cosas graciosas. Igual habrá quien piense que el que escribe humor se pasa el día riendo y tomándoselo todo a chufla. Y no. Para nada. De hecho, basándome en mi experiencia, puedo decir que se trata justamente de lo contrario: vemos tanta miseria alrededor y tantas cosas que nos enfadan y agotan que necesitamos echar mano del humor para no sucumbir a la desesperación.
Convendréis conmigo en que la vida no siempre muestra su cara más amable. De hecho, en más ocasiones de las deseables, se muestra terriblemente cruel e injusta, sobre todo con el más débil. Y es ahí justamente, en esos momentos de bajona emocional o física, cuando el humor se torna más necesario que nunca, ya que supone un bálsamo que consigue aliviar nuestras penas o nuestro hastío.
Otra dificultad añadida tiene mucho que ver con la moda de lo «políticamente correcto» que, de un tiempo a esta parte, parece haberse apoderado del mundo. Chistes que hasta hace bien poco eran comúnmente aceptados de repente son considerados «ofensivos» y «denunciables», y sus autores o difusores son señalados y criminalizados. Hemos pasado de la aceptación y la tolerancia a la intolerancia extrema. Cada día que pasa, las legiones de «ofendiditos» crece exponencialmente al mismo ritmo que decrece el sentido del humor. La peña parece cada vez mas agria y enfadada. Lo sé porque, en más ocasiones de las deseables, yo mismo he caído en ese estar terriblemente cabreado con el mundo. Y eso sí que me preocupa. Me asusta la perspectiva de un mundo en el que no se puedan hacer chistes de casi nada, ni bromas, ni observaciones más o menos graciosas de cosas relativamente serias. Me recuerda a tiempos pretéritos, en blanco y negro, donde la seriedad y la solemnidad presidían nuestras vidas, y eran otros los que decidían lo que podíamos o no podíamos hacer, decir o pensar.
Resulta casi imposible hacer humor sin ofender o molestar absolutamente a nadie. Por muy blanco que sea tu chiste, o por muy buenas intenciones que lleve implícitas, en algún lugar siempre habrá alguien que se sienta ofendido o molesto. Los seres humanos somos excepcionalmente buenos a la hora de retorcer los argumentos para adaptarlos a nuestros propios intereses. Y pondré un ejemplo de esto que digo.
A los pocos días de empezar todo esto del coronavirus en China, me llegó un chiste a través de las redes sociales. El chiste iba más o menos como sigue:

Un hombre entra en una tienda de chinos en España. Se acerca al mostrador y pregunta:
¿Tienen ustedes el coronavirus?
El dependiente, de manera mecánica, le replica:
Ahora mismo no nos queda. Pero llamo a fábrica y en tres días ya lo tenemo aquí.

Este chiste, como cualquier otro, podemos verlo y analizarlo desde prismas diferentes y contrapuestos. Por ejemplo, podemos verlo como un chiste racista, xenófobo y ofensivo. Y, sin duda, no estaremos errados en ese juicio.
Sin embargo, también podemos verlo desde otro prima totalmente opuesto: como la capacidad del ser humano de sobreponerse a una situación desconocida y acojonantemente amenazadora, perfectamente capaz de provocar miedo y angustia, y neutralizar ese miedo y esa angustia haciendo uso de nuestro ingenio o nuestro instinto de supervivencia, minimizando su efecto nocivo sobre nosotros a través de un chiste.
Yo, sin duda, prefiero verlo desde el segundo prisma. Pero entiendo que cada cual es libre de elegir el prisma que mejor se ajuste a su percepción de las cosas.
Entonces, tomando como base este simple ejemplo práctico, ¿dónde establecemos el límite? ¿No sería lo ideal que el límite lo estableciese la conciencia de cada uno? Si a ti te resulta ofensivo, recházalo. Pero, ¿por qué privar a otro de su disfrute? ¿No es eso censura?
En el post de mi amigo Josep, se aludía a una cuestión que considero fundamental en toda convivencia: el respeto mutuo.
Aún estando de acuerdo en que debemos respetarnos más los unos a los otros, también considero fundamental el ser más tolerantes con las opiniones y creencias ajenas, incluso si eso implica hacer chistes de casi todo; porque, como muy bien decía Ricky Gervais en la última entrega de los Globos de Oro en referencia a la incorrección política de algunos de sus chistes: «¡Y qué más da, si al final todos vamos a morir!».
Yo creo que la clave está en no tomárselo todo como algo personal. Y pondré un ejemplo muy sencillo. Imagina que estás gordo y calvo, y que asistes como público a un espectáculo de comedia en directo. Si el cómico hace un chiste de gordos y calvos mientras se dirige a ti y te señala, vería lógico que te sintieses incómodo y hasta ofendido. Pero si ese mismo chiste lo dice sin mirar a nadie en concreto, sino como algo lanzado al aire, ¿por qué deberíamos sentirnos aludidos?
Y esto me lleva a plantear otra cuestión, ¿reaccionaríamos igual si el chiste de gordos y calvos lo dice un cómico gordo y calvo que si lo dice un cómico delgado y con buen tipo y con un pelazo que da gusto verlo? Ahí lo dejo.
Yo, ¿qué queréis que os diga?, no soy muy amante de la censura. Prefiero apelar a mi conciencia y aceptar o rechazar lo que me venga basándome en mi propia escala de valores. Mi sentido del humor es muy amplio y ecléctico, pero eso no significa que me guste ni acepte todo. Podría poner multitud de ejemplos de cómicos o series que me encantan y disfruto y donde tienen cabida chistes o giros que no me hacen puñetera gracia sino que, más bien, me causan rechazo. Sin embargo, eso no me impide seguir disfrutando de la serie o el cómico en cuestión. Simplemente dejo pasar lo que no me gusta y continúo disfrutando lo que sí. Y es que, como bien dice mi mente cachonda: «No siempre vas a estar acertado».
¿Y tú? ¿Qué opinas?



6 comentarios:

  1. Saludos, Pedro.
    No sabes cuánto me regocija que uno de mis textos haya sido una fuente de inspiración para tí. Es todo un lujo.
    El tema que tocas es ciertamente importante, incluso diría que fundamental para sentar las bases para la tolerancia en el humor. Siempre he pensado que es más difícil hacer reír que llorar. Parece como si los seres humanos compartiéramos más la tristeza que la alegría o, más bien dicho, los motivos que las provocan.
    El sentido del humor marca la personalidad de cada uno. El epecrto es amplísismo. Los hay que se ríen de todo y por todo, y los que no saben lo que es reir, ni saben aceptar una broma, porque simplemente no le ven la gracia o no la entienden. Luego están los hipersensibles, los que todo se lo toman a mal, ante los que te sientes obligado a aclarar, al ver su expreión, que lo que dijiste no era más que una broma. No hay nada más ridículo y absurdo que tener que explicar el significado de un chiste.
    Pero el meollo de la cuestión, para mí, es saber aceptar una broma, bien con resignacion, bien con aceptación, cuando en ella no hay maldad ni crueldad alguna. Reirse de uno mismo forma parte de nuestra salud mental. Que un calvo se ría de su propia calvicie o que un gordo lo haga de su gordura, es saludable. Yo soy bastante miope y muchas veces me he definido públicamente como "cegato" cuando no he visto o leído correctamente un rótulo a una distancia prudencial.
    No voy a dar mi opinión de tu humor porque ya es muy conocida (la he expresado en multitud de ocasiones) mi admiración por tu forma inteligente de escribir sobre hechos cotidianos aparentemente absurdos, pero que están repletos de una más que graciosa sabiduría.
    Un abrazo.

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    1. Saludos, Josep.

      Me encantó tu texto. Mientras lo iba leyendo, asentía con esa satisfacción que provoca el hecho de encontrar a alguien que piensa muy parecido a ti, y que sostiene tus mismos valores. Al acabar de leerlo, en mi cabeza bullían un montón de ideas y conceptos que anoté en una libreta, lo cual demuestra lo mucho que me impactó lo leído. Así que: gracias.

      Estoy muy de acuerdo contigo en que el sentido del humor marca la personalidad de cada uno. Yo he tratado con gente absolutamente carente de sentido del humor y he visto lo miserable de sus vidas, siempre pensando en lo mismo: "trabajar, ganar dinero, y dejarse de tonterías". Yo los observaba y analizaba, y, al hacerlo, llegué a varias conclusiones que me resultaron devastadoras. No sólo sus vidas eran tristes y miserables, sino que, con su manera de ser y actuar, hacían que las personas de su entorno más cercano fuesen igual de tristes y miserables. Eran incapaces de reír, de aceptar una broma o de hacer algo divertido por el mero hecho de pasarlo bien. Con el tiempo concluí que no me convenía tratar con ese tipo de gente, que debía alejarlos de mi vida o alejarme yo de la suya, pues no sólo notaba que me robaban la energía, sino que, si no oponía resistencia, acabaría siendo como ellos. Para mí, esa gente son "muertos en vida", gente incapaz de disfrutar de un buen o un mal chiste, de hallar diversión en una chorrada como un piano o lograr darle la vuelta a una situación adversa restándole gravedad y trascendencia. No seré tan soberbio como para proclamar que yo tengo razón y ellos no. Cada cual elige la vida que quiere llevar. Yo prefiero ver el lado lúdico de la vida, reírme de mis desgracias y no recrearme en ellas, procurar ser lo más repestuoso posible con las personas que merecen mi respeto y beligerante con las que no lo merecen, y hacer chiste de casi todo, porque, como dije por boca de uno de mis personajes en uno de mis cuentos: "El humor nos hará libres".

      Yo llevo gafas desde los cinco años. Ni sé la de veces que, de niño, me habrán llamado "cuatro ojos". Se habla mucho de la inocencia de los niños. Y es posible que sean inocentes, pero también pueden ser unos pequeños cabroncetes. Gracias a mi sentido del humor innato, que descubrí muy pronto, no sólo pude superar aquello, sino que, con el tiempo, hasta pude hacer chistes. Ahí tienes al gusano de la literatura "que es un gusano feo, gordo y con gafas". ¿Te suena? ; )

      Gracias, Josep, por tu generosidad hacia mi trabajo. Saber que por ahí fuera hay gente que aún disfruta de mis ocurrencias resulta de lo más motivador. Aún me emociona que alguien a quien aprecio y tengo en tan alta estima considere que mis textos están "repletos de una más que graciosa sabiduría". Como frase promocional no está mal. Nada mal. ¿Me la prestas? ; )

      Recibe un afectuoso abrazo, amigo.

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  2. Hay muy poco sentido del humor en este mundo salvo los que se siguen riendo más allá de los cuatro años con "caca, pedo, pis, pito, culo" que son multitud. Entre los que se ofenden por una cosa y los que se ofenden por otra, lo políticamente correcto va a terminar con todo tipo de humor, y no solo de humor, sino de creación libre, porque son tantos los tabús que se ponen que no quedará nada de lo que poder hablar.
    Para mí también el único límite es el del respeto, el chiste sobre gordos calvos señalando a un gordo calvo. Si no se señala a nadie, que cada palo aguante su vela, tampoco hay que pensar que todo va con mala intención.
    Procuro interpretar los chistes de forma positiva y ese del bazar chino,me hubiera sorprendido por el ingenio de la gente que a los dos minutos de cualquier evento ya ha ideado varios chistes muy buenos.

    a propósito del coronavirus me llegó un chiste que me parece genial y que guarda mucho de verdad:

    Gobierno: No hay forma posible de acabar con el cambio climático drásticamente.
    Coronavirus: ¿Que no? Sujétame el cubata.

    Lo compartí porque me pareció muy bueno y hubo quien me dijo que le había molestado en la situación en la que estábamos y bla, bla, bla.
    Respeto, todo el del mundo; papanatismo, ni una pizca.
    Un beso.

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    1. Saludos, Rosa.

      ¿Qué triste, no? Me refiero al hecho de que haya tan poco sentido del humor por ahí fuera. Y es que el humor siempre ha tenido muy mala prensa. Es como si el hecho de hacer chistes de casi todo fuese tachado de infantil. Cuántas veces habremos visto o escuchado a alguien carente de sentido del humor recriminar a alguien que hace chistes de casi todo con un rotundo: ¡A ver si maduras de una vez!, como si el hecho de hacer chistes fuese sinónimo de inmadurez, cuando es justamente lo contrario: no hay mayor prueba de madurez en el ser humano -y sera humana- que el saber y poder reírse de casi todo, empezando por sí mismo.

      Lo "políticamente correcto", como todo en la vida, llevado al extremo acaba convirtiéndose en lo más parecido a un régimen dictatorial. Si no piensas como "ellos" dan por hecho que "estás contra ellos", y si estás contra ellos te considerarán una amenaza, un enemigo de sus ideas y de su forma de vida, y, por lo tanto, en alguien susceptible de ser señalado y atacado "hasta que entres en razón". Cualquier movimiento, aún albergando buenas intenciones de base, llevado al extremo acaba resultando pernicioso y perverso. Y ejemplos tenemos muchos. Demasiados, a mi juicio.

      Yo pienso que el humor debe ser una opción, algo que decides tomar o dejar, pero nunca prohibir ni perseguir. Tan respetable debe ser disfrutar de un buen chiste, incluso de un mal chiste, como no hacerlo. Si empezamos a prohibir aquello que no nos gusta o desagrada, entraremos en una dinámica muy peligrosa, pues limitar la opción de pensamiento tiene mucho que ver con los regímenes dictatoriales, y yo no quiero que nadie me diga qué debo pensar, qué debo decir ni cómo debo actuar.

      El chiste que reproduces tiene varias lecturas. Por ejemplo, una que me viene de primeras es el hecho de elegir el "mal menor" dentro de una situación catastrófica. Decía Woody Allen que la fórmula del humor se reduce a una simple ecuación: Humor = tragedia + tiempo. Entiendo que haya gente a la que le moleste que en estos momentos se hagan chistes sobre este tema. Hay mucha gente que lo está pasando realmente mal con lo que está ocurriendo. Y, a poco que le eches un vistazo a la prensa diaria o a los informativos, las noticias que nos llegan son descorazonadoras, sobre todo anunciando lo que se nos viene encima una vez que pase todo esto: crisis económica brutal, pérdidas masivas de empleo, miedo al contagio, fobias al contacto humano, etc. Ante semejante panorama tenemos dos opciones: o recrearnos en nuestra desgracia y sumirnos en un estado de horror permanente, o procurar superar el miedo paralizante mediante pensamientos positivos y chutes de optimismo. Y, sinceramente, prefiero la segunda opción a la primera. Y si es con humor, mejor. Como tú bien dices (y comparto al 100%): "papanatismo, ni una pizca".

      Un beso, Rosa. Gracias por la visita y el comentario. Y el chiste. ; )

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  3. Yo también creo que es muy difícil hacer humor sin molestar a alguien, más si ese humor es crítico y sirve como una herramienta de denuncia, siempre se pisa algún callo y al afectado le duele.
    No obstante, algunos dicen que hay 'humor blanco', a Gila le ponían de ejemplo, no sé yo si ese humor era tan blanco, porque en realidad a mí me parecía bastante negro ya que la crítica implícita en muchos de sus monólogos era demoledora, puede que ese humorista era bien aceptado por todos porque lo hacía tan requetebién que nadie podía sentirse ofendido.
    A mí, que intento utilizar el humor, a veces me asaltan las dudas, tengo miedo de ser irrespetuosa sin quererlo. Cuando mis críticas van dirigidas a sectores o personas determinadas me da igual, si se molestan, allá ellos, pero lo que me preocupa es cuando puedo ofender a quien no pretendía. De hecho, hay cosas con las que no me gusta bromear, una de ellas es la religión. Me considero atea pero pienso en cosas como la fe hay que andarse con cuidado, que yo no crea en dios o los dogmas de otras religiones no me da derecho a burlarme de ellos. Esa es mi opinión, pero eso no quiere decir que demonice o persiga a quien sí lo hace. Allá cada uno con lo que crea conveniente.
    En cualquier caso siempre es mejor reírse que llorar (menuda perogrullada).
    A mí el humor, o la gracia, o el sarcasmo (ni sé qué es lo que yo realmente escribo) me sirve de válvula de escape, es una manera de liberar toxinas, como si gritara a todo pulmón para sacar los demonios que se meten dentro con tanta mala leche como hay alrededor.
    Pedro, tú, escribas sobre lo que escribas, yo te leeré, porque aparte de la retranca que te traes lo expresan muy bien, y eso siempre es de agradecer.
    Un abrazo y cuídate mucho.

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    1. Saludos, Paloma.

      Admiro a Gila. Era una persona muy leida, lo que se nota en su obra. Conozco muy bien su trabajo pues, además de ver muchas de sus actuaciones en televisión, me he leído tres de sus libros. Coincido contigo en que su humor de blanco tenía más bien poco. Era muy crítico con la estupidez humana, a la que atacaba y ridiculizaba sin piedad haciendo chistes y bromas realmente ingeniosas. Creo que una de las claves de su aparente "humor blanco" residía en el tono de inocencia y candidez que solía impregnar en sus personajes. Era un genio.

      Ese temor que manifiestas, el de hacer daño o resultar irrespetuosa sin pretenderlo, es el mismo que me asalta a mí cada vez que decido hacer público algo que he escrito. Recuerdo especialmente un post que publiqué en el blog en el que un padre decide tener "la conversación de sexo" con su hijo adolescente. Con intención de llevar el humor al extremo más absurdo opté por utilizar términos bastante toscos y vulgares. Dudé mucho antes de darle al botón de publicar. Temía que los que me leían entonces huyesen despavoridos al leer semejante colección de burradas. Para mi sorpresa, aquel post recibió muchos comentarios positivos, y ni un solo reproche o reprimenda. Para mí fue revelador. Me hizo recordar una frase de Woody Allen en una entrevista que venía a decir algo así como que jamás debemos subestimar la inteligencia del público.

      Yo, en cuestiones religiosas, aún navego en la indefinición. Unos días me siento totalmente ateo y otros me considero agnóstico, supongo que por aquello de no dejar morir la última gota de esperanza que aún resista en mi mente. En lo personal, tengo amigos y amigas que profesan una gran fe, y con ellos mantengo una relación de admiración y respeto. Aunque no la comparta admiro su fe, y hasta la envidio, pues les permite vivir una paz de espiritu a la que yo no tengo acceso. Sin embargo, aún respetando sus creencias, he hecho chistes y bromas con un claro trasfondo religioso en algunas de mis piezas -ahí tienes "Satán mola", por ejemplo, de mi primer libro-. No lo hago para atacar o ridiculizar a quien profesa una fe concreta, sino más bien para atacar o ridiculizar a las instituciones que, bajo ideas y pensamientos caducos, se sirven de todos los resortes a su alcance para acumular poder y riqueza, saltándose para ello los preceptos que ellos mismos imponen y pregonan. Por cierto, si te gusta el humor gamberro y políticamente incorrecto, te recomiendo una serie que vi recientemente llamada "Los Gemstone". Eso sí, te advierto que es muy cañera.

      A mí, al igual que a ti, el humor también me sirve de válvula de escape. Hay días en que lo veo todo tan jodido que necesito echar toda la mierda fuera antes de que me devore por dentro. Y la mejor manera que tengo de soltar lastre es haciendo chistes o bromas sobre casi todo. Me veo muy reflejado en tu forma de escribir. Tú también utilizas mucho el sarcasmo y la retranca para denunciar y poner el foco en actitudes y comportamientos deleznables. Y, además, lo haces muy bien, con estilo, y con mucha gracia. Estoy disfrutando mucho de tus "Diarios desde el confinamiento" en Facebook. Son como pequeñas cápsulas de paz espiritual ante tanta mala noticia y ambiente enrarecido. Consiguen abstraerme y olvidar por un rato todo el pesimismo que noto flotar a mi alrededor, y eso es algo que siempre se agradece. El día que perdamos el sentido del humor, ese día, sí que estaremos bien jodidos.

      Gracias por tus bonitas palabras hacia mis letras, Paloma. Intento dar siempre lo mejor de mí, aunque, como muy bien se encarga de recordarme mi mente cachonda: "no siempre estás acertado, tío". ; )

      Otro abrazo, virtual y seguro, para ti. : )

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