¿Habéis sufrido alguna vez
un ataque de gota? Por desgracia, yo sí. El último, hace apenas dos
semanas.
La gota se caracteriza por
ataques repentinos e intensos de dolor, hinchazón, enrojecimiento y
sensibilidad en las articulaciones. En mi caso, los ataques se
concentran en la base del dedo gordo del pie.
Imaginad que tenéis una
docena de minúsculas cuchillas de afeitar bajo la piel y que, con
cualquier movimiento o roce, esas cuchillas os van cortando la carne
y los nervios. Y cuando digo roce me refiero a algo tan nimio como el
leve contacto con una sábana.
Por supuesto, ya puedes ir
olvidándote de poder apoyar el pie en el suelo, lo que convierte el
hecho de incorporarte en una auténtica pesadilla. En mi caso para
poder desplazarme hasta el cuarto de baño me veía obligado a
caminar a la pata coja, apoyando todo el peso del cuerpo en la pierna
sana, mientras mantenía la otra alzada en el aire. Parecía una
burda imitación de Ian Anderson de los Jethro Tull en
su famosa pose de la grulla. Eso sí, un Ian Anderson
artrítico y hecho una mierda.
Fueron unos días horribles,
con un dolor agudo y constante, durmiendo a ratos, despertando en
mitad de la madrugada y soportando el dolor ante la imposibilidad de
volver a conciliar el sueño, hasta que el agotamiento conseguía
imponerse al dolor y volvía a dormirme.
Cuando uno pasa por
situaciones tan dolorosas como ésta se suele decir eso tan manido
de: «No se lo deseo ni a mi peor enemigo». Yo debo ser una mala
persona, pues mientras sufría lo indecible, postrado en la cama y
sin ganas de casi nada, no hacía sino ir añadiendo nombres a mi
lista imaginaria de «gente a la que le deseo un maldito ataque de
gota tan doloroso o más que el mío».
Encabezando esa lista irían
todos los capullos y capullas con los que me he ido cruzando a lo
largo de mi vida, tanto en mi vida personal como en la profesional.
No es que hayan sido mayoría —tengo la enorme fortuna de que por
mi vida hayan pasado más buena gente que capullos y capullas—,
pero, echando la vista atrás, mi colección de indeseables no es
nada desdeñable. Y es que nadie está exento de tratar con capullos
y capullas. Son muchos y están por todas partes, así que, por una
mera cuestión de estadística, tarde o temprano acabarán cruzándose
en tu camino. Que levante la mano quien no se haya cruzado alguna vez
con algún o alguna gilipollas. ¿Nadie? Me lo temía. ¿Veis cómo
tenía razón?
Los siguientes en mi lista
serían todos los políticos que conozco; incluso los que no conozco
pero que, sin dudarlo un segundo, considero tan corruptos e
impresentables como los anteriores. No salvo a ninguno, sean del
color que sean: rojos, azules, morados, naranjas, fucsia, verde
fosforito, rosa chillón. Para mí, todos son del mismo color: verde
billete. Sólo hay que echar un vistazo a la actitud miserable y
egoísta que han tenido absolutamente todos durante esta etapa
de crisis mundial: unos dando bandazos como pollos sin cabeza y los
otros echando en cara al gobierno lo que ellos contribuyeron a crear.
Tacharlos de miserables sería quedarse corto. Como decimos
irónicamente en mi tierra: «¡Guárdame una cría de todos ellos!».
Tras los políticos metería
en mi lista, uno a uno, a todo el reparto de Sálvame,
o, como yo los llamo, la «pandilla basura». Y es que no salvo
a ninguno. Menuda panda de impresentables.
A éstos les seguirían
todos esos presentadores y pseudoperiodistas de chichinabo que salen
en la tele a diario y que hablan y hablan sin parar sin tener
puñetera idea de lo que dicen. Todos sabemos quienes son, los vemos
cada día, en distintos horarios y en distintas cadenas generalistas
y autonómicas, ya sean de uno u otro signo político. Esta gente, de
un ego descomunal, se atreven en su ignorancia a llevar a invitados a
sus programas o hacer conexiones en directo con gente que sí que
sabe de lo que hablan y a los que no dudan en interrumpir
constantemente con apreciaciones u opiniones de lo más burdas y
ridículas, del tipo: «Como usted ha dicho, y comparto
absolutamente, y voy a repetir porque la audiencia es mema y no se
entera de nada y por eso necesita que yo les explique lo mismo que
usted acaba de decir, exactamente con las mismas palabras que usted
ha dicho, sólo que si lo digo yo tendrá más peso que si lo dice
usted, que es un mindundi que no conoce ni Dios, mientras que yo soy
la pera limonera y, además, apuntando lo mismo que usted acaba de
decir quedaré ante mi audiencia como alguien que sabe un huevo,
aunque no sepa responder a la simple pregunta de porqué nos hemos
tomado el trabajo de contactar con usted y entrevistarlo si yo ya
sabía lo mismo; pero, como ya he dicho, la audiencia es mema, y
seguro que ni se lo plantean, y gracias a que son memos tenemos
montado este chiringuito, al igual que los políticos, mira tú por
donde, porque, si lo piensas —aunque eso de pensar como que no se
lleva mucho últimamente— esos mamones se lo han montado tan bien a
lo largo de la historia que da igual el nivel de participación
ciudadana en el voto electoral, que a cada año va bajando más y
más, pues ellos siempre van a tener curro, ya sea duplicando y
hasta triplicando administraciones y sacándose impuestos de debajo
de la manga como montando chiringuitos tipo Senado, que nadie tiene
ni puta idea de para qué coño sirve más allá de mandar allí a
los políticos viejunos, incómodos o que ya no dan para más a que
se lleven un buen pellizco haciendo lo que mejor saben hacer, es decir, nada, y encima, como los politicastros son tan listos y tienen claro cuáles son
sus verdaderas prioridades, con cotizar una mísera legislatura tienen
garantizada una pensión de la hostia, además de otros privilegios
que van con el cargo, y con cuatro años se aseguran algo que al
ciudadano medio le llevaría 35 putos años de cotización mínimo.
Y eso por no hablar de las famosas "puertas giratorias". ¿Veis?, para que luego digan que los políticos son unos inútiles y
unos incompetentes. Puede que lo sean, pero no para lo que les
conviene. En eso todos son putos Einsteins en potencia; eso sí,
Einsteins perversos. Pura maldad bajo una impecable fachada de
respetabilidad».
En fin, cada día que pasaba
veía como mi lista imaginaria de gente a la que deseaba un
maldito ataque de gota tan doloroso como el mío, o más, iba
creciendo más y más, hasta que me curé, y entonces me di cuenta de
que este mundo no tiene remedio, y que por más que patalees y te
indignes nada va a cambiar. Así que me tomé mi pastilla, acompañada
de un té verde con limón, me pillé un libro de mi biblioteca
personal y me zambullí en el océano seguro de sus páginas.
Si tuviera que hacer una lista de (ahí voy a ser más duro que tú) cabrones y cabronas que me han jodido o intentado joder a lo largo de mi vida profesional, bien por celos, por ánimos de demostrar su superioridad y poder, o bien por instinto natural, sería una lista kilométrica. Y aunque todos y todas han dejado una huella imborrable, por lo mal que me lo hicieron pasar, ya no les odio como les llegué a odiar en su momento, sobre todo por la impotencia de no saber devolverles la putada y tener que tragarme mi propia bilis. Parafraseando al grupo irlandés "The Corrs", diría lo que dice el título de uno de sus temas :"Forgiven, not forgotten", que en cristiano significa "Perdonado, pero no olvidado".
ResponderEliminarAhora, en cambio, con el ambiente político, nacional e internacional, tan agitado e insoportable, me he vuelto más malo, malísimo, pues he llegado a desear (que Dios me perdone, ¡ay, no, que no soy creyente!) la muerte de alguno de esos villanos despótico, hipócrita, y malvado. Vamos, que si me dijeran que lo ha atropellado un camión y se ha ido al otro barrio, como que sentiría un alivio inmenso. Pero mejor me callo sus nombres, no sea que me detengan por incitación al odio.
En cuanto a la gota, esta era una enfermedad muy común entre los hombres mayores y pudientes del siglo XIX, causada por el consumo excesivo de carne roja, cosa que solo se podían permitir los ricos. En tu caso me resulta algo raro, pues ya no se dan muchos casos. De todos modos, desde hace muchos años existe un medicamento, la colchicina, todo un clásico, que dicen que va muy bien. Me imagino que es el medicamento que estás tomando.
En fin, te deseo una pronta recuperación y que, una vez recuperado, no vuelvas a recaer.
Un abrazo.
En ocasiones me ha entrado la mala conciencia por desear el mal ajeno. Supongo que es una reminiscencia de mi educación cristiano-católica, pues una de las primeras cosas que te inculcan es el sentimiento de culpa. Son tan persuasivos con el tema que hasta llegas a sentirte culpable por cosas que han hecho otros. Pero con los años, una vez te quitas el manto de la culpabilidad de los hombros y empiezas a ser tú mismo, compruebas que no hay nada malo en desearle el mal a quien hace daño a los demás. ¿De qué otro modo se repara el daño? ¿poniendo la otra mejilla? Sí, claro. Que se lo digan a Charles Bronson. "Oye Charles, no te cabrees porque hayan matado a tu mujer y violado a tu hija. No te hagas mala sangre, hombre. Déjalo correr, tío. Pillate un vuelo a las Canarias y a vivir que son dos días".
EliminarComo sabes, la gota la provoca un exceso de ácido úrico en sangre. En mi caso, ha sido una mezcla de muchos factores. La inactividad y el sedentarismo, fruto del confinamiento, el abuso del café (ya lo he sustituido por el té verde), carnes rojas, tomate... El problema es que me llegan informaciones contradictorias acerca de los alimentos "permitidos" y los "prohibidos". El marisco y el alcohol lo tengo claro, de hecho ni los pruebo, pero otros como el café, el tomate, el atún, etc, unos dicen que sí y otros que no. En ese sentido estoy hecho un lío. Yo estoy tomando unas cápsulas de indometacina, y, la verdad, han sido mano de santo. Confío en no volver a sufrir un nuevo ataque en mucho tiempo, pues además de doloroso es muy desagradable. Con los años, si algo he aprendido es que la salud es lo más importante que tenemos. Sin ella, todo lo demás es accesorio.
Un abrazo, amigo Josep.
Ufff, lo que tiene que doler eso. ya sabes, menos marisco, ja ja. me alegro de que se te haya pasado.
ResponderEliminarYo también tengo claro que a los enemigos y demás gente indeseable hay que desearles los males, sobre todo aquellos que nos aquejan, pero a la hora de repartir entre los políticos yo no los reparto por igual. No estoy de acuerdo en que todos sean iguales. Sí es cierto que en todos los partidos hay gente mala e interesada, pero mientras en algunos partidos son multitud, en otros son solo una anécdota.
A los de los programas basura no los discriminaría, dolores para todos.
Un beso.
¡Ni te lo imaginas! Es un dolor intenso, y persistente. Lo notas pegado a ti las veinticuatro horas, sin darte un respiro. Si consigues dormir es por puro agotamiento, ya que llegas a un punto en que o desconectas o te vuelves loco.
EliminarDoy por hecho que tantos años de decepciones políticas a mis espaldas han hecho mella en mi confianza. Ya no confío en ninguno. A poco que sale uno que más o menos me convence, no pasa mucho tiempo y acaba decepcionándome, bien sea por asociarse con gente a las antípodas ideológicas de su ideario (pasándose por el forro mi voto) o por creerse un nuevo mesías y acabar mostrando su faceta más dictatorial e individualista. Mal rollo.
En cuanto a los programas basura, soy consciente de que todo en ellos está guionizado, y medido al milímetro para estirar el chicle de la polémica hasta que ya no da para más, pero a mí personalmente me agota tanta gilipollez y tanta mezquindad. Ver a esta peña erigiéndose en guardianes de la moralidad, bien sea destapando infidelidades o sacando a peña del armario, me pone enfermo. Es como ver a un violador acusando con el dedo a un pederasta. Menuda poca vergüenza. Y sí, dolores para todos ellos. Pero no físico (en el fondo no soy tan malo). El peor dolor que les deseo es que se queden sin curro y que nadie los contrate. A ver si así se les quitan las ganas de tanta tontería.
Un beso, Rosa.
Hola Pedro uyyyy esa gota tiene que ser muy pero que muy dolorosa, te leía y me dolía. Buff espero que hayas mejorado.
ResponderEliminarNo conocía mucho de la gota pero la relacionaba con los reyes y la ociosidad de la clase alta y con el marisco.
Respecto a esos impresentables que haberlos haylos y con demasiada frecuencia, los que viven como garrapatas a costa de lo ajeno y aquellos que disfrutan poniendo zancadillas, pues más de un ataque de gota sí les iría bien pero prefiero que no me ocupen ni un instante de mi tiempo. Tengo una amiga que siempre dice que la justicia divina no existe porque los malos bichos ni se enteran y siempre caen de pie. En mi caso prefiero no hacerme mala sangre y no dedicarles ni un instante, no vaya a ser que encima me rebote la negatividad jajaja.
Un abrazo
Hola Conxita. Lo peor es que es un dolor constante, que no te da un respiro. Es como cuando tienes un dolor de muelas insistente que no te deja ni dormir, taladrándote la cabeza minuto a minuto. Es horrible.
EliminarTu filosofía me parece la más acertada, sin duda. Me gustaría poder practicarla. Mi problema es que muchas veces parece que mi cabeza va por su cuenta, y me cuesta mucho meterla en cintura. Tampoco creo en ninguna justicia divina, ni siquiera kármica. Y claro, como no puedes apelar a la conciencia del malvado, ya que carece de ella, ¿qué te queda? En mi caso, el sentido del humor. De no ser por él...
Un abrazo, Conxita. Y gracias por la visita y el comentario. : )