miércoles, 8 de abril de 2020

NOTAS DESDE EL CONFINAMIENTO 1


"¿Así que atesoráis rollos de papel por el coronavirus, eh? Mirad lo que hago yo con el papel higiénico, pardillos".

 
Como muchos de vosotros, estoy desconcertado ante el fenómeno mundial del coronavirus. Me ha pillado a contrapié.
A la estupefacción inicial le ha seguido una montaña rusa de emociones y sentimientos encontrados. Cada día, desde que comenzó el confinamiento, he ido oscilando emocionalmente desde la tranquilidad y la calma más absolutas hasta la impotencia y las ganas de salir al balcón y pegar cuatro gritos en plan Tom Araya de Slayer desgañitándome con mi propia versión del Angel of death.
También he experimentado indignación ante determinadas actitudes estúpidas e incívicas —si no son sinónimos, creo que los de la RAE ya están tardando en tomar cartas en el asunto y ponerse a currar, que ya es hora—.
En estas semanas he visto por la tele cómo la policía ha tenido que emplearse a fondo para poner coto a capullos y capullas que se creen más listos que el resto, y que se piensan que las normas y las leyes no van con ellos. También he sido testigo directo, y sufridor en primera persona, de acciones y actitudes deleznables por parte de vecinos, de ésos que no dudan en salir cada tarde a las 7:00 pm al balcón o a la ventana de sus casas a aplaudir a los sanitarios para luego ir montando fiestorras o pegar gritos hasta las tantas de la madrugada jodiendo a todo hijo o hija de vecino o vecina.
Decía mi admirado Zappa que la estupidez es el bloque básico sobre el que el Universo está construido y no el hidrógeno, como argumentan los científicos. Sostenía que «hay más estupidez que hidrógeno en el Universo». Razón no le faltaba a Zappa. Sólo hay que echar un vistazo a lo que ha sucedido y sucede a diario en el mundo para darse cuenta de cuán estúpidos somos los seres humanos.
Mientras unos luchan por salvar la vida —la propia y la ajena—, otros siguen a lo suyo: los políticos con sus mierdas de siempre —¿qué se puede esperar de esta gente, a los que la vida de los demás les importan un carajo?—, los de la des-Unión Europea dando la razón al Reino Unido en su comentadísimo Toccata y Fuga en Hostia Mayor ahí-os-quedáis-que-yo-me-las-piro-vampiro, los de la OMS limitando sus acciones a leer comunicados diarios de datos recabados aquí y allí pero sin aportar soluciones ni mover un dedo que justifiquen sus sueldazos, o los periodistas sensacionalistas frotándose las manos ante tanta desgracia ajena —acabo de ver una indignante fotografía en exclusiva de una morgue improvisada repleta de ataúdes publicada en portada por uno de los periódicos que suelo consultar a diario—, y programas de televisión repletos de «entendidos que no entienden una mierda y se dan el lujo de opinar de todo aún cuando no tienen ni puta idea de lo que hablan», etc.
Eso sí, en honor a la verdad, he de decir que en esto de la estupidez la igualdad de género tonto sí que ha alcanzado su cénit: a día de hoy son igual de tontos ellos que ellas. Algo es algo.
Todo esto me ha hecho preguntarme: ¿Es malo ser estúpido? Depende de cómo se mire. La estupidez puede ser un cálido regazo en el que refugiarse, donde nada te afecta ni te inquieta, pues todo lo que acontece más allá de tu propio ser —o no ser, ésa es la cuestión— escapa a tu comprensión.
Lo ideal siendo estúpido es no darte cuenta de que lo eres. No existe peor condena que ser lo suficientemente inteligente como para ser consciente de tu propia estupidez, lo cual te sumirá en una permanente sensación de dolor y amargura.
Para disfrutar de tu estupidez has de ser lo suficientemente estúpido como para no darte cuenta de que lo eres, como los participantes de Mujeres y Hombres y Viceversa. Por eso muchos de los que salen en la tele se muestran felices y encantados de conocerse, porque son tan estúpidos que ni siquiera sospechan que lo son.
Esta misma regla hace que las personas inteligentes vivan en un sempiterno estado de cabreo, pues asisten atónitos e impotentes al triste panorama de ver cómo los estúpidos no sólo son mayoría, sino que, precisamente por serlo se hacen con el control de la sociedad, y claro, al ser mayoría son los estúpidos los que deciden el rumbo que debemos tomar todos en conjunto. ¿Es o no es para estar todo el puto día cabreado?
Vivimos una era especialmente fértil para la estupidez. Con la llegada de Internet, en el que muchos veíamos una luz de esperanza al final del oscuro túnel de la ignorancia, creímos que la cultura y el conocimiento se expandirían por el mundo como el efecto invernadero. Pero nos equivocamos. No con el efecto invernadero; eso sí que se ha expandido y sigue expandiéndose, y me temo que seguirá del mismo modo hasta que acabemos cargándonos el planeta y jodiéndole la existencia a las generaciones venideras. Me refiero a expandir la cultura y el conocimiento. En vez de eso, lo que ha corrido y se ha expandido hasta el último rincón del planeta es la estupidez. Cada vez hay más estúpidos por metro cuadrado en el mundo, y, francamente, empieza a ser agotador.
Menos mal que aún podemos aislarnos en nuestras bolas de hormigón para evitar el contagio: del coronavirus y del virus de la estupidez, no sabiendo cuál de los dos es peor.




6 comentarios:

  1. Los anarquistas de principios del siglo XX pensaban que con la educación terminarían los males del mundo; que cuando todo el mundo supiera leer y escribir y tuviera acceso a la educación esto sería poco menos que el paraíso. Cuántas veces he pensado en lo que pensaría el pobre Durruti si levantara la cabeza y viera que se ha conseguido que la educación sea universal, se ha erradicado el analfabetismo, pero como dices, cada vez hay más estupidez. La infinitud que no tiene el Universo (aunque Einstein pensara lo contrario), la ha conseguido la estupidez humana.
    Afortunadamente para mí, o estoy entre los no estúpidos o entre los tan estúpidos que no se dan cuenta de que lo son. Toda una suerte.
    Magnífico artículo, amigo.
    Un beso.

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    1. Saludos, Rosa.

      La educación y los estudios no garantizan nada. Por desgracia, sé de lo que hablo. He trabajado y tratado con gente con carreras universitarias terminadas, y másters de esto y de aquello, incluso másters del Universo, cuya estupidez no conocía límites. Gente arrogante y estúpida hasta la náusea que se creía con derecho a avasallar al prójimo por el mero hecho de poseer un título. Lástima que no expidan títulos de estupidez, porque en eso sí que serían cum laude.

      Yo nunca he sido el tipo más listo de la clase. Tampoco el más tonto. Lo que sí cultivé desde que tengo uso de razón ha sido la autogestión. Me encanta aprender, pero aprender lo que me llama la atención y llena mi curiosidad, a mi ritmo y a mi manera, sin imposiciones ni intereses bastardos. Y, desde luego, sin alardear de lo que sé y lo que ignoro. Precisamente, gracias a mantener ese perfil bajo he podido permitirme el lujo de dar sonoros "¡Zas en toda la boca!" a capullos y capullas que se pensaban que estaban ante un zote incapaz de recitar de memoria los días de la semana. Te aseguro que después de probar mi "receta" ya no albergan duda alguna acerca de mi nivel cultural.

      Y para acabar, una reflexión: a veces me gustaría ser más estúpido de lo que creo ser. Al menos así dejaría de sufrir por tantas gilipolleces que, si lo piensas, no merecen la pena. Como decía Ricky Gervais: ¡Qué mas da, si al final todos vamos a morir!

      Gracias por valorar tan positivamente mi artículo, amiga Rosa. Se agradece.

      Un beso.

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  2. Uy, amigo, podríamos estar tratando lo absurdo (tú de eso sabes mucho) de tantos y tantos comportamientos humanos hasta que la muerte nos separe. Y es que es en estas situaciones de estrés máximo cuando más aflora la estupidez humana. Y no solo la estupidez sino el egoísmo y la mala fe. Ahí tenemos a esos creadores y divulgodores de bulos, que los habrá simplemeente imbéciles, que no calibran las consecuencias de su acto, pero los hay (la mayoría diría yo) quee lo hacen a conciencia y que son verdaderos delincuentes que deberían ser atrapados y puestos a disposición judicial. Y lo último (de momento) en estafas: individuos que se hacen pasar por santarios y van por las casas diciendo que les van a hacer el test del coronavirus con objeto de robarles.
    Eso de que "to er mundo e güeno" es una falacia.
    Y puestos a usar frases de nuestros ídolos, yo usaría aquí la de mi amigo Einstein: "Dos cosas son infinitas: la estupidez humana y el infinito; y no estoy realmente seguro de lo segundo"
    Estamos contigo, Pedro. Peeeedro!! Ahi va, se ha colado la Penélope esa. ¿Quién le habrá dado vela en este entierro?
    Un abrazo y paciencia.

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  3. ...y el Universo*, quería decir- Joder, siempre tengo que colarme en algo. Y eso que lo he repasado antes de darle a publicar. ¿Me estaré volviendo más estúpido de los que ya era?

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    1. Jajajaja Tranquilo, no es que te estés volviendo estúpido; igual son tus dedos que, como los míos, son unos cachondos de la leche y les encanta hacernos pequeñas putaditas para alegrarnos el día. ; )

      Iba a comentar algo acerca de los bulos en Internet -a mí también me han llegado unos cuantos-, pero no considerando a sus autores estúpidos, sino más bien unos malnacidos, he decidido obviarlos. En cuanto a los estafadores y delincuentes varios que en estos tiempos tan confusos se aprovechan de la buena fe de las personas, de sus miedos más íntimos, para robarles y saquearles, no tengo palabras para definirlos, pero, de tenerlas, sonarían muy fuertes para un blog como este, en el que primo el humor y el buen rollo por encima de todas las cosas.

      Lo de "to er mundo e güeno" sonaba ideal para el título de una peli de Summers, pero, por desgracia, el mundo real es otra cosa. Y el actual, menos aún. Coincidirás conmigo en que las situaciones extremas sacan lo mejor y lo peor del género humano. Me emociona ver a personas dando muestras de una generosidad y valentía ilimitadas, arriesgando su propia salud, incluso su propia vida, para salvar la salud y la vida de los demás. Hablo de enfermeros y enfermeras, cuidadores, médicos, camilleros, científicos trabajando a destajo y contrarreloj en busca de un remedio a esta pandemia, personal de supermercados, basureros, farmacéuticos, policías, bomberos, y así, una larga lista de almas nobles que, con su aportación, hacen posible que siga creyendo que aún hay esperanza, que no todo está perdido. Igual las manzanas podridas del cesto son menos que las sanas, o eso me gustaría pensar, pero, por alguna razón, me sigo fijando más en las podridas. Tal vez sea para denunciar sus actitutes, poner el foco en ellas y, del algún modo, contribuir a su erradicación.

      Lamento decir que a mí el cine de Almodóvar no me gusta nada de nada. Habré visto tres pelis suyas a lo sumo, y todas ellas me parecieron de una cutrez que tiraba de espaldas. En una de ellas, "Todo sobre mi madre", las escenas donde salía Toni Cantó haciendo de travesti con una peluca, supuestamente de una alta carga dramática, a mí me parecieron ridículas y esperpénticas. Tampoco soy muy devoto de Penélope Cruz, la verdad. Ni de su marido. De hecho, la única película de mi querido Woody Allen que me he prohibido ver de por vida ha sido "Vicky Cristina Barcelona", donde trabajan ambos. De Bardem he visto alguna peli suya que no está mal, como "No es país para viejos" o "Biutiful", curiosamente ambas dirigidas por grandísimos directores. De Penélope aún no he visto una sola peli suya que me haga cambiar de opinión. Con ella me pasa como con los libros malos: habiendo tanto bueno donde elegir, ¿para qué perder el tiempo con mediocridades? Dicho esto, respeto absoluto por los gustos y apetencias ajenas. Como reza el dicho: para gustos, colores. : )

      Recibe un afectuoso abrazo, amigo Josep. Y como tú bien dices: paciencia; no queda otra.

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  4. Saludos, Julio David.

    Creo que las autoridades no nos están contando la verdad, y que los científicos han descubierto un sistema 100% efectivo para combatir el virus: construir iglús de rollos de papel higiénico en los salones de las casas. :P

    Lo malo es que, ahora que lo sé, tampoco puedo hacer nada. De pequeño se me daban de pena las construcciones de lego, así que mucho me temo que aún disponiendo de toneladas de papel higiénico me saldrían unos iglús de mierda, lo cual, dicho sea de paso, no dejaría de ser irónico. ; )

    Otro abrazo virtual de vuelta, Julio David.

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