martes, 22 de diciembre de 2020

¡YO HE VENIDO AQUÍ A HABLAR DE MIS LIBROS, COÑO!

 

La cosa es ésta: recibí una llamada para acudir de invitado a un programa de televisión. Lo presentaba Mercedes M., una prestigiosa periodista famosa por mostrarse excesivamente beligerante y antipática con gente anónima y, al mismo tiempo, excesivamente aduladora e indulgente, y hasta sumisa, con gente de cierta fama o prestigio.

Me llamó ella personalmente, Mercedes M. Nada de intermediarios. A mí me pareció bien y acepté la invitación. Así que acudí al programa.

Yo no era el único invitado. Compartí mesa con tres invitados más. Además, había público presente, al que se le invitaba a participar de vez en cuando en el debate, a solicitud de la presentadora. Y todos, presentadora, invitados y público, hablaron y hablaron y hablaron. Hablaban de esto y de lo otro, de cosas que a mí no me importaban un carajo, a decir verdad. Y mientras, de mis libros no se hablaba nada de nada. Y eso a mí me estaba poniendo de muy malhumor.

Pasaron treinta, cuarenta, cincuenta minutos, y toda aquella gente seguía allí hablando de sus cosas, que a mí seguían sin importarme un carajo, y nadie hablaba de mis libros. Hasta que me harté. Así que levanté la mano, decidido a pedir la vez. Ante todo educación. No soy un bárbaro.

Mercedes M. se percató de mi gesto, dejó con la palabra en la boca a uno del público que estaba hablando de no sé qué —ni lo sé ni me importa—, y se dirigió a mí en los siguientes términos.

A ver, sí, Pedro Fabelo, que lleva la mano levantada hace un ratito...

No me gustó el tono. A pesar de ello, lo dejé pasar.

A mí me has dicho, personalmente por teléfono, Mercedes, que yo venía aquí porque esta tarde se ha presentado mi libro, Absurdamente. Antología del absurdo Vol.III...

A eso iba...

...en un importante foro de Internet, y que se iba a hablar de mi libro. Estamos acabando el programa, y de mi libro, que está ahí, sobre la mesa, no se ha hablado ni se va a hablar para nada... (risas del público. Ignoro el motivo). Y por lo tanto, yo estoy dispuesto a levantarme y abandonar la mesa. Porque yo he venido aquí a hablar de mi libro, de los tres, la verdad, y no a hablar de lo que opine el personal, que me da lo mismo, porque para eso tengo mi blog en Internet, donde hablo de lo que me da la gana. De modo que, si no se habla de mi libro, me levanto ahora mismo y me voy.

¿Qué querías decir de tu libro? —me pregunta Mercedes, claramente incómoda por mi reacción, lo que, francamente, me la trae al fresco.

¿Cómo? —pregunto yo en tono decididamente beligerante.

¿Que qué querías decir de tu libro?

Lo que tú me preguntes —respondo en tono chulesco.

No, yo es que iba a preguntarte, pero es que me has dejado tan... tan impresionada con tu speech, que no sé si...

Aquí ya perdí totalmente los estribos. Todos tenemos un límite, y el mío llegó hasta donde llegó.

¡Es que pasa el tiempo, se acaba el tiempo, entra la publicidad, entran unos vídeos absurdos que todos hemos visto ya, y no se habla de mi libro! Pues entonces, ¿a qué he venido yo aquí? (Más risas del público. Y yo sigo sin entender de qué carajo se ríen). Yo cuando voy a un programa de televisión es que me pagan, porque yo no vengo a las televisiones como un paria, ¿comprendes?, gratuitamente. ¿Me entiendes? Si vengo es porque se va a hablar de un libro mío, o de los tres, como pretendía en esta ocasión...

Eh... sí —Mercedes M. se dirige a alguien indeterminado de entre el público.

¡Y ahora te diriges otra vez a un estudiante! —le espeto indignado—. ¡Pero yo no soy un estudiante! Yo hace treinta y tantos años que dejé de ser estudiante...

Eso ya lo vemos...

¡Me has prometido por teléfono que el tema del programa tenía que ver con mi libro! Y aquí no pasa nada con mi libro. Entonces, yo me voy. El que hagáis programas, que os pagan muy bien por cierto, y que os los llenemos gente que no cobramos un duro... ¡Ya está bien! O se habla de mi libro o me voy. Y se acabó.

Mercedes M. se me queda mirando con una sonrisa congelada en la jeta. A saber qué se le estará pasando por la cabeza en esos momentos. Doy por hecho que, de no ser yo Pedro Fabelo, y de haber sido uno de esos mindundis sin oficio ni beneficio que van a la televisión en busca de fama y fortuna, le habría faltado tiempo para machacarme y ponerme en evidencia delante de toda la audiencia. Pero yo no soy un mindundi. Para nada. Soy Pedro Fabelo, un escritor con tres libros en el mercado, y aunque no haya vendido un millón de ejemplares de cada uno de mis libros —ya quisiera yo—, aún tengo mi dignidad. Y me hago respetar, qué coño.

No esperaba que hicieras eso conmigo... —dice ella en tono lastimero.

Sí, sí, claro. Yo hago esto todos los días, ir a la tele a levantar la voz y a que se me suba la tensión...

¿Algo más? ¿O podemos hablar un poco de tus libros?

Lo que tú quieras —tomo un vaso de agua y bebo, porque esto de cogerme un empute sin necesidad me da mucha sed.

No, yo es que estaría interesada en preguntarte algunas cosas de tus libros, pero, como te veo tan alterado, a lo mejor no tienes muchas ganas de hablar de tus libros...

Yo siempre tengo ganas de hablar de mis libros. Por eso acepté tu invitación a venir, y no para escuchar al personal hablar de cosas que a mí, francamente, me la traen al pairo.

Pues vale. De acuerdo. Habla de tu libro. Adelante. Todo tuyo.

Señoras y señores, yo soy Pedro Fabelo, y tengo tres libros publicados. Los tres son cojonudos, muy divertidos y están a muy buen precio, tanto en su versión en papel como en su versión digital. Dadas las fechas en que nos encontramos, a las puertas de las navidades y Reyes, considero mis libros un regalo perfecto para aquellos lectores y lectoras que disfruten con el humor absurdo, la fina ironía y el sarcasmo típicamente anglosajón. A continuación les dejo unos enlaces donde podrán leer unos adelantos completamente gratuitos de los tres libros que componen mi trilogía Absurdamente, además de un enlace a la web de Amazon donde podrán adquirirlos si lo desean.


Absurdamente Vol.I

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Absurdamente Vol.II

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Absurdamente Vol.III

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Y bueno, esto ha sido todo por hoy. Por mi parte, nada más.

Ah, bueno, sí. Mi blog y yo os deseamos unas felices navidades en este año tan complicado que nos ha tocado vivir a todos. Comed, bebed y disfrutad, solos o en compañía, pero, por favor, protegeos y preservad las medidas de seguridad inherentes al Covid19. El próximo año paso lista. ¿No querréis enfadarme, verdad?





4 comentarios:

  1. Yo, la verdad, no trago a esa señora por lo que comentas: intenta cargarse al pobre don nadie (públicamente hablando) y a poner en los altares a quien le cae en gracia. Pero, mira, si me llamara para tratar de mis libros, aunque solo sean dos y no tres, iría, cómo no. Eso sí, le haría firmar un documento comprometiéndose a hablar de mis libros y dejarse de chorradas.
    A ti, al final, te ha salido bien, pero lamento decirte que no pienso comprar ninguno de tus libros, por buenos que sean, simplemente porque ya hace tiempo que te los compré, je,je.
    Un abrazo y espero que este reclamo te resulte exitoso. Cada vez que yo he dado la murga con mi última recopilación de relatos, ha caído un nuevo comprador, eso sí, de la versión para ebook, que es bastante más baratita y no estamos para derrochar.
    Felices fiestas!!!

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    1. A mí es que cuando el entrevistador va de "estrella" que intenta brillar más que el invitado (y en nuestro país tenemos muchos de esos) ya la cosa me irrita y me aburre. Si invitas a alguien a un programa para entrevistarlo será porque te interesa lo que tu invitado o invitada tenga que decir, y no montar un circo para demostrar lo listo o lista que eres tú y lo mucho que sabes y dominas el medio y bla, bla, bla. A raíz de documentarme para este post y buscar el famoso vídeo de Umbral en Youtube, he ido pillando distintas entrevistas a escritores (hay un montón). Me llama la atención la extremada educación y erudición de los entrevistadores de antaño (años 70 y 80). No sólo sabían de lo que hablaban (sin tanto guión ni pinganillo), sino que daban espacio al entrevistado para que se explayase en sus respuestas. Hoy eso es impensable, con tantas prisas y publicidades varias, por no mencionar el factor "espectáculo" que tanto impera en estos tiempos. Me hago viejo, Josep, pues cada día echo más en falta ciertos valores de antaño (no es lo mismo ver a Balbín en La Clave que ver a Bertin Osborne todo espatarrado en un sofá, soltando gilipolleces como si fuesen perlas de filosofía).

      En fin, siempre nos quedarán los vídeos de Internet, porque lo que es la tele actual, da asco. Tantos canales pa' ná. : (

      Felices fiestas, Josep. Recibe un fuerte abrazo para ti y tu familia.

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  2. Pues tus libros son estupendos y muy divertidos. Los he vuelto a releer y sigo riendome a pierna suelta. Lo que peor lo paso es que de la risa me atasco y me entra tos que me quedo sin respiración. Mi familia siempre quiere llamar a una ambulancia pensando que ya pillé el virus. Un abrazo.

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    1. Jajajaja Muchísimas gracias, Mamen. Me encanta que sigas disfrutando de ellos. Yo también los he releído más de una vez y me he sorprendido a mí mismo riendo con muchos de los giros que hay en ellos, ¡y eso que los escribí yo! Aunque deberías tener cuidado con esas risas que te provoca. No quisiera que las autoridades sanitarias me obligasen a poner una falda en cada libro mío advirtiendo que su lectura "puede provocar serios problemas respiratorios". ; )

      Un abrazo, Mamen. Y siga usted gozando de ese buen humor que Dios le ha dado. Y que no se lo quite nadie, a pesar de los pesares. Hazle llegar un abrazo a tu marido, que sé que también me lee. : )

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