miércoles, 8 de septiembre de 2021

LA GOTA ATACA DE NUEVO

 

 

Vivo como un rey absolutista del XVIII.

¿Te refieres a instalado en el lujo, tocándote los huevos a dos manos y haciendo de tu capa un sayo?

Más bien con un ataque de gota que te mueres.

Vaya. Y yo que ya iba a empezar a envidiarte malsanamente.


Sí, amigos, “the dreadful gota strikes again”; dicho en cristiano: “la temible gota ataca de nuevo”.

Resulta que en la última analítica que me había hecho, hace poco más de un mes, mi doctora advirtió unos niveles demasiado altos de ácido úrico en mi organismo, además de un poco de colesterol “malo” corriéndome alegremente por las venas —porque los malos, que lo sepáis, siempre corren alegremente allá por donde van, haciendo sus maldades e hijoputadas sin ton ni son, a sabiendas de que lo más probable es que jamás paguen por el mal que ocasionan, pues eso de la justicia sólo pasa en las películas o en las fantasiosas páginas de novela negra—.

Por el colesterol no debes preocuparte —dijo mi doctora—. Te recetaré unas pastillas para bajarlo un poco y tenerlo controlado. Con eso y tu rutina de paseos diarios será suficiente, aún a riesgo de tropezarte con esa vecina tuya tan fantasiosa.

¿Ha leído mi blog?

Sí. Y aunque me he reído bastante con las fantasías de esa vecina tuya tan peculiar, he de decirte que como tu vecina me vienen muchas a diario por la consulta. Todo lo suyo es lo peor del mundo mundial. Cualquier dolencia o enfermedad ajeno, por terrible que sea, se queda en nada frente a sus padecimientos. Es como si tuviesen el monopolio de las desgracias.

Lo ha descrito a la perfección.

Volviendo a la gota. A pesar de mis esfuerzos por evitarla, finalmente acabó sometiéndome a su dolorosa dictadura. Esta última semana y media ha supuesto un verdadero infierno para mí, con un dolor intenso y prolongado en el pie derecho que me ha tenido postrado en cama y procurando inmovilizar la pierna el mayor tiempo posible.

Al momento de escribir esto estoy atravesando el final del proceso. Ya puedo pisar, aunque procurando cargar el peso del cuerpo sobre un lateral del pie para evitar que el dolor me haga ver las estrellas.

Una vez más, debo agradecerle mi curación a la química. Gracias a las cápsulas de indometacina y clorhidroxialantoinato y dihidroxialantoinato de aluminio —menudos nombrecitos, oiga—, la hinchazón y el dolor han ido bajando progresivamente.

Aún me asombra pensar que apenas hace dos días tenía el pie derecho hinchado como un balón de fútbol, ardiendo y con una sensación de tener metidas unas afiladas cuchillas de afeitar bajo la piel, provocando un intenso dolor al menor movimiento o presión de la zona. Hasta el leve roce de una sábana me provocada un dolor similar al de un tanque Panzer de 57 toneladas de la Segunda Guerra Mundial aplastándome el pie con sus ruedas de cadena.

Bah, eso no es nada. ¡Lo mío si que...! —apuesto que me diría mi archienemiga, la vieja pelleja de pelo rubio platino.

Y, ¿sabéis qué?, mejor que no me la hubiese cruzado entonces, cuando aún tenía mi pierna hinchada como un globo aerostático, ardiendo y sufriendo aquel intenso dolor, pues, de haberme dado una sola razón para ello, le habría dicho cuatro cosas, y ninguna bonita, eso os lo aseguro.

Para evitar en lo posible una futura subida del ácido úrico en sangre —me instó mi doctora—, te recomiendo evitar en lo posible la ingesta de los siguientes alimentos: caldos de carnes grasas, potenciadores del sabor tipo avecrem, carnes rojas, vísceras de animales —hígado, corazón, riñones, sesos, mollejas, lengua, etc.—, hamburguesas, salchichas Frankfurt, ganso, pato, toda clase de mariscos, huevas de pescado, leche entera, quesos grasos, manteca de cerdo, sebo o tocino, alcohol en todas sus formas —sobre todo cerveza y bebidas de alta graduación—, refrescos azucarados, tomate y mantequilla, y limitar en lo posible los lácteos.

¿No habríamos acabado antes diciéndome lo que sí puedo comer? —dije en tono sombrío, proyectando mentalmente una vida futura insípida y carente de estímulos.

Te acostumbrarás.

No sé si me acostumbraré, pero lo que sí es seguro es que mis días se alargarán hasta el infinito.

Ah, y no olvides salir a caminar todos los días un mínimo de cuarenta y cinco minutos.

¿Y qué hago con mi vecina la pelo pollo?

Bueeeno. Vaaale. Treinta minutos mínimo. Y búscate un disfraz.

Haré algo mejor. Me pienso comprar unos auriculares tan grandes y potentes que harán que mi táctica de “hacerme el sueco” se convierta en todo un arte.

Pero a ver, ¿es que esa mujer no duerme nunca?

Yo no sé si duerme o no. Igual si le digo que padezco insomnio me larga que lleva décadas sin dormir. Pero una cosa sí es seguro, que debe tener una especie de radar tipo submarino ruso o algo así, pues vaya adonde vaya siempre acaba dando conmigo.

Bueno, míralo de esta manera. Si un día naufragas y acabas perdido en una isla desierta perdida en mitad del océano, al menos tendrás la certeza de que ella acabará encontrándote.

¿Sabe qué? Si algún día me viese en esa tesitura, casi prefiero morir en la dichosa isla antes que tener que escuchar una más de sus malditas historias ficticias.


4 comentarios:

  1. Si bien el colesterol alto es algo muy frecuente en nuestros días por culpa de las dietas ricas en grasa (así que en tiempos pretéritos también debía correr por las venas de mucha gente, pero no se analizaba), creía que la gota ya estaba prácticamente erradicada y siempre la había relacionado con un escesivo consumo de carne roja. Menos mal que hay tratamiento contra esa inflamaciñon y dolor tan persistentes. No te queda más remedio, amigo, que hacer caso del consejo médico y seguir una dieta exenta de todo lo prohibido, que es mucho, desde luego. Lo más práctico será, como has apuntado, hacer una lista de lo que sí puedes comer. Lo malo será cuando comas fuera de casa, pues resultará difícil atenerte a esa dieta tan estricta. Pero siempre podrás alegar aquello de "un dia es un día".
    Que te sea leve, Pedro.
    Un abrazo.

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    1. ¿Sabes lo peor, amigo Josep? Que llevar una vida sana resulta mucho más caro que llevar una vida insana. Los alimentos con menos sal, menos grasa y menos azúcares salen mucho más caros que los que te matan lentamente, y encima saben peor. Y eso por no hablar del timo de los productos "light". Hace un tiempo vi a un experto en la tele desmontando el tinglado de los productos supuestamente saludables que se venden en los supermercados y era desolador. Por no hablar de esos productos que te venden prometiéndote soluciones milagrosas para tu organismo (que si te baja el colesterol, que si te aporta aminoácidos esenciales, que si te nutre de omega 3 y hacen no sé qué, etc). Luego están los que te dicen hoy una cosa y mañana otra. En fin, que ya no sabe uno a quién creer, la verdad.

      A mí, lo que mejor me funciona, la mejor medicina que conozco, y que sirve para todo, es el sentido del humor. El día que pierda eso, entonces sí que empezaré a preocuparme de veras.

      Un abrazo, Josep.

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  2. Vaya otro que se me había escapado. Lo del ácido úrico es terrible. Yo nunca lo he padecido, pero tengo un amigo que sí y los dolores deben de ser muy fuertes. me los imagino como la contractura cervical que me amargó a mí varias veces hasta que me la solucionó un fisio. Me mataba de dolor hasta mirar de reojo ( de otra forma era imposible mirar porque no podía mover la cabeza ni medio milímetro.
    No quiero imaginar lo que puede ser que hasta el roce de la sábana te haga ver estrellas. Si a eso le añades lo que no puede comer, la situación es bien fastidiada. Menos mal que nuca pierdes el humor.
    Un beso.

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    1. Lo intento, lo de no perder nunca el humor. Y no siempre lo consigo. Pero, eso sí, una vez repuesto y con el dolor controlado, ya empieza a aflorar en mí la necesidad de sacarle el puntito cómico al asunto. Debe ser como un mecanismo de defensa que llevo instalado de fábrica, y que espero que nunca me abandone. Sólo así se explica el que le saque chistecitos a algo que me ha tenido doblándome de dolor durante días y noches sin apenas pegar ojo.

      Un beso, Rosa. : )

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