miércoles, 25 de noviembre de 2020

ZAPPA LO TENÍA CLARO (Parte 1)

 

Yo tenía trece años cuando alguien me habló por primera vez de Frank Zappa. Resulta que en el barrio donde me crié, y donde estaba el colegio al que iba, había un tipo uno o dos años mayor que yo al que le gustaba la música rock y el punk. Por aquellos años, principios de los 80, el que alguien te sacase un par de años, siendo tú un adolescente, era motivo más que suficiente para tenerle un cierto respeto a esa persona, además de tomar en consideración sus opiniones o su supuesta erudición sobre cualquier tema.

Yo entonces era una esponja, y este tío lo sabía. De ahí que exagerase un poco —bastante, en realidad— a la hora de hablarme de la obra y milagros de aquel personaje tan extravagante que, según me dijo, además de cantar y tocar la guitarra de puta madre era capaz de comer excrementos en pleno concierto sentado en un taburete de madera en mitad del escenario.

A mí lo del excremento no es que me entusiasmase demasiado la vez que lo escuché de labios de aquel tío, aunque admito que si me impactó. Recordad que yo tenía trece años. Sin embargo, no sería hasta cuatro o cinco años más tarde, ya con diecisiete, que tuve al fin en mis manos un disco de Frank Zappa, el cual pertenecía a la colección del hermano mayor de un buen amigo mío de entonces. Aquel disco me impactó de tal manera que lo grabé en cinta, y fui a casa de mi amigo a devolvérselo y a pedirle todos los discos que tuviese de Zappa, que eran unos cuantos. Curiosamente, a ninguno de mis amigos les gustó nunca la música de Zappa, por lo que sus discos fueron algo así como un vicio secreto que disfrutaba en soledad. Incluso hoy.

El año pasado, al fin, pude hacerme con un ejemplar de su extraordinario libro de memorias, The Real Frank Zappa Book (traducido al español como La verdadera historia de Frank Zappa), escrito a cuatro manos entre el propio Zappa y el periodista Peter Occhiogrosso, encargado de transcribir las cintas con las entrevistas que le hizo a Zappa en su casa. Cuál no sería mi sorpresa cuando, en las primeras páginas del libro, Zappa aprovecha para desmentir ciertos mitos que circulaban en torno a su persona, entre ellos, el del famoso excremento. Zappa lo narra así:


«Otra infundada habladuría sostiene que una vez me cagué en un concierto. Esta historia se ha enriquecido con muchas variantes, de las que me permito destacar algunas:

Uno: Me comí una mierda en un concierto.

Dos: Monté un “concurso de guarradas” (¿qué cojones es un concurso de guarradas?) con Captain Beefheart y ambos compartimos mierda en el escenario.

Tres: Monté un “concurso de guarradas” con Alice Cooper, él pisoteó unos polluelos y después yo me comí una mierda en el escenario, etc.

Hace unos años, en 1967 o 1968, estuve en un club de Londres llamado Speak Easy. Un miembro de otra banda vino y me dijo: “Eres increíble. Cuando oí lo de que te comiste una mierda en un concierto, pensé: Esté tío está muy, muy pasado”. Le dije: “Nunca he comido una mierda en un concierto”. Me miró totalmente abatido, como si le acabara de romper el corazón.

A ver, que conste en acta: nunca he cagado en un concierto, y lo más cerca que he estado jamás de comer mierda fue en el bufé del Holiday Inn de Fayetteville, Carolina del Norte, en 1973».


Cuando leí esto, además de echarme unas risas me acordé de aquel tipo que me habló por primera vez de Zappa en mi adolescencia. Jamás pensé que sería el propio Zappa quien años más tarde se encargase de desmontar aquella absurda historia de la mierda que aquel chalado me contó una mañana cualquiera de 1983.

Por cierto, si os ha picado la curiosidad, aquí os dejo un enlace a un adelanto gratuito del libro de Zappa que la editorial Malpaso puso a disposición del público con fines promocionales: Pincha aquí.

Dejando a un lado esta curiosa anécdota, de lo que realmente quería hablaros en este artículo es de una de las facetas menos conocidas de Frank Zappa —como si su faceta musical fuese ampliamente conocida. Ja—: la de librepensador.

Frank Zappa murió en diciembre de 1993. Es decir, que pronto se cumplirán veintisiete años de su triste desaparición. Sin embargo, aún hoy me sigue sorprendiendo. Y no sólo por su música, que cada día que pasa la encuentro más placentera, sino por cómo pensaba y cómo se expresaba.

Hace unos días, la semana pasada para ser más exactos, encontré en Youtube una entrevista suya que le hicieron en televisión. La entrevista está fechada en octubre de 1981, en un programa llamado Freeman Report, presentado por una periodista de nombre Sandy Freeman.

A lo largo de la entrevista, de unos cuarenta y siete minutos de duración, a Zappa le preguntan su opinión sobre diversas cuestiones, que él responde con su brillantez acostumbrada. Aún hoy sigo alucinando con algunas de sus respuestas, las cuales voy a desgranar a continuación.

Os pido que pongáis mucha atención a lo que sigue, pues, aunque no os lo creáis, muchas de las cosas que dijo hace casi cuarenta años tienen mucho que ver con el mundo actual, lo cual ha hecho que me plantee seriamente si este mundo en el que vivimos tiene realmente solución o si estamos condenados a revivir una y otra vez los mismos errores de siempre.



En un momento dado, la periodista interroga a Zappa acerca de los males que, según él, aquejan a la sociedad norteamericana de aquellos años.

Yo sólo digo que la mejor política es la honestidad —dice Zappa—, y esta característica se encuentra en su momento más bajo de nuestra historia —recordemos que la entrevista se la hicieron en 1981, con Ronald Reagan ocupando el sillón presidencial de la Casa Blanca.

¿Y cómo cambiar esta situación? —insiste la periodista.

Antes que nada se tendría que crear un deseo para que esto se diera. Cuando tienes líderes políticos que no nos demuestran honestidad, cuando tienes gente que te miente constantemente en televisión, en la radio, en las películas... ¡es todo una mentira! La gente se acostumbra a la mentira como manera de vivir, así que la honestidad se convierte en un concepto arcaico. Nadie quiere ser una persona honesta en un mundo de mentirosos, porque te dicen “si eres honesto, vas a acabar el último de la fila”.

¿Tú te consideras a ti mismo una persona honesta? —pregunta Sandy Freeman.

Sí. Pero no me encuentro en una posición en que pueda hacer algo para influenciar a alguien —dice Zappa.

¿Y no crees que haya personas honestas en los ámbitos que has mencionado... cine, política, televisión, los media?

Por supuesto. Hay excepciones de la norma en todos los ámbitos. Pero, echando un vistazo a lo que nos rodea, nos podemos cerciorar que la norma es la deshonestidad, y que la honestidad es la excepción.

Odiaría creer eso...

Puedes odiarlo, si quieres. Pero si no lo crees es que eres idiota.

Aquí Zappa demuestra que, además de tener las ideas muy claras, tiene el don y la valentía de saber exponerlas sin miedo y sin cortapisas de ningún tipo. Lo mejor, aparte de denunciar una gran verdad, es la cara seria de Zappa, con la mirada fija en la entrevistadora, como retándola a que demuestre que está equivocado. He de decir que, quizás presintiendo que entrar en una discusión con alguien tan acostumbrado a polemizar como el que tiene delante puede acabar desnudando sus vergüenzas, la presentadora opta, de manera muy hábil, por tirar para otro lado.

Tras una interesante observación acerca del intrincado sistema de recuento de votos, Zappa demuestra que no todos los votos tienen el mismo peso ni el mismo valor —curioso que en España pase exactamente lo mismo. ¿Será un mal endémico en todas las democracias del mundo? ¿Por qué carajo no se cumple a rajatabla la simple regla de 1 persona = 1 voto? Será porque a unos pocos poderosos beneficia que esto no se cumpla. Eso seguro.

Una vez despachado a gusto, Zappa vuelve al ataque en relación a la administración Reagan.

No creo que tengamos un presidente honesto. Creo que no está rodeado de gente honesta. No creo que la mayoría de la gente del Congreso o el Senado sean honestos. No lo creo en absoluto.

¿Qué es lo que te hace creer eso? —pregunta la entrevistadora.

La prueba de eso yace en la manera en como funciona este país. No considero que la mayoría de las personas que tienen negocios en este país sean gente honesta.

Odiaría ser tan negativa o pesimista en cuanto a la tipología de gente que manda en este país.

Yo odiaría ser tan negativo y estar en lo cierto. Eso sí que es realmente horrible —aquí Zappa exhibe una sonrisilla con la que parece estar diciendo: “Sabes que estoy en lo cierto, pero la gran diferencia entre tú y yo es que yo tengo la libertad de poder decirlo abiertamente y tú no”.

Ante la insistencia de la entrevistadora de tachar a Zappa como una persona “negativa”, Zappa contraataca como él sabe hacerlo: con una brillantez dialéctica ante la que poco puedes hacer si no estás a su altura.

Si eres una persona realmente negativa y alguien viene a ti con todas las pruebas y te demuestra que todo está bien, entonces solamente serías una persona negativa. Lo cual sería casi un sueño. Pero yo creo tener razón. Creo que son deshonestos, y que les hemos permitido ser como son. Nosotros les votamos, nosotros les metimos donde están, y les dejamos hacer lo que hacen, porque no somos lo suficientemente honestos con nosotros mismos como para darnos cuenta de que estamos siendo gobernados por un conjunto de personas muy malas.

Vale. Pongamos que lo que estás diciendo es cierto. Yo no estoy completamente de acuerdo contigo, pero pongamos que es verdad. Ante eso, ¿qué hace la gente honesta para cambiar eso?

No sé qué pueden hacer. Eso sí que suena pesimista —dice Zappa—. No lo sé.

Suena fatalista —dice la entrevistadora—. ¿Qué me dices de ti? Si sientes todo esto, ¿cómo lo haces para seguir levantándote cada día de la cama, si sientes todas esas cosas malas que hay en este país?

Aquí la entrevistadora intenta poner contra las cuerdas a Zappa, como si pretendiese que él aportase la solución definitiva a un mal generalizado que lleva jodiéndonos la vida desde que el mundo es mundo.

Bueno —dice Zappa sin inmutarse—, hago lo que hago porque me encanta hacerlo. Me dedico a la música. Me levanto por la mañana y hago mi música. Lo hago a mi manera y trato de no aceptar compromisos innecesarios. Y si tengo una oportunidad de salir en la televisión y decir todo esto, pues lo hago. Aparte de eso, ¿qué más puedo hacer? No le pido a nadie que firme mi petición sobre nada. Eso no sirve para nada. Lo que sí se puede hacer es recordar a la gente lo que está pasando, y lo que lleva pasando desde siempre. La tendencia hoy en día —recordemos, 1981— es pasar de todo. Hay un deseo generalizado de olvidar los problemas. Y a los medios les gusta acomodar a la gente en ese deseo. Cuanto más puedes escapar de cómo de horribles son realmente las cosas, menos te van a molestar. Aunque, por desgracia, las cosas van a peor.

Ironías de la vida. Nada más soltar esta bomba atómica en la cara de la presentadora, ésta anuncia que deben hacer una pausa para “ver unos cuantos anuncios publicitarios”. Desde luego, no creo que estuviese preparado de antemano, pero me pareció un golpe de efecto genial que no hace sino reforzar el argumento de Zappa: “El mundo se va a la mierda, estamos en manos de gente horrible que sólo mira por ellos mismos y a las que les importamos una mierda, y para que no nos demos cuenta de lo que están haciendo nos tienen entretenidos con chorradas bonitas y con muchos colores. Por cierto, ¿has visto qué coche más chulo te podrás comprar si tienes pasta? ¿O qué bebida más refrescante te podrás echar al gaznate mientras notas cómo tu diabetes se dispara hasta matarte? ¿Y qué me dices de esas vacaciones de ensueño que podrás pagar en cómodos plazos por el resto de tus días?”.


La entrevista de Zappa dio para mucho más. Pero, para no hacer demasiado largo este post, he decidido dividirlo en dos partes. Si te ha resultado interesante lo que has leído hasta ahora —que espero que sí—, te invito a que estés atento la próxima semana a la segunda parte de mi particular resumen de esta maravillosa entrevista a un tipo genial.


(Continuará...)



2 comentarios:

  1. Yo también descubrí a Frank Zappa (creo que fue en 1969, con 19 años) de la mano de un amigo de la facultad que me dejó escuchar un disco de un grupo de se llamaba Mothers of Invention, liderado por Zappa. No llegué a comprarme ningún disco suyo porque: 1) iba muy corto de dinero y ya tenía suficiente con escuchar los de mi amiguete, y 2) porque en aquella época había otro guitarrista genial que me atraía más: Jimmy Hendrix. A los dos los consideré un tanto irreverentes en el escenario, pero flipaba con su música, totalmente desconocida en la España de aquella época (esos discos eran de importación). Hasta que no leí tiempo atrás los comentarios que has ido dejando, aquí y allá, sobre su figura, no he conocido su faceta intelectual. Sin tener conocimiento de ella, llegué a creer que era un excéntrico que solo pretendía llamar la atencíon, escandalizar y poco más. Pero cuando hablas (o escribes) de él con tanta admiración, y tras lo que aquí comentas sobre su pensamiento político, veo que estaba muy equivocado y que perdí la oportunidad de conocerlo como un ser pensante con las ideas muy claras. Así que, aunque tarde, es muy de agradecer que nos traigas de nuevo a este "personaje", grande tanto en los escenarios en particular como en la sociedad americana en general.
    Un abrazo.

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    1. Saludos, Josep.

      Aún recuerdo el impacto que supuso para mí escuchar aquel primer disco de Zappa en la intimidad de mi cuarto, en el equipo estéreo que tenía en mi dormitorio. El disco en cuestión era el "Joe's garage", de carpeta doble. Flipé en colores, como se solía decir en mi época. Nunca antes había escuchado algo así, tan hipnótico, tan rico en matices. Al día siguiente fui a casa de mi amigo a por más. Por suerte, su hermano tenía unos seis discos más del genio. Y se los fui pidiendo poco a poco y grabándolos en cinta. Años más tarde, cuando tuve oportunidad, me fui comprando los cd's que iba pillando aquí y allá (incluso un par de ellos me los pillé en París, en un viaje que me hice a Francia), y otros pocos los pillé en Discoplay y en la tienda de un amigo. Además de los discos, me leía cualquier artículo o entrevista que llegaba a mis manos. Incluso me pillé un libro escrito por Alain Dister, un periodista francés que lo conoció en la época de los Mothers. A raíz de eso empecé a descubrir su faceta más intelectual. Ya no sólo era un tipo extravagante que hacía música "rara". De repente, ante mis ojos se transformó en un librepensador con unas ideas y opiniones muy definidas que defendía a capa y espada. Gracias a Internet estoy descubriendo un montón de material suyo que no conocía (en estas últimas semanas me he podido hacer con varios documentales, conciertos, actuaciones, etc), y aún tengo sus discos, que escucho cada cierto tiempo, pues es de esos artistas que aún me siguen sorprendiendo, incluso después de llevar treinta y tantos años escuchándolo.

      Dicho esto, también adoro a Hendrix. Y a tantos otros genios que, con su arte, consiguen emocionarme y hacerme disfrutar de la vida. Porque para eso inventó el ser humano el arte: para darle sentido al sinsentido de la existencia. O al menos así es como yo lo veo.

      Gracias por pasarte por aquí y comentar, Josep. La semana que viene habrá más de Zappa. Y creo que te sorprenderá. ; ) Un abrazo, amigo.

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